16 diciembre 2009

CONCIERTOS

PRIMAVERA CLUB MADRID 2009

Gran hermano.

Por segundo año consecutivo el Primavera Club desembocaba en Madrid. Y por segundo año la capital se llenaba de buena música en unas fechas en las que el top lo copan los insufribles villancicos, poniendo en bandeja un desfogue alternativo a todas esas cosas que acostumbra a hacer el madrileño (y el turista) cuando asoma diciembre. Qué bueno es tener donde elegir. Pero qué traicionera es la dispersión. El popurrí de salas y horarios en esta edición ha marcado distancias insalvables, obligando a empollarse un mapa imaginario, poner en marcha un cronómetro virtual y renunciar a ciertos placeres. Aún así, no hay mucho que oponer. Que la marca Primavera acerque al centro peninsular su ingenio y buen gusto artístico es toda una bendición, y como tal se agradece. Y es que estos festivales hermanos, versión primaveral y otoñal, gozan de un sabor especial: el sabor de la cercanía y la intimidad, de sentirte parte del pastel, de ver a tus ídolos frente a frente, a tu lado y sobre la tierra. Y gracias a ello suceden cosas muy curiosas: como intercambiar saludos con Devendra, hacer de brújula de Tobias Nathaniel, casi ser arrollado por un presuroso Alan Sparhawk o compartir la cola del baño con la bajista de Cass McCombs. Y por supuesto, lo más personalísimo y modernísimo de la especie en Madrid y España estaba allí presente (Christina Rosenvinge incluida). Estas son las impresiones de una sospechosa habitual que tomó foto mental en perspectiva.

TED LEO & THE PHARMACISTS (Neu!. Jueves): Ted Leo puede que sea el novio perfecto para los amantes del punk-rock. Para los no tan aficionados al género la propuesta aburre. Repleto de tópicos manidos, su concierto fue una taladradora en las sienes, con algún momento vibrante echado a la basura ipso-facto con un cambio de ritmo impertinente. No hubo tregua contra el ruido y la gente se divirtió, pero había cosas más interesantes que abordar. Como el que vino después.


CASS McCOMBS (Neu!. Jueves): Y el de después era el tímido y fotosensible Cass McCombs. Fiel a su bautismo como revelación con sabor a clásico no defraudó, exhibiendo abiertamente sus tres dones. Primero: esa voz de mil recursos, personal e intransferible. Segundo: esos dedos de artesano, capaces de modelar los acordes más cálidos en su Stratocaster. Tercero: la mutabilidad de un repertorio que abruma. “Don´t Vote” rezumó elegancia, “Dream-Come-True-Girl” reverdeció aquellos maravillosos cincuenta y el doblete leonino (la nervuda “Lionkiller” y la ceremonial “Lionkiller Got Married”) lo apostillaron como el geniecillo que es. Solo le falta creérselo y perder el miedo.

LITTLE JOY (Círculo de Bellas Artes. Jueves): A la “banda favorita del mundo” de Devendra Banhart (lo dice él, no yo) no le hacen justicia sus grabaciones. En vivo suenan a otra cosa, a pura fiesta, a los mejores años sesenta. Y es que con dos bajos y dos guitarras bien se puede. Aunque su concierto se pilló en el desenlace (el metro es rápido, pero no hace milagros), dejaron una sensación brillante, con el Strokes Fabrizio Moretti engullido por la gracia del resto de la banda y Rodrigo Amarante emplazado a la siguiente sesión como parte de los Grogs.

DEVENDRA BANHART & THE GROGS (Círculo de Bellas Artes. Jueves): Una de las grandes cosas de Devendra es lo feliz que es. O al menos lo feliz que parece. Su actitud hilarante y positiva se contagia. Pero aquel primer Devendra hippy y asilvestrado pasó a mejor vida; ahora es el timón de un barco llamado rock´n´roll, en el que viajan su eterno amigo Noah (grandioso guitarrista) o Gregorio, ese baterista salvaje con vozarrón de impresión. Y aunque hubo tiempo para un poco de funky (“Baby”), un poco de folk (“Mama Wolf”), un poco de disco (“16th & Valencia Roxy Music”) y un poco de reggae (“Foolin’”), el titular general del show reza como la misma nave: rock´n´roll. Las vomitonas a lo Black Sabbath y Led Zeppelin que se marcaron en “Diamante” y “Rats” todavía zumban en los oídos.

PORT O´BRIEN (Círculo de Bellas Artes. Jueves): Los californianos aterrizaron en Madrid en formato cuarteto, para pena de los que ansiaban escuchar la voz de Cambria. Y para los que tienden a compararlos con Arcade Fire, ahí va un desmentido: el único parecido entre ambas bandas es el peinado de sus frontmen. Tienen canciones de nivel (“Stuck on a Boat”, “Oslo Campfire” y “My Will Is Good” deslumbraron), pero pierden chicha en el medio tiempo. Claro que el apoteósico desenlace borró de un plumazo el resto del concierto: “I Woke Up Today” convertida en una auténtica rave folky, con el escenario a reventar de invitados anónimos. Momentazo.

THE SOUNDTRACK OF OUR LIVES (Joy Eslava. Viernes): Los suecos son pura apología de los setenta en pleno siglo XXI. Nadie como ellos para resucitar los clichés de otras épocas, para limpiar el polvo a los tics de The Who, The Stooges, Kiss o Led Zeppelin. Su limitado set se basó mayormente en el reciente “Communion”, con una “Second Life Replay” convertida en el cénit épico de la velada. Del pasado solo recuperaron dos, pero qué dos: “Bigtime” y “Sister Surround”. A veces pecan de excesiva megalomanía, pero está claro que sus vitaminados shows consiguen lo que se proponen: divertir. No hace falta más que seguir el juego al enorme Ebbott y a sus dos descacharrantes guitarristas.


SR. CHINARRO (Círculo de Bellas Artes. Viernes): El señor Antonio Luque, o como dice un amigo con gracia, “er Bill Callaján andalusí”, es ya toda una institución en la historia de nuestro indie. Por este motivo, un concierto como este, de autohomenaje y retrospectiva celebérrima, queda que ni pintado. Con el solemne acompañamiento de batería, bajo y violoncello fueron cobrando forma todas las añejas: “Desilusión”, “Sal de la Tarta”, “Informe para un Barco Vikingo”, “El Libro Gordo de Peut-Etre”, “El Trébol de 3 k”, “Quiromántico”, “El Idilio” o “Santa Teresa”. Y la historia se pudo palpar en una hora de surrealismo hecho canción, donde no faltaron anécdotas y chascarrillos. Que Antonio, detrás de esas nuevas y pobladas barbas, también estuvo de lo más sembrado como entertainer. Hasta amagó riffeando el “Lionkiller” de Cass McCombs.

THE BLACK HEART PROCESSION (Círculo de Bellas Artes. Viernes): Toma 1. Los californianos no juegan a ganar; por eso quizá dejaron en el tintero algunas de sus más valiosas composiciones para dar cancha a un nuevo trabajo (“Six”) que se aleja de la gloria para abrazar el trámite, con “Wasteland”, “All My Steps”, “Drugs”, “Heaven and Hell” o “Suicide” como puntos remarcables de un set teñido de la solemnidad esperada. Su calidad es indiscutible, la voz de Pall Jenkins insuperable y la nueva sección rítmica de diez. Pero faltaron los clásicos, salvando una “Tropics of Love” que marcó la diferencia.

KURT VILE & THE VIOLATORS (Wurlitzer Ballroom. Viernes): La sala de la calle de las Tres Cruces es toda una cruz para aquellos que quieran ver un concierto en condiciones decentes. Espacio hiperlimitado, caótico sonido y como tengas que ir al baño ya puedes rezar. Pero quizá ese es el ambiente que pega a este melenudo Kurt Vile y sus amigos, una especie de Velvet Underground tejana con soplidos de un Bob Dylan extenuado, una pandilla de frikis de instituto con fuego en las venas y chiribitas en la cabeza. Su propuesta es altamente satisfactoria, arriesgada y muy doctoral. Experimentación y rock con tintes clásicos y perspectivas de futuro. Sobresaliente para el tipo de las gafas y sus impagables solos de saxo y armónica.

TARA JANE O´NEIL (Joy Eslava. Sábado): A veces no hace falta demasiado para que la música acampe en los corazones, se cuele por las grietas de la mente y paralice los sentidos. Simplemente una guitarra, un ritmo latente, unas tímidas luces, una voz de cristal. Tara Jane dio en la Joy una de esas lecciones minimalistas e introspectivas que no se olvidan. Blandió con orgullo la espada de la honestidad, con su hoja brillando indulgente en maravillas como “Howl”. Y cuando parecía que la dama era invisible, de cartón piedra o un espejismo, emergió para repartir panderetas y cascabeles, y nos hizo cómplices de una “Dig In” interminable y mágica. Impresionante.

