NEIL YOUNG & CRAZY HORSE. Americana.
Que Dios bendiga a
América.
Hablábamos hace unos
días de la buena noticia que suponía el nuevo disco de Patti Smith. Pues
esta es otra noticia de titulares: Neil Young se vuelve a reunir con sus
Crazy Horse después de muchos años. Noticia no, notición. Y de momento,
antes de ofrecernos nuevas canciones que se están cociendo, o que ya están
cocidas pero no gratinadas, el aperitivo consiste en una selección de temas
populares de folk americano, a los que muy sutilmente había que darles la
vuelta para hacerlos encajar en ese mecanismo de ruido y energía que conforman
Young, Sampedro, Molina y Talbot. El resultado no será quizá el mejor disco del
canadiense (eso opinan algunos), pero cualquier peor disco suyo vale más la
pena que cualquier disco de cualquier otro mortal en cualquier lugar del mundo.
Pero ¿mal disco?. Ni
hablar del peluquín. “Americana” (2012) tiene un sentido simbólico
innegable, y no solo por quienes lo firman. Supone un homenaje afectuoso a un
país que según afirma Neil “ya no existe”, un vistazo hacia atrás,
aunque para muchos mirar atrás no signifique más que miedo al futuro. Y sí,
algunos echamos de menos el pasado, ese pasado sin smartphones, sin tablets y
sin facebooks; y nos da mucho miedo el futuro, un futuro en el que no seremos
personas sino autómatas, en el que los sentimientos serán sustutuidos por códigos
de varios dígitos. Neil Young es más viejo y sabio y va más allá, a las
raíces de la historia, al principio de todo lo que hoy conocemos como música
popular, y se saca de la manga versiones estremecedoras de “Oh, Susannah”
(Stephen Foster), “High Flyin´Bird” (Billy Edd Wheeler),
las tonadas tradicionales de “Tom Dula”, “Clementine”, “Jesus´
Chariot”, “Travel On” y “Gallows Pole”, o ese mito entre los
clásicos del folk que firmaba Woody Guthrie como “This Land Is Your
Land”. Incluso se atreve con una reconstrucción del “God Save The Queen”
ante la que ganas dan de postrarse y adorar la Union Jack. Y todo ello
recuperando el auténtico sonido Neil Young & Crazy Horse, esas
atmósferas eléctricas saturadas, genuinas y al borde de un colapso que nunca
llega. Porque el que verdaderamente es fuerte sobrevive. Y este hombre mantiene
a sus 66 años la ilusión y la alegría de un chiquillo. Yo de mayor quiero ser
como él. Y por cierto, si queréis ver un documento audiovisual espectacular,
pinchad en el enlace de su web.
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