28 diciembre 2005

REPORTAJES

TOM BARMAN & GUY VAN NUETEN.

El inquieto políglota y su amigo el pianista.

Cuando todavía uno anda sumergido en las mareas post-Deus comeback, la celestial casualidad sigue haciendo de las suyas. Esta vez deja caer entre las manos un legado delicado como el cristal, digno de los héroes del Renacimiento. Un verdadero hallazgo. Pecado mortal consentir que se pierda en el olvido. Tom Barman, el tipo que vendió su alma al diablo para no estarse quieto jamás, decidió un buen día emplear su hiperactividad creativa en unir su voz y su guitarra al sugerente piano del músico belga Guy Van Nueten, para hacer un homenaje dignísimo, elegantísimo y emocionantísimo a su pasión amiga, la música. Una gira que les llevó entre 2001 y 2004 a rodar juntos por muchos auditorios europeos, desembocando en Amsterdam, ciudad abierta. Un encuentro donde el desenfado y el respeto se conjugaron para que cada acorde fuera un sueño y cada estrofa una lección.

Nick Drake con “Riverman”, “Pink Moon” y “Fruit Tree”, David Bowie con “Memory of a Free Festival“, Serge Gainsbourg con “Le Poinçonneur des Lilas”, Randy Newman con “Lousiana”, The Velvet Underground con “Some Kinda Love”, Rogers & Hart con “My Funny Valentine”, Captain Beefheart con “Harry Irene”, J.J.Cale con “After Midnight”… Todos ellos fueron los invitados de excepción al banquete del recuerdo, a la vez que ídolos, a la vez que compañeros de camino. Y entre canciones ajenas y hermosas tomadas como préstamo para pagar el peso de la vida, versiones desnudas e inocentes de las propias, ésas que no existirían o no serían de ese modo sin la impagable inspiración de las anteriores: “Magdalena”, “The Magic Hour”, “Instant Street”, “Luxury”, “Serpentine”, “Right as Rain”, “Nothing Really Ends” o “If You Don´t Get What You Want”.

El antes y el después. Un eco íntimo, cálido y espontáneo. Y como conclusión final, la declaración de culpabilidad en primera persona (“Guilty”) que sólo se atreven a hacer los valientes o los que ya no tienen nada que perder. Tan sobrada de sinceridad que es capaz de transformar la admiración en un interminable escalofrío. Así soy yo, y así os lo he contado.

25 diciembre 2005

DISCOS

DEVENDRA BANHART. Cripple Crow.

Pájaro loco.

Devendra está de moda. Las flores, los bordados y el pelo largo han vuelto. Reacción contra-progreso. El hombre que quería ser pájaro brinda una nueva ofrenda a su madre la naturaleza y demás ancestros de la estirpe. “Cripple Crow” (2005) no ha perdido la pureza primitiva de los anteriores, pero esta vez las canciones se adornan con nuevos abalorios en forma de coros, violines, cellos, banjos, pianos, flautas traveseras, tablas y sitares. El resultado: la comunión del folk con otros viejos amigos como el rock, el soul, el tango y la música espiritual. Y el alma nómada del artista se mueve entre los tiempos con la misma facilidad que transita los lugares donde hay algo que aprender o algo que respirar; acercándose cariñosamente a Crosby, Still & Nash (“Now That I Know”), a Caetano Veloso (“Pensando en ti”), a Jefferson Airplane (“Long Haired Child”), a George Harrison (“Lazy Butterfly”), a Bob Dylan (“I Feel Like a Child”, “Chinese Children”), a The Mamas & the Papas (“When They Come”, “Mama Wolf”), a Gardel (“Luna de Margarita”) o a Otis Redding (“Little Boys”). Una dádiva para sitios, ritos y personas. Una forma de agradecer la vida que fluye de las cosas que son inertes. Un abrazo gigante que trata de abarcarlo todo con esas poderosas alas de cuervo castigado.

22 diciembre 2005

RETROSPECTIVAS

A CERTAIN RATIO. To Each…/Sextet.

Los boy-scouts del ritmo.

De Manchester al infierno. Unos se ganaron la fama, y otros cardaron la lana. A Certain Ratio fueron la apuesta arriesgada del sello Factory Records, sin olvidar al sufrido Viny Reilly (ver el
film de Michael Winterbottom “24 Hours Party People” para más detalle). Moviéndose siempre a la sombra de convecinos mejor avenidos (Joy Division, New Order, The Happy Mondays), pusieron en Flandes una pica que más tarde han recogido bandas como !!!, Rinoçerose o LCD Soundsystem.

