09 diciembre 2007

DISCOS

RADIOHEAD. In Rainbows.

Potencial disco del año.

Estamos a punto de decir adiós a 2007. Puede que esta sea la última crítica discográfica. Puede que este sea el mejor disco del año. Cuando parecía que se habían derretido como los glaciares de la Patagonia, el quinteto de Oxford ha vuelto para firmar su séptima obra maestra. Se han escrito ríos de tinta a propósito de su difusión en red (¿cuánto pagarías por él?). Se abre un nuevo camino para el futuro de la música. ¿Y quién se atreverá a seguirlo?.

In Rainbows” (2007), aparte medios y formatos, es un lingote de oro de muchos quilates. Por la espera (eterna) y por el resultado (magnífico), sienta como un buen masaje. Se acabaron las pataletas electrónicas y los precipicios existenciales, aunque la oscuridad sigue impregnando muchas de las canciones en una fina membrana de decepción. Todo fluye más sereno (solo “Bodysnatchers” repliega la tranquilidad y pisa el acelerador). Todo parece más sencillo, aunque los desarrollos sean a menudo impredecibles. Capas y capas de guitarras afónicas, ritmos jazzy, aderezos sintetizados y ocasionales arreglos de cuerda que envuelven y aíslan del exterior, encerrando el cuerpo medio inerte en una cápsula a prueba de balas. “15 Step”, “Weird Fishes/Arpeggi”, “All I Need”, “House of Cards” y “Videotape” valen tanto que no hay bolsillo ni voluntad que las financie. Definitivamente, el disco del año.

Thom Yorke y los suyos no han hecho otra cosa que resucitar esperanzas. El éxito pretérito y masivo es también el éxito extraño, pues no hay evolución creativa más anti-mercado que la suya. Con “In Rainbows” se abre la puerta del futuro, interconectando puertos y desafiando leyes. Todo lo bueno que les pueda pasar a partir de ahora es absolutamente merecido y está plenamente justificado.

www.inrainbows.com

www.radiohead.com

25 noviembre 2007

REPORTAJES


BLANCAS BICICLETAS (JOE BOYD)

La música también se lee.

“Lo único mejor que la música es hablar de música”. Es la frase que encabeza el prólogo de la edición española de “Blancas Bicicletas. Creando Música en los 60”. Una frase que encierra la respuesta a un dilema que muchos nos planteamos cada día: ¿por qué escribo sobre música?, ¿realmente me compensa?, ¿qué gano con ello?, ¿qué aporta a mi vida?. Tener la posibilidad de comunicar al mundo anónimo las impresiones que no puedes compartir a diario con seres de carne y hueso es tan creativo como reconfortante. No da beneficios tangibles, pero sí alegrías, la satisfacción de un sentimiento perfectamente expresado, de un comentario ocasional.

Hay muchas formas y medios de escribir sobre música. Y a veces leerla es igual de interesante que escucharla. Es lo que ocurre con este libro; una fotografía de los años dorados del cambio. Sin estricto orden cronológico pero con gran delicadeza, Joe Boyd retrata una década vertiginosa, la de los sesenta (aunque según el propio autor, los sesenta empezaron en 1956 y acabaron en 1973) que marcó el comienzo de un camino en lo que a música se refiere. Y no hay nada mejor que conocer la historia de la mano de alguien que estuvo dentro de ella, y más que eso, que fue uno de los actores principales del reparto. Boyd fue descubridor de talentos, propulsor del antro hippy londinense por excelencia (el UFO), páter de Witchseason Productions, amigo, consejero o guardaespaldas de grandes personajes de la época, y acabó trabajando en Hollywood como creador de bandas sonoras y cineasta. La vida narrada por Boyd en “Blancas Bicicletas” es tan fascinante como un cuento de hadas. De hadas con guitarras, caftanes, pantalones de campana y hierba en los bolsillos, claro está.

Leerse este libro es toda una aventura salpicada de nombres célebres (desde músicos a productores, pasando por empresarios, periodistas y otros frikis de la época), anécdotas entrañables (especial la de Joni Mitchell atrapada en plena redada nocturna, o el encontronazo con Bob Dylan en casa de Mary Vangi), apuntes técnicos (impagable el de cómo la tecnología ha eliminado la magia del factor acústica en las grabaciones) y sobre todo, un análisis soterrado y agridulce de cómo los sueños de aquellos días se quedaron en eso, solo sueños.

Es imposible ordenar y comentar las mil y una ideas del libro es unos cuantos párrafos, pero éstas sean quizá las historias más trascendentes, interesantes y reveladoras para un lector enamorado de la música.

NEWPORT FOLK FESTIVAL 65: Los millones de festivales actuales deben bastante a acontecimientos como este, un evento en el que se daban cita “folkies urbanos con contratos discográficos, hillbillies de los Apalaches que apenas habían salido de sus valles, una avanzadilla de grupos de ´músicas del mundo´ veinte años antes de su tiempo y artistas profesionales de blues, gospel y country que raramente actuaban ante audiencias de clase media”. Cualquier parecido con un festival del siglo XXI es pura coincidencia. Todo el mundo recuerda aquel domingo de abril del 65 como “el día del sacrilegio de Dylan”. Se ha elucubrado y fantaseado mucho sobre el tema, sobre lo que ocurrió en el escenario y las reacciones aledañas. Joe Boyd pone los puntos sobre las íes, desterrando para siempre engaños y mitos, y contando la verdad. No es cierto que Peter Seeger intentara boicotear la actuación en un ataque de ira; lo que hizo fue huir cariacontecido y despavorido hacia el parking del recinto. La mayoría de la gente no estaba preparada para tanto ruido. Transcribiendo: “Era algo que hoy damos por hecho, pero totalmente nuevo entonces: letras no lineales, una actitud total de desprecio por la expectación y los valores establecidos, acompañado todo ello de una ululante guitarra de blues y una potente sección rítmica, ejecutado por chicos jóvenes a volumen ensordecedor. Los Beatles todavía cantaban canciones de amor en 1965, mientras que los Stones tocaban una especie de pop sexy de raíces blues. Esto era distinto. Esto era el nacimiento del rock”. Sin más comentarios.

THE INCREDIBLE STRING BAND: Junto a Fairport Convention y Nick Drake, los escoceses fueron el mayor foco de satisfacciones (y de quebraderos de cabeza también) de Joe Boyd. El propio Joe define su primer encuentro con ellos de manera muy expresiva: “críos y drogas por todas partes, camisas y blusas floreadas, capas de terciopelo, pañuelos de seda y zuecos, todo imbuído del aroma del pachulí”. Al dúo inicial formado por Clive Palmer y Robin Williamson se fueron sumando posteriormente personajes que alteraron el rumbo del barco, en lo musical-escénico y en lo personal. Mike Heron asumió el brazo de almirante; Rose Simpson aprendió a tocar el bajo sobre la marcha y con una efectividad de pasmo; y Licorice se convirtió en un muñeco decorativo indispensable. De comuna psicodélica pasaron a reclutas de la cienciología, y sus maneras cambiaron radicalmente. El propio Boyd decidió indagar desde dentro en los misterios de la religión de moda, pero sus conclusiones (diplomáticas, eso sí) matan cualquier atisbo de interés (cienciología=negocio). “Blancas Bicicletas” despeja una duda crucial mantenida durante mucho tiempo: ¿por qué la Incredible String Band no aparece en la película sobre Woodstock?. Cuestiones meteorológicas, logísticas y del destino impidieron que el grupo alcanzara su gloria. Y Boyd se lamenta, y de qué manera, sobre ello.

El UFO: Montado inicialmente sobre los restos del decadente Blarney Club, el club UFO fue el santuario de los hippies de Londres y alrededores allá por el 67. Fue mucho más que una sala para conciertos. Era un espacio abierto a todo tipo de actividades (¿legales?, ¿ilegales?), donde se daban la mano músicos, revolucionarios, performers y todo hijo de vecino con necesidad de abstraerse del mundo exterior. Hasta Yoko Ono escogió a los actores de “Bottoms” entre el público del local. Como dice Boyd: “La gente se tragaba cualquier cosa”; conciertos de música rock, psicodélica, jazz de vanguardia, largometrajes de Kurosawa o Warhol, números de baile, luminotecnia. Lo que fuera con tal de alcanzar la gran evasión. De lo meramente musical, la lista de asiduos al escenario del UFO entre diciembre del 66 y septiembre del 67 estaba encabezada por unos Pink Floyd en plena ebullición. Junto a ellos, Soft Machine, Arthur Brown, The Social Deviants, Procol Harum, The Move, Tomorrow, The Knack, Pretty Things o Fairport Convention. El libro contiene la alucinante lista de programaciones diarias durante ese periodo.

PINK FLOYD: Joe Boyd define su música como la música de fondo del underground entre el 66 y el 67. Pese a descubrirlos y apostar por ellos, convirtiéndolos en cabeza de cartel casi continua del UFO, su trabajo común fue efímero (un par de singles). Según el propio Boyd: “el éxito de Pink Floyd es difícil de analizar o explicar; lo que trajeron de Cambridge era de cosecha propia, y el Londres de 1967 fue el primero en enamorarse de ello”. Rock ambiguo en conexión divina con la psicodelia, aderezado con luces en movimiento. El nombre de Pink Floyd siempre estará ligado (por los siglos de los siglos) al de Syd Barrett, pese a que la aportación de éste al proyecto fuera igualmente minúscula. Joe Boyd lo afirma: “Es posible que Syd sea el más famoso individuo de los Floyd, pero sus canciones han sido escuchadas solo por una pequeña fracción de los millones que han comprado discos de Pink Floyd”. El deterioro psico-químico llevó a Barrett a abandonar, y ahí empezó un nuevo episodio para la banda.

