28 abril 2011

REPORTAJES

COSAS QUE LOS NIETOS DEBERÍAN SABER (POR MARK OLIVER EVERETT)

La música es la salvación.

Cuando oigo un disco me emociono. Cuando leo un libro vuelo. Y cuando se juntan ambas disciplinas en la misma cosa llego a lo más parecido al nirvana.

En mis manos aterrizó hace poco “Cosas que los nietos deberían saber”. O la autobiografía de Mark Oliver Everett, también conocido como E, o como el barbudo y peculiar líder de Eels. ¿Por qué será que la biblioteca pública se ha hecho eco de este libro y que durante cuatro o cinco largos meses ha estado ininterrumpidamente no disponible, prestado o reservado?. Al carajo, gastemos el dinero. El brillante prologuista Rodrigo Fresán argumenta que este es “el mejor libro de autoayuda que no intenta ayudar a nadie pero que lo consigue casi sin proponérselo”. Y cuánta razón tiene. También podría definirse como “el libro que te hace recuperar los discos de Eels del fondo del armario” o “el libro que hace que quieras quedar con el señor E para tomar unas birras y charlar de todo menos de fútbol”. Porque no se puede negar que este es un libro escrito a corazón abierto, sin pelos en la lengua, sin remordimientos y, sobre todo, sin ínfulas literarias. Ya argumenta el protagonista sentirse algo incómodo tratando de publicitar la vida de un ser apenas importante, pero ahí está el quid de la cuestión: también a los menos importantes les suceden cosas, también necesitan ser escuchados, también tienen derecho a entrar en la leyenda. Y tras leer estas páginas tengo mis dudas: ¿será Mark Everett recordado por su fabulosa obra musical o por su abrumadora sinceridad escribiente?. De momento, sus memorias contribuyen a un extenso conocimiento de su persona y un mejor conocimiento de su obra, convirtiéndose en un anexo de 200 páginas que añadir a su discografía. De hecho está pensado para eso, para ocupar su lugar justo detrás de la última canción de “Blinking Lights And Other Revelations” (2005), curiosamente bautizada con el mismo título, como un bonus track no solo para el álbum en cuestión sino para todo un legado creativo.

La historia contada es bien sencilla. Alguien dijo que para ser artista hay que estar un poco loco y llevar una vida muy perra. Y digamos que E cumple los dos requisitos. Sin atisbo de vergüenza o autocompasión, el libro narra el desarraigo de su vida familiar, una niñez vacía, una adolescencia perdida, veleidades y búsquedas personales, la maldición de la muerte prematura, el descubrimiento de la música como medicina, el principio de un camino con final soñado pero incierto, y por supuesto, la suerte. Un argumento tradicional: joven desorientado quiere ser músico, se cuelga la mochila en busca de aventura y acaba tocado por una varita mágica. Pero ese joven palurdo de Virginia que conduce hasta Los Angeles queriendo grabar un disco, y que al cabo de unos años se encuentra coincidiendo y codeándose con gente como Neil Young o Tom Waits, no es el típico ceniciento. No, Mr. E es un tipo hecho de otra pasta y su diferencia (e integridad) se resume en actitudes como rechazar la venta de su música para anuncios publicitarios o reflexiones como esta: “La supuesta cultura alternativa trajo consigo una fea constatación: en realidad no era alternativa en absoluto. Estaba a la venta, igual que cualquier otro producto comercial. Era una rebelión en contra de nada”. Un valiente anatema, una gran verdad dicha con todas sus letras.

Y es que la de nuestro protagonista no es una historia novedosa. ¿Cuántas veces hemos asistido a la leyenda de almas masacradas por la tragedia que vierten sus angustias en la música, que combaten los demonios en forma de hermosas y desgarradas canciones?. Se me ocurren varios nombres. Pero claro, aquí hablamos de E porque él es quien se acaba de atrever (bueno, se atrevió en el 2009, el tiempo vuela) a contárnoslo todo a la cara, no solo a través de poemas musicales de dudoso parentesco con la realidad. Este es un libro que nos narra sus miserias, pero también un libro que, con un estilo libre, desafectado y ligero, expone la forma en que esas miserias se vuelcan en su música. Cómo nació su composición compulsiva (siempre maquinada en sótanos y rincones hogareños), el significado y el por qué de muchas de sus extrañas y extravagantes letras, la a veces incomprendida versatilidad de sus shows en directo. Y sobre todo, su decente y loable cruzada en pos de la pureza del arte, de la pureza de sus discos, incorruptibles e intocables por la sucia mano de la avaricia.

