29 agosto 2006

DISCOS

NEIL YOUNG. Living with War.

La política de la verdad.

“Estoy viviendo con guerra en el corazón cada día”. Siempre ha habido voces gritando fuerte contra la opresión y el capricho del poder, y en los últimos tiempos esas voces se multiplican. Voces que llegan de los USA. Voces que no pueden callar una realidad camino de convertirse en tópico. ¿Por qué será?. Y todos están igualmente legitimados para la queja. Pero es innegable que hay voces que suenan más creíbles que otras. Quizá por la forma, o por el fondo. La voz de Neil Young es la voz del mensajero coherente, el que habla desde la experiencia de muchas amenazas, guerras, post-guerras, amnistías y condenas vividas. “Living with War” (2006): manifiesto pacifista.

Esa voz no está sola. En canciones como “After the Garden”, “Living with War” y “Let´s Impeach the President” se pertrecha entre coros que arropan y afirman el discurso. Un mensaje que transcurre entre la inaceptabilidad de las mentiras (“don´t need no more lies”) y el dolor de la consecuencia (“thousands of bodies in the ground brought home in boxes to a trumpet´s sound”). Una oda llena de resentimiento hacia acciones vergonzosas y personajes concretos (“let´s impeach the president for lying and misleading our country to the war”), pero también preñada de supremas esperanzas (“and when the night falls, I pray for peace”). Todo ejemplificado y resumido en una canción, “Lookin´for a Leader”: “AMERICA is beautiful but she has an ugly side”.


Aparte de preceptos y conceptos, cerrando los ojos al significado de las palabras o simulando no saber inglés, “Living with War” vuelve a mostrar la tradicional (y legendaria) faceta de un músico que es quien es y está donde está por méritos incuestionables. Guitarras puras, melodías de polvo y asfalto. Alguna trompeta. Sin aditivos ni colorantes. Canciones trazadas por los impulsos de un corazón que se resiste a relajar su ritmo. Himnos lapidarios que dan de comer a todos. A los que le rinden tributo en sus largas noches de insomnio. A los que estábamos cerca de su universo pero no dentro. Un episodio más en la saga de triunfos y conquistas de un grande entre grandes. La verdad como argumento. El rock como estandarte. A sus pies, abuelo.

21 agosto 2006

RETROSPECTIVAS

EINSTÜRZENDE NEUBAUTEN. Silence Is Sexy.

Muros de Berlín.

En el nefasto aniversario del levantamiento del monstruo que separó a la humanidad (memoria humana de la estupidez humana), la corriente desemboca de nuevo en la ciudad de Berlín. Otro muro. Otra historia. Estructuras pesadas, cimientos torpes. Lejos ya de la guerra que empezó con el Geniale Dilettanten, herramientas y máquinas, la voluntad de un tirano, ruido de escombros. ¿Reconstrucción o destrucción masiva del sonido?.

Silence Is Sexy” (2000) conmemoraba a su manera veinte años de tortura eléctrica, evolución y colapso. Pero el guión había cambiado del todo desde “Kollaps” (81). Del cuero al algodón, del aceite al perfume, de la sierra a la pluma. Aquel muro de hormigón había caído, y las alambradas habían desaparecido para mostrar un paisaje lleno de vida circulando a cámara lenta, con amorosos ángeles como los de Wim Wenders guardando el alma de los supervivientes.

Alegoría del silencio. Y no como pura metáfora o dicho. En “Silence Is Sexy” (la canción) el silencio es tan importante como la armonía; silencio de segundos, espera. Paciencia, elemento indispensable para entender cada matiz. En “Sabrina”, “Heaven Is of Honey” y “Sonnenbarke” todo pasa lento, tempo mínimo, bajo oscuro. Suspense. La industria pesada no ha quebrado del todo; el magma metálico convierte “Zampano” en una danza de rayos catódicos y “Alles” en una cadena productora de sueños. Pero ahora el concepto es otro, el humo de las chimeneas y el aroma de las rosas se complementan para crear sinfonías de golpe y cuerda inauditamente bellas, como “Redukt” o “Total Eclipse of the Sun”. Y finalmente, “Die Befindlichkeit des Landes”. ¿Obra maestra del rock industrial?. Posiblemente obra maestra del rock sin más. Poesía escarbada entre las sombras del desastre. Pasaje lírico del gran momento, fin de la vergüenza, génesis de nueva libertad.