THE BLACK HEART PROCESSION (Joy Eslava. Sábado): Toma 2. Otro escenario, otra hora, otro sombrero para Jenkins. Pero exactamente el mismo set. Y el despistado Tobias sigue enfundado en su anorak. Mejor sensación que en el Círculo de Bellas Artes, mejor sonido (al fin pudo percibirse el eco de su artefacto estrella: la sierra y el arco). Pero exactamente el mismo set. “Release My Heart”, “Square Heart” y “Tropics of Love” volvieron a dar esa vidilla agonizante entre los surcos espesos del malévolo “Six”. Y Pall abrió su corazón al público (mucho más numeroso y agradecido que un día antes), con toda suerte de comentarios personales sobre vicios varios. Tobias Nathaniel (piano, teclado, percusión, guitarra) y Matt Resovich (percusión, teclado, violín, voces) ratificaron que tanto valen para planchar un huevo como para freír una camisa. Y aunque son una banda superlativa, la ausencia de cambios en el repertorio impidió la apertura de la puerta grande.

THE PASTELS (Círculo de Bellas Artes. Sábado): Para muchos (los grandes fans, haberlos haylos), la reunión de los escoceses era uno de los acontecimientos de este Primavera. A mí nunca me convencieron. Decidí darles esta oportunidad por James McNew (Yo La Tengo), que un día dijo tenerlos entre sus bandas favoritas de todos los tiempos. Y es que a veces Yo La Tengo se ponen muy Pastels. Pero no hay color. Porque la voz de Stephen no es la de Ira, ni la de Katrina es la de Georgia. Sonaron mal, muy mal (trompeta y flauta inexistentes) y a ratos troquelaron el ambiente de tedio incontenible. Solo les salvó ese penúltimo ramalazo post-punk, que resucitó a Ian Curtis con un chasquido de dedos.

RETRIBUTION GOSPEL CHOIR (Círculo de Bellas Artes. Sábado): Comenzaron con corbata y mocasín y terminaron a pecho descubierto. El nuevo proyecto de Alan Sparhawk junto a Steve Garrington (bajo) y Eric Pollard (batería) nada tiene que ver con Low, aunque de algunas de sus canciones se nutra el repertorio (brutales “Breaker” y “Take Your Time”), alicatándolas de electricidad y animalismo. Su propuesta se adentra en un terreno pantanoso entre el emo, el grunge y el hard rock, sin concesiones al respiro, sin tregua vital. Una intensa hora para quitarse espinas adolescentes, de redención y exorcismo, de posible sanación para un Sparhawk al que nunca debieron dar de alta en el hospital. A ratos causaba verdadero miedo, mordiendo las cuerdas de su Gibson y declamando como un enviado del diablo. La fórmula es simple como el mecanismo de un chupete, pero de una intensidad legendaria. Por algo fueron los más aclamados del festival y los únicos con honor de bis.


www.primaveraclub.com

29 noviembre 2009

DISCOS

THE DODOS. Time to Die.

A la caza del animal.

Que The Dodos fueron una de las sensaciones de año pasado, está claro. Que son como los primos hermanos de Animal Collective, también es cierto. Que este “Time to Die” (2009) no supera a su antecesor, el aclamado “Visiter” (2008), es otra verdad como un piano. Vayamos por partes. Los discos de este dúo, ahora transformado en trío, son frescos y penetrantes, pero su verdadero carné de identidad es un directo vertiginoso y epatante, como demostraron en el pasado Primavera Club. Mucho tienen que ver con el colectivo de moda de Baltimore, en el concepto y las formas: melodías inmaculadas, ritmos imposibles, virajes inesperados y un punto de locura juvenil. Aunque The Dodos suenan mucho más nítidos y enfocados, permitiendo el discernimiento de cada instrumento (no utilizan demasiados) con clarividencia absoluta. A veces adolecen de una semejanza exagerada, con tufillo a copieteo: pongan en el reproductor “Two Medicines”, nueve de cada diez oyentes reconocerán erróneamente a Panda Bear y compañía. Si su anterior LP mostraba un abanico interminable de posibilidades, “Time to Die” prescinde de los sugerentes retales de dos minutos de aquel, yendo al grano de la canción bien construida y quizá demasiado indagada. Tras la frenética “This Is a Business” pierde fuelle como un sprinter en alta montaña, solo recuperado en los brotes finales de “A Time to Die”. Pese a todo, se cuentan momentos disfrutables (“Small Deaths” y “Fables” son una delicia) y se presta a la práctica de un deporte de alto riesgo: el de seguir las baquetas erráticas y revolucionarias de ese asombroso portento llamado Logan Kroeber.

www.dodosmusic.net


28 noviembre 2009

DISCOS

THE FLAMING LIPS. Embryonic.

Orfebrería progresiva.

Se dice, se comenta, se rumorea que el próximo proyecto de The Flaming Lips será una revisión completa de “Dark Side of the Moon” de Pink Floyd. Pues mira por donde, todo encaja. Porque los de Oklahoma, resurgiendo de sus presuntas cenizas, se han sacado de la manga toda una sinfonía progresiva, su gran ópera rock. Sorprendiendo a propios y extraños y superando los síntomas de agotamiento, “Embryonic” (2009) los despierta del letargo, erupcionando en los oídos como un volcán, borrando de un plumazo la fantasía y el dibujo animado. Empieza muy Silver Apples, virando después al universo Pink Floyd para acabar sabiendo a Led Zeppelin. Y sin ser un disco (o mejor dicho, doble disco) de canciones, abre y cierra con dos de sus temas más sublimes, rotundos y pegadizos en años: “Convinced of the Hex” y “Watching the Planets”. No, no es un disco de canciones: es un todo, una sucesión de movimientos estudiados y ensamblados donde no sobra casi nada, solo el incómodo punto y coma de “Virgo Self-Esteem Broadcast”. Capas y capas de sonido donde todo tiene su espacio: bajos saturados, pedales wah-wah, arpas, samplers, orquestas enlatadas y artillería electrónica para dar y tomar. Pura obra de orfebrería. Dicen las crónicas que Wayne Coyne, Steven Drozd y Michael Ivins han firmado su mejor disco desde el mítico “The Soft Bullletin” (99). Opinión irrefutable y suscrita desde ya.

www.flaminglips.com


22 noviembre 2009

DISCOS

DOMINIQUE A. La Musique/La Matière.

Gigante infinito.

Aquí está. Otra vez. El bueno de Dominique ha vuelto. Nunca se marchó del todo. Estuvo en la cabeza, rondando con su calva presencia, con sus emotivas franco-historias, en la boca cada vez que se trataba de hablar de la música favorita. Se ha dicho en cientos de ocasiones: el galo es el perfecto sucesor de mitos como Brel o Gainsbourg. Es su mensajero en nuestra era. Pero tiene una personalidad propia, un saber estar, un saber componer, un poder de adaptación que ni los añejos mantuvieron del todo ni los noveles pueden igualar. Dominique es único. Y lo vuelve a demostrar.

Más difícil todavía. Si “L´horizon” (2006) ponía el listón en el Olimpo, aquí la jugada se desdobla, en dos volúmenes relacionados pero independientes. “La Musique” es el disco, “La Matière” es el extra. Pero inspeccionando meticulosamente, la materia gana por la mano a la música, aunque ambos deben comprenderse como el todo de un genio ilimitado. En este doble trabajo el genio muestra todas sus bazas, sus atrevimientos, sus mil y un recursos. Y todo en un solo movimiento, en un grandioso compendio que recoge las travesuras infantiles de “La Fossete” (92), la encarnizada batalla de “Remué” (99) o la poesía intrínseca de “Auguri” (2001). Se adivinan cajas de ritmos, efectos ProTools, cacharros de juguete, sonidos cocinados en 32 pistas de soledad, empleados para iluminar poses elegantes (“Le Sens”, “Les Garçons Perdus”, “Valparaiso”, “Il Ne Dansera Qu´avec Elle”), burbujas asfixiantes (“Qui-est tu?”, “Bel Animal”), latigazos de hardcore al estilo del paisano Michel Cloup (“Je Suis Parti Avec Toi”, “Hotel Congress”, “La Verité”), exquisitos montajes de indietrónica (“L´entretemps”, “Rendez-vous Avec La Matiére”) o piezas de synth-pop rescatadas del olvido ochentero (“La Musique”, “Seul le Chien”). Y eso no es todo: el gigante Dominique también puede sacar de su productiva chistera un tango (“La Fin d´un Monde”), una nana country (“Fatigué”), una cinematográfica balada folk (“Barbara de Kalvalid”) o un poco de folclore gitano con saludo en castellano (“Hasta Que el Cuerpo Aguante”). “La Musique/La Matière” (2009) anuncian en titulares la infinita calidad de un maestro y la inagotable capacidad de un músico conspicuo y mágico. También la tremenda generosidad de un hombre que, en tiempos de escasez, es capaz de dar dos tazas en lugar de solo una.

www.commentcertainsvivent.com

21 noviembre 2009

REPORTAJES


ROCKDELUX. 25 cumpleaños.