Y es que no deja de sorprender que de unas mentes y dedos tan pueriles pudiera salir ese sonido rupturista, anárquico y retorcido que caracterizó su música (¿música?). Una tortilla punk-funky-jazz-étnica difícil de digerir al principio, pero que acabó alimentando a base de bien.

To Each…” (81) y “Sextet” (82) marcaron sus principios, la época en la que Simon Topping y Martha Tilson ponían las voces y la máquinas los ritmos. En el primero de ellos se aprecia la tendencia pendulante entre el rock oscuro y afectado de la época y el ansia por fusionar. Hay canciones que no se alejan demasiado de Joy Division (“My Spirit”, “Choir” y “Oceans”), con una voz de ultratumba que pasaría por la de Ian Curtis sin dificultad. Aunque en “Felch” y “Loss” ya empiezan a aparecer las trompetas lejanas, acompañando a los ritmos contundentes estroboscópicos. Pero sin duda lo suculento de este disco son los festines de percusiones en las interminables “Back to the Start” y “Winter Hill”. Y es curioso que esta última, todo un atracón de psicodelia tribal, sea quizá una de las mejores canciones de la banda prescindiendo total y absolutamente del bajo.

Sí, el bajo.. En “Sextet” es el rey. Los atronadores primeros acordes de “Lucinda” lo dejan claro. Más trompetas, más percusión, más ritmo. Y una iniciación a los elementos electrónicos ocultos. Martha Tilson cobra protagonismo en las voces peculiares y despistadas. La oscuridad sigue latente en temas como “Crystal” o “Rialto”, absolutamente claustrofóbicas. Y el funky más puro se manifiesta en algunos pasajes de “Below the Canal” o “Day One”, pero salpicado de saltos, giros y piruetas imposibles. “Slipskada” introducía un nuevo aire a las intenciones excéntricas del combo, con sus ridículos golpes de samba carnavalera. Aunque la canción fetén de este disco era sin duda “Knife Slits Water”, A Certain Ratio 100%; siete minutos de distorsiones vocales siniestras, desconcierto de bongos, martillos y maracas, y las cuatro cuerdas propinando latigazos en las entrañas.

El resto de la historia no fue lo mismo. Cambios decisivos en la formación y peregrinaje por sellos varios. Una banda perdida en medio de una nada relativa por su enconado interés en la experimentación, el caos y la indisciplina. Para el mercado, villanos. Para muchos, unos héroes.

19 diciembre 2005

DISCOS

COLDER. Heat.

Azul y negro.

Después de debutar satisfactoriamente con “Again” (2003), el galo Marc Nguyen parece haber cogido gusto a ésto, y lo que se suponía un pasatiempo ocasional del sello Output tiene su continuación en un nuevo trabajo que se hace llamar “Heat” (2005), pero que suena a azul, a negro, a hielo, a cuero, a nocturnidad. Bucles electrónicos, ritmos enlatados, descargas de guitarra y, cómo no, esas secuencias de bajo saturado que en canciones como “Losing Myself” o “To the Music” son como martillos hidráulicos. La voz, fría, distante y estática, se esconde tímida entre el resto, creando una atmósfera densa y susurrante. Escapismo. Movimiento repetitivo, esclavo e inconsciente. Desde el primer segundo, con la excitante “Wrong Baby”, hasta ese final cinematográfico que enlaza “Your Face”, “Fade Away” y “Burnt Out”, a cual más apetitosa y relajante. La elegante “Tonight” recuerda a una segunda parte del clásico “Confusion”, “Downtown” coquetea con el drum´n´bass y “On My Mind” refleja el punto intermedio exacto de una conversión de Joy Division (ésta vez sí) en Kraftwerk. Experimentos interesantes que demuestran que jugar con las máquinas, a veces, trae premio.

14 diciembre 2005

DISCOS

THE WALKABOUTS. Acetylene.

Los replicantes.

