28 octubre 2007

CONCIERTOS

THE WATERBOYS. Madrid. Joy Eslava. 24-10-2007.

Impartiendo lecciones de rock´n´folk.

Que caiga una somanta de agua por la A-42 cuando vas hacia Madrid para reunirte con los Waterboys es una casualidad la mar de hermosa. El legado que han ido dejando con los años (cuarto de siglo, más o menos) es de un impecable que asusta. Y muchas de sus canciones son ya historia; quizá no Historia con mayúscula, pero sí historia de risas, bares y confesiones amistosas. Su nueva visita a Madrid congregó a muchos fieles y se convirtió en un apoteósico episodio de recuerdo y adoración. El seguidor de siempre corea cada estribillo y se quita veinte años de encima. El que los ve por vez primera alucina, y sale preguntándose por qué ya no hay bandas auténticas como las de antes. La lección que Mike Scott (que parece conservado en formol) y compañía dieron en la capital es de las que devuelven ese sentimiento a veces titubeante de fe ciega en el rock. Un rock con infinitas interconexiones, un reino que se expande más allá de las fronteras.

Empecemos por el final, para variar: el gran festival estuvo sin duda en los bises, donde la colosal “The Pan Within” y el clásico popular “Fisherman´s Blues” rozaron la eternidad. Antes hubo tiempo para las obvias, las escondidas, para exhibiciones, variantes y excitantes demostraciones de stop and go. Sonaron “Glastonbury Song” (grande, pero afeada por el turbio sonido), “Killing My Heart” (soberbia), “Old England” (pelín estática) o “Medicine Bow” (explosiva). “The Raggle Taggle Gypsy” y “When Will We Be Married” convirtieron la noche madrileña en un jolgorio dublinés, y el violín y teclado de Steve Wickham y Richard Naiff despertaron a los druidas con su duelo en “Red Army Blues”. Pero la que no podía faltar era “The Whole of the Moon”, con Scott liberado por primera y única vez de toda atadura instrumental: pasan los años, pasan las canciones, y sigue luciendo en todas las listas de favoritas. Después de oírla mil veces en un reproductor, sentirla en directo es como la liberación final de un yugo incómodo.

En fin, la excusa era airear “Book of Lightning”, pero su protagonismo fue discreto. “It´s Gonna Rain”, “Love Will Shoot You Down”, “Sustain” o “She Tried To Hold Me” hicieron el papel de guarnición entre manjares copiosos. Y aunque se echó de menos el vendaval del saxo y canciones como “Don´t Bang the Drum” o “A Girl Called Johnny”, un concierto así hace olvidar hasta el prohibido cigarrito.

www.mikescottwaterboys.com

23 octubre 2007

DISCOS


JOSÉ GONZÁLEZ. In Our Nature.

El arte de la sencillez.

Después del aceptable éxito de “Veneer” (2005) y de haber prestado sintonía a productos multinacionales, lo lógico en la carrera de José González hubiera sido dar un paso hacia delante. Pero algunos rechazan la lógica, bien para sentirse héroes o bien porque está en su propia naturaleza. Este sueco descendiente de argentinos exiliados es a todas luces de los segundos. Y que el título de su segundo trabajo sea tal no es más una casualidad en los juegos de ideas y palabras. “In Our Nature” (2007) podía haber sido un disco de consagración, de producción generosa, de limpieza exquisita y promoción fácil. Pero no lo es. Es un disco personal y profundo, de letras sombrías y sonido desgastado, el típico disco que un cantautor folk graba en su casa mientras el agua hierve en el fuego y los coches derrapan en la calle. “Down the Line”, “In Our Nature”, “Fold” o “Cycling Trivialities” son intensos aspersores de emociones que riegan los corazones más solitarios, reflexiones creadas por un hombre para sí mismo y accidentalmente compartidas con el mundo entero. Porque el mundo funciona gracias a las cosas más sencillas. Una guitarra y sus seis cuerdas son más que suficientes para decir todo lo que importa. Y así lo entiende José González. Hasta su nombre es pura y cálida sencillez.

http://www.jose-gonzalez.com/

14 octubre 2007

CONCIERTOS

SPIRITUALIZED + SOULSAVERS FT. MARK LANEGAN + MISHIMA. Madrid. Joy Eslava. 12-10-2007.

La noche litúrgica.

La gira presentación del Wintercase 2007 ha sido una ocasión única para cubrir tres objetivos. Primero: para celebrar de un modo abierto y alternativo el día de la Hispanidad. Segunda: para inaugurar la temporada de conciertos.
Tercera: para sacar las espinas clavadas en Primavera Sound y Summercase en un mismo lote. Una noche para recordar por los siglos de los siglos. El escenario de la Joy Eslava se iluminaba con puntualidad exquisita para acoger a Mishima, que no fue solo sino dúo. Presentando las canciones del que pronto será su nuevo disco (singular manifiesto en catalán para abortar rencillas en una fecha tan señalada), David Caraben y su partenaire hipnotizaron con la lluvia dulce de sus guitarras. Solo hubo una concesión al inglés, con Caraben haciendo trompetas con la boca y mutando por momentos en el mismísimo Richard Hawley.