Ni contigo ni sin ti.

La revista Rockdelux, santo grial del indie universal, biblia de melómanos alternativos y vademécum de intelectuales varios, cumple este mes 25 años. Y en conmemoración de tal evento su número 278 recoge un resumen de la primera década del nuevo siglo, plagada de esas listas que tanto gustan a Santi Carrillo y compañía. La Rockdelux ya forma parte de nuestra vida cultural y musical. Y pese a abordar al quiosquero con ilusión cada primera semana de mes, y eso un mes tras otro, es imposible concluir quién o qué mueve los hilos. A veces la adoro, a veces la odio. A veces la leo de modo ávido y recalcitrante, a veces paso de ella como si fuera el panfleto de ofertas del Carrefour. A veces aplaudo, a veces discrepo. A menudo le sobran páginas y le falta humildad. A menudo se excede en tecnicismos y en el uso obsesivo de la palabra o etiqueta de moda. A veces las crónicas esperadas llegan demasiado tarde. Últimamente hay demasiadas entrevistas, largas parrafadas llenas de divagaciones pero vacías de contenido. Pero lo que está claro es que, hoy por hoy, es lo que hay. La oferta de buenas publicaciones musicales en nuestro país (tangibles, en papel, en carne) es tan pírrica que la información selecta funciona así, casi en régimen de monopolio. Y muchos, ansiosos de esa información que se puede tocar, que se puede oler, somos esclavos de la marca. Mea culpa por incluir cada mes en mi cesta de la compra los 5,10 euros, que dicho sea de paso, resisten estoicamente los efectos IPC. Así pues, hagamos un pequeño homenaje (también crítica, cómo no) a esta publicación, icono de la resistencia musical nacional escrita, abordando ese ora apasionante, ora desconcertante tomo plateado 278.

Antaño la portada era el reclamo máximo de la RDL cada mes. Si la portada te decía algo la comprabas, si no pasabas. Ahora es bien distinto. Al final el síndrome melomaniaco te arrastra a tragar en primera plana a personajes ciertamente irritantes: Peter Doherty, Carla Bruni, J de Los Planetas, Scarlett Johanson… En sus bodas de plata la RDL hace un repaso a todas las portadas de la década. Y echándoles un vistazo (recuerdo perfectamente las que tengo y las que no) puede uno hacerse una idea de los devaneos de las tendencias en los últimos diez años. Sin embargo, hay dos rotundos vencedores: Tom Waits y Radiohead. Tres portadas, tres. También puede presumir de haber chupado portada Nacho Vegas, con dos propias y una compartida (con la Rosenvinge, of course). Les seguirían Belle & Sebastian, The Magnetic Fields, Primal Scream, The Strokes, Jarvis Cocker, Ira Kaplan y Jack White, con dos cada uno. Y luego están esas portadas para enmarcar, esas a las que dan ganas de besar, por lo oportuno y/o entrañable, las colocadas en el montón de las favoritas: Yo la Tengo (nº 171), PJ Harvey (nº 179), Nick Cave (nº 184), Dominique A (nº 190), Jeff Buckley (nº 201), Smog (nº 210), Joy Division & New Order (nº 229), Lambchop+Yo la Tengo (nº 243), Elvis Perkins (nº 253) o Neil Young (nº 273).

Pasemos a hablar de discos. A la lista de los 100 internacionales de la década se le puede sacar tanto jugo como cuestionarla. Que “Merriweather Post Pavillion” de Animal Collective sea el number one es algo que se hubiera firmado antes de desprecintar la revista, después de tan intensos meses de mimos, alabanzas y cacareos. Los otros 99 muestran un poco de todo, confirmando dos cosas: 1º) que el hip hop y la cultura urbana han ganado páginas y puntos para los redactores en estos años, 2º) que con los clásicos eternos no hay quien pueda (Bob Dylan, Scott Walker, Robert Wyatt, Tom Waits, Lou Reed…). Hay álbumes cuya presencia no admite discusión: “LCD Soundsystem” de LCD Soundsystem, “Third” de Postishead, “Xtrmntr” de Primal Scream, “A Ghost Is Born” de Wilco, “Kid A” de Radiohead, “Funeral” de Arcade Fire, “Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus” de Nick Cave & The Bad Seeds, “Auguri” de Dominique A o Is This It” de The Strokes serían algunos ejemplos. Los hay inmediatamente borrables, aunque no daremos nombres por respeto. Y los hay que están en el lugar de otros que lo merecen más: por ejemplo, ni “Murray Street” es el mejor disco de la década de Sonic Youth, ni “And Then Nothing Turn Itself Inside-Out” el mejor de Yo la Tengo, ni “Yoshimi Battles the Pink Robots” el de The Flaming Lips ni “Rock Action” el de Mogwai; ni “Things We Lost in the Fire” es el mejor de Low, ni “Songs in A&E” el mejor de Spiritualized, ni “Desperate Youth, Blood Thristy Babes” el mejor de TV on the Radio ni “Chore of Enchantment” el mejor de Giant Sand. Pero para gustos los colores. Ya lo dice Santi Carrillo en la editorial: “Cada uno podrá aplicar su factor de corrección particular a las listas en base a sus propias exigencias”. Concedida la prerrogativa, añado a la selección los 25 siguientes:

Amore del Tropico” de The Black Heart Procession
Grinderman” de Grinderman
Woke on a Whaleheart” de Bill Callahan
Let It Come Down” de Spiritualized
Négatif” de Benjamin Biolay
“Elvis Perkins in Dearland” de Elvis Perkins in Dearland
The Shepherd´s Dog” de Iron & Wine
I Am Not Afraid of You and I Will Beat Your Ass” de Yo la Tengo
Ten Stones” de Wovenhand
Gulak Orkestar” de Beirut
Heroes to Zeros” de The Beta Band
Feast of Wire” de Calexico
Walking with Thee” de Clinic
The Coral” de The Coral
Yellow House” de Grizzly Bear
´Sno Angel Like You” de Howe Gelb
Turn on the Bright Lights” de Interpol
R.O.C.K.Y.” de The Married Monk
Friend and Foe” de Menomena
Seventeen Stars” de The Montgolfier Brothers
Close to Paradise” de Patrick Watson
Whip It On” de The Raveonettes
Behind the Music” de The Soundtrack of Our Lives
Return to Cookie Mountain” de TV on the Radio
Fires in Distant Buildings” de Gravenhurst

En cuanto a los 60 discos nacionales, están todos los que son: desde Los Planetas a Atom Rhumba, pasando por Chucho, Nacho Vegas, Manta Ray, Nosoträsh, Sr. Chinarro, Josele Santiago, Refree, Astrud, Migala o Mishima. Toda una década de nombres patrios, tanta cal como arena. Menos mal que no faltan Cuchillo y Nisei.

Al apartado de singles hay que dedicarle un punto y aparte, amén de una colleja como un piano. Incomprensiblemente para una revista que intenta o pretende mostrar un conocimiento alternativo, la elección de canciones cada año supone el regalo de alguna estupidez anti-académica. Incluir en las listas de singles a Beyoncé, Britney Spears y las Ketchup podría tener su gracia en un contexto de humor e incorrección política. Pero los que defienden a la RDL como una publicación seria y centrada se ven bastante incomodados por estas frivolidades. La lista de 15 singles de la década anda en esa lamentable línea: solo se salvan “Hey Ya!” de Outkast, “Losing my Edge” de LCD Soundsystem y “Hard to Explain” de los Strokes. Y quizá, quizá, siendo generosos, “Take Me Out” de Franz Ferdinand.

En lo referente a conciertos, solo estuvimos presentes en cuatro de los que se citan (Devendra Banhart en el Primavera Sound 2004, Portishead en el Primavera Sound 2008 y Neil Young y My Bloody Valentine en el Primavera Sound 2009). En los tres primeros casos hay que corroborar una inclusión acertada. En cuanto a Kevin Shields, sería el gran vencedor en una inventada categoría de “torturas”. También vimos a Edwyn Collins con Roddy Frame y a Leonard Cohen, aunque ambos en Madrid, dos emocionantes momentos de la década sin duda. Y pensando en más conciertos memorables de todos los vividos en estos diez años me vienen a la mente algunos más: Massive Attack, Yo la Tengo, Dyonisos, The Cure, Radiohead, Tindersticks, The Swell Season, Yann Tiersen, Dominique A, Spiritualized, dEUS, Nick Cave & The Bad Seeds, Mogwai, Wilco, Iggy & The Stooges… Han sido tantas experiencias inolvidables (intensa década de directos la nuestra) que es muy difícil hacer un balance objetivo.