FAIRPORT CONVENTION: Al contrario que con los Floyd, el matrimonio con Fairport Convention fue sólido y duradero. En el lado opuesto de la Incredible String Band, Boyd define a los incipientes Fairport como “un grupo de chicos bien educados que se tomaban el rock and roll como si fuera una tesis doctoral”. La banda tiene un antes y un después, con punto de inflexión en el fatal accidente que, recién acabado “Unhalfbricking”, segó la vida de Martin Ramble. En ese antes y en el después, Richard Thompson es el faro guía, un guitarrista superdotado cuya forma de tocar evoca, todo según Boyd, “el sonido ininterrumpido de los gaiteros escoceses y la melodía del cantante, ecos de las guitarras de Barney Kessell y James Burton y el piano de Jerry Lee Lewis”. La otra gran pieza del rompecabezas es Sandy Denny. Boyd apostó por ella como voz del grupo desde el primer momento, dudando de que su personalidad no engullera al resto de la banda. El experimento funcionó durante algunas grabaciones, pero la ambición compositiva de Denny era demasiado fuerte y sus ansias de emancipación ilimitadas. La historia de Joe Boyd y Fairport Convention es una entrañable historia de admiración, fidelidad y amistad. Toda una lección.

NICK DRAKE: Existen muchas teorías y fábulas sobre él. La de Boyd es la definitiva, la creíble del todo, pues compartieron horas, juegos y discos. En sus descripciones sobre la figura de Drake, Joe Boyd no aporta nada que ya no se supiera: introspección, inseguridad, timidez. Lo espeluznante es el relato de cómo la letra de “Fruitree” (“seguro en tu lugar bajo tierra, entonces sabrán lo valioso que eras”) cobró sentido con el tiempo, después de la tragedia, creando sentimientos de culpabilidad por no prestar auxilio a alguien que lo pedía discretamente. En la aparente simplicidad de las canciones se escondía un Nick Drake revolucionario y virtuoso que sorprendía a todos, que enamoraba a todos. Lo dicen los que lo vieron tocar, los que sintieron sus acordes y estudiaron sus textos. Unanimidad absoluta. Su música despertó tantas expectativas que el mundo entero se volcó en ella (incluido el difícil John Cale), trabajando por y para ella, pero olvidando lo más importante: a la persona del músico. “Pink Moon” fue la solución drástica; solo guitarra y voz; la última (y quizá única) vez que Nick Drake hizo realidad un verdadero deseo. Ya lo decía “Fruitree”. Y ya lo dice Joe Boyd: “La música de Nick no fue banda sonora de los recuerdos de sus padres, por eso los oyentes modernos pueden hacerla suya”.

ADDENDA (LAS IMÁGENES): Además de muchos y variados relatos, “Blancas Bicicletas” contiene en sus páginas centrales una colección de fotos en blanco y negro que ponen cara a los protagonistas y dan veracidad a las descripciones. Bob Dylan aparece seguro de sí mismo en plena carretera a Woodstock en el 65. The Move posan con sus locas indumentarias y sus aires trascendentales. Dylan, Joan Baez, Peter, Paul & Mary, The Freedom Singers, Pete Seeger y Theodore Bikel interpretan “We Shall Overcome” cogidos de la mano en Newport 63. Nick Drake se asoma al abismo de un piano, elegante y dubitativo en el 68. La Incredible String Band (acompañada por el propio Boyd) sonríe a cámara en el 69. Fairport Convention ensayan para “Liege and Lief”, con Richard Thompson en el epicentro y Sandy Denny distraída y ausentada.

Blancas Bicicletas. Creando música en los 60” está editado por Global Rhythm Press, traducido por Ignacio Juliá y es una auténtica maravilla.

16 noviembre 2007

CONCIERTOS

WILCO. Madrid. La Riviera. 9-11-2007.

Wilco-Machine.

He visto muchos conciertos en mi vida. He visto muchas bandas sobre los escenarios. Pero he visto pocas como Wilco. Y eso que por circunstancias me perdí sus dos actuaciones más memorables en España: la del Primavera Sound 2004 (por subnormal) y la de Madrid en 2005 (las infaustas oposiciones). Aprovechando un argot detestable pero muy descriptivo, los de Chicago juegan en la Champions, son un equipo compacto y sin fisuras que ataca como los brasileños y defiende como los italianos, pasando por encima de cualquier hipotético rival. No hay quien los pare. Están en su momento cumbre. Y hay que ver lo que se divierten, y lo que divierten a un grueso de seguidores que va creciendo con cada disco y cada visita. Con tanta entrega y calor, es normal que Jeff Tweedy acabe enamorado hasta las trancas de nuestro país (¿y quién no?).

Ya lo aprecié en Barcelona, y ya lo escribí antes: son una maquinaria infalible, una especie de orquesta que sabe hacer del rock clásico algo cercano, palpable y moderno sin mancillar sus raíces. Lo de Nels Cline no tiene nombre; de sus tropecientas guitarras y sus extraños pedales y aparatos de efectos (amén de sus dedos de Jimi Hendrix caucásico) brotan chorros de petróleo. Y sigo impactada sin remedio por Glenn Kotche y su batería arquitectónica. Jeff Tweedy, aparte de portador del brazalete de capitán, se revela como un portento con las seis cuerdas; sus guitarras juguetean con las de Nels Cline y Pat Sansone (increíble exhibición en “Impossible Germany”), sin que ninguna se meriende a la otra. El resultado es una revisión al alza de las canciones, mucho más jugosas que en grabación; se nota especialmente en las de “Sky Blue Sky”, con mención a “Walken”, todo un torbellino en directo. Otras como “War on War”, “I Am Trying to Break Your Heart”, “A Shot in the Arm”, “Late Greats” o “Heavy Metal Drummer” son perfectas por definición, pero incluso también saben mejorarlas. Y qué forma (pura psicodelia) de finiquitar “Handshake Drugs”, con brumas electrostáticas. O qué forma de introducir “I´m the Man Who Loves You”, con apelación al cántico masivo y suspense. Dos momentos para detenerse: 1) “On and On and On”, emocionante, con ese piano incandescente y Tweedy cantando como en su puñetera vida; 2) “Spiders”, grande, subidones de mareo; tras ella los segundos bises (prácticamente un homenaje al lejano “Being There”) ya casi no vienen a cuento.

Entrada: 30 euros. Alojamiento: otros 30. Viaje: 4,40. Un concierto de Wilco no tienen precio. Para todo lo demás…

www.wilcoworld.com

10 noviembre 2007

CONCIERTOS

BENJAMIN BIOLAY. Madrid. Heineken. 6-11-2007.

Un buen día.

En 2004 Benjamin Biolay se subió al escenario Rock de Lux del Primavera Sound y dejó al descubierto todas sus vergüenzas. En 2007 Benjamin Biolay se sube a las tablas de la sala Heineken y arrasa. Es la diferencia entre un mal y un buen día. Es la diferencia entre un mal y un buen trabajo de sonido. Y sobre todo, es la diferencia entre un artista desorientado y uno completamente centrado. Era cuestión de tiempo; canciones tan tremendas merecen lucir aplastantemente en directo.

Muchos dirán que en todo esto hay algo de timo, que tantas programaciones juntas (todos los ritmos, por ejemplo) no hacen más que estrangular los paradigmas de la música en vivo. Hay gente que vive para quejarse y otros que viven para gozar. Hubo mayoría de los segundos, gozo continuado de dos horas, generosidad e intensidad absolutas. Sonido excelente desde el primer acorde de “Bien Avant” (cosa rara en las salas madrileñas). Extraño espectáculo, mezcla de culto solemne, improvisación gamberra e inspiración nihilista.

Los músicos: solo un par, uno para guitarras y otro para teclados y programaciones. Dos piezas suficientes, porque Biolay es el artista total que rota y rota por el escenario, del piano a la guitarra o al cassiotone, paseando un micro que viaja a todas partes con él, disfrutando como un enano. Su voz en directo gana enteros, en volumen, en profundidad. Pese a su reputación de “niño bonito” y sus parentescos, glamour cero, ni falta que le hace. Su pose es más la de un “enfant terrible” al que le encanta emborracharse. Pero sin perder las formas ante la audiencia; entre pitillo y pitillo siempre hay tiempo para una sonrisa agradecida o una palabra en cortés castellano.

