23 febrero 2007

DISCOS

CLAP YOUR HANDS SAY YEAH. Some Loud Thunder.

Juan Palomo y Dave Fridmann.

Alec Ounsworth, ideólogo y voz cantante del quinteto neoyorkino, afirma cosas como ésta: “No renuncio a crecer, pero solo quiero que seamos grandes en nuestros propios términos”. ¿Sinceridad o persuasión?. También se le ocurre decir (en relación con los condicionantes que imponen los grandes sellos): “No me gusta que otra gente se inmiscuya en mi trabajo”. ¿Autosuficiencia o altivez?. El caso es que detrás de estas afirmaciones que despiertan cierta simpatía y lo colocan entre los “rebeldes con causa” del rock actual, las canciones de Ounsworth tienen chispa, originalidad y una drástica inteligencia. ¿Panda de amiguetes con hit de moda o grupo serio con futuro?. Su estreno de 2005 auguraba lo primero, pero “Some Loud Thunder” (2007) comienza a resolver ciertos (no todos) interrogantes que en el caso de algunos se contestan solos y en el de otros acaban en la basura sin solución. El disco habla por sí mismo, a grandes voces en la introducción (“Some Loud Thunder”) y el cierre (“Five Easy Pieces”), con discursos grandilocuentes como las sensacionales “Mama, Won´t You Keep Those Castles in the Air & Burning?” y “Love Song No.7”, letanías chistosas y mazurcas. Y si “Satan Said Dance” no es pegadiza e inmediata que venga Dios y lo vea. Siguiendo a David Byrne, Gordon Gano, Andy Partridge y Brian Wilson, pero a la distancia de seguridad reglamentaria. Algo así solo se consigue echándose amigos como Dave Fridmann. Porque una cosa es ser Juan Palomo y otra buscar el buen consejo de los que controlan el patio. ¿Humildad o necesidad?.

17 febrero 2007

RETROSPECTIVAS


LOVE. Forever Changes.

FAIRPORT CONVENTION. What We Did on Our Holidays.

Aquellos maravillosos años (a ambos lados del gran charco).

El final de los sesenta fue una época inolvidable. Acontecimientos de calado universal, reivindicaciones sociales hasta entonces nunca vistas, nuevas modas-filosofías y cómo no, una nueva era en la era de la música. Una época por desgracia no vivida, pero inmortalizada en documentos como el film “Woodstock” de Michael Wadleight (pecado no verlo; para amantes de la música y amantes del cine) y en todos aquellos sonidos una y otra vez redivivos como si el tiempo no existiera. Históricos vinilos relucientes vieron la luz en aquellos años. “Tommy” de The Who, “The Pipper at the Gates of Dawn” de Pink Floyd, “Astral Weeks” de Van Morrison, “Let It Bleed” de los Rolling Stones o el “White Album” de los Beatles en las islas británicas. “Electric Ladyland” de Jimi Hendrix, “We´re Only in It for the Money” de Frank Zappa, “Surrealistic Pillow” de Jefferson Airplane, “Green River” de Creedence Clearwater Revival o los homónimos de Buffalo Springfield y The Doors en la revuelta y descontenta América. Allá y acá, a un lado y al otro del Atlántico, los corazones de la gente latían, las mentes se sumergían en piscinas de nuevas ideas y ácidos, y los músicos fueron la voz alentadora y pregonera de todo ello. La retrospectiva de aquellos maravillosos años sería una enciclopedia interminable. Acotemos pues, sumergiéndonos en dos discos fascinantes que también forman parte de esta historia.

Los Angeles. California. “Forever Changes” (67) es un clásico. Está en millones de discotecas particulares, en los libros, en los museos y en los repertorios favoritos de muchos músicos actuales. El sobrecogedor talento de Arthur Lee y Brian McLean quedó plasmado en esta colección de joyas donde el folk y el rock se unen en un abrazo cálido y sincero en medio de una brisa intermitente de trompetas y arreglos orquestales. Arthur Lee era el capataz del grupo y su obstinada mente no tenía límite: composiciones complejas sin hilo argumental definido, poniendo notas perfectas en lugares inesperados para darle el vuelco definitivo a la canción, convirtiéndola en magistral, mágica y ante todo coherente. Así son “You Set the Scene”, “A House Is Not a Motel”, “Live and Let Live”, “The Red Telephone” y “The Daily Planet”. A sus espaldas, Brian McLean afinó su pluma para crear “Alone Again Or”, faro del álbum, brillante, sencilla y con cierto sabor a tequila (normal que Calexico se empeñen en perpetuarla, está hecha para ellos), y la encantadora “Old Man”, poesía con enseñanza (“ahora parece que las cosas no son tan extrañas, puedo verlo más claro, he encontrado mi camino”). Porque hablar de Love es hablar de poesía, en lo musical y en lo lírico. Hay versos con mensajes de todo tipo; de amor, desde luego, pero también de odio figurado (“hay un pájaro sentado en una rama; cogeré mi pistola, la tengo en la mano, porque está invadiendo mi territorio”), de duda (“me pregunto quién quedará mañana, ¿tú o yo?”), de resignación (“podría enamorarme de casi todo el mundo, pero esta noche volveré a estar solo”) y de esperanza (“estos son los tiempos y la vida que estoy viviendo, y afrontaré cada día con una sonrisa”). Por si las once perlas de que consta fueran poco, la edición de lujo de 2001 amplía el cargamento con la risueña “Wonder People (I Do Wonder)”, demos, versiones alternativas y alguna sorpresa más. La memoria de Arthur Lee (fallecido en 2006) puede considerarse honrada con este humilde homenaje.