Las listas sobre cine y literatura (no todo es música) resultan ciertamente inopinables: los hay que en estos ámbitos no prestamos atención a las cosas del hoy, sino a las del ayer. Pero sienta muy bien encontrar entre las mejores películas joyitas como “In the Mood For Love” de Wong Kar-wai, “Last Days” de Gus Van Sant, “24 Hours Party People” de Michael Winterbottom y los documentales “No Direction Home. Bob Dylan” y “The Devil and Daniel Johnston”. Y también sienta de maravilla encontrar “Blancas Bicicletas” de Joe Boyd entre los mejores libros.

Quizá este número aniversario debería haber incluido también un resumen de los mejores momentos de la revista en sus diferentes secciones. Por ejemplo, la sección “Revisión”, ese magnífico apartado que con criterio exquisito y puntería de francotirador ha ido sacando del baúl de los recuerdos a muchos nombres sagrados en cualquier discografía (The Feelies, Led Zeppelin, Orange Juice, Joy Division, The Cramps, Magazine, Throwing Muses, A Certain Ratio, The Doors, The Sonics, Lee Hazlewood, Van der Graaf Generator, The Stranglers, The Triffids, Japan o Siouxie & The Banshees), arrojando luz sobre la oscuridad y abriendo la puerta de nuevo hacia el hermoso ayer.

Sí, como muy bien relata Pablo Gil en su escalofriante análisis sobre los efectos del “clic prodigioso”, la primera década del siglo ha sido la de la muerte de la industria musical, la de la despersonalización de la creatividad, la del consumo y almacenaje masivo de estímulos sonoros. El mp3 (ese quebradizo capullo, como dice mi amigo Elvis) nos ha atrapado y sometido, sacrificando el romanticismo a cambio del conocimiento impersonal y compulsivo. En este contexto resulta esperanzador observar cómo la RDL sobrevive plena de forma y color (y con su clásico CD mensual), como pieza tangible de un mundo (el musical) que se diluye en formatos milimétricos. ¿Sobrevivirá al auge sin freno de la literatura electrónica y la prensa digital?. Que así sea.

16 noviembre 2009

CONCIERTOS

ELLIOTT MURPHY & THE NORMANDY ALL STARS. Toledo. Círculo del Arte. 14-11-2009.

Descubriendo a un genio.

Elliott Murphy es ese músico que siempre ha ocupado el discreto lugar de la sombra. A la sombra de los grandes del rock, de compañeros de generación y en ocasiones amigos. A la sombra de Bob Dylan, de Bruce Springsteen, de Mark Knopfler o Neil Young. Pero el polifacético señor Murphy no debe dinero a nadie; en su multidisciplinar caminar por una existencia llena de estímulos (negativos, positivos) y como el célebre Johnny Applesed, ha ido arrojando pequeñas semillas en forma de hermosas canciones por acá y por allá. Y esas canciones merecen una escrupulosa atención. Canciones a las que puede etiquetarse de clásico popular con total legitimidad, dispuestas y organizadas para ocupar un lugar de privilegio en la historia. Canciones que en vivo suenan familiares, entrañables y cercanas como si fueran la banda sonora de los actos cotidianos de la vida. Canciones que, compartidas con los amigos visitantes, convierten una noche de sábado en toda una celebración. España en general y Toledo en particular tienen sus cosas; y mientras una marabunta acudía al mismo local una noche antes para ver a Love of Lesbian, solo unos cuantos acudimos a la irresistible llamada del otro tío Murphy. Contados privilegiados en un marco litúrgico incomparable. Si San Vicente levantara la cabeza…

De nuevo se contrasta la teoría: en música, los veteranos son un seguro de caución impepinable. Apenas dos acústicas (idénticas, por cierto), bajo y batería para hacer magia. A la destreza con las cuerdas, intensa voz y dominio de la armónica de Elliott hay que sumar el valor añadido que aportan los Normandy All Stars: Olivier Durand (guitarra), Laurent Pardo (bajo) y Alan Fatras (batería). Interés singular despertó el bueno de Olivier: su tremenda exhibición de guitar hero sureño y sus inverosímiles virguerías dieron un color diferente a cada tema y despertaron la inconfesable adoración de algunos (y de algunas). Y así, entre la satisfacción por el plan bien escogido y el efecto dominante de la música bien hecha, fueron brotando las manzanas. Apareció “Last of the Rock Stars” y dijimos “esta es la nuestra”. Llegó “On Elvis Presley´s Birthday” y nos acordamos de otros Elvis. Sonaron “Come On Louan” y “And General Robert E. Lee” y las canturreamos como si las conociéramos de siempre. Y en medio de los bises las luces se encendieron, la banda se desenchufó y se fundió con nosotros, y pudimos palpar con los dedos “Anastasia”, “Drive All Night” y “Twist and Shout”. Y con nuestras voces nos convertimos en el quinto elemento. Y con eso y “Rock Ballad” terminó la más gratificante de las experiencias y empezó otra: la de comentar la jugada entre risas y alcohol, la alegría compartida con la música aún latiendo en las entrañas y la jurada devoción a un genio descubierto tarde, pero justo a tiempo.

Crónica dedicada a Rous, Mary Jo y Roberto.

www.elliottmurphy.com

04 noviembre 2009

RETROSPECTIVAS

JOAN BAEZ. Joan Baez.

Joyas de los sesenta (5º parte).

Ay, el folk… Reducto de intimidad en medio del caos irresoluble o causa del caos en medio de la desidia creciente. El folk vale para todo: para lanzar el beso o para lanzar la piedra. He aquí la dama de hierro del folk, pieza eterna de imaginería, de culto para los “revolucionatas” del mundo. Los sesenta se estrenaron con las invectivas de una mujer con cara y voz de ángel. El gran Coppini decía que eran malos tiempos para la lírica; yo digo que son malos tiempos para la política. Dejemos a un lado las reivindicaciones, la lucha contra el subterfugio, el lado más pretencioso y politizado del folk. La experiencia nos ha demostrado que el arte no puede más que causar placer, para nada cambiar el curso de los tiempos. ¿Queda algún romántico todavía por ahí?. Si lo hay, que diga algo o calle para siempre. Hablemos de Joan Baez solo como artista. Hablemos de su arte solo como arte. Hablemos de este debú solo como regalo. El mágico regalo de la postal tradicional, del rezo milenario, de la confesión de las entrañas. Qué diantre, el mágico regalo de la música. Esa guitarra punzante. Esa voz que avasalla desde la dulzura. El impacto de la ligereza en “Silver Dagger”, “East Virginia”, “John Riley” y ese himno campestre de manual llamado “All My Trials”. El llanto único del blues en “House of the Rising Sun”. El escozor polvoriento del country en “Wildwood Flower” y “Rake and Rambling Boy”. Y la cruda y calcinante historia que en “El Preso Número Nueve” muestra a la dama al otro lado de la frontera. Quedémonos con la belleza de la dicción, de las notas y los sonidos, con su extraordinario poder catalizador. Busquemos el equilibrio en nosotros mismos, dejemos de luchar contra los demás. Y vivamos de una vez en paz.

www.joanbaez.com


28 octubre 2009

CONCIERTOS

PETER MURPHY. Madrid. Heineken. 26-10-2009.

Cita con el príncipe de las tinieblas.

Es un hecho necesariamente asumible que el tren Bauhaus pasó. Oportunidades perdidas en La Riviera y Oporto ya no volverán aunque, al contrario que Bela Lugosi, el príncipe de las tinieblas siempre seguirá vivo. Peter Murphy ha optado finalmente por centrarse en su mundo, y su mundo es plena actualidad a la par que recuerdo, ambivalencia clásica a la par que experimento. La idea global de su concierto en Madrid es la confirmación de que la escuela de la oscuridad sigue de moda en la sombra. Y mientras los licenciados se sobreexcitan con el epitafio de una muerte anunciada y la bocina de un nuevo barco que llega a puerto, los aprendices absorben como esponjas el discurso de un chamán que, pese a haber guardado en el ropero el glamour terrorífico de antaño, mantiene su elegancia intacta. Gran exhibición y sobredosis de intensidad para empezar la semana.

Y en lo que a la que suscribe atañe, hay que confesar que la discografía de este hombre es como un océano negro y profundo en el que para nada vale la experiencia nadadora. Quizá por eso el cuerpo principal del show, sujetado por vigas de hormigón (gigantescos amplificadores ocupando medio escenario) y huidizo de facilidades, fue un duro empeño para superar la apnea. Y entre brazadas torpes y respiración en deceso aparecieron “I´ll Fall With Your Knife”, “Marlene Dietrich´s Favourite Poem”, “Huuvola” y “Deep Ocean, Vast Sea” aportando un poco de oxígeno. Los más modernos Bauhaus emergieron en “Too Much 21th Century”, rescatada del último y no bien ponderado “Go Away White” (2008). Y también se hizo visible (audible) un John Lennon con forma de sirena latiendo en “Instant Karma”. Enhorabuena, señor Murphy, por su buen gusto tomando canciones a préstamo.