Las canciones: “Rose Kennedy” (2002) fue el gran olvidado; solo “Les Cerf-Volant” puso emociones al rojo vivo en el bis. “Négatif” (2003) estuvo bien presente con una versión algo diferente de “Des Lendemains qui Chantent” y con una “Négatif” apoteósica. La graciosa “Chaise à Tokyo” puso el desenfado y el acompañamiento de un público que se sabe muy bien lo de “no manga, no bongo”. “Home” (2004) apareció fugazmente con una encantadora “La Plage”, que sirvió para las presentaciones de rigor. Hay que romper una lanza a favor de “A l´Origine” (2005); no hay entrevistador o crítico reciente que no haya recordado su fiasco comercial. Pero lo cierto es que es un disco enorme, lo atestiguan “Tant le ciel était sombre”, “Mon Amour M´a Bessé” o “A l´Origine”; en esta última apareció ese ramalazo hip-hopero que tan guardado se tenía el francés y que ahora empieza a confesar. Y en cuanto a “Trash Yé-Yé” (2007), copó la gran parte, mayormente en la recta final. “Laisse Aboyer les Chiens” sonó impecable pero demasiado pronto, “La Chambre d´Amis” (momento de soledad frente al piano) erizó los pelos, “Rendez-Vous qui Sait” (con guiño a los Smiths) y “Dans la Merco Benz” (con solo de trompeta amplificada) animaron a bailar y “Qu-est ce que Ça Peut Faire” cerró de forma brutal un concierto que parecía que jamás llegaría a su fin. Eso no significa que se hiciera largo. Eso significa que el galo dio más de lo esperado, de lo merecido, de lo pactado y de lo prometido. Y la palabra que lo resume resuena en su lengua materna: chapeau. Aunque también valdría “de puta madre”…

www.benjaminbiolay.com

04 noviembre 2007

DISCOS

PJ HARVEY. White Chalk.

Canciones de porcelana.

Hace ya tiempo que oí este disco por primera vez, y lo coloqué en la cola de asuntos pendientes de comentar. Sigue en la cola; es hora de sacarlo. Sobre todo porque hay alguien que lo está deseando (saludos, Rous). Si he tardado tanto es simplemente por dificultad. La primera escucha aturde de pura claustrofobia y frialdad (cómo influye el estado físico en los sentimientos musicales y viceversa). Pero es inevitable volver sobre los pasos caminados, aunque solo sea por sagrada devoción a esta mujer que sabe metamorfosearse como nadie. La Polly rockera desapareció. Ha nacido la Polly barroca. Atrás queda la adrenalina del pasado, el nick de “pollyjean” que tantas conversaciones sobre la susodicha (y tantas amistades interesantes) me proporcionó en los chats. Ahora es señora, señoría o doña. Una artista que ha decidido despojarse de cualquier cliché amenazante con rotundidad salomónica, renovando registro, estilo y vestuario. Enhorabuena.

White Chalk” (2007) es intimista y pálido. Ya se sabe, está plagado de pianos, instrumento que nunca ha querido dar más guerra de la necesaria. Y aunque representa un cambio, el sello PJ Harvey sigue estando impreso como una marca de agua, especialmente en “Dear Darkness” y “When Under Ether”. La voz (siempre grandiosa) explora cuevas abandonadas y las canciones, delicadas, exquisitas y caras como la porcelana, se sostienen sobre una repisa que se tambalea peligrosamente. Las baquetas genuinas de Jim White ponen topes salvadores a “White Chalk”, “Silence” y “Before Departure”, pero “Grow Grow Grow”, “Broken Harp”, “To Talk to You” o “The Mountain” parece que se van a hacer añicos en cualquier momento. ¿Y quién pagará el desastre?. Le pondré una etiqueta de “muy frágil” y lo guardaré en el trastero, junto a las cosas que no quiero tener cerca pero de las que no quiero desprenderme.

www.pjharvey.net

01 noviembre 2007

AGENDA

ACONTECIMIENTOS EN NOVIEMBRE

Vale más una lista de conciertos que mil palabras.

ILIKETRAINS- Madrid. 3 noviembre. Moby Dick.
Barcelona. 4 noviembre. Apolo.

BENJAMIN BIOLAY + LLOYD COLE- Cartagena. 3 noviembre. Nuevo Teatro Circo.

RUFUS WAINWRIGHT- Barcelona. 4 noviembre. Auditori.
San Sebastián. 7 noviembre. Kursaal.
Cartagena. 9 noviembre. Nuevo Teatro Circo.
Málaga. 10 noviembre. Teatro Cervantes.
Madrid. 12 noviembre. Teatro Coliseum.

INTERPOL + BLONDE REDHEAD- Madrid. 8 noviembre. La Riviera.
Barcelona. 9 noviembre. Razzmatazz.

BENJAMIN BIOLAY
- Madrid. 6 noviembre. Heineken.
Valencia. 7 noviembre. Heineken Greenspace.
Barcelona. 10 noviembre. Bikini.

THE NEW YORK DOLLS- Madrid. 7 noviembre. Joy Eslava.
Valencia. 8 noviembre. Cormorán.

WILCO- Barcelona. 8 noviembre. Razzmatazz.
Madrid. 9 noviembre. La Riviera.
Zaragoza. 10 noviembre. Oasis.
Bilbao. 11 noviembre. Palacio Euskalduna.

ROBOCOP KRAUS- Madrid. 15 noviembre. Caracol.
Bilbao. 16 noviembre. Azkena.

SUPER FURRY ANIMALS + RATATAT (Wintercase 2007)
Valencia. 15 noviembre. Cormorán.
Madrid. 16 noviembre. Joy Eslava.
Bilbao. 17 noviembre. Santa 27.
Barcelona. 18 noviembre. Razzmatazz.

EDITORS + HOW I BECAME THE BOMB (Wintercase 2007)
Bilbao. 15 noviembre. Santa 27.
Madrid. 17 noviembre. Joy Eslava.
Valencia. 19 noviembre. Cormorán.
Barcelona. 20 noviembre. Razzmatazz.

SPOON + EXPLOSIONS IN THE SKY (Wintercase 2007)
Bilbao. 21 noviembre. Santana 27.
Valencia. 22 noviembre. Cormorán.
Madrid. 23 noviembre. Joy Eslava.
Barcelona. 24 noviembre. Razzmatazz.

THE NATIONAL- Barcelona. 17 noviembre. Apolo.

DEVENDRA BANHART- Madrid. 20 noviembre. Joy Eslava.
Barcelona. 22 noviembre. Apolo.

JOSÉ GONZÁLEZ- Madrid. 21 noviembre. Heineken.
Barcelona. 22 noviembre. Razzmatazz.

JOSH ROUSE- Murcia. 21 noviembre. Auditorio.
Madrid. 22 noviembre. Joy Eslava.
Barcelona. 24 noviembre. Bikini.

COCOROSIE- Barcelona. 23 noviembre. Apolo.
Murcia. 24 noviembre. Auditorio.
Valencia. 25 noviembre. Heineken Greenspace.

AIR- Barcelona. 30 noviembre. Razzmatazz.
Madrid. 1 diciembre. La Riviera.

TWO GALLANTS- Barcelona. 30 noviembre. Apolo.
Madrid. 1 diciembre. El Sol.

28 octubre 2007

CONCIERTOS

THE WATERBOYS. Madrid. Joy Eslava. 24-10-2007.

Impartiendo lecciones de rock´n´folk.

Que caiga una somanta de agua por la A-42 cuando vas hacia Madrid para reunirte con los Waterboys es una casualidad la mar de hermosa. El legado que han ido dejando con los años (cuarto de siglo, más o menos) es de un impecable que asusta. Y muchas de sus canciones son ya historia; quizá no Historia con mayúscula, pero sí historia de risas, bares y confesiones amistosas. Su nueva visita a Madrid congregó a muchos fieles y se convirtió en un apoteósico episodio de recuerdo y adoración. El seguidor de siempre corea cada estribillo y se quita veinte años de encima. El que los ve por vez primera alucina, y sale preguntándose por qué ya no hay bandas auténticas como las de antes. La lección que Mike Scott (que parece conservado en formol) y compañía dieron en la capital es de las que devuelven ese sentimiento a veces titubeante de fe ciega en el rock. Un rock con infinitas interconexiones, un reino que se expande más allá de las fronteras.

Empecemos por el final, para variar: el gran festival estuvo sin duda en los bises, donde la colosal “The Pan Within” y el clásico popular “Fisherman´s Blues” rozaron la eternidad. Antes hubo tiempo para las obvias, las escondidas, para exhibiciones, variantes y excitantes demostraciones de stop and go. Sonaron “Glastonbury Song” (grande, pero afeada por el turbio sonido), “Killing My Heart” (soberbia), “Old England” (pelín estática) o “Medicine Bow” (explosiva). “The Raggle Taggle Gypsy” y “When Will We Be Married” convirtieron la noche madrileña en un jolgorio dublinés, y el violín y teclado de Steve Wickham y Richard Naiff despertaron a los druidas con su duelo en “Red Army Blues”. Pero la que no podía faltar era “The Whole of the Moon”, con Scott liberado por primera y única vez de toda atadura instrumental: pasan los años, pasan las canciones, y sigue luciendo en todas las listas de favoritas. Después de oírla mil veces en un reproductor, sentirla en directo es como la liberación final de un yugo incómodo.

En fin, la excusa era airear “Book of Lightning”, pero su protagonismo fue discreto. “It´s Gonna Rain”, “Love Will Shoot You Down”, “Sustain” o “She Tried To Hold Me” hicieron el papel de guarnición entre manjares copiosos. Y aunque se echó de menos el vendaval del saxo y canciones como “Don´t Bang the Drum” o “A Girl Called Johnny”, un concierto así hace olvidar hasta el prohibido cigarrito.

www.mikescottwaterboys.com

23 octubre 2007

DISCOS


JOSÉ GONZÁLEZ. In Our Nature.

El arte de la sencillez.

