04 noviembre 2009

RETROSPECTIVAS

JOAN BAEZ. Joan Baez.

Joyas de los sesenta (5º parte).

Ay, el folk… Reducto de intimidad en medio del caos irresoluble o causa del caos en medio de la desidia creciente. El folk vale para todo: para lanzar el beso o para lanzar la piedra. He aquí la dama de hierro del folk, pieza eterna de imaginería, de culto para los “revolucionatas” del mundo. Los sesenta se estrenaron con las invectivas de una mujer con cara y voz de ángel. El gran Coppini decía que eran malos tiempos para la lírica; yo digo que son malos tiempos para la política. Dejemos a un lado las reivindicaciones, la lucha contra el subterfugio, el lado más pretencioso y politizado del folk. La experiencia nos ha demostrado que el arte no puede más que causar placer, para nada cambiar el curso de los tiempos. ¿Queda algún romántico todavía por ahí?. Si lo hay, que diga algo o calle para siempre. Hablemos de Joan Baez solo como artista. Hablemos de su arte solo como arte. Hablemos de este debú solo como regalo. El mágico regalo de la postal tradicional, del rezo milenario, de la confesión de las entrañas. Qué diantre, el mágico regalo de la música. Esa guitarra punzante. Esa voz que avasalla desde la dulzura. El impacto de la ligereza en “Silver Dagger”, “East Virginia”, “John Riley” y ese himno campestre de manual llamado “All My Trials”. El llanto único del blues en “House of the Rising Sun”. El escozor polvoriento del country en “Wildwood Flower” y “Rake and Rambling Boy”. Y la cruda y calcinante historia que en “El Preso Número Nueve” muestra a la dama al otro lado de la frontera. Quedémonos con la belleza de la dicción, de las notas y los sonidos, con su extraordinario poder catalizador. Busquemos el equilibrio en nosotros mismos, dejemos de luchar contra los demás. Y vivamos de una vez en paz.

www.joanbaez.com


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