Pero en alguna lápida estaba escrito que el gran momento serían los bises. Y así fue. Oh, sí, aire, aire fresco. “Strange Kind of Love”, majestuosa, sutilmente atada al apéndice de “Bela Lugosi Is Dead”, destapó la jodida caja de Pandora. La mecha se convirtió en llamas con “The Passion of Lovers” y “She´s in Parties” (por fin, Bauhaus en todo su esplendor) y en incendio descontrolado con las versiones más esperadas: “Ziggy Stardust” y “Transmission”. En la segunda tanda aparecieron “Cuts You Up” y la muy enigmática versión de “Space Oddity”. La tercera no parecía previsible tras una interactiva despedida llena de agasajo y amor, pero haberse evaporado entre el humo y las cenizas haciendo vacío al sonoro eco de “All Night Long” hubiera estado feo. Y es que, lejos de los socorridos títulos nobiliarios de padrino gótico, estigma influyente del rock contemporáneo o príncipe de las tinieblas, el tío Murphy es ante todo un caballero. Que aprenda Morrissey, por ejemplo.

www.petermurphy.info


25 octubre 2009

CONCIERTOS

BOWERBIRDS. Madrid. Neu! Club. 24-10-2009.

Arte natural.

Fueron una de las renuncias inevitables en el pasado Primavera Sound. Y alguien escribió que allí el sonido fue tan nefasto que era imposible concluir si tocan bien o mal. Confirmado: saben tocar. Es más, lo hacen de maravilla. Aunque lo que verdaderamente llama la atención es que sean capaces de expedir tanta pureza y belleza con un equipaje tan rústico. La máxima frugalidad de sus canciones se traspone al directo. Guitarras de segunda mano sujetas de un cordel, que reposan sobre su funda esperando el turno. Ya no sé si siguen viviendo entre árboles y pájaros, pero ésa es la sensación que dan: la de unos tipos en absoluta armonía con el mundo. Una gente tan natural como sus vecinos de cabaña.

Y no pudieron arrancar con más acierto, con dos de las favoritas: “My Oldest Memory” y “Crooked Lust”. Y en un plis ya tenían a la sala entera en el bolsillo. Momento éste el adecuado para hacer un pequeño homenaje a la afición madrileña: un público que, cuando quiere, es capaz de arropar y espolear al artista hasta el infinito, dándole un cariño que el músico recibe por lo general con los brazos abiertos. Éstos acabaron obligados a repetir por segunda vez y brindar la demandada “Bur Oak”, habiendo exprimido su repertorio casi hasta la última gota. Antes había transcurrido una hora de hipnosis folk, al vaivén mecedor del primitivo fingerpicking y la gran voz del simpático Phil Moore y con la sensual Beth Tacular basculando entre teclado y acordeón. Ahora gira con ellos un nuevo y barbudo baterista que sabe bien lo que se trae entre manos, llenando de magia el puente de la conmovedora “Ghost Life” y el desenlace de “Silver Clouds”, y rehogando con mimo los compases imposibles de “Dark Horse”. Y en esa hora de hipnosis folk también tuvieron su lugar el folclore pseudo-cíngaro de “In Our Talons”, la oda a dos voces de una “Beneath Your Tree” que sonó todopoderosa, la savia relajante de “Northern Lights”, esos acongojantes episodios de acordeón en “Ticonderoga” o las construcciones impolutas de "Teeth" y "House of Diamonds". Incluso se marcaron, sin miedo, una “Bright Future” a pelo y desamplificada, poniendo a prueba la acústica de la Neu!, elevada por Phil con generosidad a la categoría de teatro. Una hora larga de bienestar que podía haber durado toda la noche. Naturalmente, Bowerbirds.

www.bowerbirds.org
www.myspace.com/bowerbirds

05 octubre 2009

DISCOS

YO LA TENGO. Popular Songs.

El último viaje del expreso de Hoboken.

Como ya se dijo en su día, está visto y comprobado que Yo La Tengo lo tienen todo. Bueno, mentira: todo excepto límites. Su último (que no definitivo) viaje recorre bastantes kilómetros, pasando por estaciones ya visitadas y con paradas en destinos nada extraños, como Detroit o el lado oscuro de la luna. "Here to Fall" hace sonar la bocina de partida al más puro estilo Pink Floyd, como una gema de rock perfeccionista de los setenta; los más que estimables arreglos de orquesta la convierten en una de las grandes de este disco. Pero el órdago a la progresividad está en el tridente final, en los 9:39, los 11:25 y los 15:54 de "More Stars than There Are in Heaven", "The Fireside" y "And The Glitter Is Gone", respectivamente. Sí, hablamos de minutos y segundos, de concienzudos tours de force, de pruebas de paciencia para el oído medio (el oído añejo ya está acostumbrado a las idas de pinza de Kaplan y compañía). La primera es casi post-rock, pura tristeza contemporánea; la segunda sí que es Pink Floyd 100%; y la tercera es aquel lapidario e interminable intro que inauguró su soberbio show en el pasado Primavera Sound, poniendo la adrenalina a cocción.

Por lo demás, "Popular Songs" (2009) responde a la perfección a su título: una muestra de los sonidos populares made in Yo La Tengo, sin experimentos arriesgados ni bombásticas sorpresas, sin cosas que no hayamos escuchado antes. "Avalon or Someone Very Similar" o "All Your Secrets" se enmarcan en el canon de canción pop de la banda, ese pop que clavan como antaño lo hacían Belle and Sebastian. En "If It´s True" (deliciosos arreglos también) y "Periodically Double or Triple" se cuela su última pasión confesada: el soul, los aires de Detroit y la Motown. Y de soul también está hecha "I´m on My Way", momento de gloria vocal (casi por regla, hay uno en cada álbum) de James McNew. Cancha merecida para un tipo que, al margen de sus andanzas con el matrimonio Kaplan-Hubley, tiene un currículum casero y súper-lo fi la mar de interesante bajo el nombre de Dump.

Y como en todos los largos de Yo La Tengo hay una canción que pasa a la historia de repertorios, misceláneas y canturreos, la elegida aquí sería "Nothing to Hide", píldora de garage que vuelve a traer a cuento Detroit por el sabor sucio de esas guitarras tan Stooges. No es un farol: es el tema perfecto para formar trío con "Tom Courtenay" y "Sugarcube", y la pieza que perdurará cuando el disco pase de moda. Porque "Popular Songs" no estará en el saco de "Painful" (93) o "I Can Hear the Heart Beating As One" (97) sino más bien en el de "And Then Nothing Turned Itself Inside-Out" (2000) o "Summer Sun" (2003): el saco de los discos de Yo La Tengo necesarios pero no imprescindibles.

www.yolatengo.com


02 octubre 2009

AGENDA (Revisada)

GRANDES OFERTAS DE OTOÑO.

Me and my autumn sweater.

El cuerpo me pide agenda. Sí, qué curioso: recién pasada por bisturí y con más puntos que el Madrid en la Champions me debería pedir reposo, pero no, me pide agenda. Porque después de un verano que ha sido el colmo de la racanería y el aburrimiento (salvado in extremis por Leonard y Elvis), la caída de la hoja es la caída de lo exiguo, el fin de la parálisis (que no era permanente), la vuelta a las andadas y los viajes a la "capi". Resurgen los eventos, los nombres interesantes en las paredes, esos festivales de mil y un formatos, y se avecina un otoño-invierno de lo más cálido y agradable. Hay mucho donde elegir; veamos una muestra.

FESTIVALES

FIZ 09: En Zaragoza, días 9 y 10 octubre. Mogwai, Rufus Wainwright, Los Planetas, Russian Red, The Sunday Drivers, Love of Lesbian, Catpeople, Mark Eitzel, Franz Nicolay, Bigott, etc.

MONKEY WEEK: En El Puerto de Santa María (Cádiz), entre el 9 y el 12 octubre. En el apartado musical: Silver Apples, Wire, Los Coronas, Heavy Trash, Josh Rouse, Howe Gelb, Kitty, Daisy & Lewis, entre muchos otros.

I KNOW I´M JUST A SINGER-SONGWRITER (BUT I LIKE IT) FESTIVAL: En Madrid, sala Joy Eslava, 14 y 15 octubre. Nacho Vegas, Mark Eitzel, Franz Nicolay, Josh Rouse, Christina Rosenvinge, Victoria Williams & Simone White.