Después del aceptable éxito de “Veneer” (2005) y de haber prestado sintonía a productos multinacionales, lo lógico en la carrera de José González hubiera sido dar un paso hacia delante. Pero algunos rechazan la lógica, bien para sentirse héroes o bien porque está en su propia naturaleza. Este sueco descendiente de argentinos exiliados es a todas luces de los segundos. Y que el título de su segundo trabajo sea tal no es más una casualidad en los juegos de ideas y palabras. “In Our Nature” (2007) podía haber sido un disco de consagración, de producción generosa, de limpieza exquisita y promoción fácil. Pero no lo es. Es un disco personal y profundo, de letras sombrías y sonido desgastado, el típico disco que un cantautor folk graba en su casa mientras el agua hierve en el fuego y los coches derrapan en la calle. “Down the Line”, “In Our Nature”, “Fold” o “Cycling Trivialities” son intensos aspersores de emociones que riegan los corazones más solitarios, reflexiones creadas por un hombre para sí mismo y accidentalmente compartidas con el mundo entero. Porque el mundo funciona gracias a las cosas más sencillas. Una guitarra y sus seis cuerdas son más que suficientes para decir todo lo que importa. Y así lo entiende José González. Hasta su nombre es pura y cálida sencillez.

http://www.jose-gonzalez.com/

14 octubre 2007

CONCIERTOS

SPIRITUALIZED + SOULSAVERS FT. MARK LANEGAN + MISHIMA. Madrid. Joy Eslava. 12-10-2007.

La noche litúrgica.

La gira presentación del Wintercase 2007 ha sido una ocasión única para cubrir tres objetivos. Primero: para celebrar de un modo abierto y alternativo el día de la Hispanidad. Segunda: para inaugurar la temporada de conciertos.
Tercera: para sacar las espinas clavadas en Primavera Sound y Summercase en un mismo lote. Una noche para recordar por los siglos de los siglos. El escenario de la Joy Eslava se iluminaba con puntualidad exquisita para acoger a Mishima, que no fue solo sino dúo. Presentando las canciones del que pronto será su nuevo disco (singular manifiesto en catalán para abortar rencillas en una fecha tan señalada), David Caraben y su partenaire hipnotizaron con la lluvia dulce de sus guitarras. Solo hubo una concesión al inglés, con Caraben haciendo trompetas con la boca y mutando por momentos en el mismísimo Richard Hawley.

El plato fuerte llegaba a continuación. “Esto va a ser orgásmico” decía alguien mientras los pipas colocaban diligentemente las set-guías en cada atril. Fue más que eso. Fue de una sutileza, elegancia y buen gusto que tiran de espaldas. Economizando hasta el último milímetro de la escasa superficie disponible, las líneas acústicas de Spiritualized brillaron hasta causar una ceguera irreversible. El cuarteto de cuerda, el trío de voces negras, el teclado-armónica y las guitarras acústicas crean un nuevo polvo de estrellas, fruto del desvanecimiento lento y sosegado del halo psicodélico. Y Jason Pierce (o J Spaceman), más serenidad, menos arrogancia, repite eso de “there´s a little time to do something, anything more” o “lord can you hear me when I call” con la credibilidad (y la contagiosa emoción) de alguien que ha sentido en sus carnes la amenaza del más allá. Y cuando digo más allá no me refiero a la flotación en el espacio, sino al otro barrio, visto de reojo a causa de una grave (y misteriosa) enfermedad.

El repertorio fue toda una celebración marcada por el signo de los tiempos. Recuperaciones de Spacemen 3 (“Amen” o “Walking with Jesus”), el “True Love Will Find You in the End” de Daniel Johnston o los himnos más “espiritualizados” de la creación reciente (“Lord Let It Rain on Me”, “Cool Waves”, “Broken Heart”, “Stop Your Crying”). Aunque hubo varios momentos de esos que se llaman especiales, que suspenden las agujas del reloj: la cristalina reconstrucción de “I Think I´m in Love”, que derivó en todo un festín gospel; el medley de “Anything More”, virando sorprendentemente hacia “Ladies and Gentlemen We Are Floating in the Space” y coronado con “I Can´t Help Falling in Love” de Elvis; o la eclesiástica “Lord Can You Hear Me”, el cenit mayúsculo de la agitación pagana. El éxtasis terminó con la revisión pintiparada del clásico “Oh Happy Day”, con un Jason Pierce agasajado y relamido de satisfacción, y con una de las gentiles violinistas regalando setlists a los de las primeras filas. Ah, y menuda experiencia tener acceso visual al cuaderno de Jason, con sus acordes, símbolos y notas escritos a mano. Fue como colarse en su universo íntimo intergaláctico.

Después de algo así, hacía falta un postre ligero y digestivo, pero los Soulsavers rompieron los esquemas de lo esperado. Nada de atmósferas suaves ni de bucles repetitivos. Músculo, garra y rock afincado en algún lugar entre el cañón del Colorado y los presbiterios sureños. El sutil inicio de “Ask the Dust” fue un mínimo espejismo hasta que estallaron el bajo y las tres guitarras, haciendo retumbar el suelo como no se recuerda. Y claro, faltaba la voz de Mark Lanegan para avivar la lumbre. Un Mark Lanegan que (comentario recurrente pero inevitable) cada día se parece más a Tom Waits, en todos los sentidos. “Ghosts of You & Me”, “Paper Money” y “Spiritual” queman el esófago como un buen trago de bourbon. El momentazo total fue, cómo no, “Kingdoms of Rain”, ese diamante rescatado del “Whiskey for the Holy Ghost” (94) y pulido para la ocasión. Tras “Revival” y casi sin despedirse, Lanegan dejó los minutos finales para exhibición de los salvadores de almas y sus dos coristas negras; minutos que cundieron y de qué manera, con un guiño al desaparecido Lee Hazlewood (“Some Velvet Morning”) y retirada gradual.

Después de una noche así, lo único que queda decir es: podemos ir en paz.

www.wintercase.com

11 octubre 2007

RETROSPECTIVAS

JOHN CALE & LOU REED. Songs for Drella.

En memoria de Andy Warhol.

En plena vorágine de revivalismo y resurrección compulsiva, la reunión estable de The Velvet Underground es un sueño probablemente imposible y seguramente innecesario. John Cale y Lou Reed decidieron hace años bifurcar sus caminos, como Tom Waits y John Lurie en “Down by Law” de Jim Jarmusch, pero de forma no tan amigable. En todo este tiempo solo ha habido una razón honesta y de peso para enterrar el hacha de guerra: la desaparición de Andy Warhol y la imperiosa necesidad de rendirle tributo. “Songs for Drella” (90) recoge canciones desnudas, sin esqueleto pero con alma, en las que los dos maestros ponen sus virtudes (las guitarras de Reed, los teclados de Cale) al servicio de una historia de reivindicación, incomprensión y dolor, la del artista que inmortalizó las sopas Campbell´s. Normalmente en primera persona, los textos narran datos y experiencias de la vida y pensamientos de Warhol, tan bien conocidas por ambos como para apropiarse de ellas. La sombría voz de Lou Reed pone voz a la mayoría, mientras que John Cale se reencarna en “Style It Takes” y “Forever Changed”.

Al margen de su valor como epitafio, homenaje o testamento, “Songs for Drella” es sobre todo una demostración rotunda del ingenio de Reed y Cale, de su capacidad para componer canciones que siempre serán eternas y de su don para emocionar incluso desde el primitivismo y la escasez. Lo publican sin censura los gloriosos duelos piano-guitarra en “Work”, “Trouble with Classicists”, “Starlight” y “I Believe”, el desquiciado violín de “Images” o el elegante teclado de “Faces and Names”. Para fans de la Velvet, de Warhol, de uno o de otro por separado, una obra total y absolutamente imprescindible.

www.john-cale.com

06 octubre 2007

DISCOS

GRAVENHURST. The Western Lands.

Estado de bienestar.

El médico me recomendó descanso. Por eso huí unos días, refugiándome en un cacho de tierra rodeado de mar, desconectando el móvil y escogiendo la mejor compañía moral posible: libros y música. Y entre toda esa música (más de cien discos, en serio) decidí escuchar a Gravenhurst. Quizá porque intuía que serían buena medicina para mi prescrito reposo. Justo.

Hay discos que te gustan porque sí; otros te gustan porque quieres que te gusten y haces lo indecible. Yo quería que este disco me gustara, porque Nick Talbot pertenece a una segunda división de grandes compositores que crece alimentada por su talento sin necesidad de comer de la mano del sistema, que funciona por amor al arte y no por amor a la pasta. “The Western Lands” (2007) es todo quietud, como ese remanso de agua que se expande frente a mí. Y todo pese a las nuevas aventuras electrificadas, a lo Sonic Youth, puestas de manifiesto en la logradísima “She Dances” y en “Hollow Man”, con su remolino de distorsión incluido. El disco empieza con una de esas melodías que se te pegan a la piel como un rayo de sol (“Saints”), herencia de la fragilidad de un Nick Drake que se asoma de vez en cuando al balcón. Después crece en intensidad, con las ya mencionadas “She Dances” y “Hollow Man”, se recuesta en una sombra con la medieval “Song Among the Pine”, amanece a un día velvetiano con “Trust” y pone banda sonora a una de vaqueros con “The Western Lands”. “Farewell, Farewell” (única versión) fotocopia la enciclopedia de recursos Yo La Tengo para dejar paso a “Hourglass”, otra de las enormes, con dos minutos finales para purgar delitos y faltas. “Grand Union Canal” vuelve a los sonidos de arenisca, recordando los momentos en que Calexico se ponen serios, y “The Collector” cierra con más distorsión controlada un disco donde, pese al ruido ocasional, todo transcurre sin sobresaltos. En fin, una terapia que relaja, aclara y cura con la efectividad liberadora de un suspiro. Verídico.