Chris Eckman y Carla Torgerson vuelven a calzarse las botas de cuero para pisar el asfalto. "Acetylene" (2005) invade de nuevo las autopistas del rock, dejando atrás el terciopelo, como colección de canciones surgidas del descontento y la rabia antisistema. Un álbum en el que las guitarras son las auténticas protagonistas, acotando incluso el terreno de esas dos maravillosas voces, rasgadas, pulcras, personales, diferentes y ante todo, complementarias. Un trabajo que consigue con éxito rotundo acercarse a los sonidos ansiados (Neil Young o Patti Smith), con temas redondos como “Kalashnikov”, “Fuck Your Fear” o “Acetylene”, asumibles a la primera, frescos como la novedad, familiares como si se hubieran escuchado antes. “Whisper” y “The Last Ones” rebajan las revoluciones de la réplica mirándose en un espejo en el que se reflejan sin remedio bandas como Low o Codeine. Y “Before the City Wakes” se asoma a las puertas del rock psicodélico de los 70 con insólito atrevimiento. Un disco directo y homogéneo. Rock en estado puro. Y todo desde Seattle, ciudad que aún está en el mapa, donde todavía se vive y se respira.

10 diciembre 2005

REPORTAJES

JEFF BUCKLEY: ¿QUÉ HUBIERA PASADO?.

Otro mito construído por el destino.

Eran los 90 y el grunge nos consumía. Buscábamos desesperadamente música a la que aferrarnos e ideas que defender. Nuestra personalidad pugnaba por definirse en medio de vacíos inmensos y agujeros oscuros. Un futuro incierto. Miedo a las decisiones. “Smells Like Teen Spirit” sonando una y otra vez en la cabeza…

Un buen día un amigo me dejó un disco. “Esto es lo más tremendo que vas a escuchar en toda tu puñetera vida” me dijo. En la portada, un chico aferrado a un micro, con la mirada perdida en la tierra, pensativo y desolado. Había que escucharlo. Era diferente. No era fácil. Canciones cargadas de aspereza y tosquedad, pero también de un sentimiento colmado que al principio no llegué a comprender. “No, no quiero complicarme la vida. No quiero pensar. No quiero llorar”.

El disco se llamaba “Grace”, y se quedó en la estantería durante algún tiempo, meses, años. Aparcado, pero no olvidado. En la primavera del 97 una noticia oída en la radio o en la televisión (no recuerdo bien) decía que el río Misisipi se había tragado la vida de ese chico triste. De repente me sentí culpable. Culpable no sé de qué. De no haberle dado la oportunidad merecida, a lo mejor. El disco volvió a caer entre mis manos, en mis oídos, en mi cabeza, y entonces me dí cuenta de que ya no había marcha atrás. Y entonces mi vida se complicó, me dio por pensar y me dio por llorar.

“I´m not afraid to die, but it takes so slow..”. ¿Era resignación o era una llamada de ayuda?. Leía las letras de cada canción todos los días. Sueños y premoniciones. ¿Él lo sabía?. ¿Él realmente lo quería?. Hay varias leyendas al respecto. El hecho es que hoy, después de casi una década, muchos nos seguimos preguntando qué hubiera pasado si todo aquello no hubiera sucedido.

Hipótesis personal 1: el disco “Grace” sigue apolillado en la estantería de mi habitación. Se publica su segundo trabajo, al que apenas me interesa prestar atención, pese a la insistencia de mi amigo, fan devoto incontestable.

Hipótesis personal 2: el disco “Grace” sigue apolillado en la estantería hasta que el nombre de Jeff Buckley aparece en el cartel de un festival de verano. Entonces lo rescato y me pongo a oirlo pacientemente, encontrándole su verdadera fuerza, y rindiéndome ante él después de un memorable, encoraginado y emotivo concierto en un macroescenario.

Hipótesis general 1: después de la benévola acogida de “Grace”, la publicación de su segundo trabajo supone una pequeña decepción, incapaz de superar la intensidad del primero, defenestrado por la crítica a las primeras de cambio y condenado a un olvido relativo, insalvable pese a la publicación postrera de un tercer, cuarto y quinto discos ridículamente minoritarios.

Hipótesis general 2: después de la benévola acogida de “Grace”, la publicación de su segundo trabajo lo consagra, fichando por una multinacional que lo convierte en la gallina de los huevos de oro, carne de emisora y de estadio, de limusina y portada de revista.