El plato fuerte llegaba a continuación. “Esto va a ser orgásmico” decía alguien mientras los pipas colocaban diligentemente las set-guías en cada atril. Fue más que eso. Fue de una sutileza, elegancia y buen gusto que tiran de espaldas. Economizando hasta el último milímetro de la escasa superficie disponible, las líneas acústicas de Spiritualized brillaron hasta causar una ceguera irreversible. El cuarteto de cuerda, el trío de voces negras, el teclado-armónica y las guitarras acústicas crean un nuevo polvo de estrellas, fruto del desvanecimiento lento y sosegado del halo psicodélico. Y Jason Pierce (o J Spaceman), más serenidad, menos arrogancia, repite eso de “there´s a little time to do something, anything more” o “lord can you hear me when I call” con la credibilidad (y la contagiosa emoción) de alguien que ha sentido en sus carnes la amenaza del más allá. Y cuando digo más allá no me refiero a la flotación en el espacio, sino al otro barrio, visto de reojo a causa de una grave (y misteriosa) enfermedad.

El repertorio fue toda una celebración marcada por el signo de los tiempos. Recuperaciones de Spacemen 3 (“Amen” o “Walking with Jesus”), el “True Love Will Find You in the End” de Daniel Johnston o los himnos más “espiritualizados” de la creación reciente (“Lord Let It Rain on Me”, “Cool Waves”, “Broken Heart”, “Stop Your Crying”). Aunque hubo varios momentos de esos que se llaman especiales, que suspenden las agujas del reloj: la cristalina reconstrucción de “I Think I´m in Love”, que derivó en todo un festín gospel; el medley de “Anything More”, virando sorprendentemente hacia “Ladies and Gentlemen We Are Floating in the Space” y coronado con “I Can´t Help Falling in Love” de Elvis; o la eclesiástica “Lord Can You Hear Me”, el cenit mayúsculo de la agitación pagana. El éxtasis terminó con la revisión pintiparada del clásico “Oh Happy Day”, con un Jason Pierce agasajado y relamido de satisfacción, y con una de las gentiles violinistas regalando setlists a los de las primeras filas. Ah, y menuda experiencia tener acceso visual al cuaderno de Jason, con sus acordes, símbolos y notas escritos a mano. Fue como colarse en su universo íntimo intergaláctico.

Después de algo así, hacía falta un postre ligero y digestivo, pero los Soulsavers rompieron los esquemas de lo esperado. Nada de atmósferas suaves ni de bucles repetitivos. Músculo, garra y rock afincado en algún lugar entre el cañón del Colorado y los presbiterios sureños. El sutil inicio de “Ask the Dust” fue un mínimo espejismo hasta que estallaron el bajo y las tres guitarras, haciendo retumbar el suelo como no se recuerda. Y claro, faltaba la voz de Mark Lanegan para avivar la lumbre. Un Mark Lanegan que (comentario recurrente pero inevitable) cada día se parece más a Tom Waits, en todos los sentidos. “Ghosts of You & Me”, “Paper Money” y “Spiritual” queman el esófago como un buen trago de bourbon. El momentazo total fue, cómo no, “Kingdoms of Rain”, ese diamante rescatado del “Whiskey for the Holy Ghost” (94) y pulido para la ocasión. Tras “Revival” y casi sin despedirse, Lanegan dejó los minutos finales para exhibición de los salvadores de almas y sus dos coristas negras; minutos que cundieron y de qué manera, con un guiño al desaparecido Lee Hazlewood (“Some Velvet Morning”) y retirada gradual.

Después de una noche así, lo único que queda decir es: podemos ir en paz.

www.wintercase.com

11 octubre 2007

RETROSPECTIVAS

JOHN CALE & LOU REED. Songs for Drella.

En memoria de Andy Warhol.

En plena vorágine de revivalismo y resurrección compulsiva, la reunión estable de The Velvet Underground es un sueño probablemente imposible y seguramente innecesario. John Cale y Lou Reed decidieron hace años bifurcar sus caminos, como Tom Waits y John Lurie en “Down by Law” de Jim Jarmusch, pero de forma no tan amigable. En todo este tiempo solo ha habido una razón honesta y de peso para enterrar el hacha de guerra: la desaparición de Andy Warhol y la imperiosa necesidad de rendirle tributo. “Songs for Drella” (90) recoge canciones desnudas, sin esqueleto pero con alma, en las que los dos maestros ponen sus virtudes (las guitarras de Reed, los teclados de Cale) al servicio de una historia de reivindicación, incomprensión y dolor, la del artista que inmortalizó las sopas Campbell´s. Normalmente en primera persona, los textos narran datos y experiencias de la vida y pensamientos de Warhol, tan bien conocidas por ambos como para apropiarse de ellas. La sombría voz de Lou Reed pone voz a la mayoría, mientras que John Cale se reencarna en “Style It Takes” y “Forever Changed”.