TWODAY FESTIVAL: En Salamanca y Valladolid, los días 6 y 7 noviembre respectivamente. Camera Obscura, Iván Ferreiro, Christina Rosenvinge, Sidonie, Second, Russian Red, La Bien Querida, Lagartija Nick, etc.

HEINEKEN GREENSPACE: En Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia, del 17 al 20 de noviembre. Micah P. Hinson, The Pains of Being Pure at Heart, Atlas Sound, The Duke & The King.

PRESENTACIÓN TANNED TIN- En Madrid y Barcelona, entre 12 y 15 de noviembre. Damien Jurado, Tiny Vipers, Early Day Miners, Dean & Britta, Spectrum, Dawn Landes, The Third Eye Foundation, etc. Por confirmar salas y precios.

PRIMAVERA CLUB 09: En Madrid y Barcelona, del 9 al 13 de diciembre. A Place to Bury Strangers, Devendra Banhart, The Soundtrack of Our Lives, Retribution Gospel Choir, The Black Heart Procession, Cass McCombs, Port O´Brien, Cymbal Eat Guitars, David Holmes, Marissa Nadler, Jason Molina/Will Johnson, Scout Niblett, Tara Jane O´Neil, Sr. Chinarro, The Pastels, The Ladybug Transistor, etc.

GIRAS

GIRLS + SWANTON BOMBS- 3 octubre. Barcelona. At La.
4 octubre. Madrid. Moby Dick.

WIRE- 7 octubre. Barcelona. La (2).
8 octubre. Madrid. Ramdall Music Live.

JOAN AS POLICE WOMAN- 7 octubre. Sevilla. Sala Malandar.
8 octubre. Madrid. El Sol.

THE MARY ONETTES- 8 octubre. Madrid. Círculo de Bellas Artes.
12 octubre. Vigo. La Fábrica de Chocolate.
13 octubre. Málaga. Centro Cultural Ollerías.
14 octubre. Zaragoza. Centro Cívico.
16 octubre. Barcelona. La (2).
17 octubre. Tarragona. Sala Zero.

KEN STRINGFELLOW- 8 octubre. Zaragoza. La Lata de Bombillas.
9 octubre. Madrid. Siroco.
10 octubre. Barcelona. La (2).

CASTANETS- 8 octubre. Vic (Barcelona). Sala Jazz Cava.
9 octubre. Bilbao. Jimmy Jazz.
10 octubre. Madrid. Nasti.
11 octubre. Don Benito (Badajoz). Rincón Don Pío.

BILLY BRAGG- 14 octubre. Madrid. Galileo Galilei.
15 octubre. Barcelona. Bikini.

JEREMY JAY- 13 octubre. Murcia. Auditorio Victor Villegas.
15 octubre. Madrid. Neu!.

WILLARD GRANT CONSPIRACY- 14 octubre. Barcelona. Sidecar.
16 octubre. Madrid. Moby Dick.

THE MAGNOLIA ELECTRIC CO.+THE HANDSOME FAMILY- 20 octubre. Cádiz. Aulario La Bomba.
21 octubre. Madrid. Heineken.
22 octubre. Alicante. Mint.
23 octubre. Barcelona. Apolo.
25 octubre. Mallorca. Teatro Lloseta.

THE DRONES- 21 octubre. Barcelona. La (2).
22 octubre. Madrid. Moby Dick.

BOWERBIRDS- 22 octubre. Barcelona. Sidecar.
24 octubre. Madrid. Neu!.

YOUNG FRESH FELLOWS- 16 octubre. Bilbao. Kafé Antzokia.
24 octubre. Madrid. El Sol.

ELLIOTT MURPHY- 22 octubre. Bilbao. Kafé Antzokia.
23 octubre. Oviedo. Teatro Filarmónica.
1 noviembre. Murcia. Auditorio Victor Villegas.
6 noviembre. Madrid. Círculo de Bellas Artes.
7 noviembre. Ávila. Sala por confirmar.
14 noviembre. ¡Toledo!. Sala por confirmar.

NICK CAVE- 24 octubre. Barcelona. Casino L´Aliança.

PETER MURPHY- 26 octubre. Madrid. Heineken.
27 octubre. Barcelona. Bikini.

RICHMOND FONTAINE- 27 octubre. Madrid. El Sol.
28 octubre. Valencia. Matisse.
29 octubre. Bilbao. Kafé Antzokia.

KINGS OF CONVENIENCE- 1 noviembre. Madrid. Teatro Circo.
3 noviembre. Vigo. Centro Cultural Caixanova.
7 noviembre. San Sebastián. Teatro Victoria Eugenia.

DEPECHE MODE+SOULSAVERS- 12 noviembre. Valencia. Feria.
16 y 17 noviembre. Madrid. Palacio de los Deportes.
20 y 21 noviembre. Barcelona. Palau Sant Jordi.

MICAH P. HINSON- 17 noviembre. Madrid. Teatro Circo.
18 noviembre. Barcelona. Bikini.
19 noviembre. Bilbao. Santana 27.
4 diciembre. La Coruña. Teatro Colón.
7 diciembre. Santander. Palacio de Festivales.

BASIA BULAT- 18 noviembre. Madrid. El Sol.

ANDREW BIRD- 21 noviembre. Madrid. Joy Eslava.
24 noviembre. Barcelona. Apolo.

Es hora de sacar el calendario y empezar a escoger. En la foto Peter Murphy porque ya es fijo.


20 septiembre 2009

CONCIERTOS


ELVIS PERKINS IN DEARLAND. Madrid. Heineken. 18-9-2009.

Su peso en oro, su peso en pena.

Hagamos un experimento: metamos en la batidora a Buddy Holly, Woody Guthrie, Bob Dylan, Van Morrison, Nick Drake, Tom Waits, Elliott Smith, Jeff Buckley, Paul Simon, Donovan y Cat Stevens, y pongámosla en marcha. La mezcla se llama Elvis Perkins. Un tipo con una tremenda historia a sus espaldas, historia que ya todos sabemos. No hay medio informativo que no lo de a conocer sin basarse en ella. Cambiemos de tema, ¿no?. Hay que reconocer que a Elvis lo envuelve un aura de misterio, que despierta una ternura especial por su circunstancia, una empatía irremediable, ganas de darle un abrazo y decirle “lo siento”. Sus canciones exhiben un apasionante mundo interior, se clavan como puñales, tocan el alma, incitan a la reflexión y sirven de autoayuda. Pero cara a cara, la cosa es bien diferente: nada de cantautor (a él no le mencionen la expresión, la odia) de cabeza gacha, melancólico y derrotista. En persona Elvis es un tipo gracioso y espontáneo, con cara de pillín, con unas ganas locas de pasarlo en grande. La historia de cada cual es para siempre, y está claro que él nunca dejará de ser el chico con la espina en el costado. Pero su discreta, heroica y elegante huida hacia delante es casi tan encomiable como su calidad lírica y musical. Ha nacido un clásico, ha nacido una estrella.

Y no hablen de él como Elvis Perkins a secas, hablen de Elvis Perkins In Dearland. Hagamos un monumento a sus simpáticos colegas (Brigham, Wyndham y Nicholas, bonitos nombres), esos tres soles, esos tres encantos, brillantísima banda maximizadora de recursos (guitarra, Hammond, armonio, trombón, bajo, contrabajo, saxo, batería, bombo de hombre-orquesta, armónica, flautín y pandereta), animadora de festejos y transmisora de energía. Ellos dan a la música de Perkins el influjo que merece, la engrandecen poderosamente, arropando y cuidando a su amigo (uno más entre ellos, por cierto) como si fuera el hermano pequeño. El resultado de su comunión artístico-afectiva no puede ser más rico y variado, navegando por los siete mares de la música popular americana (gospel, blues, folk, country, soul, R&B y rock´n´roll) con una pulcritud exuberante, compartiendo con todos las vivencias de ese palpitante viaje, enseñándolo en pequeñas instantáneas color sepia. Viendo la actitud del conjunto en escena, nadie diría que están hablando de tristeza, muerte, soledad, la Biblia y el juicio final. Pero sí, hablan de ello y de qué manera más brutal. Con vehemencia y sentimiento, expulsando al diablo en cada grito, Elvis canta cosas como “I can´t hold my life in the march on glory”, “what am I if bound to walk in chains ´til I die”, “do you ever wonder where you go when you die?”, “black is the colour of my blood”, “when I go to heaven, I swear you will go with me”, “it´s dark in the night and I´m up here all alone” o “let´s plant a flowering-tree here in the rubble and debris, I´ll tend it with a tear”, y con cada una de esas sentencias hay un pequeño escalofrío. Acto seguido vuelve a renacer la juglaría, llega el alivio y la conclusión a la que todos parecemos querer llegar: qué puta es la vida, pero qué bello es vivir. Así son las cosas y así nos las han contado.