Londres. Reino Unido. Bautizados a menudo como los Jefferson Airplane británicos y acreditados por los sabios como los inventores del folk-rock en las islas, Fairport Convention son tan fáciles de escuchar como difíciles de seguir. Su perpetuidad durante más de tres décadas y las idas y venidas de sus miembros hacen del ente un hotel de músicos más que la típica banda al uso. “What We Did on Our Holidays” (69) marcaba los comienzos del viaje y los primeros cambios a la vez. Fue el debú de Sandy Denny, la voz femenina más notable en la historia del grupo. El trabajo muestra claramente una intención de fidelidad al paradigma dylaniano. En él se pueden encontrar deliciosas melodías de vocación puramente folk (“Fotheringay”, “Book Song”), otras puramente rock (“Mr. Lacey”), preciosos himnos hedonistas y comunitarios (“No Man´s Land”, “Tale in Hard Time”), músicas tradicionales (“Nottamun Town”, “She Moves Through the Fair”) y quizá la canción más redonda en el vasto repertorio de la banda (“Meet on the Ledge”). También hay un palco de honor para dos referentes imprescindibles como el propio Bob Dylan y Joni Mitchell, en las versiones de “I´ll Keep It With Mine” y “Eastern Rain” respectivamente. Sabemos de dónde somos, pero hay algo oculto tras el horizonte.

Dos soberbios discos. Dos magníficos tesoros del legado de un momento. Un legado complejo, formidable y con mucho por descubrir todavía. Un momento lejano, pero sencillo de revivir ejercitando el músculo secreto que todo el mundo tiene en alguna parte: la imaginación.

www.lovewitharthurlee.com

www.fairportconvention.com

14 febrero 2007

DISCOS

CLINIC. Visitations.

Marca de la casa.

Platillos hirviendo, melódicas, clarinetes, organillos, guitarras ácidas, la dicción párvula de Ade Blackburn, ataques esporádicos de punk cavernícola y mucho humor inglés. Más de lo mismo. El campeón destacado sigue siendo “Walking with Thee” (2002) seguido por “Internal Wrangler” (2000) y “Winchester Cathedral” (2004), por este orden y a escasa distancia. Y este “Visitations” debe conformarse con un cuarto lugar para nada deshonroso. Muchas canciones se parecen a otras, qué remedio, porque la fórmula es original pero no mágica. Así, “Harvest (Within You)” retrotrae inmediatamente a “The Second Line” o a “The Equalizer”, y sin embargo está entre las mejores. “Children of Kellog” empieza como un calco de “Sunlight Bathes Our Home”, “If You Could Read Your Mind” se emparenta con “Internal Wrangler” y “Paradise” hace lo propio con “Kimberly”. Entre los elementos no tópicos, arpas y sitares para dar un nuevo aire inédito a “Animal Human” y “Jigsaw Man”. Y para acabar, la clásica balada: “Visitations” se une a la colección de epílogos jugosos junto a “Goodnight Georgie”, “For the Wars” y “Falstaff”. Sí, machacones, pero con etiqueta propia. Y mucho más creíbles que todas las promesas actuales del indie británico juntas.

www.clinicvoot.org

12 febrero 2007

DISCOS

GRIZZLY BEAR. Yellow House.

Manifiesto de los sueños.

La casa amarilla es un refugio levantado por el ser humano en medio de un bosque de sinfonías sin orquesta. Un lugar virgen donde sobreviven almas recién salidas de los cuentos de Andersen. Paladines y princesas que transitan por la Quinta Avenida cogidos de la mano. Caballos salvajes que trotan hacia la cima de la montaña en que se ha convertido el Empire State. Extraños batracios que esperan a la orilla del Hudson que alguien les de el beso definitivo.

La casa amarilla es el continente y el contenido, el lugar y el resultado. La banda sonora de todas esas historias que aún somos capaces de recrear en la imaginación como cuando éramos pequeños. Nanas construidas con guitarras, banjos, pianos tristes, vibráfonos y voces transparentes. Sí, nanas, pero no para niños. Porque en la casa amarilla la simplicidad no tiene amigos y el juego alcanza la dimensión de obras propias de los adultos o de jóvenes superdotados. Algunos dirán que es anti-folk, nuevo folk, acid folk, neo-psicodelia o rock experimental. Que lo llamen como quieran. Yo lo llamaré revelación. Yo lo llamaré grandeza. Yo lo llamaré sueño.

www.grizzly-bear.net

03 febrero 2007

DISCOS

DEERHOOF. Friend Opportunity.