02 octubre 2007

AGENDA

OCTUBRE: La sequía ya es historia.

La madre del cordero, cómo ha empezado el otoño. Lanzamientos y más lanzamientos, anuncios de giras y más giras. Hay que empezar a contar euros y a contar días. ¿Sequía?. Ya se acabó. Llueve música a mares.

Por lo pronto, los festivales otoñales empiezan a comunicar sus nombres. El Wintercase 2007 comienza con una presentación de lujo que ya vale por toda la programación: Spiritualized (en la foto) en su nuevo formato gospel-sinfónico, Soulsavers ft. Mark Lanegan y Mishima darán el pistoletazo de salida a una edición que, dicho sea de paso y con las confirmaciones actuales en la mano, este año se presume ramplona. El Primavera Club también repite, nuevamente con nombres que se escapan de todas las quinielas (y de muchos conocimientos, vaya): The New Pornographers, Liars, Thurston Moore, Deerhunter, Joseph Arthur & The Lonely Astronauts, The Right Ons, Schwarz o Lagartija Nick suenan familiares, el resto no. Pero esto será en diciembre.

Más cercano está el Tanned Tin, otro de los festivales nacionales que abogan por el riesgo (qué pena, hay tan pocos) y en esta edición si cabe más. The Ex, Acid Mothers Temple, Deerhunter, Lisabö, Damien Jurado, Xiu Xiu o The Sea and Cake son algunos de los artistas que desfilaran entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre por Castellón. Apetecible.

Y para los que no quieran atiborrarse de actuaciones consecutivas en uno de estos festivales, este mes hay dos opciones individuales bastante interesantes. The Waterboys y Gallon Drunk nos visitan para presentar sendos nuevos discos. Los de Mike Scott el 23 en Bilbao, 24 en Madrid, 26 en Valencia, 27 en Huesca y 28 en Guadalajara. Los de James Johnston el 24 en Madrid y el 25 en Santander. Sí señores, Huesca, Guadalajara y Santander, ¡¡las ciudades pequeñas también existen!!. La gran putada: que ambos coincidan en Madrid.

30 septiembre 2007

DISCOS

TARWATER. Spider Smile.

Ahora y antes.

El año 2007 comenzó, como todos, con una declaración de intenciones: la de escuchar más música electrónica y, por añadido, dedicarle mayor hueco en este minúsculo espacio de la blogosfera. Igual que el grueso de proposiciones de este tipo, no se ha cumplido. Quizá porque el abanico de opciones es tan amplio que dificulta la elección, o quizá porque hemos llegado a un punto en que la electrónica se funde con otros universos (llámese rock o pop) sin posibilidad de discernimiento. Sin embargo, “Spider Smile” (2007) sirve como estupendo reclamo para recuperar uno de los grandes nombres del género. El dúo germano Jestram-Lippock carga a su robusta espalda una carrera de discos excelentes y canciones de ensueño que deja en pañales a muchos otros gurús de la maquinita y el bailoteo. Seguramente porque su música está a años luz de la discoteca, pertrechada entre árboles frondosos, puestas de sol y baños turcos. Su nuevo trabajo no es el mejor en su trayectoria, pero anima a rescatar los que sí lo fueron, haciendo de este artículo un híbrido entre modesta crítica de disco y nostálgica retrospectiva.

Silur” (98) y “Animals, Suns & Atoms” (2000) fueron un descubrimiento mágico, casi místico. En ellos se encerraban piezas llenas de romanticismo estoico, arreglos y melodías que traían a la memoria fotografías en color sepia, pinturas difuminadas y una liberadora sensación de paz interior. Canciones como “The Trees”, “At Low Frequency”, “Song of the Moth”, “The Watersample”, “Visit” o “Ford” conjugaban magistralmente lo espiritual y lo físico, la abundancia y el vacío, tierra, aire, fuego y agua. La parte más ocultista de aquellos trabajos se ha ido diluyendo con el paso del tiempo y “Spider Smile” perpetúa la saga que empezaba con “Dwellers on the Threshold” (2002) y seguía con “The Needle Was Travelling” (2005). Un sonido más abierto, ancho, espacioso y optimista.

Si hay una cosa especialmente atractiva en Tarwater es la voz de Ronald Lippock. Elegante y misteriosa como pocas, aparece en las canciones como una visión religiosa, llenándolas de solemnidad. Así, el análisis de “Spider Smile” puede hacerse dividiéndolo en dos partes: aquella en que esa voz superlativa está presente, aquella otra en la que no. En la primera destacan la rotunda “Lower Manhatten Pantoum”, centrada en un único concepto que se repite sin cansar; o la exótica “Sweet Home Under White”, ideal para ejercitar la danza del vientre. Otras, como “World of Things to Touch” o “When Love Was the Law in Los Angeles”, edulcoradas en exceso a base de cascabel y xilofón, quedan en segundo plano. En la parte instrumental sobresalen las encantadoras “Shirley Temple” y “Roderick Usher” (que los emparentan sin querer con Air) y la inaccesible “Witch Park”, testimonial de una especial querencia por lo étnico. Un disco sin demasiada trascendencia por sí solo, pero indispensable en el contexto de un proyecto apasionante, reivindicable y defendible hasta las últimas consecuencias.

www.tarwater.de

28 septiembre 2007

DISCOS


LIARS. Liars.

Transfiguraciones.

Hoy hace justo un año que prendieron fuego a la Moby Dick (cómo pasa el tiempo, coño) y ya es oficial: los mentirosos van a su rollo. Han vuelto a hacerlo, han vuelto a sorprender, aunque lo realmente sorprendente sería lo contrario. Sin preocuparse por buscar un título impactante para el cuarto largo (mejor; los dos primeros eran imposibles de memorizar), la gracia de “Liars” (2007) reside en que hay ratos en que dejan de ser Liars (o sea, únicos) para empadronarse con mayor o menor fidelidad en sonidos Happy Mondays (“Houseclouds”), Massive Attack (“Sailing to Byzantium”), The Jesus & Mary Chain (“Freak Out”) o My Bloody Valentine (“Pure Unevil”). A lo mejor fue intencionado, a lo mejor salió natural. El caso es que a tan imprevisible triángulo equilátero es imposible atribuirle cargos de usurpador, oportunista o payaso, por numerosas razones. Porque “Leather Prowler” y “The Dumb in the Rain” sí tienen ese espeluznante olor a campo de concentración marca de la casa; porque entre el desconcierto aún emerge esa canción trepidante fetén que te deja pasmado (“Plaster Casts of Everything” y “What Would They Know”, para quitarse el sombrero); porque un temazo como “Protection” (¿himno electro-pop del año?) merece indulgencia jacobea eterna, sea obra de quien sea. Pues eso, que sigan a su puñetera bola, que todo queda perdonado.

www.liarsliarsliars.com

03 septiembre 2007

REPORTAJES


DIRTY THREE: EL VIOLÍN DE LOS INFIERNOS.

Soy débil. Todo se remonta a aquel último de mayo en el Forum de Barcelona. Ese violín me dejó herida de muerte, aunque apenas me percaté en caliente, solo después, pasados los días, en casa, en frío. Yo los respetaba, los admiraba, aunque siempre habían sido una banda para ocasiones contadas, para no empacharse, para degustar en pequeños bocados. Aquel día supuso un viraje brusco, el cambio de rumbo hacia una obsesión, otra más en mi larga carrera. Warren Ellis ya no es solo el violinista de Nick Cave; es la mano que mece la cuna, el guardián entre el centeno, y se me aparece cada noche en sueños, amenazándome en broma con su arco maldito. Los discos de los tres sucios se han convertido poco a poco en el pan de cada día, o mejor, en esa droga de la que no puedes prescindir aún a sabiendas de que acabará contigo.

No son unos cualesquiera. Afortunadamente, nunca han sido protagonistas. Ni lo serán. Son demasiado inteligentes para eso. Su música es demasiado inteligente para eso. Su música suena a archipiélagos fríos y remotos, a olas estrellándose contra las rocas, a pozos oscuros en los que apenas se adivina el fondo. Su música despierta sensaciones diferentes según el estado de ánimo o la amplitud y luminosidad de los espacios; tan pronto te alerta de un peligro inminente, como te quita el aire hasta la más extrema claustrofobia, o te balancea como una nana hasta que te duermes. A veces cimbrea el alma suavemente, otras tienes que pararla para no arrojarte al precipicio. Normal; es música creada por alguien que asegura haber sido visitado varias veces por el espíritu del mismísimo Beethoven.

Música que no necesita palabras, que deja sin palabras, la palabra estorba. Ese violín de los infiernos ha creado un lenguaje nuevo que, como los cantos de las sirenas, hay que aprender a descifrar. Ese violín eléctrico, sobrenatural y anárquico, que susurra versos codificados, cuando no termina aullando, llorando o gritando moribundo, poniendo el corazón en el puño. Ese violín que se rebela salvaje, cabalgando entre percusiones volátiles y escurridizos acordes de guitarra. Ese violín que a veces deja de serlo, reencarnándose en bongo, flauta o mandolina, alimentando el juego del despiste.