En cuanto al repertorio, poco importa que se olvidaran de “Ash Wednesday” y “123 Goodbye”, pues en su lugar aparecieron, como por arte de magia, la tristísima y magnética “The Night & The Liquor” y una versión acústica de “Moon Woman II” ante la que Elvis se mostraba dudoso por tenerla mucho tiempo olvidada (la bordó). Por supuesto, “Elvis Perkins In Dearland” (2009) fue el gran protagonista: “I Heard Your Voice in Dresden” y “Hey” contagiaron hermandad y diversión, “Chains, Chains, Chains” sonó a brisa de mar, “I´ll Be Arriving” se despojó del disfraz de Tom Waits para enfundarse el de Stevie Wonder, “Shampoo” se consagró definitivamente como nuevo clásico con una ejecución inmaculada, y “Hours Last Stand” y “How´s Forever Been Baby” desataron (en vivo, todavía más) la típica lluvia emocional, incontenida en privado, contenida en público. ¿Y “Doomsday”?. De ella hablaremos después. Por su parte, “While You Were Sleeping” volvió a la apertura como antaño, en aparición solitaria de Perkins y suma gradual del resto. La recreación western de “All the Night Without Love” y la solidez de “May Day” afirmaron a las claras la condición sine qua non del buen músico: destreza en la mutación de las composiciones a la hora de plasmarlas en directo. Y “Emile´s Vietnam in the Sky” se coló por ahí aportando un toque de intimidad; el sutil recital en francés trajo a la mente el “The Partisan” de Cohen una semana antes. También se mostraron ilusionados con la aparición de su nuevo “Doomsday EP” (en octubre), compendio ejemplificador de su devoción por raíces y antepasados. “Stay Zombie Stay”, “Weeping Mary” (canción de folclore, según Nick Kinsey en aceptable castellano), “Stop Drop Rock´n´Roll” y la sobrecogedora “Gypsy Davy” (nada que ver con la del clan Guthrie) son como el reflejo que devuelve el espejo de la tradición americana. Y es que América no solo da miedo y disgustos. A veces da alegrías muy grandes en forma de buena música. Y Elvis Perkins In Dearland son la última de esas alegrías, un faro al que seguir, una fuente de esperanza, un soplo de aire fresco para nuestros corazones, y la confirmación de que nuestra generación (la de los natos en los setenta, la de los treintañeros) tiene la pluma y la tinta para escribir un espléndido futuro. Con motivo de su anterior visita a Madrid y en una entrevista, el hijo de ya sabemos quienes decía lo siguiente: “Creo firmemente en el poder sanador e inspirador que una buena canción puede transmitirle a una buena persona”. Y yo, Elvis, y yo.

Momento “Doomsday”: Convertida a conciencia en jácara libérrima, el culmen de sus conciertos siempre acaba siendo esta canción. Con ella brindan apoteósicos números allá por donde vayan (en youtube.com hay un muestrario interesante). En Madrid no fue menos. Brigham y Wyndham dieron el toque de salida con saxo y trombón en medio del público, mientras el juguetón de Elvis les fastidiaba el solo con una lata de cerveza, abierta a micro abierto y a traición. Después la fiesta se concentra en escena, todos se desmelenan (Elvis se quita por fin el sombrero), se establecen conexiones y casi todo el mundo sale loco. Por supuesto, en vivo y bien cerca fue mucho mejor que cualquier video o leyenda. Fin del show y rendición absoluta a sus pies.

Apertura exquisita: La risueña Dawn Landes resultó ser un lujo de telonera para la ocasión, una grata sorpresa. Entre Joni Mitchell y PJ Harvey, con vientos de country colándose por cada hueco, vino a presentar su nuevo “Sweeetheart Rodeo”. La referencia al mítico álbum de The Byrds no es casual ni gratuita. Y sus dos compañeros en escena (batería-armónica, guitarra-bajo) deslumbraron. Hay que seguirle la pista.


www.elvisperkinsindearland.com

www.myspace.com/elvisperkinsindearland

www.myspace.com/dawnlandes

13 septiembre 2009

CONCIERTOS

LEONARD COHEN. Madrid. Palacio de los Deportes. 12-9-2009.

Tributo al ganador.

De las muchas bondades que posee el arte, la mejor de todas es la eternidad. Y como forma de arte, la música, que también es literatura (escoger y ordenar palabras), que también es pintura y escultura (modelar y combinar los innumerables colores del sonido), tiene un poder de supervivencia privilegiado. La demostración tiene nombre y apellido: Leonard Cohen. En su extensa gira veraniega por nuestro país, desembocando en una Madrid que ya no sabe si volverá a pisar alguna vez (75 años, nada menos), el hombre de todas las damas ha conseguido dos cosas: la primera, la más frívola, es volver a llenar su maltrecha cuenta para vivir con dignidad los últimos años de su vida; la segunda, la más profunda, ha sido la de hacer florecer los recuerdos de aquellos que perdieron el tren de la juventud. Y no solo eso: en el Palacio de los Deportes también había jóvenes, muchos jóvenes, capturados por el mensaje cautivador de la poesía hecha melodía, las enseñanzas de un eremita, de un vividor largamente vivido, de un entrañable abuelo dispuesto a contarnos sus batallas con inusitada pausa y distinción. Y es que ya lo reconocía el joven músico en ciernes, espeluznado tras el fin de la primera parte: “Observando estas cosas me doy cuenta de que toco mal y canto peor”. ¿Qué se le va a hacer?. La batalla contra la experiencia está perdida de antemano. Artistas como Cohen ponen en evidencia que existe un abismo entre dioses y monstruos. Y a un grande como él solo pueden acompañarle los mejores: los más preparados, los más diestros y los más elegantes. Mucha calidad y mucho conservatorio. Ah, y también muchas cuerdas: se vieron bajos de cinco y guitarras de doce.

Como era de esperar, la noche fue un repaso a toda una carrera llena de cumbres de categoría reina. La primera parte, impacto de tiempos modernos, tuvo un destacado sabor a soul. “The Future” (con pirueta de las hermanas Webb incluida), “Ain´t No Cure for Love” y “Everybody Knows” brillaron en plenitud. Pero la sensación más fuerte se vivió con “Who by Fire” y ese mágico intro de guitarra clásica del catalán Javier Mas. Tras un descanso demasiado largo, el segundo plato trajo por vianda un soplo de folk y los más ansiados clásicos. “Tower of Song” permitió al maestro juguetear con su órgano Cassio; “Suzanne” desgarró los corazones y “Sisters of Mercy” fue la puntilla para verter la lágrima en el filo; la rotunda “The Partisan” despertó las más airosas aclamaciones y “Hallellujah” sonó como lo que es, ese himno milenario, de todos los tiempos. “I´m Your Man” animó al respetable a un acompañamiento deseado de cánticos y palmas, y “Take This Walz” no empezó hasta no haber escuchado las tres palabras obvias: Federico García Lorca. Y así culminó la segunda mitad.

Y los bises fueron una extensa parte más, y “So Long, Marianne” y “First We Take Manhattan”, vívidas y animosas, con todo el recato y respeto perdidos en la macrosala, anunciaban un broche de oro para un concierto soberbio. Pero no: el baile de la vida no se ha acabado aún para Leonard, y había que danzar hasta el final. Así que añadamos “Famous Blue Raincoat”, “If I Bet Your Will” (interpretada por las exquisitas Webb Sisters y precedida de emocionante recitado), “Chelsea Hotel Nº 2”, “Closing Time” y alguna más (perdí la cuenta), y tendremos tres horas de concierto, lo comido por lo servido, lo pagado por lo comprado. El viejo, con su rotunda voz impoluta, se propuso devolvernos el precio de la entrada y lo hizo. Aunque ya poco o nada nos acordamos del dinero. Nos acordamos de que los designios del destino son indescifrables, y el destino de este hombre sabio y encantador como pocos probablemente era éste: volver, renacer, revivir, enseñar, agradecer y marcharse como un triunfador.

www.leonardcohen.com


11 septiembre 2009

DISCOS

BOWERBIRDS. Upper Air.

Un regalo para los oídos.