Paralelismos coincidentes. Un cielo de visiones inteligentes y estrategias indomables sobre Berlín. Einstürzende Neubauten: leyenda viva. Entre el todo y la nada. Entre el estruendo y el silencio. Entre el subterfugio y la verdad.

03 agosto 2006

CONCIERTOS


BENICASIM 2006

Violins and happy endings.

Sería maravilloso que existiera un festival en el que los mejores grupos tocaran en el mejor escenario. Un festival al que solo acudieran los que aman la música y en el que la gente atendiera a los conciertos con el respeto que es debido. Un festival multitudinario, pero no multisaturado, en el que no hubiera que penar para ir al baño entre actuación y actuación. Un festival con precios populares, zona de acampada apta para todos, sombras gigantescas, y en el que los vecinos de tienda respetaran sagradamente las únicas horas posibles de sueño. Sí, sería maravilloso contar con un festival así… Pero habrá que seguir soñando y conformarse con lo que ofrece el FIB en su nueva versión pro-anglosajona. Benicasim D´Or, ciudad británica de vacaciones. Esto es lo que hay.

Renunciando a enarbolar banderas de quejas y sugerencias que jamás serán escuchadas (¿se adquiere algún derecho por ocho años de antigüedad?), esta edición pasará a la historia por ser la más concurrida no solo en personas (y personajes), sino también en instrumentos de cuerda fátuos y mágicos que nos han hecho volar y casi llorar. Parte del mérito lo tiene el plausible proyecto Un-Pop Classik, que ha llevado a magníficas orquestas de cámara a desfilar por los escenarios junto a variados artistas europeos del rock. Una edición en la que, igualmente, no han triunfado los que salían en las quinielas mediáticas (exceptuemos a Depeche Mode), sino los que a menudo esperan a la sombra que el oficio y el tiempo les de la razón. Los franceses, Rufus Wainwright, dEUS y Manta Ray ya pueden presumir de haber sido los reyes (¿inesperados?) de la duodécima edición de un festival que a nosotros no nos la da con queso.

JUEVES

TEITUR: Como si de un tímido estudiante de escuela de pago se tratara, el danés Teitur (bonito nombre) reprodujo con éxito la lección escrita en los libros de fábulas. Historias sobre amor y sufrimiento, y unas ganas locas de cambiar el mundo (resucitando a Louis Armstrong, por ejemplo). Tan solo con unos básicos acordes de acústica o piano, canciones como “Great Balls of Fire”, “Thief About to Break In” y “You Get Me” ya suenan épicas y emocionantes. Y con el aderezo orquestal terminan de erizar los pelos aunque no sea el escenario ni el momento para la lírica. Un ascenso en toda regla a primera división.

TOM VERLAINE & JIMMY RIP: Inesperado. Con los ecos golfos de Television en el subconsciente, pocos esperábamos algo así. Dos sillas, dos hombres, dos guitarras eléctricas y cuatro manos de cirujano. Cloroformo y desinfectante en el ambiente, y un puñado de riffs, progresiones y distorsiones sublimes, estudiadas en su concepto pero improvisadas en el efecto. Es difícil seguir la trayectoria sonora de este genio del rock, y todavía más difícil identificar unas canciones desarticuladas y anestesiadas. Algunos dicen que sonó “Prove It” del “Marquee Moon”, y otros creyeron reconocer vagamente “The Day on You” en los inicios. Pero, ¿y qué más dá?. Lo que finalmente cuenta es que Verlaine y Rip dieron una lección de cómo tocar la guitarra con los ojos cerrados, firmando un set de alta escuela memorable.

