TALKING HEADS. Remain in Light.
Ingeniería afrodisiaca.
Empezaron con improvisaciones toscas y casuales en el CB GB, cuna de la contracultura neoyorkina, y acabaron como símbolo de culto estético y musical. Culturetas de serie B deconstruyendo las estructuras sistemáticas lineales y queriendo ser modernos. De esta manera llegaron a un público difícil, consumidor de música adictiva y radical, pero a la vez abierto a la experimentación y el cambio.
Con "Remain in Light" (80), la banda de David Byrne alcanzaba la cúspide de una trayectoria marcada por la innovación del punk, acercándolo más que nunca a los sonidos negros. La producción superlativa a cargo del ilustre Brian Eno convierte este disco en una obra de ingeniería del ritmo, una noria caleidoscópica que ensambla a la perfección el funk de James Brown o Sly Stone con escalas orientales, ritmos calientes y psicodelia. Basta sumergirse en los bucles guitarreros con aromas polinesios de “Born Under Punches (The Heat Goes On)” para empezar un apasionante viaje a través del laberinto. El festín de percusiones de “Crosseyed and Painless” se agarra a la cabeza y al cuerpo como una lapa, mientras que “The Great Curve”, con su tam-tam frenético, dibuja una extraña carrera de relevos donde todos pugnan por colaborar, en una sucesión gloriosa de octavillas y riffs superpuestos. “Once in a Lifetime” bautiza otro de esos estribillos míticos de la banda, y en “Houses in Motion” las recias líneas de bajo que marca Tina Weymouth navegan por un río de mantras y seda. “Seen and Not Seen” es la puerta de entrada a un sistema de circuítos integrados donde el reggae y el funky se sincronizan a la perfección, y la legión de autómatas sigue presente en “Listening Wind”, con la voz de Byrne en distorsión metálica y distante. El desenlace apocalíptico y mortuorio de “The Overload” recuerda la oscuridad de compañeros coetáneos de viaje como The Cure o Bauhaus.
Un disco mínimo, pero abrumadoramente intenso. Una muestra de heterodoxia, disfunción y talento imprescindible para inquietos.
Ingeniería afrodisiaca.
Empezaron con improvisaciones toscas y casuales en el CB GB, cuna de la contracultura neoyorkina, y acabaron como símbolo de culto estético y musical. Culturetas de serie B deconstruyendo las estructuras sistemáticas lineales y queriendo ser modernos. De esta manera llegaron a un público difícil, consumidor de música adictiva y radical, pero a la vez abierto a la experimentación y el cambio.
Con "Remain in Light" (80), la banda de David Byrne alcanzaba la cúspide de una trayectoria marcada por la innovación del punk, acercándolo más que nunca a los sonidos negros. La producción superlativa a cargo del ilustre Brian Eno convierte este disco en una obra de ingeniería del ritmo, una noria caleidoscópica que ensambla a la perfección el funk de James Brown o Sly Stone con escalas orientales, ritmos calientes y psicodelia. Basta sumergirse en los bucles guitarreros con aromas polinesios de “Born Under Punches (The Heat Goes On)” para empezar un apasionante viaje a través del laberinto. El festín de percusiones de “Crosseyed and Painless” se agarra a la cabeza y al cuerpo como una lapa, mientras que “The Great Curve”, con su tam-tam frenético, dibuja una extraña carrera de relevos donde todos pugnan por colaborar, en una sucesión gloriosa de octavillas y riffs superpuestos. “Once in a Lifetime” bautiza otro de esos estribillos míticos de la banda, y en “Houses in Motion” las recias líneas de bajo que marca Tina Weymouth navegan por un río de mantras y seda. “Seen and Not Seen” es la puerta de entrada a un sistema de circuítos integrados donde el reggae y el funky se sincronizan a la perfección, y la legión de autómatas sigue presente en “Listening Wind”, con la voz de Byrne en distorsión metálica y distante. El desenlace apocalíptico y mortuorio de “The Overload” recuerda la oscuridad de compañeros coetáneos de viaje como The Cure o Bauhaus.
Un disco mínimo, pero abrumadoramente intenso. Una muestra de heterodoxia, disfunción y talento imprescindible para inquietos.
1 comentario:
A partir de que Carmen me pidio que le grabara los Talking Heads en cd para escucharlos en el coche, ha pasado lo que tenía que pasar; que ahora me he vuelto a enganchar a esta genial banda y no se los quiero dar. Y como en el coche es uno de los sitios donde mejor aprecio los discos, pues ahora me parecen aún mejores de lo que eran (mas aún?). Tremendas absolutamente todas las canciones, todas; cuanto esconden. Obra total de ingenieros del sonido (claro). Deberían estar entre los 10 mejores de la historia (grupos), pero no puede ser, aunque supongo que se situan en el 11 o 12. TREMENDOS (aunque ya sabemos quien era el culpable de todo).
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