Este es un libro tan sincero y delicioso, tan capaz de hacer reír y llorar casi al mismo tiempo, que es imposible vencer la tentación de recuperar a Eels, sintonía de cabecera hace algunos años e inexplicablemente olvidados después, haciendo desfilar de nuevo por el reproductor todos esos discos cuya génesis es descrita por el autor en estas conmovedoras páginas.

PRIMERO: “Beautiful Freak” (96), su boom de elevación a portadas, teles, radios y convites, basado en anécdotas adolescentes, con aquellas asombrosas “Novocaine for The Soul”, “Susan´s House” o “Beautiful Freak” que nos revelaban el secreto de un nuevo Beck haciendo travesuras con raros cachivaches.

SEGUNDO: “Electro-Shock Blues” (98). Han tenido que pasar trece años para valorarlo en su justa medida; pues en este disco se vierte toda la angustia del E machacado por la soledad y los desastres. Por eso resulta un trabajo tan cohesionado y solemne, máximamente sofisticado en momentos como “Cancer for the Cure”, “Hospital Food” o “Efils´God” y con múltiples referencias a la muerte.

TERCERO: “Daisies of The Galaxy” (2000), todo delicadeza y sosiego, atestado de canciones bellas y aparentemente inofensivas pero boicoteado en la campaña presidencial del innombrable Bush hijo como exponente del antidecoro y la corrupción juvenil. De risa.

CUARTO: “Souljacker” (2001), una contundente vuelta de tuerca a su sonido, compuesto a pachas con John Parish, con antologías como “Souljacker Part I” y “Jungle Telegraph” y de muy difícil trago para su discográfica.

QUINTO: “Shootenanny!” (2003), mucho más llano y asequible, compuesto por accidente durante el sutil proceso creativo del disco siguiente en cronología e inspirado por el alma del mismísimo Muddy Waters. Aceptado sin esfuerzo por directivos, crítica y underground, y nominado para los premios Shortlist.

SEXTO: “Blinking Lights and Other Revelations” (2005), la para muchos “gran obra maestra” de Mr. E, disco doble con 33 canciones y una barba ya consolidada. Línea de salida para su arrebato de necesaria sinceridad y nueva hoja de ruta para una carrera que continúa incansable.

Después ha habido otros tres discos más pero la revisión construida aquí se detiene en su libro. Un libro que tardará en ser olvidado, lleno de marcadores de colores (que quizá nunca despeguemos) puestos a conciencia sobre los pasajes más profundos como un arco iris de esperanza. Porque la historia de E no es sensacionalismo sino realidad. Y en efecto, una ayuda mágica para afrontar los días con otro color de cara y otra perspectiva. Como él mismo piensa: “Estamos todos bien jodidos, y no hay mayor verdad que ésa. Todos tenemos alguna historia bien jodida en nuestras vidas, y no hay nadie viviendo el cuento de hadas que la tele nos hizo creer que viviríamos de mayores cuando éramos pequeños””. Es triste pero justo recordarlo. Y seguir adelante. Aunque no sepamos qué va a suceder a continuación.

http://www.eelstheband.com/


26 abril 2011

CANCIONERO

SCOTT McKENZIE. San Francisco.

Cuando uno se pone a grabar un recopilatorio de los 60 (y digamos que yo suelo hacerlo a menudo), hay canciones que por h o por b nunca fallan. Y “San Francisco” es una de ellas. Quizá porque abraza los sonidos y la mentalidad de la época con una precisión excepcional. Quizá porque es el himno hippie por antonomasia y en el fondo somos lo más parecido a lo que fueron los hippies por aquel entonces, salvando las distancias. Quizá porque el tema está dedicado a una de esas ciudades que siempre quisimos visitar y que probablemente nunca veamos. O quizá solo porque “San Francisco” es una canción enormemente hermosa, de esas que se pueden cantar sin miedo a ofender a nadie aunque en su tiempo no fuera precisamente inofensiva.

John Phillips (The Mamas & The Papas) la compuso en 1967 para McKenzie, y el cantautor de Florida la interpretó muchas veces delante de jóvenes que querían cambiar el mundo. Hoy la seguimos entonando, con viejas guitarras delante de frías cervezas, aunque lamentablemente sabemos que el mundo es difícil de cambiar al haberse corrompido demasiado. Tuvimos la ocasión de hacerlo antes, pero ahora ya no hay marcha atrás.