Es difícil apostar por una hipótesis. Aunque hay algunas pistas que se mueven a favor de un Jeff Buckley en ascensión creativa. Los bocetos de “Sketches from My Sweetheart The Drunk” (98) así lo demuestran. Sin embargo, su temperamento dubitativo y temeroso, disfrazado de broma y sonrisa, ¿hasta dónde hubiese resistido?. Seguramente hoy sería un gran artista, con un gran repertorio, sometido a la presión de la mutación, pero fiel a sus pautas de composición y a sus referentes clásicos irrefutables. Pero ¿pasaría de ser sencillamente uno más?. Es un misterio. Un misterio sin respuesta exacta, pero con una posible respuesta aventurada: seguramente no. Las circunstancias hacen al mito. El mito se crea por el paso del tiempo o por la desgracia. En este caso por lo segundo. Muchos se interesaron (nos interesamos) por este personaje por lo extraño y desventurado de su historia, esa mezcla de duda, tragedia y romanticismo que envuelve siempre una pérdida temprana. Pasó con Hendrix, con Joplin, con Morrison, con Lennon o con Cobain. Son casos parecidos, aunque diferentes. El de Buckley se tiñe todavía más oscuro por el hecho de ser accidental, estúpido y no premeditado, y más amargo por el hecho de ser repetitivo dentro de su clan.

Pero, ¿realmente fue accidental, estúpido y no premeditado?. La mayoría de las voces vivas aseguran que sí. Eso sí que es un auténtico interrogante que ya no tendrá respuesta, ni teórica ni exacta.

Barajar todas estas posibilidades simplemente es un juego. Un ejercicio infantil para matar el tiempo que nos sobra por no tener nuevas canciones que escuchar de un tipo que quería dar su alma pero no encontró a quién…

RETROSPECTIVAS

TALKING HEADS. Remain in Light.

Ingeniería afrodisiaca.

Empezaron con improvisaciones toscas y casuales en el CB GB, cuna de la contracultura neoyorkina, y acabaron como símbolo de culto estético y musical. Culturetas de serie B deconstruyendo las estructuras sistemáticas lineales y queriendo ser modernos. De esta manera llegaron a un público difícil, consumidor de música adictiva y radical, pero a la vez abierto a la experimentación y el cambio.

Con "Remain in Light" (80), la banda de David Byrne alcanzaba la cúspide de una trayectoria marcada por la innovación del punk, acercándolo más que nunca a los sonidos negros. La producción superlativa a cargo del ilustre Brian Eno convierte este disco en una obra de ingeniería del ritmo, una noria caleidoscópica que ensambla a la perfección el funk de James Brown o Sly Stone con escalas orientales, ritmos calientes y psicodelia. Basta sumergirse en los bucles guitarreros con aromas polinesios de “Born Under Punches (The Heat Goes On)” para empezar un apasionante viaje a través del laberinto. El festín de percusiones de “Crosseyed and Painless” se agarra a la cabeza y al cuerpo como una lapa, mientras que “The Great Curve”, con su tam-tam frenético, dibuja una extraña carrera de relevos donde todos pugnan por colaborar, en una sucesión gloriosa de octavillas y riffs superpuestos. “Once in a Lifetime” bautiza otro de esos estribillos míticos de la banda, y en “Houses in Motion” las recias líneas de bajo que marca Tina Weymouth navegan por un río de mantras y seda. “Seen and Not Seen” es la puerta de entrada a un sistema de circuítos integrados donde el reggae y el funky se sincronizan a la perfección, y la legión de autómatas sigue presente en “Listening Wind”, con la voz de Byrne en distorsión metálica y distante. El desenlace apocalíptico y mortuorio de “The Overload” recuerda la oscuridad de compañeros coetáneos de viaje como The Cure o Bauhaus.

Un disco mínimo, pero abrumadoramente intenso. Una muestra de heterodoxia, disfunción y talento imprescindible para inquietos.

09 diciembre 2005

CONCIERTOS

dEUS. Madrid. Sala Copérnico. 2-12-2005.

El retorno soñado.

La vuelta de los belgas a la actualidad musical y a los escenarios ha sido, sin duda, el gran acontecimiento del 2005 para muchos. Después de haber andado dedicados desde finales de la década pasada a otros campos del arte y la lúdica (hay curiosidad por ver “Any Way The Wind Blows”, el largometraje coral urbanita dirigido por Tom Barman), “Pocket Revolution” (2005) ha sido la excusa para un reencuentro celebrado. Y han vuelto por todo lo alto, con una nueva formación en la que sólo subsiste la presencia magnética de Barman y las virguerías de Klaas Janzoons con el violín eléctrico. Mauro Pawlowski se consolida a las guitarras y a la voz (adaptable a todo matiz, blues, melódica o hardcore según se tercie). Stéphane Misseghers en la batería y Alan Gevaert al bajo completan un nuevo quinteto que funciona como arma de precisión, apuntando y dando donde más duele.