Hace poco escuchaba una interesante teoría de boca de David Bowie: en pleno siglo XXI, cuando ya no sepamos qué hacer con tanta tecnología, acabaremos volviendo hacia atrás, golpeando grandes pedazos de madera. Esto surgió en una entrevista, hace ya algunos años. Y es bien real lo que plantea: ¿qué ser humano es capaz de soportar tan tremebunda oleada de información?, ¿qué persona de carne y hueso quedará indemne al bombardeo de las luces, los iconos y las teclas?. El mundo se está convirtiendo en ceros y unos, y nosotros en meros procesadores de datos. La deshumanización de la raza es un hecho tan tangible que asusta, así que quizá haya llegado el momento de volver a la madera. Quizá inconscientemente ya está en marcha ese proceso; volvemos al pasado, a la pureza. El proceso pasa por apreciar las cosas más sencillas de la vida, las que tenemos frente a nuestras narices día a día, las que se nos dan gratis, sin pedir cuentas. En la música nos preguntamos por qué ese resurgimiento de lo antiguo, por qué hasta los noveles se despojan de arquitecturas rimbombantes para lanzarse al espacio de lo natural. La madera, señores, la madera. El proceso está en curso, y por eso Bowerbirds hacen tanto bien al oído: porque en sus canciones no hay códigos ni claves, cyborgs ni redes, solo sol y aire. Sí, estoy en plena regresión: bendita panda de nuevos folkies, benditos Alela Diane, Elvis Perkins o Fleet Foxes, y benditos estos maravillosos Bowerbirds.

Upper Air” (2009) es el segundo trabajo de un trío nacido entre la flora y la fauna, tras el bonito aunque a ratos adormecedor “Hymns for a Dark Horse” (2007). Un disco para beberlo a sorbitos, para degustar con fruición, paladeando cada nota y frase como si fuera el único alimento del día. La reconfortante voz de Phil Moore y su guitarra acústica son la médula espinal de todas las canciones. Algunas muestran su desnudez sin pudor (“Silver Cloud”, “Bright Future”), otras se visten con cuidadosos adornos de piano (“House of Diamonds”, “Crooked Lust”) o acordeón (“Teeth”, “Beneath Your Tree”, “Chimes”), pero todas tienen la misma fuerza bruta: el poder de rellenar el vacío, y por qué no, de hacer llorar a moco tendido. Y luego están las letras, preciosos alegatos librepensadores y naturistas. Lo único que se echa de menos es más protagonismo para Beth Tacular: ¿por qué no algún otro dúo aparte del bordado en “Beneth Your Tree”?. Seamos justos: “Upper Air” lo tiene todo sin tener gran cosa y la frugalidad se agradece. La escultural “Ghost Life”, con su estribillo ahorrativo en palabras, proclama la combinación de modestia y grandeza más valiosa del año. Frente a las vacas flacas, medidas de austeridad. Pero de verdad.

www.bowerbirds.org

www.myspace.com/bowerbirds


01 septiembre 2009

REPORTAJES


WOODSTOCK 69: 40 AÑOS DESPUÉS.

El presente se inventó en los sesenta.

Como todos los bien informados aficionados musicales ya deben saber, este mes de agosto se cumplieron cuarenta años de la celebración del mítico Woodstock 69, el festival de rock por antonomasia. Un festival que, visto en la lejanía del tiempo, siempre tendrá ese duende, esa parte de romanticismo anti-sistema, de simbolismo pacifista. Una llamada a la que respondieron medio millón de personas: la llamada de la música. ¿Solo de la música?. No estuvimos allí (ni nacidos ni en proyecto), pero cuánto bien ha hecho el documental “Woodstock: 3 Días de Paz y Música” a las generaciones postreras, a los melómanos adictos, a los fanáticos del vinilo y demás gentecilla rara que va por ahí platicando sobre Jimi Hendrix o Jefferson Airplane en pleno siglo XXI, enfrentándose a caras de asombro e ignorancia, las de esos modernos a la última, tan fetichistas de los sellos y las marcas, tan apegados a sus FIBs, Sonoramas y Contempopráneas, que en su puñetera vida han oído hablar de este festival, de Newport, de Monterey, de los pioneros, de los sesenta ni de nada que se le parezca. En fin, al César lo que es del César: Woodstock tuvo su importancia histórica en muchos aspectos. La tuvo en el aspecto social: “¿de dónde puñetas ha salido toda esta marabunta de locos greñudos indecentes?” se preguntaban América y el mundo. Y también tuvo su importancia en el devenir del rock en directo y en las congregaciones masivas de artistas y público. Aunque hay quien reivindica (con gran acierto) que el auténtico caldo de cultivo se remonta al Festival de Monterey del 67, aquel evento en el que Hendrix y The Who se jugaron a cara o cruz el orden de sus actuaciones, compitiendo duramente por el premio al mayor y más virulento destrozo sobre el escenario. Así pues, una que es asidua a los festivales desde hace años, que vive en la música (que no “de la música”), que sigue fiel a unos principios vitales básicos cada vez más masacrados y demodé (a mucha honra), se enternece y regodea ante la visión de lo que sucedió en aquella campiña lindante a Nueva York en agosto de 1969. Sí, la parte romántica habla de tres días de paz y música, de miles de personas sonrientes y unidas por unos ideales, hastiadas del caos belicista y segregacionista norteamericano. Pero la parte romántica es la parte que nos venden. Woodstock también tuvo su lado oscuro: masificación, caos, insalubridad, desabastecimiento, delincuencia, colapso, incomunicación, la caprichosa meteorología. Aunque lo que más llama a la reflexión es que Woodstock se quedara simplemente en algo simbólico, una bella demostración de libertad, un rugido de protesta no violenta: el planeta siguió girando al ritmo impuesto por el dólar, instituciones de dudosa fiabilidad, caciques y podertenientes. Y así hasta nuestros días. De hecho, Woodstock quiso salirse del sistema pero ha sido adoptado como parte del mismo; el documental de marras obtuvo un año después el reconocimiento del tío Óscar, convirtiéndose en un chorro de lucro a presión. Y la ocasión del cuarenta aniversario ha sido la excusa perfecta para cargar la turbina de la maquinaria mercantil con nuevas publicaciones y homenajes.

Pero merece la pena hablar del trabajo de Michael Wadleigh, puntualmente rescatado en estos días de canícula infinita. En una sucesión de preciosas imágenes y con un montaje original y exquisito, la película expone lo sucedido en aquellos tres días con objetividad, ofreciendo una perspectiva de gran angular, aunque incompleta, del acontecimiento. La indiscutible preferencia de la música se complementa con un amplísimo muestrario de planos y opiniones que retratan e inmortalizan el perfil de los otros protagonistas: los miles y miles de jóvenes congregados en la granja de Bethel, de todos los colores y razas, de todas las edades, bajo los efectos de todo tipo de sustancias, en convivencia armónica, inmutables a las penosas condiciones de vivir como animales para la ocasión, atrapados por el embrujo de la naturaleza y la música. En la faceta musical el documento es parcialmente cuestionable; sorprende la presencia de los Sha-Na-Na frente a la ausencia de The Band, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, Ravi Shankar, Paul Butterfield Blues Band, The Incredible String Band o del set eléctrico de Crosby, Stills, Nash & Young. Pecados injustificados y bailes cronológicos aparte, el metraje (tres horas y media, pónganse cómodos) está lleno de momentos memorables: desde el protagonizado por Richie Havens con su espeluznante “Freedom” hasta la ruidosa apología americana de Jimi Hendrix, pasando por la generosidad de Pete Townsend regalando su guitarra, la virtuosísima exhibición de Santana, los karaokes incitados por Country Joe McDonald o Sly Stone, la plañidera fiereza de Janis Joplin o el mágico despertar matutino con los Jefferson Airplane.

Observando esta cinta uno se sorprende de que hayan pasado cuarenta años, pues hay imágenes no muy diferentes a las vistas en otros festivales de ahora: técnicos pululando por el escenario, cuerpos rotos sobre la hierba, mochilas enormes a las espaldas, arco iris de tiendas de campaña, colas para casi todo, hasta la versión sesentera de los famosos Poly-Klyn. Básicamente, el concepto de festival sigue siendo el mismo: muchos artistas para mucha gente. Sin embargo, los tiempos han cambiado. ¿Por qué fueron los jóvenes a Woodstock?. ¿Solo por la música?. Sí, muchos fueron por la música, otros por hallar un espacio de desinhibición, otros por encontrarse encontrando la respuesta a su incomodidad existencial. Todo son teorías, pues no hay estadísticas que iluminen las motivaciones de aquellas gentes, aunque haya miles de definiciones sobre la idiosincrasia del movimiento hippie. Woodstock fue un momento histórico porque sucedió en un momento histórico, transgrediendo las leyes de la normalidad. ¿Por qué vamos ahora a los festivales?. Pregunta difícil de abordar. En la era del materialismo ya no hay búsqueda que valga, nada por lo que protestar. Las concentraciones humanas en pos de la música ya no tienen significado espiritual alguno, salvo para esas pequeñas minorías de raros que todavía pueden sentir el lejano eco de Woodstock, que todavía confían en la música como medio de realización, expresión y curación. Aquel espíritu de los sesenta se disolvió como un azucarillo en un vaso de agua, pero todos somos deudores de su herencia. Dejemos de mirarnos el ombligo, levantemos la cabeza y aprendámonos la historia.

http://es.wikipedia.org/wiki/Festival_de_Woodstock