SAN FRANCISCO

If you're going to San Francisco
Be sure to wear some flowers in your hair
If you're going to San Francisco
You're gonna meet some gentle people there

For those who come to San Francisco
Summertime will be a love-in there
In the streets of San Francisco
Gentle people with flowers in their hair

All across the nation, such a strange vibration
People in motion
There's a whole generation with a new explanation
People in motion, people in motion

For those who come to San Francisco
Be sure to wear some flowers in their hair
If you come to San Francisco
Summertime will be a love-in there
If you come to San Francisco
Summertime will be a loving day

23 abril 2011

DISCOS

BILL CALLAHAN. Apocalypse.

Con nombre y apellido.

A la hora de hablar de Bill Callahan a uno se le llena la boca de palabras mudas, pues de hecho estamos ante uno de los cantautores más prolíficos y solventes de nuestra era, portador de una de las voces más subyugantes y de una de las líricas más profundas y aleccionadoras de la americana actual. Su tercer trabajo bajo su nombre y apellido se llama “Apocalypse” (2011, Drag City). Y si el apocalipsis finalmente será de esta guisa, no hemos de preocuparnos por las fatídicas profecías.

Con este disco Callahan vuelve a reponer el vaso de licor amargo que nos ofrecía bajo el alias Smog. Los anteriores “Woke On A Whaleheart” (2007) y “Sometimes I Wish I Were An Eagle” (2009) abrieron las ventanas para que entrara aire puro, logrando una exuberancia conseguida con arreglos de cuerda y viento al libre albedrío de la imaginación. Sin embargo, en “Apocalypse” el discurso descansa sobre estructuras más simples, dejando el ornamento para otro día, para otro rato. Solo pequeños flashes de violín, travesera o piano y las percusiones justas caen sobre las canciones como gotas de rocío mañanero. De nuevo tenemos a la vista al Bill más sombrío, introspectivo y penetrante. Ese soberbio crooner capaz de enderezar los sarmientos con solo un fraseo, una oda titubeada, una sentencia firme.

The real people went away, I´ll find a better way someday” se escribe en la primera página de un nuevo libro (esta vez limitado a siete escasos capítulos) sobre el amor y el desamor, el hogar y la huida, el éxito y el fracaso, la naturaleza y el espíritu. Asuntos recurrentes en la temática del autor, tratados con una maestría propia de los mejores poetas contemporáneos. Porque insisto: la música de Callahan es como un pedazo de tierra salvaje rezumando, pero lo que la mitifica son esas palabras, urdidas con inteligencia y dictadas con parsimonia. Con pocos músicos sucede algo parecido: que el lenguaje verbal alcance, que no doblegue, al musical.

Y en el ámbito musical el de Maryland consigue mantener el altísimo nivel de siempre. Presentando sus respetos a los mitos y a la historia (respetos al blues en “Baby´s Breath”, respetos al jazz en “Free´s”) como buen conciudadano americano. Y precisamente a la patria dedica la mejor canción del álbum, posiblemente una de las mejores de su carrera: “America!” nos deja atónitos por su contundencia funky, su letra pegajosa y encriptada y porque, por fin, sí, es verdad, no estoy mintiendo…. Bill Callahan ha conseguido que el mundo acabe bailando sobre la palma de su mano.

Léelo también en: MY FEET IN FLAMES

20 abril 2011

DESCUBRIENDO A...

TAME IMPALA

El encuentro con Tame Impala ha sido algo irracional. Quizá por lo atractivo de su nombre, quizá por la refrescante portada de su debú o quizá por ser australianos. No hay que olvidar la categoría de muchas de las bandas que proceden de las Antípodas: AC/DC, Nick Cave & The Bad Seeds, Midnight Oil, The Church, Radio Birdman, The Saints, The Triffids, The Drones, Wolfmother o INXS. O quizá la culpa de esa conducta irracional la tiene “It Is Not Meant To Be”, la todopoderosa canción que abre el álbum. El caso es que “Innerspeaker” (2010) se ha convertido en uno de los discos más apelados de las últimas semanas. Sí, con un poco de retraso; a algunos nos es terriblemente peliagudo seguir el ritmo de la novedad.