HOWE GELB + SNO´ANGEL: El blues siempre ha sido la música elegante por excelencia, y Howe Gelb es la estampa de lo dicho. Con un traje que ni hecho a medida (en lo estético y en lo musical) y transportado en volandas por la tralla gospel de The Voices of Praise, hizo cotizar al alza su alabado y purísimo “Sno´Angel Like You”, sin renunciar al recuerdo de su antigua banda Giant Sand. Temas como “Love Knows (No Borders)”, “Paradise Here Abouts” y “But I Did Not” nos hicieron creer por momentos que nuestro cometido era agacharnos a recoger algodón. Y es que estos viajes en el tiempo y el espacio también enriquecen.

SCISSOR SISTERS: Nos quejamos de que el Festival de Eurovisión es una horterada, pero el trecho entre las lentejuelas y coreografías memas de estos cachondos y las aberraciones narradas por Uribarri es tan corto como el tramo Benicasim-Castellón (Querida Ana Matronix: Benicasim está en la Comunidad Valenciana, no en Cataluña. A ver si estudiamos geografía). El caso es que “Take Your Mamma Out”, “Tits on the Radio”, “Comfortably Numb” y “Filthy/Gorgeus” consiguen que uno se lo pase pipa si hay voluntad de divertirse. Y las canciones del próximo disco habrá que mamarlas un poco más para sacarles el jugo (vaya, ya se me ha pegado su jerga!).

VIERNES

DIONYSOS: Bárbara revelación. La apocalipsis de sus discos invitaba a saltarse la siesta, pero su directo superó las previsiones más optimistas. ¿Versión barroca de los Bad Seeds o versión aburguesada de Nirvana?. Como recién salidos de un psiquiátrico, azuzando con cólera cuerdas y percusiones, consiguieron vomitar (que no tocar) bolas de fuego de la talla de “Giant Jack” o “Le Retour de Bloody Betty”. Feroz. Y Mathias Melzeu (sí, un calco de Truffaut) es el frontman total, eléctrico, histriónico y suicida. Empezó alentando, sudando, contorsionándose y bailando break, y terminó por conquistar el territorio comanche de la orquesta para secuestrar y maltratar a su director. Y sin tener suficiente, al ritmo de “McEnroe´s Poetry” se sacó un billete de ida y vuelta hasta la torre de sonido en brazos de un auditorio loco y pasmado. Uno de esos momentos míticos FIB que se quedan grabados en la memoria para toda la vida.

12TWELVE: A los catalanes hay que reconocerles el mérito que conllevan los riesgos asumidos. Pero un concierto de free-jazz (pero muy, muy free) con la torrera de la tarde se convierte en una masa espesa imposible de masticar. Si todas fueran tan lineales y directas como “Profesor Alí” hubiéramos aguantado mucho más. Sin embargo, su misión queda muy lejos de la linealidad y más cerca de espirales y dodecaedros. Maestros en artes varias, pero según para qué momento.

THE WALKMEN: Después de la enésima patochada de Mr. Doherty, la salida a escena de los neoyorkinos sentó como un soplo de aire fresco (o como agua pulverizada en la jeta, la moda refrescante del verano fiber). Rock adusto y visceral bien tocado. Flirteando con los mejores cortes de sus tres álbumes, facturaron un concierto solvente en el que las reinas fueron “Little House of Savages” (muy al principio) y la apoteósica “The Rat” (casi al final). Y aunque Hamilton Leithauser se empeñe en formatear e innovar sus rudas entonaciones, hubiera estado bien escuchar “Danny´s at the Wedding” tal cual suena en el disco. No obstante, una banda extrema y personal como quedan pocas.

PIXIES: Y el negocio sigue… Lo que parecía un trueque temporal de recuerdos por dinero se ha convertido en un modus operandi que se alarga más de la cuenta. La primera vez entras en la rueda y hasta te luce. Pero si observas con criterio te das cuenta de que esta gente está por estar, toca por tocar y, como diría mi gran y sabia amiga, trabajan sin disfrutar. Vale, es cierto que el parón obligado por culpa de un montón de descerebrados reventó la magia y (seguramente) muchas canciones se quedaron en el tintero. También es cierto que temas como “Broken Face”, “Monkey Gone to Heaven”, “Where Is My Mind?”, “Hey”, “Debaser” y “Gigantic” son sentencias inapelables que han creado jurisprudencia en el mundo del rock. Pero es hora de plantearse si ha llegado el momento del definitivo adiós. Las sonrisas forzadas y las birras sin alcohol hacen del mito Pixies un espectro no creíble.