Empezaron tranquilos (decía Tom) como suelen acostumbrar, con “Pocket Revolution” y “Magdalena”, que fueron suficientes para aventurar un concierto omnipotente. La prontitud y efectividad de “Instant Street” y de la sorprendente “Fell Off the Floor, Man” (tocar esta especie de canción-collage como la tocaron sí que es para nota) dejaban claro que iba a ser una noche para recordar. Y el presagio se quedaba corto. Temas nuevos de la intensidad de “Start Stop Nature” y “If You Don´t Get What You Want” acompañados de grandes clásicos como la refulgente “Via” o esa apoteosis avant-jazz que es “W.C.S (First Draft)”, en la que la conjunción vocal Barman-Pawlowski alcanzaba lo insuperable. Los problemas técnicos, a los que parecen estar abonados (y Tom se quejaba de ello sin perder la cordialidad), hacían acto de presencia en “The Real Sugar”, que se quedó en un eco lánguido lejano. Breve bypass para echar un pitillo y vuelta al torrente de vatios, encadenando una segunda parte si cabe más animal, sublime y rompedora donde “Put the Freaks Up Front”, “Sun Ra” y “What We Talk About” pusieron los colores intensos y “Nothing Really Ends” y “Serpentine” el color pastel. Por su parte, “Theme from Turnpike” ya se había erigido como momento absoluto de la velada, acicalada de ritmos y electricidad, envolvente, sórdida, oscura y diabólica (“New Jersey Turnpike riding on a wet night” uff) , seguida de cerca por “For the Roses” y “Little Arithmetics” como flashes de fuego y hermandad. La locura final corría a cargo del mítico himno “Suds & Soda” y de “Bad Timing”, hipnótico y único bis de la noche, que reventaron los muros de la abarrotada Copérnico, los cuerpos y los tímpanos.

La máquina está limpia, cuidada y en funcionamiento. La máquina se mueve. Deus existe. Aleluya.

REPORTAJES

CUATRO AÑOS SIN JAMES. Resurrecciones imaginarias.

Hace ya cuatro años que el incontestable Tim Booth decidía poner fin a la aventura de una banda que nació y creció en Manchester, en medio de la vorágine descontrolada de unos ochenta que parecen no querer abandonarnos. Se fueron en su segundo o tercer momento de gloria, después de publicar uno de sus mejores trabajos, el sabroso “Pleased To Meet You” (2001), dejando un himno de principios (“getting away with it all messed up, that´s the living”) y una gira de despedida memorable. Echando un vistazo a ese último concierto de su historia, uno se pregunta si el mundo no está definitivamente al revés: los que vuelven no pueden aunque lo intentan; los que pueden no quieren volver a intentarlo.

Comenzaron siendo una banda atípica con una atípica forma de enfocar el rock; más que rock, ese punk desenfadado y abierto a agentes externos que ya se habían encargado de homologar mitos como The Clash. “Stutter” (86) y “Strip-mine” (88) alegaban entusiastas manifiestos rebeldes sin orden ni concierto. De aquella época ha perdurado el estribillo sobre el tipo que ardía en llamas (“Johnny Yen”), pero aquellos discos esconden muchos tesoros secretos que no desmerecen (“Why So Close”, “Scarecrow” o “Medieval”, por citar alguna).

Gold Mother” (90) significó una clara frontera entre el antes y el después, dejando entrever un plato a plena cocción dentro de una olla express de inspiración. Canciones como “Come Home”, “Sit Down” o “Top of the World” lo rubrican. Y después llegó el momento de culminar la audacia, desmarcarse y definirse, surgiendo los gloriosos “Seven” (92) y “Laid” (93). El nombre de James aparecía ante el mundo, como una bailarina girando y girando en una caja de música. Entonces se fraguaron éxitos que hoy siguen sonando como cortes imprescindibles de la banda sonora del día a día: “Born of Frustration”, “Sometimes”, “Say Something”, “Ring the Bells”, “Laid” o “Sound”. Imposible desterrarlas del laberinto de las meninges.