Más de diez años de trabajo y autofidelidad dan lugar a una obra sólida y personalísima con múltiples ingredientes que se ligan creando un todo puro Dirty Three: rock sinfónico, free-jazz, country-western, clásica, aires celtas, humos mántricos y otras músicas del mundo. Cuando el término post-rock empezó a ponerse de moda, ellos ya habían ido y habían vuelto por sus caminos. Esa obra está representada en siete álbumes a cual mejor: el primitivo “Sad & Dangerous” (95), el enigmático “Dirty Three” (95), el turbulento “Horse Stories” (96), el evocador “Ocean Songs” (98), el romántico “Whatever You Love, You Are” (2000), el descendente “She Has No Strings Apollo” (2003) y el variopinto “Cinder” (2005). Una discografía a la que hay que enfrentarse con infinita paciencia. Escasas canciones (y solo en “Cinder”) bajan de los tres minutos, muchas llegan a los seis y algunas sobrepasan los diez. “Deep Waters” (incluida en “Ocean Songs”) bate el récord con 16 minutos y medio. Su listado de referencias se completa con diversas composiciones para el cine y un EP compartido con un grupo que encaja con ellos como anillo al dedo: Low. Y se avecina un jugoso DVD para inmortalizar su vertiginoso directo.

No hay un solo momento en todos esos álbumes que no merezca la pena, pero ahí va una selección personal de los mejores, los que dejan verdaderas cicatrices:

- “Alice Wading” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Authentic Celestial Music” de “Ocean Songs”.
- “Great Waves” de “Cinder”.
- “Ever Since” de “Cinder”.
- “Flutter” de “Cinder”.
- “Hope” de “Horse Stories”.
- “Horse” de “Horse Stories”.
- “I Offered It Up to the Stars and the Night Sky” de “Whatever You Love, You Are”
- “Indian Love Song” de “Dirty Three”.
- “Kim´s Dirt” de “Sad & Dangerous” y “Dirty Three”.
- “The Last Night” de “Dirty Three”.
- “Long Way to Go with No Punch” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Lullabye for Christie” de “Whatever You Love, You Are”
- “Red” de “Horse Stories”.
- “The Restless Waves” de “Ocean Songs”.
- “Some Summers They Drop Like Flys” de “Whatever You Love, You Are”.
- “You Were a Bum Dream” de “Sad & Dangerous”.










Soy débil. Reconozco mi absoluta predilección por los músicos polifacéticos, los que siempre están barruntando, los que aparecen en los créditos de otros, poniendo sus aptitudes y dones al servicio de la Humanidad. Warren Ellis es un tipo de los que caen en gracia. No solo por su envidiable curriculum (formar parte de los Bad Seeds y Grinderman ya es un sobrado motivo de envidia), también por su peculiar forma de tocar el instrumento madre (de espaldas, siempre de espaldas), sus desvaríos filosóficos y su entrañable chifladura. A su lado está Jim White; nombrarlo mejor batería del mundo quizá sea excesivo, aunque se cuenta entre los tres o cuatro mejores sin duda. Su sagrada presencia en Dirty Three se compagina con proyectos como The Tren Brothers y un abanico mareante de colaboraciones: desde Smog a PJ Harvey, pasando por Bonnie “Prince” Billy, Cat Power o Nina Nastasia. Y luego está Mick Turner, el que no hace casi ruido, un todoterreno de las artes, gestor del sello discográfico de la banda (Anchor & Hope, bonito nombre) e ilustrador de todas sus portadas desde “Dirty Three”. Tres sucios, tres reyes magos. Bienvenidos al club de los favoritos.

www.anchorandhope.com

01 septiembre 2007

AGENDA

AGENDA DE SEPTIEMBRE

El principio del fin de la sequía.

Siempre pasa lo mismo. Como no te apuntes a algún festival, el verano musical se hace más largo que un día sin pan. Por suerte ya empieza a haber movimiento; comienzan a anunciarse interesantes giras, como la de Bruce Springsteen (esta vez sí, con la E-Street Band) o la de Wilco (en la foto; siempre serán bien recibidos).

El mes ha arrancado con la celebración del Azkena Rock Festival de Vitoria, cuyo cartel completo ha costado más que un parto de trillizos. La edición del suspense. Al final, una oferta medianamente decente, pero ¿dónde están Grinderman?. Alguien vendió la piel del oso antes de cazarlo, y esas cosas cuestan caras. Por eso muchos estamos aquí y no allí, pese al brutal reclamo de Giant Sand y Heavy Trash.

Otro festival recomendable en septiembre es el Ebrovisión (Miranda de Ebro, días 20, 21 y 22), que se va haciendo grande poco a poco, incorporando cada vez más artistas internacionales. Este año The Charlatans, The Robocop Krauss y Rinôçérôse. Y como siempre en Barcelona para las fiestas de la Mercedes, el BAM, que definitivamente ha dejado de apostar por los grandes nombres a favor de un cartel presidido por la variedad y la serie B (recomendable informe de 15 años de BAM en la Rock de Lux de este mes; el documento idóneo para contrastar la tendencia apuntada) .

El verano, aparte de aburrimiento, nos ha dejado también malas noticias en forma de pérdida. Lee Hazlewood, influencia sagrada para la música actual, dijo adiós. También Tony Wilson, fundador del sello Factory Records y pulmón de acero de la movida mancuniana en los 80. Y también Hilly Kristal, fundador del mítico club neoyorquino CBGB, cuna del punk y la contracultura, y espacio inseparable de nombres como Ramones, Patti Smith, Television, Talking Heads, Blondie o The Heartbreakers. Unos que vienen y otros que se van.

Foto: fiberfib.com


25 agosto 2007

DISCOS

INTERPOL. Our Love to Admire.

Batalla contra la sombra.

Ay, el título del álbum da mala espina… “Antics” (2004) ya nos dejó en territorio neutral y lejos quedan los tiempos en los que, desconocedores de su pose y aspecto, alucinábamos con “Turn on the Bright Lights” (2002), las guitarras nos hipnotizaban y la voz de Paul Banks abría túneles gigantescos hacia la cueva de Joy Division. Debemos demasiado a aquel debú. Por eso hay que darles otra oportunidad. Primera escucha: mayor preocupación por conservar el peinado intacto y la chaqueta sin arrugas que por innovar. Suenan demasiado de libro, y se empeñan en refugiarse en una habitación sin ventanas abiertas a estímulos, regurgitando el mismo recurso y la misma idea hasta el aburrimiento. Solo “All Fired Up” merece la pena. Segunda escucha: bueno, no está tan mal. Al menos superan a sus símiles coetáneos (dígase Editors, por ejemplo) en algo más de dos cabezas. “Pioneer to the Falls” es un arranque decente y solemne y “Lighthouse” un cierre atrevido y valiente. Se adivina una melódica, un piano, cosas nuevas. Aunque algunos episodios merecen ir directos a la papelera de reciclaje, como “The Heinrich Maneuver” (¿quién tuvo la nefasta idea de escogerla como primer single?), “Pace is the Trick” o “Who Do You Think?”. Y “All Fired Up” sigue siendo la mejor. Tercera escucha: finalmente, es correcto, aunque no pluscuamperfecto. Crea una extraña empatía, tejiendo redes invisibles que atrapan la indiferencia y la moldean a su antojo. Deben ser esas guitarras tan (como dicen los listos y los que viven de esto) “shoegazer”. “Mammoth” y “Rest my Chemistry” ingresan definitivamente en el club de las buenas. Pero ninguna desbanca a la número uno: “All Fired Up”. Pese a mantener el tipo, la sombra del primero es demasiado alargada y demasiado negra. “Turn on the Bright Lights” forever.

www.interpolnyc.com

26 julio 2007

REPORTAJES

CRÓNICA DE UNA DESERTORA.

Recuerdos de ocho FIBs inolvidables.

El pasado fin de semana tuvo lugar la decimotercera edición del Festival Internacional de Benicasim, mi sacrosanto lugar de vacaciones en los últimos ocho años. Y por H o por B, mi cabeza dijo hace meses “no vayas” y yo le hice caso. Decisión irrevocable e irreversible. Como soy un poco kamikaze tuve que encender Radio 3 para ver qué estaba pasando por allí, y el jueves me topé de orejas con un Iggy estelar, el viernes con unos Jeff Tweedy & Cia. breves pero inmensos, el domingo con unos Hives divertidillos. Y mi corazón habló y dijo “¿por qué no has ido, tonta del culo?”. Fue el calentón de un momento melómano crítico, porque hay que ser consecuente con las decisiones y la mía tenía su fundamento. Pero lo peor es el lunes postrero, ese en el que empiezas a encontrarte gente que asocia miméticamente tu cara al festival y te bombardea con la pregunta del millón: “¿qué tal en Benicasim?”. Y tienes que confesar la verdad. BRRRR!.

La madurez, aparte de tener sus ventajas, nos convierte en maniáticos, exquisitos y sabihondos. Y renunciar al FIB en su edición trece no ha sido por superstición, sino por las tres cosas anteriores y algunas más. Decidí tozudamente que renunciaba por un choque mortal con un cartel débil y falto de imaginación. ¿Y quién dice que ese cartel no me hubiera parecido la bomba ocho años atrás?. ¿No me fascinaban Blur y Suede en 1999?. ¿No son Arctic Monkeys y Muse los equivalentes (salvando distancias) actuales?. Lavo mi conciencia: reconozco que sin el FIB no sería la persona que soy, que ese festival cumplió muchos de mis sueños, que allí he pasado los mejores momentos de mi vida. Sí, ya no es lo que era. Pero una parte de la menda sigue estando por allí. Esta es la lista de todos los conciertos vividos en estos ocho años.