La banda la componen tres jóvenes de Perth: Kevin Parker (guitarra y voces), Dominic Simper (guitarra) y Jay Watson (batería). Les acompaña un cuarto miembro, Nic Allbrook (bajo), en sus apariciones en vivo. Y al margen de las etiquetas que les han ido lloviendo desde su explosión (psychedelic groove rock, hypno groove y cosas por el estilo) su música es un laberíntico escenario de trémolos, reverberaciones y distorsión. Mucha psicodelia y un puntual sabor a vino viejo. Escucharlos es rememorar a The Jimi Hendrix Experience, Silver Apples o The Who, pero también a bandas más actuales como Deerhunter o Animal Collective. En directo también tienen su gracia. Ocasión de comprobarlo tendrán los que vayan este año al FIB.

http://www.tameimpala.com/

19 abril 2011

DISCOS

LOW. C´mon.

Regreso al principio del camino.

La duda ha quedado resuelta: Low siguen hacia delante. O mejor dicho, Low vuelven al principio del camino. Después del rupturista y experimental “Drums And Guns” (2007) y de ver a Alan Sparhawk implicarse a fuego y sangre en su exitoso proyecto paralelo Retribution Gospel Choir, muchos nos preguntábamos por dónde transitarían los futuros pasos de la banda, incluso si habría más pasos; pues los hay. Lo que Dios ha unido que no lo separe el ruido; y afortunados somos porque el mundo no puede permitirse el lujo de prescindir de la música de Low, esa música para la vigilia, para las noches de insomnio, para mirarse hacia dentro.

En efecto, “C´mon” (2011, Sub Pop) retorna al sonido íntimo y austero de sus primeros pasajes, con una sobriedad que a veces se convierte en un exceso. Los tres movimientos iniciales resultan intachables y anuncian otro álbum para la historia: “Try To Sleep”, elemental en su forma y grata para el oído; la bellísima “You See Everything”, relanzada con toques orquestales; y la gigantesca “Witches”, sumida en una épica maraña eléctrica y con un banjo asomándose tímido por un costado. Sin embargo, a partir de “Done” la cosa se vuelve cambiante, irregular, fluctuando entre la algidez y el déjà vu forzoso. Historias como “Done”, “$20” o “Nightingale” las hemos oído otras veces, en algún otro disco. Y aunque el argumento no deja de ser estimulante, ya no emociona con la intensidad de la primera o la segunda vez. Sí que emocionan y mucho, casi hasta la apnea, los crescendos antológicos de “Majesty Magic” y “Nothing But Heart”. Y quizá sea esta última la canción crucial del disco, enmarcando ese don innato que tiene los de Duluth para el mantra, un hipnótico y abumador mantra (“I´m nothing but heart”) de más de seis minutos que entra en pugna con el hasta ahora insuperable “I am the lamb and I´m a dead man” -véase el álbum “Trust” (2002)-.

Aunque este sea un disco de idas y venidas, su cierre lo convierte en un dechado de dignidad. “Something´s Turning Over” aparca la solemnidad, revive las armonías risueñas y el lado más de carne y hueso de la banda, devolviendo el dulce sabor de boca del principio y dejando las esperanzas intactas. Nos vemos en el Primavera Sound.



Léelo también en: MY FEET IN FLAMES

16 abril 2011

DISCOS

ALELA DIANE & WILD DIVINE. Alela Diane & Wild Divine.

Arte en familia.

Querida Alela, pequeña inquilina de los ríos y los bosques. Nos robaste el corazón con aquel gospel de piratas, con diamantes blancos, amores de madre, árboles alisos, sombras y hierba seca. Ahora has vuelto ¿y qué nos traes bajo el brazo?. El fruto de un trabajo en comunión. Decidiste de repente que no eras una sola alma, y ataste tu cabo con tiento al de los tuyos. Al de tus viejos amigos (Jason Merculief y Jonas Haskins), al de tu pareja (Tom Bevitori), al de tu padre (Tom Menig) y hasta al de un gato. Tú conviertes la música de nuestros tiempos en algo divino, ellos consiguen que suene salvaje. ¿Sabías que un tipo llamado Elvis Perkins hizo algo parecido a lo que tú has hecho?. Decidió dejar de ser un impar, poner una coletilla tras su nombre, abrir las alas y echar a volar.

Y mientras escucho la primera de las canciones, esa sorprendente “To Begin” (“it´s hard, it´s hard to help yourself when you don´t know where to begin” es una frase que me aplico) adivino que algo ha cambiado de verdad. Que el folk ha crecido ensachando su diámetro. Que la red ha cazado nuevos sonidos. Que el cuerpo se ha alimentado hasta la robustez. Aunque “Elijah” vuelva al cauce desnudo y simple de los discos del pasado, la primera impresión es la que vale. Y en efecto, tu tercer disco habla otros idiomas. Jamás conseguiré desligarte del influjo de aquellas voces, de June Carter, Joni Mitchell, Joan Baez y Vashti Bunyan, nombres que probablemente a ti te suben los colores y frente a los que no tienes nada que temer. Pero ahora también escucho ecos de otros lugares: escucho el eco de Lynyrd Skynyrd en “Of Many Colours”, el de The Doors en “Heartless Highway”, el de los hermanos Allman en “White Horse” o el de Neil Young en “Long Way Down”. Y finalmente acato la certeza de que ya no eres solo una cantautora folk: eres una mujer del rock.