DOMINIQUE A: Otra vez pisando fuerte. Otra vez dejando huella. Rock que muta en poesía, ruido transformado en humo. Detonación de sentimientos (“Pour la Peau”, “Retour au Quartier Lointain”, “Antonia”), ternura sibilina (“Rouvrir”, “Le Reléve”, “Le Commerce de L´Eau”) y júbilo relativo (“Dans un Camion”, “La Pleureuse”). Secundado por su guitarrista de siempre (Olivier Mellano) y por instrumentos de viento, amigos que rellenan la burbuja de confusión y melancolía. Invitándote a viajar junto a él por un camino vedado que lleva al norte, al finisterre, al lugar desde el que se divisa el inalcanzable horizonte; “L´Horizon” fue la muestra final de que este hombre toca y canta con el alma. La confirmación de su valentía y la desnudez integral de su talento, paranormal e infinito. Chapeau.

STROKES: Ya era hora de que aparecieran por el FIB y justificaran la fe ciega que el universo tiene en ellos. Universo entero optimizando metros cuadrados desordenadamente. Y en directo suenan harto potentes, con un Julian Casablancas militarizado en el atuendo y en las poses contra micro. Claro que, aunque intenten esconder las bagatelas de “First Impressions of Earth” entre joyas del calibre de “NY City Cops”, “Someday”, “Last Nite” o “Hard to Explain”, no cuela. Las canciones malas siguen siendo malas y las buenas siguen siendo buenas. A las cabriolas y canturreos de los fans me remito.

MANTA RAY: “Sois muy fieles” decía José Luis a los pocos que allí estábamos. Lo somos, claro que sí. Porque una banda como vosotros se merece reverencia y pérdida de sueño. Embajadores de un país que os ignora en otro que os acuna con los brazos de una madre (poned el nombre que queráis a ambos países). “Todo el mundo contra la pared” fue el comienzo del tropel de electricidad que fluye de las torres que habéis levantado con vuestras propias manos. Torres a las que nos encaramamos de un salto mientras sonaban “Qué niño soy”, “No tropieces”, “El despertar” o “Take a Look”. Y desde allí nos asomábamos al cenagal de nuestros dioses mentira, con la visión de privilegio de las alturas, coreando “no more brains elektronics” y riéndonos de la ignorancia de la gente. Hilos de metal y sangre sujetando nuestros pies: “Don´t Push Me”. Y al fin “O.F. King”, el catalizador, la chispa generadora de ese halo de luz que aún brilla en nuestro interior, en mis huesos, en mi cabeza. Ejército de almas que funcionan como máquinas. Orgullo nacional.

SÁBADO

THE ORGAN: Se nota bastante que estas chicas han bebido Joy Division y The Smiths desde la cuna. Sin embargo, y aunque nos priven los ochenta, hace falta algo más para terminar de cocinar el pastel. Por ejemplo, más sangre y energía, menos pose de apatía y tormento, y que la estupenda voz de Katie Sketch cobre el volumen y el protagonismo que merece. Salvando estos defectos, “Love, Love, Love” y “Brother” podrían llegar a ser las nuevas “Bigmouth Strikes Again” y “She´s Lost Control”, y no quedarse en simples melodías para pasar la tarde sin pena ni gloria.

CALLA: Empezaron recordando a los The Cure principiantes y terminaron emulando a los Mogwai más salvajes. Nada novedosos, pero efectivos en su papel de organizadores de circuítos turísticos por paisajes extremos y atmósferas remotas. “So Far, So What”, “It Dawned on Me” y “This Better Go As Planned” te llevan de paseo a donde les place. Y la guitarra (a todo gas) no tiene precio como hipnótico y relajante muscular. Pero lo más curioso es que el timbre afectado y trágico de Aurelio Valle sonaba idéntico al de José Luis García; quizá porque el espíritu de las torres de electricidad aún vagaba por las carpas un día después.