1999: Arab Strap, Australian Blonde, Automatics, Baked Beans, Bis, Black Box Recorder, Blur, The Charlatans, The Chemical Brothers, Cinerama, Dark Star, The Delgados, dEUS, Dominique A, Gigolo Aunts, Hefner, Jon Spencer Blues Explosion, Kaplan, The Libs, Marine Research, Massive Attack, Mercury Rev, Ocean Colour Scene, Parade, Patrullero Mancuso, Rinoçerose, Salako, Snowpony, Sr. Chinarro, Stereophonics, Suede, Travis.

2000: Australian Blonde & Steve Wynn, Autour de Lucie, Babybird, Bentley Rhythm Ace, Dakota Suite, Doves, Digital 21, Elastica, Embrace, Flow, Gus Gus, The Happy Losers, Ian Brown, The Jacquelines, Jay-Jay Johanson, Jean Louis Murat, Johnny Marr & the Healers, Lambchop, Michel Houellebeq, Migala, Mina, Mojave 3, Morcheeba, Nada Surf, Nosoträsh, Oasis, Perry Blake, Placebo, Polak, Primal Scream, Richard Ashcroft, Sexy Sadie, Six by Seven, Stereo Total.

2001: Ash, Belle and Sebastian, Big Star, Bondage, Clinic, Death Cub for Cutie, The Divine Comedy, Élena, Elevator Suite, Experience, Fang, The Flaming Lips, Françoiz Breut, For Stars, Goldfrapp, James, Lowgold, Manic Street Preachers, Mercury Rev, Mogwai, Orbital, Orlando, Piano Magic, PJ Harvey, The Posies, Pulp, Red House Painters, Satellites, Sidonie, Sneaker Pimps, Tahiti 80.

2002: Belle and Sebastian, The Beta Band, El Diablo en el Ojo, Jack, Mercromina, Paul Weller, Primal Scream, Radiohead, Rinoçerose, Super Furry Animals, The Tea Servants.

2003: Beck, Camera Obscura, The Coral, Death in Vegas, Jet Lag, JJ72, Lou Ann, The Raveonettes, Schwarz.

2004: Ash, Camping, The Charlatans, The Dandy Warhols, Fangoria, Felix Da Housecat, Franz Ferdinand, Girls in Hawaii, Kings of Leon, Kraftwerk, Lou Reed, Patrick Wolf, Pet Shop Boys, Los Planetas, Primal Scream, Scissor Sisters, Spiritualized, Teenage Fanclub, Tim Booth, Tindersticks, Wire, Zoot Woman.

2005: !!!, Basement Jaxx, The Cure, Devendra Banhart, Diefenbach, Dinosaur Jr, Doves, Hot Hot Heat, Joseph Arthur, Kaiser Chiefs, Kasabian, The Kills, Kings of Convenience, Ladytron, LCD Soundsystem, Mäximo Park, Mouse on Mars, Nick Cave & the Bad Seeds, Oasis, The Polyphonic Spree, Radio 4, Tarwater, The Tears, Underworld, The Wedding Present, Yo la Tengo, The Zephyrs.

2006: 12Twelve, Calla, Depeche Mode, dEUS, Dyonisos, Dominique A, Editors, Howe Gelb + Sno Angel, Humbert Humbert, Madness, Manta Ray, Morrisey, Nada Surf, The Organ, Pixies, Placebo, Poni Hoax, Rufus Wainwright, Scissor Sisters, The Strokes, Teitur, Tom Verlaine, The Walkmen, Yann Tiersen.

¿Volverán las oscuras golondrinas en Benicasim sus tiendas a posar?. No contestemos. Dejémos el interrogante.

Foto:
www.fiberfib.com

23 julio 2007

CONCIERTOS

BJÖRK. Madrid. Las Ventas. 18-7-2007.

Eleva tu bandera.

El universo björkiano estaba en dulce letargo, y las espinitas de algunos permanecían clavadas en silencio, esperando el remedio que las extirpara para siempre. “Volta” ha sido el golpe de suerte, la campana anunciadora del despertar, la excusa para echar la vista atrás y resucitar la antigua admiración por el hada saltarina de los sueños polares. Lejos de excentricidades y rarezas, su nuevo (y quizá peor) disco ha servido para hacerla aterrizar en España y saldar una deuda contraída hace mucho tiempo.

Estandartes inertes, un tropel de ángeles fluorescentes con casacas y vientos, instrumentos cuaternarios e instrumentos de la nueva era y un escenario más parecido a Troya que al País de las Maravillas. Y ella, mitad mariposa mitad tuareg, con pies que no son pies, sino muelles que la lanzan al cielo de las estrellas. Porque es una de ellas, y sigue brillando pese a todo. Lo mejor de su trayectoria desfiló entre burladeros y tendidos (¡que la música derrumbe todos los cosos del mundo!), con algunas excepciones (se olvidó de “Venus as a Boy”, “Isobel”, “Human Behaviour”, “Violently Happy”, pero es que todo no puede ser). “Earth Intruders” abrió manando fuego, dejando paso a “Hunter”, “Hidden Place” o “Pagan Poetry”, en ejercicios continuos de pureza y ambición vocal que cristalizaron en “Immature”, “Joga” y una emocionantísima “Wanderlust” que lo gana todo en directo. “Aeroplane” fue su exiguo homenaje a “Debut” (casi quince años de sus primeros pasitos post-Sugarcubes, el tiempo vuela). “Army of Me” (momento estelar) nos devolvió a la Björk guerrera e iracunda, y “I Miss You” a la folclórica y risueña. El punto y aparte (después habría únicamente dos bises) derivó en una especie de rave hambrienta con “Hyper-Ballad” y “Pluto”. Y en medio de todo, esa perla llamada “Bachelorette”, esperada con fervor, favorita de la mayoría, una canción de bandera. Nunca mejor mencionadas las banderas: “Rise your flag, higher, higher” fue el grito de batalla y “Declare Independence” el recién compuesto himno de rebeliones anti-sistema, dardo envenenado a la cabeza de déspotas y engañabobos. Utopías, utopías. La canción acaba y todo sigue igual. Bueno, no todo: ya no hay deudas ni espinitas.

www.bjork.com

18 julio 2007

CONCIERTOS

SUMMERCASE 2007

Desembarco en Boadilla.

El Summercase empezó siendo el pariente de verano del Wintercase, y después de la segunda edición ya se pueden extraer serias conclusiones: que se presume un festival con vocación de permanencia, que se coloca por delante de su hermano invernal y que se convierte en una competencia cruda para el FIB. El mayor inconveniente de la sucursal madrileña es, sin duda, el emplazamiento. El recinto de Boadilla del Monte, amén de estar en el quinto carajo, es un patatal insalubre en el que se muerde polvo a espuertas y se acaba con los pies del revés. Aún así, lo que se preveía como una nueva odisea en el espacio no resultó tan trágico, pues los autobuses gratuitos de la organización funcionaron fetén (aunque alguien tendrá que explicar por qué se suspendió a última hora el servicio destino Moncloa). Se agradece: la amplitud de las terminales O y E, las pantallas para no perder ripio y el buen sonido de los conciertos en general. Se critica: los precios, porque cobrar tres euros por una botella de agua de 50 cl. es un atraco a mano armada (y sin tapón, oiga).

Y ahora la música. Como siempre tocó hacer descartes, algunos premeditados, otros sobre la marcha. Por coincidencia: Soulsavers con Mark Lanegan, My Brightest Diamond, OMD, Electrelane y The Whitest Boy Alive. Por masificación: Jarvis Cocker. Por agotamiento: The Chemical Brothers. Demostrado: la calidad de un festival no depende del cartel que se anuncia, sino de la criba que uno hace. En resumen…

THE HOURS: El negro me priva; automáticamente me transporta a Joy Division, a Bauhaus, a The Cure. Y aunque los tiros no van por ahí, sino más bien hacia Radiohead, The Smiths o Coldplay, que vistieran de negro riguroso pudo contribuir a que me gustaran más. Qué cosas. No han inventado la penicilina, pero “Narcissus Road” y “Back When You Were Good” son resultonas y “Murder or Suicide” se sale. Media horilla de lo más agradable.


BADLY DRAWN BOY: El arranque con “Born in the UK” hizo prever un concierto enérgico, pero agua. Se dan casos en que un puñado de buenas canciones y una gran banda no bastan. A Damon Gough le sucede. Es como si el fuego ardiera flojo y nadie se atreviera a echar más madera. Así que al final lo único que queda es el típico debate: ¿no se estará asando con esa chupa y ese gorro?.