Bemoles y sostenidos.

Un título bonito. Un aval en forma de directo aplastante. Una filosofía del todo vale y del no hay miedo. Resultado: discazo. Con menos canciones que el interesante “The Runners Four” (2005) y mayores posibilidades de prestar atención a cada una, “Friend Opportunity” (2007) se atreve a explorar muchos más terrenos convirtiendo la palabra eclecticismo en algo más simple que el mecanismo de un chupete. La dulce voz de karaoke nipón de Satomi Matsuzaki (conclusión: todas las hijas del sol naciente cantan igual) y la hiperactividad rítmica y creativa de Greg Saunier dan lugar a un cacao imprevisible que tan pronto sabe a folk (“The Galaxist”) como a jazz y musical de Broadway (“Whither the Invisible Birds?”) o a épica post-rock (“Look Away”), que osa lanzar órdagos al Beck más cósmico (“Kidz Are So Small”) o al John McEntire más inspirado (“Cast Off Crown”), y que no renuncia al destripe guitarrero ni al estribillo absurdo y pegadizo (“+81”). Un comienzo tan espectacular como “The Perfect Me” tiene la llave del cajón de sastre. ¡Campeones!.

www.deerhoof.killrockstars.com

REPORTAJES

ADIÓS A JAMES BROWN.

Diez razones para recordar a un genio.

El pasado 25 de diciembre nos comíamos los restos de la opípara cena de Nochebuena con la noticia de la muerte del padre del soul y el funk en todos los telediarios. James Brown dijo adiós a una vida por la que pasó dejando huellas de todo tipo. Sus escarceos con el vicio, su depravación congénita o su endiosamiento sin límites ya son historia en las páginas escritas del mito. Hazañas tristes que servirán para recordarlo con desdén o simplemente para olvidarlo como castigo. Ha muerto un gran nota. Pero también ha muerto un gran artista.

Al margen de las divergentes sensaciones que su figura es capaz de despertar, es justo reconocer que Mr. Dinamita puso patas arriba el estatus de la música negra en los años 60, reivindicando el papel principal de la comunidad de color en la construcción de armonías y ritmos, génesis impepinable de las incontables vertientes del baile. De su fábrica orgánica han surgido algunos de los clásicos más clásicos de la historia, esas canciones que todas las generaciones de una familia conocen alrededor de una mesa navideña. Un icono persistente no solo por su música; también por su forma de moverse, revolucionaria e imposible, por sus estrafalarios trajes y capas, por los grandes músicos que lo acompañaron (como Maceo Parker –curiosamente de gira estos días por nuestro país- o “Bootsie” Collins) y por supuesto, por su cruzada obsesiva en pos de la libre expresión de su raza.

Así, mientras su cuerpo presente todavía espera un lugar en el que poder descansar en paz, las menciones y tributos se disparan, y sus temas vuelven a ponerse de moda por millonésima vez. Ahí van diez buenas razones para montar un fiestón del quince y recordar al genio por sus buenas obras.

1. “I Got You (I Feel Good)” (65): la más conocida y una de las mejores. Música y letra simples para perpetuar el reinado de Chuck Berry.

2. “Get Up (I Feel Like a Sex Machine)” (70): himno de la generación funky que riza el rizo del ritmo y alcanza poderes hipnóticos. Vehemente y censurada, elegante y con clase. “Right on, right on”.

3. “Get Up Offa that Thing” (76): riffs contagiosos, secuencias de viento, un estribillo repetitivo a coro, palmas y buen rollo. Sublime.

4. “Papa´s Got a Brand New Bag” (65): una de las que le valieron un Grammy, con desarrollo idéntico a “I Got You (I Feel You)” e igual de pegadiza.

5. “Cold Sweat” (67): otro de sus números uno en el éxodo del soul al funk. El ritmo aún se contiene, pero el esqueleto empieza a moverse.

6. “Say It Loud (I´m Black and I´m Proud)” (68): un mensaje que hizo furor entre la comunidad y animó a romper cadenas. Escuchándola te entran ganas de ser negro.

7. “Mother Popcorn” (69): la garganta del padrino en pleno apogeo, y un cambio de ritmo a mitad de viaje tan vertiginoso que marea.

8. “The Payback” (73): entre funky y R&B, ese ritmo de guitarra da vueltas y vueltas en círculo para sostener otra de las más grandes.

9. “Get on the Good Foot” (72): con los mismos bajos, vientos y wah-wahs, pero más compleja y desarrollada. Otro James Brown.

10. “Super Bad” (70): otra repetición gloriosa a seis cuerdas y todo un manto de percusiones. “I´ve got soul and I´m super bad”. Pues éso.

www.godfatherofsoul.com