MORRISSEY: El viernes por la noche tuve un sueño: soñé que Mozz salía al Escenario Verde y se encontraba una explanada vacía y muerta, al tiempo que su super-ego se caía al suelo y las drogas de su organismo se evaporaban. Pero ay, ¿de qué vale ser romántico?. Asumiendo que hay causas imposibles y tragándome el orgullo revolucionario, allí estuve. Con reticencias pero cierto ánimo oculto de perdonar. Y aunque no se pueda decir que el de Manchester dio un mal concierto (se rodea de unos músicos espectaculares y su voz sigue siendo única), sí hay que decir que no supo escoger las canciones que hubieran terminado por rendirnos ante su supina arrogancia. Bueno, se acordó de los Smiths (cuatro perlas: “Panic”, “Girlfriend in a Coma”, “Still Ill” y “How Soon Is Now”) pero no fue suficiente. Porque se le olvidó lo más importante: sus grandes himnos. ¿Dónde están “Everyday Is Like Sunday”, “Alma Matters”, “Suedehead”?. Hacía falta mucho más que ponerse la bandera española de delantal para expiar los pecados. Que no somos tontos, tío. Pero claro, desde ese trono de semidiós la perspectiva es otra.

RUFUS WAINWRIGHT: En el día de su 33 cumpleaños (se llevó en el cuerpo “happy birthday”, velas y flores), el mesías gay por excelencia demostró que una voz como la suya sobra para triunfar. Si hubiera salido él solo, sin piano, sin guitarra, sin hermana, lo mismo habría dado (te lanzo una idea, Rufus: ¡una gira a capella!). Precioso. Ya desde el principio, “Grey Gardens” avisaba de emociones fuertes. Y éstas fueron crecieron como el bizcocho en el molde de la hermosura, alcanzando cotas míticas cuando Lucy Wainwright le acompañó en la gloriosa versión “Hallelullah” de Cohen. Pero hubo más instantes de belleza indescriptible: “California” (su mejor tema con la guitarra), “Cigarettes & Chocolate Milk” (felizmente coreada por un público a sus pies), “Gay Messiah” (apología obligatoria) o “Complainte de la Butte” (dedicada a la audiencia gala presente). Y el bis final con “Poses” fue el remate, la caricia de despedida, el beso de buenas noches de un pedazo de artista como la copa de un pino.

NADA SURF: Cuando no encuentras nada interesante en el cartel de una noche de sábado, Nada Surf son la alternativa aceptable. Aunque solo sea por potencia y bajista compatriota. Pero está claro que, cuanta más música escuchas, más pijotero se vuelve el dichoso oído, y canciones como las de “The Weight Is a Gift” saben a dieta baja en sal. Menos mal que el favorito “Popular” no se hizo esperar y sonó bien prontito. Pudimos canturrearla, recrearnos, recordar aquel video tan cutre con animadoras y desparramarnos después en la trajinada hierba del área de descanso pensando que son una buena banda de rock.

PONI HOAX: Y claro, deambular como alma en pena en busca de motivaciones tiene su premio: maravillosa casualidad, coincidencia mágica en el FIB Club. La contundente propuesta de los franceses (gabachos tenían que ser) succionó el aburrimiento de la noche y convirtió la indiferencia en gimnasia rítmica al amparo de los versos negros de un Laurent Bardainne empeñado en coger la posturita sobre micro y altavoz. Citan como influencias a Bowie, Sinatra, Sonic Youth, la Velvet y Chopin, pero en escena parecen más un compendio de Depeche Mode, Birthday Party y Einsturzende Neubauten. Canciones como “She Sells Anger”, “Budapest” y “She´s on the Radio” crean adicciones que ríete de la química. Qué gran descubrimiento. Qué auténtico sorpresón.