“Whiplash” (97) supuso un nuevo reto, una ventana abierta a nuevos aires. Aunque no fue tan bien acogido, estaba igualmente repleto de tentaciones fulgurantes y traicioneras: “Waltzing Along”, “She´s a Star” o “Tomorrow”. Es verdad que “Millionaires” (99) resultó ser un experimento no muy bien enfocado, pero el retorno con el ya mentado “Pleased to Meet You” les devolvía a la senda de la coherencia. Las tribulaciones y las historias del señor Booth, mitad cuentacuentos, mitad predicador, volvían a florecer en la escena y en el recuerdo, como ráfagas de viento fresco que devuelven las ideas al estado primitivo de la inocencia, al pasado, a las experiencias que sabes que viviste, pero no recuerdas cuándo ni dónde. El sonido de una trompeta haciendo eco entre montañas… all this frustration, all this frustration…

Así que ése fue el último episodio de un relato bien contado. Su paseo final por nuestro país antes del desenlace (Festival de Benicasim 2001 y sala La Riviera de Madrid) pasó a los anales como una sucesión de imágenes, sonidos y palpitaciones imborrables que vuelven de vez en cuando, incluso cuando no son invitadas. El último show, recogido en el DVD “Getting Away With It..Live” (2002), muestra a unos James que se marchan tranquila y templadamente, con la dignidad como bandera, y con la lección bien enseñada y aprendida. Tim Booth (voz), Saul Davis (guitarra y violín), Mark Hunter (teclados), Jim Glennie (bajo), Adrian Oxaal (guitarra), Michael Kulas (guitarra) y Dave Bayton-Power (batería). Sin alardeos ni lágrimas. Sin pena ni arrepentimiento. Mirando hacia delante, y sabiendo que lo que queda atrás seguirá estando ahí para quienes deseen recordar.

Cuatro años de ausencia y siguen vivos. Sonando en el coche, en la oficina, en los bares y en la cabeza. Sonando en todas partes. Sonando siempre. “Sometimes.. when I look deep in your eyes I swear I can see your soul”.

07 diciembre 2005

DISCOS

STUART A. STAPLES. Lucky Dog Recordings 03-04.

Retrato de un hombre en la intimidad.

Dejando a un lado (transitoriamente) a los Tindersticks, la trémula voz de Staples vuelve para contar otras historias desde la aparente apatía de la soledad. En este experimento Stuart se viste la bata y las zapatillas de andar por casa, y la magnificencia orquestal de su banda se convierte en susurros, intimidad e imperfección. Rozando a veces el límite de la improvisación y el lo-fi, “Lucky Dog Recordings” (2005) transita en todas las direcciones a la vez. Desde los paisajes de banda sonora que tanto le gustan en “Somerset House” y “Marseille´s Sunshine”, hasta el gospel encubierto en “Live Come a Long Way”. Y entre medias, pellizcos de folk intenso en “Say Something Now”, de rock sureño en “Shame on You”, de funky meloso en “Untitled” y unas simpáticas gotas de jazz en “People Fall Down”. “She Don´t Have To Be Good To Me”, milimétricamente emotiva y perfecta, desprende polvo del desierto en la línea de los mejores Calexico. Solo, pero no abandonado: David Boulter, Neil Fraser, Terry Edwards o Yann Tiersen respaldan el manifiesto de un hombre lúcido, sabio y honesto al que no se le agotan los recursos.

DISCOS

EDITORS. The Back Room.

Otra joya en la corona.

Surgidos de la nueva y boyante escena británica, Editors se suman a la fiebre revivalista de los tiempos. Sin poder desligarse del parentesco sonoro fácil con Interpol, “The Back Room” (2005) es un nuevo telón de acero electrificado, con graffittis que homenajean a los clásicos del género (Echo & the Bunnymen, Joy Division, The Chameleons). Canciones directas y afiladas como “All Sparks”, “Someone Says” o “Munich” consiguen introducir la melodía en un agujero de oscuridad hecho a medida. Aunque es el medio tiempo lo que verdaderamente bordan; “Camera” trenza una red de psicodelia casi etérea con ayuda de sintetizador rudimentario y tremenda línea de bajo, y “Open Your Arms” serpentea hasta convertirse en canción de cuna para una noche de insomnio. Inspiración y fuerza. Simple, nada novedoso, pero sorprendentemente efectivo.
Presentación. Este es un blog que surge, como tantos otros, sin pretensión alguna. Simplemente para dar cabida a toda una serie de informaciones, sensaciones y opiniones compartidas sobre el universo que nos sostiene: la música. Nace de la necesidad de expresión y del deseo de crear. Así pues, nada es objetivo y todo es libre. A todo el que se acerque a este nuestro universo, bienvenido.