03 septiembre 2007

REPORTAJES


DIRTY THREE: EL VIOLÍN DE LOS INFIERNOS.

Soy débil. Todo se remonta a aquel último de mayo en el Forum de Barcelona. Ese violín me dejó herida de muerte, aunque apenas me percaté en caliente, solo después, pasados los días, en casa, en frío. Yo los respetaba, los admiraba, aunque siempre habían sido una banda para ocasiones contadas, para no empacharse, para degustar en pequeños bocados. Aquel día supuso un viraje brusco, el cambio de rumbo hacia una obsesión, otra más en mi larga carrera. Warren Ellis ya no es solo el violinista de Nick Cave; es la mano que mece la cuna, el guardián entre el centeno, y se me aparece cada noche en sueños, amenazándome en broma con su arco maldito. Los discos de los tres sucios se han convertido poco a poco en el pan de cada día, o mejor, en esa droga de la que no puedes prescindir aún a sabiendas de que acabará contigo.

No son unos cualesquiera. Afortunadamente, nunca han sido protagonistas. Ni lo serán. Son demasiado inteligentes para eso. Su música es demasiado inteligente para eso. Su música suena a archipiélagos fríos y remotos, a olas estrellándose contra las rocas, a pozos oscuros en los que apenas se adivina el fondo. Su música despierta sensaciones diferentes según el estado de ánimo o la amplitud y luminosidad de los espacios; tan pronto te alerta de un peligro inminente, como te quita el aire hasta la más extrema claustrofobia, o te balancea como una nana hasta que te duermes. A veces cimbrea el alma suavemente, otras tienes que pararla para no arrojarte al precipicio. Normal; es música creada por alguien que asegura haber sido visitado varias veces por el espíritu del mismísimo Beethoven.

Música que no necesita palabras, que deja sin palabras, la palabra estorba. Ese violín de los infiernos ha creado un lenguaje nuevo que, como los cantos de las sirenas, hay que aprender a descifrar. Ese violín eléctrico, sobrenatural y anárquico, que susurra versos codificados, cuando no termina aullando, llorando o gritando moribundo, poniendo el corazón en el puño. Ese violín que se rebela salvaje, cabalgando entre percusiones volátiles y escurridizos acordes de guitarra. Ese violín que a veces deja de serlo, reencarnándose en bongo, flauta o mandolina, alimentando el juego del despiste.


Más de diez años de trabajo y autofidelidad dan lugar a una obra sólida y personalísima con múltiples ingredientes que se ligan creando un todo puro Dirty Three: rock sinfónico, free-jazz, country-western, clásica, aires celtas, humos mántricos y otras músicas del mundo. Cuando el término post-rock empezó a ponerse de moda, ellos ya habían ido y habían vuelto por sus caminos. Esa obra está representada en siete álbumes a cual mejor: el primitivo “Sad & Dangerous” (95), el enigmático “Dirty Three” (95), el turbulento “Horse Stories” (96), el evocador “Ocean Songs” (98), el romántico “Whatever You Love, You Are” (2000), el descendente “She Has No Strings Apollo” (2003) y el variopinto “Cinder” (2005). Una discografía a la que hay que enfrentarse con infinita paciencia. Escasas canciones (y solo en “Cinder”) bajan de los tres minutos, muchas llegan a los seis y algunas sobrepasan los diez. “Deep Waters” (incluida en “Ocean Songs”) bate el récord con 16 minutos y medio. Su listado de referencias se completa con diversas composiciones para el cine y un EP compartido con un grupo que encaja con ellos como anillo al dedo: Low. Y se avecina un jugoso DVD para inmortalizar su vertiginoso directo.

No hay un solo momento en todos esos álbumes que no merezca la pena, pero ahí va una selección personal de los mejores, los que dejan verdaderas cicatrices:

- “Alice Wading” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Authentic Celestial Music” de “Ocean Songs”.
- “Great Waves” de “Cinder”.
- “Ever Since” de “Cinder”.
- “Flutter” de “Cinder”.
- “Hope” de “Horse Stories”.
- “Horse” de “Horse Stories”.
- “I Offered It Up to the Stars and the Night Sky” de “Whatever You Love, You Are”
- “Indian Love Song” de “Dirty Three”.
- “Kim´s Dirt” de “Sad & Dangerous” y “Dirty Three”.
- “The Last Night” de “Dirty Three”.
- “Long Way to Go with No Punch” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Lullabye for Christie” de “Whatever You Love, You Are”
- “Red” de “Horse Stories”.
- “The Restless Waves” de “Ocean Songs”.
- “Some Summers They Drop Like Flys” de “Whatever You Love, You Are”.
- “You Were a Bum Dream” de “Sad & Dangerous”.










Soy débil. Reconozco mi absoluta predilección por los músicos polifacéticos, los que siempre están barruntando, los que aparecen en los créditos de otros, poniendo sus aptitudes y dones al servicio de la Humanidad. Warren Ellis es un tipo de los que caen en gracia. No solo por su envidiable curriculum (formar parte de los Bad Seeds y Grinderman ya es un sobrado motivo de envidia), también por su peculiar forma de tocar el instrumento madre (de espaldas, siempre de espaldas), sus desvaríos filosóficos y su entrañable chifladura. A su lado está Jim White; nombrarlo mejor batería del mundo quizá sea excesivo, aunque se cuenta entre los tres o cuatro mejores sin duda. Su sagrada presencia en Dirty Three se compagina con proyectos como The Tren Brothers y un abanico mareante de colaboraciones: desde Smog a PJ Harvey, pasando por Bonnie “Prince” Billy, Cat Power o Nina Nastasia. Y luego está Mick Turner, el que no hace casi ruido, un todoterreno de las artes, gestor del sello discográfico de la banda (Anchor & Hope, bonito nombre) e ilustrador de todas sus portadas desde “Dirty Three”. Tres sucios, tres reyes magos. Bienvenidos al club de los favoritos.

www.anchorandhope.com

1 comentario:

Oscar Casali Fuentes dijo...

Qué fantástica descripción del sonido de estos 3 mosqueteros que se las baten airosamente en la música. Interesante mezcla de sonidos que sin duda harán que eche mano a mi bolsillo para hacerme con algún material suyo siguiendo tus confiables recomendaciones.

Espero tener mi impresión de ellos prontamente.

Abrazo
Oscar