Al margen de su valor como epitafio, homenaje o testamento, “Songs for Drella” es sobre todo una demostración rotunda del ingenio de Reed y Cale, de su capacidad para componer canciones que siempre serán eternas y de su don para emocionar incluso desde el primitivismo y la escasez. Lo publican sin censura los gloriosos duelos piano-guitarra en “Work”, “Trouble with Classicists”, “Starlight” y “I Believe”, el desquiciado violín de “Images” o el elegante teclado de “Faces and Names”. Para fans de la Velvet, de Warhol, de uno o de otro por separado, una obra total y absolutamente imprescindible.

www.john-cale.com

06 octubre 2007

DISCOS

GRAVENHURST. The Western Lands.

Estado de bienestar.

El médico me recomendó descanso. Por eso huí unos días, refugiándome en un cacho de tierra rodeado de mar, desconectando el móvil y escogiendo la mejor compañía moral posible: libros y música. Y entre toda esa música (más de cien discos, en serio) decidí escuchar a Gravenhurst. Quizá porque intuía que serían buena medicina para mi prescrito reposo. Justo.

Hay discos que te gustan porque sí; otros te gustan porque quieres que te gusten y haces lo indecible. Yo quería que este disco me gustara, porque Nick Talbot pertenece a una segunda división de grandes compositores que crece alimentada por su talento sin necesidad de comer de la mano del sistema, que funciona por amor al arte y no por amor a la pasta. “The Western Lands” (2007) es todo quietud, como ese remanso de agua que se expande frente a mí. Y todo pese a las nuevas aventuras electrificadas, a lo Sonic Youth, puestas de manifiesto en la logradísima “She Dances” y en “Hollow Man”, con su remolino de distorsión incluido. El disco empieza con una de esas melodías que se te pegan a la piel como un rayo de sol (“Saints”), herencia de la fragilidad de un Nick Drake que se asoma de vez en cuando al balcón. Después crece en intensidad, con las ya mencionadas “She Dances” y “Hollow Man”, se recuesta en una sombra con la medieval “Song Among the Pine”, amanece a un día velvetiano con “Trust” y pone banda sonora a una de vaqueros con “The Western Lands”. “Farewell, Farewell” (única versión) fotocopia la enciclopedia de recursos Yo La Tengo para dejar paso a “Hourglass”, otra de las enormes, con dos minutos finales para purgar delitos y faltas. “Grand Union Canal” vuelve a los sonidos de arenisca, recordando los momentos en que Calexico se ponen serios, y “The Collector” cierra con más distorsión controlada un disco donde, pese al ruido ocasional, todo transcurre sin sobresaltos. En fin, una terapia que relaja, aclara y cura con la efectividad liberadora de un suspiro. Verídico.

02 octubre 2007

AGENDA

OCTUBRE: La sequía ya es historia.

La madre del cordero, cómo ha empezado el otoño. Lanzamientos y más lanzamientos, anuncios de giras y más giras. Hay que empezar a contar euros y a contar días. ¿Sequía?. Ya se acabó. Llueve música a mares.

Por lo pronto, los festivales otoñales empiezan a comunicar sus nombres. El Wintercase 2007 comienza con una presentación de lujo que ya vale por toda la programación: Spiritualized (en la foto) en su nuevo formato gospel-sinfónico, Soulsavers ft. Mark Lanegan y Mishima darán el pistoletazo de salida a una edición que, dicho sea de paso y con las confirmaciones actuales en la mano, este año se presume ramplona. El Primavera Club también repite, nuevamente con nombres que se escapan de todas las quinielas (y de muchos conocimientos, vaya): The New Pornographers, Liars, Thurston Moore, Deerhunter, Joseph Arthur & The Lonely Astronauts, The Right Ons, Schwarz o Lagartija Nick suenan familiares, el resto no. Pero esto será en diciembre.

Más cercano está el Tanned Tin, otro de los festivales nacionales que abogan por el riesgo (qué pena, hay tan pocos) y en esta edición si cabe más. The Ex, Acid Mothers Temple, Deerhunter, Lisabö, Damien Jurado, Xiu Xiu o The Sea and Cake son algunos de los artistas que desfilaran entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre por Castellón. Apetecible.

Y para los que no quieran atiborrarse de actuaciones consecutivas en uno de estos festivales, este mes hay dos opciones individuales bastante interesantes. The Waterboys y Gallon Drunk nos visitan para presentar sendos nuevos discos. Los de Mike Scott el 23 en Bilbao, 24 en Madrid, 26 en Valencia, 27 en Huesca y 28 en Guadalajara. Los de James Johnston el 24 en Madrid y el 25 en Santander. Sí señores, Huesca, Guadalajara y Santander, ¡¡las ciudades pequeñas también existen!!. La gran putada: que ambos coincidan en Madrid.