JAMES: La reunificación de los de Manchester ha sido la gran noticia del año. Los motivos de su ida y venida no importan, porque nos han hecho pasar momentos tan gratos que poderlos revivir es un regalo. Y qué momento el del viernes 13… Los primeros acordes de “Born of Frustration” vaticinaron lo que se sabía (aluvión de himnos), y aunque empezaron algo congelados no defraudaron. Con esas canciones, ¿cómo van a defraudar?. Han escrito historia, y nos la releyeron con “Tomorrow”, “Sit Down”, “Out to Get You”, “Ring the Bells”, “Say Something”, “Getting Away with It”, “Laid”, “Sometimes”, “She´s a Star” y la inesperada (y espeluznante) “Play Dead”. No estaban muertos, estaban de parranda, porque las dos nuevas son buenísimas. Y Tim Booth, pese a estar más apagado, sigue siendo un entrañable caballero-histrión. Lo siente en sus carnes y nos lo contagia. Pues eso, conciertazo. Y como proclamaba una pancarta en primera fila: GRUPAZO.

DJ SHADOW: Un DJ a las diez de la noche es poco menos que una aberración. Pero claro, el Shadow es algo más que DJ. Esa amalgama de etno-rock con guitarras wah-wah, techno oscuro y hip hop, más las proyecciones truculentas que la adornan, crearon un ambiente perfecto para atizarse el bocadillo de rigor. Poco movimiento (salvo cuando coló el “Be There” de UNKLE con Ian Brown), pero es que a esas horas el cuerpo pide otras cosas.


THE JESUS AND MARY CHAIN: Lo mejor de los regresos es que algunos son como celebraciones, comunión de banda mítica y fans de antaño, sucesión de grandes éxitos chapurreados a coro. Yo nunca fui muy fan, pero acabé creyéndome una de ellos. Y canturreé (vaya si lo hice) “Head On”, “Sidewalking”, “Some Candy Talking”, “Just Like Honey”, “Blues from a Gun” y “Cracking Up”. No son la alegría de la huerta, ni falta que les hace. Empezaron sonando fatal pero cumplieron con lo previsto: tocar bien (espectacular Loz Colbert con las baquetas y las maracas) y demostrar que las bandas empeñadas en copiarlos no les llegan a la suela del zapato. Y ese final con “Reverence” fue como subir al cielo y encontrarte al mismísimo diablo en la puerta.

AIR: Para captar el matiz del espectáculo de los galos hay que irse lejos, perderse entre la gente, abandonarse solo y huir de las interferencias. Solamente así se consigue quedar atrapado en las redes de su magia, y sentir que vuelas por ese cielo nocturno que es el escenario. Pasaron bastante de “Pocket Symphony” y abordaron lo más granado de “Talkie Walkie” (“Venus”, “Run”, “Cherry Blossom Girl”), “10.000Hz Legend” (“Radian”, “People in the City”, “Don´t Be Light”) y “Moon Safari” (“Remember”, “Kelly Watch the Stars”, “Sexy Boy”), además del clásico cinematográfico “Playground Love”. Y fue un punto averiguar que detrás de esa voz angelical no hay una fémina, sino el propio Jean-Benoît Dunckel. Lo que se descubre en los directos…

!!!: Insuperables. No fallan. Son un ente intocable, una jodida apisonadora, una máquina de vomitar ritmos y espasmos. Salieron sin contemplaciones, encadenando “Myth Takes”, “All My Heroes Are Weirdos”, “Dear Can” y “Must Be the Moon”. Pasaporte para una hora y pico de incontinencia colectiva. Las danzas aeróbicas de Nic Offer son como un ritual, aunque esta vez la voz negra (protagonista absoluta en “A New Name” y “Yadnus”) le dejó respirar un poco (si es que acaso este tío respira). Offer es el que hace las gracias, pero ojito con el resto: Andreoni a las guitarras, el bajo apocalíptico, los aporreos salvajes (por cierto, ¿dónde estaba John Pugh?). Con “Me and Giuliani Down by the Schoolyard” y “Heart of Hearts” agotaron todo el oxígeno y terminaron de reducir la terminal S a puro escombro. Posiblemente, lo mejor del festival.

THE HIDDEN CAMERAS: ¿Cómo pueden enganchar tanto siendo tan petardos?. Quizá porque tienen temas geniales que no se estancan en ritmos o melodías recurrentes, sino que, como serpentinas, apuntan acá y allá sin objetivo fijo. “Hump from Bending”, “Awoo”, “Day Is Dawning”, “Learning the Lie” y “Death of a Tune” fueron las mejorcitas. Dieron la nota, pero sin pasarse, disfrazados de “caperucitas negras”. Eso sí, el bailarín de marras que apareció en “Boys of Melody” podía haberse quedado tranquilamente en su casa. Divertido.

EDITORS: Se dice sobre ellos que son la mejor banda británica sobre un escenario, y desde luego, mal no lo hacen. Mucho más centrados que en el pasado FIB, sonaron contundentes y convencieron, aunque su repertorio ya no de más de sí y Tom Smith se crea demasiado el rol de heredero de Ian Curtis. “Bones” y “An End Has a Start” mantienen un nivel digno, pero el resto de novedades (especialmente la de piano épico) son bastante peñazo. Mejor quedarse con “All Sparks” y “Munich”.

GUILLEMOTS: De trámite obligatorio para hacerse hueco en la carpa a enorme revelación del festival. Pasábamos por allí porque no queríamos perdernos a la Polly, y nos encontramos a un Fyfe Dangerfield encaramado a un piano que echaba humo, a lo Jerry Lee Lewis, rematando “Through the Window Pane”. Después vinieron “Made Up Love Song #43”, “Trains to Brazil” o la monumental “Sao Paolo”, con el combo (guitarra, contrabajo, saxo, clarinete y batería demoledora) sudando la gota gorda. Canciones discretas que en directo se convierten en monstruos. Es la diferencia entre los buenos y los malos.

PJ HARVEY: División de opiniones. Para algunos, un camelo. Para otros, una joya. Embutida en un imposible atuendo rococó, Polly desnudó sus facetas menos comunes: la valiente, la suicida y la humana. Valiente porque luchó sola contra la tormenta. Suicida porque, de nuevo, rebuscó en el cofre de los temas inesperados. Humana porque al fin habló, bromeó, interactuó. Las futuras canciones tuvieron su protagonismo, pero al piano se difuminaron inaudibles. Mejor con la guitarra, sí señor. Eléctrica es la auténtica reina, y “Oh My Lover”, “Send His Love to Me”, “Angelene”, “Dress”, “Big Exit”, “Horses in My Dreams” o “Rid of Me” coparon los momentos más emocionantes de un recital entre la nostalgia y la tragedia, entre la gloria y el abismo, entre el sí y el no.

THE FLAMING LIPS: El arsenal siempre es el mismo, pero nunca lo usan igual. La aparición de Wayne Coyne rulando en la burbuja gigante fue la apoteosis, hubo menos confetti y globos pero más efectos láser, la monja solo cantó de refilón, reaparecieron el gong y la paloma de “Waiting for a Superman”, y el resultado fue el de siempre: un espectáculo inenarrable, mágico, surrealista. Y no solo es circo, es que además tienen buenas canciones. Con “Pompeii Am Götterdämmerung” y “The W.A.N.D.” se rompieron todos los moldes del rock. Y aunque nunca acaben de sonar perfectos y la plática de Coyne se convierta en pelín cansina a ratos, el que se aburra con ellos es que no tiene sangre en las venas.

ARCADE FIRE: Los de Montreal van camino de convertirse en un fenómeno de estadio tipo U2. Y no sé si eso es bueno o malo. En su concierto fallaron algunas cosas. Lo principal, el volumen. “No Cars Go”, su mejor canción, sonó a eco montañés. Y no digamos a lo que sonó “Haiti”. Y “Neon Bible” será el disco del año y tal y cual, pero a la gente le pellizcan más las de “Funeral”. No hay color; las tres “Neighborhood”, “Rebellion (Lies)” y “Wake Up” propagan subidones que ni “Intervention” ni “(Antichrist Television Blues)”. Son una panda de multiinstrumentistas superdotados, alumnos de sobresaliente en la escuela campestre del rock, pero deberían insistir más en explotar su valía como músicos y dejarse de pompas y envoltorios.

LCD SOUNDSYSTEM: !!! y LCD son las dos columnas que sostienen la nueva cultura del baile (esa en la que la máquina cede de nuevo el trono al hombre), y en este festival ha quedado más claro que el agua. Recogiendo el testigo de sus paisanos neoyorquinos, los de James Murphy consiguieron sacar a los guarnecidos de las trincheras y reventar los restos. Desde “Us Vs Them” hasta la delirante “Yeah”, pasando por “Daft Punk Is Playing at My House”, “North American Scum”, “Time to Get Away”, “All My Friends”, “Get Innocuous”, “Movement” y una “Tribulations” que volvió majareta al respetable. Pura dinamita. De postre, “New York I Love You”, obsequio cortesía de un Murphy que tan pronto emula a James Brown como a Frank Sinatra. Va sobrado.

Visiones accidentales y/o casuales:
  • How I Became the Bomb: no hay nada peor que ser de Nashville y querer sonar londinense. Horrorosos.
  • The Sunday Drivers: tocan muy bien pero aburren a las ovejas.
  • Jarvis Cocker: su club de fans sigue activo; no cabía un alfiler.
  • Ratatat: funky, metal, dub, melenas al aire…brutales.
  • The Chemical Brothers: “Hey Boy Hey Girl” siempre será su himno.
  • Fionn Regan: el concierto más corto en la historia de los festivales (¿20 minutos?).
  • Bromheads Jacket: mucho ruido y pocas nueces.

Crónica dedicada a las “buenismas”: Rous, Mary Jo, Clara y Llanos.