El impacto de “The Pirate´s Gospel” (2006) y “To Be Still” (2009) fue instantáneo. He de serte sincera: he tardado en asimilar estas nuevas canciones. No quería que el campo se llenara de cemento, el agua de barcos ni el aire se volviera humo. Pero perseverando he llegado a entender que la fragilidad no es eterna. Y así rectifico y subrayo que este disco sigue teniendo muchas de las cosas que tenían los otros: la pureza que nos hace diferentes, la sensibilidad que nos hace humanos. Y en tu caso, la sabiduría que ojalá te convierta pronto en un clásico moderno.



Léelo también en: MY FEET IN FLAMES

12 abril 2011

DESCUBRIENDO A...

MATT COSTA

Esta vez toca hablar de un descubrimiento de hace algún tiempo, digamos algo así como más de un año. Un rastreo por youtube buscando otras cosas nos hizo toparnos con la populachera “Miss Magnolia”, aireada en directo en el festival Lollapalloza en compañía de Elvis Perkins In Dearland. Suficiente credencial para quitar el pestillo y abrir las puertas del hogar a este joven californiano de ascendentes portugueses, tan bien dotado para moldear los sonidos americanos como su colega Elvis. Iniciado en los circuitos locales de su Huntington Beach natal, el salto a la vida pública musical acontece en 2003 de la mano de Tom Dumont (No Doubt). A partir de ahí nacen un par de EPs de corto alcance y tres álbumes: “Songs We Sing” (2006), rutilante y variopinta puesta de largo; el más trabajado y producido “Unfamiliar Faces” (2008), que con canciones como “Mr. Pitiful” o la mencionada “Miss Magnolia” lo colocan en primera línea de salida; y el absorbente “Mobile Chateau” (2010), que supone dar un paso hacia delante en su carrera dando un paso hacia atrás en el tiempo, al espíritu de los sesenta.

La música de Matt Costa podría englobarse dentro del saco sin fondo del folk, pero no del todo. Porque sus canciones tanto pueden beber de la bossa nova como del blues o del pop con la firma Brian Wilson. Etiquetas parte, está claro que lo que sale del coco de este tipo son canciones bien armadas, sólidas, perdurables, a la vez que divertidas. ¿O qué es “Cigarrette Eyes” si no una canción en mayúsculas?.


06 abril 2011

DISCOS

R.E.M. Collapse Into Now.

En forma.

Y aquí están de nuevo R.E.M. Un icono universal, una leyenda en vida. Tan venerados en los circuitos independientes como en los más globales. Después de que “Reveal” (2001) y “Around the Sun” (2004) denotaran pequeños síntomas de agotamiento (normales por otra parte en carreras tan incansables y robustas), “Accelerate” (2008) vino a poner de nuevo las cosas en su sitio. Con este nuevo disco no hacen más que refrendar la recuperación, demostrando un estado de forma renovado para seguir caminando con pie firme hacia un futuro sin fecha de caducidad.

Collapse Into Now” (2011) se mantiene en los márgenes, enmarcado dentro de lo que los de Athens han sabido y querido hacer siempre. Por ello muchas de sus canciones suenan ampliamente familiares, como fotografías sacadas de álbumes antiguos, como amigos reecontrados muchos años después. Está claro que ellos no pretenden cambiar, ni tampoco es necesario. Porque R.E.M. pertenecen a esa especie de bandas que pueden mantener un sonido durante décadas sin que sea atacado por las polillas. Da igual que las guitarras rujan guerreras como en “All The Best”, “Mine Smell Like Honey” y “Alligator Aviator Autopilot Antimatter”, o que el cuerpo se relaje como en las deliciosas “Überlin”, “Oh My Heart” o “Me, Marlon Brando, Marlon Brando and I”. De una manera u otra, R.E.M. suenan a R.E.M. Es decir, a música a salvo de la hoja sanguinaria del verdugo. Es decir, a la música de siempre, esa con la que nacimos, crecimos y, posiblemente, moriremos.