DOMINGO

HUMBERT HUMBERT: Aunque verlos a los dos solos en el escenario (sin más artillería que un micrófono y una guitarra) pueda oler a pantomima, Paco Alcázar y Miguel B. Núñez tienen toneladas de munición para convencer y divertir. Los espasmos y la personalísima voz de uno, y los rasgueos y contoneos del otro. Electro-punk subversivo y catatónico. Canciones fetén que entran por las venas y activan los circuítos del trance total. Cómo suenan en vivo “Can´t Tell the Difference”, “Strange Religion”, “Down-Off” o “Soul Weasel”. Y cómo pegan igualmente esas novedades que nos fueron regalando en pequeñas cucharadas. A menor pretensión, mayor efectividad. Unos fenómenos.

EDITORS: ¿Cómo saber si la banda que toca en un escenario es británica?. Pues poniendo en marcha el concentrómetro de guiris (lo bueno que tienen es que luego se piran y te dejan ver a artistas franceses, españoles o belgas a tus anchas). Total, que el Fiberfib.com abarrotado para recibir a una de las sensaciones de la temporada. Con el rollo Joy Division asumido en exceso, los de Birmingham hicieron fluir toda su potencia de vatios (y su mala leche, ¡qué cabreo porque no sonaban las guitarras!) con las rotundas “All Sparks”, “Bullets, “Blood” o “Munich”. Pero prescindieron de su faceta brumosa olvidándose de la genial “Camera” y elevando las revoluciones de unas “You Are Fading” y “Open Your Arms” que perdieron lo suyo. Lo que pudo ser tremendo exitazo se quedó en éxito a secas.

YANN TIERSEN: A los músicos como él habría que incluirlos en los libros y hacerles homenajes como a Mozart. Si alguien aún no se ha enterado de que el francés (dejémos ya de colgarle el sambenito Amelie) también es un rockero es que no vió este concierto o no ha leído sobre él. Pura electricidad. Esta vez solo se trajo las guitarras y el violín (y el toy piano, aunque lo usó bien poco), y decidió que le apetecía hacer ruido. Bendito ruido. Ruido críptico, solemne, místico. Ruido con las guitarras (“Les Bras de Mer”, “A Secret Place”, “La Terrasse”, “Kala”, “La Boulange”). Ruido con ese violín (¿o viola?) que es una prolongación más de su cuerpo desgarbado y enjuto (“Sur le Fil” y “La Crisé”, respiraciones en un puño). Incluso en la más pausada, “Monochrome”, se oía un ruido de no sé dónde (¿su corazón latiendo veleidoso o el mío latiendo de gusto?). Por no hablar de las montañas de ruido sobre ruido que construyen sus brillantes compañeros con las cuerdas, los bombos y las ondas Martenot. La versión ruidosa (toma, claro) de “La Valse d´Amelie” y el mano a mano con Marc Sens en “Macros Boules” certificaron su bautizo de gloria y la ovación más sentida, sincera y rotunda de todo el FIB. Maravilloso.

MADNESS: Mis fuentes me confirman que todo empezó con “One Step Beyond” (no llegamos a tiempo, estábamos loando al de antes). Qué mejor manera de resurgir. Dudas fuera, todo en su punto. Smash y Suggs, look de ligones playeros, comandando un combo orquestal que se mueve entre Bob Marley & the Wailers y el show de la cabra (qué guiño más fino a Manolo Escobar). Un carnaval, surrealista pero elegante, que fue creciendo más y más conforme iban sucediéndose todas las que nos suenan (“Shut Up”, “Grey Day”, “House of Fun”) y las que más nos molan (“Our House”, “It Must Be Love”). La niña de Smash cerró el espectáculo haciendo sus pinitos bailongos al ritmo de “Night Boat to Cairo”. Y al final comprendimos que todo lo que habíamos visto sobre ellos en la tele era verdad. Locos de atar.

DEPECHE MODE: Miedo antes del concierto. Miedo a que las tremendas canciones que me han acompañado desde la infancia se perdieran en un agujero de folclore baratero. Pero no. Quizá es que no tuve la visibilidad debida. Mejor. Porque así pude volver a saborear los clásicos entre sombras: “A Question of Time”, “Walking in My Shoes”, “Stripped”, “In Your Room”, “I Feel You”, “World in my Eyes”, “Behind the Wheel”… Como una rueda que empezó girando despacio y cogió velocidad poco a poco. Y cuando llegaron las ansiadas “Personal Jesus” y “Enjoy the Silence” ya íbamos a toda pastilla por las autopistas del cielo. Todo apasionante, todo en su justa medida. Sin abusar de atrezzos faraónicos ni fuegos artificiales. Los exabruptos de Gahan y las gélidas baladas de Gore medidos con cuentagotas. Especial pero simple. Simple pero espectacular. En el adiós tocaron la que faltaba para completar el círculo histórico: “Never Let Me Down” se convirtió en una ola de brazos al aire, comunión de sentimientos, chorreo de felicidad. Y ese saludo final, los cinco abrazados a pie de escenario, mostrando su gratitud (fingida o sincera, no importa) fue un detalle de humildad y señorío que los deja en un pedestal. Reconciliación absoluta. Retorno a la fe.

PLACEBO: Un concierto de pros y contras. Los pros: han alcanzado el estátus de banda total. Ya son cinco, supuran profesionalidad, tocan como virtuosos y Molko ha ganado peso, ciencia y credibilidad. Los contras: básicamente, el repertorio. “Meds” no es tan bueno como para empezar con seis o siete. “Black Eyed” (la mejor de la noche) en medio de todas ellas no tiene ningún sentido. Y cuando todos esperábamos que hicieran un excitante quiebro hacia “Bruise Pristine”, “Nancy Boy”, “Pure Morning” o “Taste in Men”, se les ocurre irse por los cerros de sosadas como “Every You, Every Me”, “Special Needs”, “The Bitter End” o “Special K”. Eso por no mentar el destrozo de “36 Degrees”, reventándola (y “amariconándola”, según algunos) de lamentable cursilería. Tampoco satisface que acaben con una versión de Kate Bush que solo controlan unos pocos. Total, que al final el momento más disfrutable resultó, vaya por dios, un tema de “Meds”: “One of a Kind”. Lo dicho, pros y contras.

DEUS: Renuncio definitivamente a la d minúscula. DEUS en mayúsculas de oro. La banda belga más bizarra de todos los tiempos ha resucitado al son de cánticos celestiales y trompetas. Y vaya tres fichajes se ha sacado de la manga Tom Barman: Pawlowski, Gevaert y Misseghers hacen que el ente funcione como un reloj suizo (sin olvidarnos del perenne violinista-teclista-percusionista-equilibrista Janzoons, prodigio de coordinación). El comienzo con el intro macabro de “Theme from Turnpike” presagiaba mucha leña ardiendo, y así fue. Como pirómanos desalmados quemaron el bosque entero a base de electricidad animal y rítmicas perversas. Clavaron lo clásico: el fraseo diabólico en la mentada “Turnpike”, el subidón final de “Instant Street”, el triple salto mortal rock-funky-disco de “Fell Off the Floor, Man”, los latigazos de violín psicótico de “Suds & Soda” y la magia de “Little Arithmetics”. Sacaron petróleo de las nuevas: “Sun Ra”, “What We Talk About”, “Nothing Really Ends” (ay Tom, cómo te gusta, hay que tocarla como sea, eh?), “If You Don´t Get What You Want” y “Bad Timing”. Justo lo que queríamos. Y el brutal extra al grito colectivo “thank you for the roses, for the roses” fue la guinda perfecta para finiquitar cuatro días de música non-stop. Grandiosos. Y es que claro, llamándose DIOS...

LA IMAGEN DEL FIB: Mathias Melzeu recorriendo estilo libre la piscina olímpica del Fiberfib.com



Crónica especialmente dedicada a Carmen de España, Mª Carmen y Emiliano: por vuestra compañía, risas y padecimientos conjuntos y el mogollón de ideas que me disteis. (Y también a JR: espero que el año que viene no te lo tenga que contar).


www.fiberfib.com