28 diciembre 2018

DISCOS

 La música que sonó en 2018 (2ª parte)

ANNA CALVI “Hunter”
Anna Calvi está aquí para quedarse, para marcar tendencia, para asumir el mando. Su personalidad y su fortaleza son ya dos certezas incuestionables. Con “Hunter” vuelve a demostrar que es una mujer con ideas fijas pero muy, muy claras. Y ser mujer en el mundo del rock no es fácil. Ella se ha ganado a pulso un ilustre respeto, que se ve ensanchado a la sazón mediante acentos bien puestos en sus más patentes cualidades. Soberbia como guitarrista, poderosísima vocalmente e inquietante en las palabras, sus dotes se vuelcan en este álbum, tan impetuoso a ratos como místico en ocasiones. Su vigor sísmico despunta en temas como “As A Man”, “Indies or Paradise” y “Chain”; su extraordinario poder lírico queda al desnudo en las sublimes “Swimming Pool” y “Eden”. Todo ello perfumado nuevamente por célebres y precisos aires new wave.

DAMIEN JURADO “The Horizon Just Laughed”
A algunos les gusta el Damien Jurado escueto e intimista. A otros, el que hizo sociedad con Richard Swift. Éste nos dejó hace unos meses, pero ya se había ido un poco antes. Aunque una ligera estela aún queda presente, porque Damien, ahora en plenas funciones productoras, aprendió de un gran maestro. Así que este álbum es un poco de esto y de aquello. Es austeridad, como la que desprenden “Over Rainbows and Rainier” y “Lou-Jean”; es exuberancia, la de “Marvin Kaplan” y “Florence-Jean”; es melancolía con sutiles arreglos de cuerda en “Allocate”, “Dear Thomas Wolfe” o “Percy Faith”. Es poesía, ingrávida y honesta, y también crónica de sociedad, de una sociedad de las artes donde las almas de actores, escritores, músicos o dibujantes se empecinan en robar un minúsculo instante más de vida. Es un álbum fino y deslumbrante. Es un álbum de Damien Jurado, y eso es garantía de calidad.

JACCO GARDNER “Somnium”
Cabinet of Curiosities” (2013) e “Hypnophobia” (2015) eran tan, tan terriblemente buenos que los ecos de la publicación de este nuevo disco sonaron a salva celestial. Pero he aquí la sorpresa: Jacco se ha quedado mudo. En lugar de su voz, ahora las melodías son dibujadas por guitarras y, sobre todo, por sintetizadores. Es decir, que tenemos un disco íntegramente instrumental, una opereta galáctica y psicodélica,  con pasajes de amigable lucidez, pero con algunos traspiés de bostezo incontrolable. Con títulos tan oníricos como “Volva”, “Levania”, “Utopos”, “Descent” o “Somnium”, el holandés consigue mantener el tipo y esparcir las más coloridas virutas de su imaginación. Sin embargo, echamos de menos esa voz que nos cantaba “Clear The Air”, “Puppets Dangling” o “Another You”. La echamos de menos y mucho.

JONATHAN WILSON “Rare Birds”
El señor Wilson (ilustre apellido, nada que ver con la prole surfera) está muy crecido; basta con echar un vistazo a la augusta portada de este disco. No nos engañemos, no es un disco de chill-out ni músicas del mundo, tampoco un disco de folk-rock en la línea de sus primeros trabajos. Más bien se trata de una autoafirmación faraónica, megaproducida y ostentosa hasta la médula. “Fanfare” (2013) ya susurraba hacia dónde irían los tiros. Encontramos momentos luminosos, como la rapsodia “Trafalgar Square”, la vibrante “There´s a Light” o la epopeya beatleliana “Miriam Montague”. Encontramos alguna balada de corte refinado, como “Sunset Bvrd”. Pero también encontramos peliagudos acoplamientos a la execrable radiofórmula, como “Over The Midnight” o “Loving You”. Creíamos que sería hippie toda la vida, pero no. Un potencial reflejo de su amigo Josh Tillman. 

ROLLING BLACKOUTS COASTAL FEVER “Hope Downs”
Tras los dos magníficos EPs “Talk Tight” (2016) y “The French Press” (2017), al fin ha visto la luz el primer largo de esta banda. Y aunque no aporte la frescura de las primeras entregas (inolvidables son “Wide Eyes”, “Wither With You”, “Sick Bug” o “Fountain of Good Fortune”) algo deben de tener para que su música active los circuitos y enganche de la manera que lo hace. Esa mezcla de surf, power pop y post-punk, esa retroacción hacia el sol californiano (o más bien australiano), esa catenaria de guitarras titilantes y vertiginosas que convierten temas como “Talking Straight” o “Mainland” en zarpazos directos a la yugular. Lo dicho, “Hope Downs” aporta pocas sorpresas pero cuenta con dignas canciones y el beneplácito de la crítica. Veremos hasta donde son capaces de llegar los vientos de augurio y promesa.

SPIRITUALIZED “And Nothing Hurt”
El hombre del espacio ha vuelto en toda su esencia, y así lo atestigua la portada de este disco. Ese J Spaceman que vuelve a vestirse de Neil Armstrong y a navegar por la Luna. Y nunca se sale de su órbita. Jamás. “And Nothing Hurt” vuelve a insistir en las invocaciones de tono soul y góspel, que abundan en número y se repiten en forma. Canciones como “A Perfect Miracle” (que ya conocíamos como avance), “I´m Your Man”, “Here It Comes (The Road) Let´s Go” o “The Prize” nos devuelven a estructuras y melodías infinitamente bregadas en el tiempo. Lo mismo que  Damaged”, prístina y mortal de intensidad, o “Let´s Dance”, con su aire de villancico tan adecuado para estas fechas. “On The Sunshine” y, sobre todo, la desmesurada “The Morning After” escarban un poco más en ese lado estrepitoso y psicotrópico, llevado hasta el extremo del delirio y la duración. Un disco que no defrauda, pero que no deja de ser la misma bendita redundancia, extendida hasta el infinito una y otra vez.

THE CORAL “Moving Through The Dawn”
La banda de los hermanos Skelly (y cía.) no falla. Fieles a sus añejos idearios y fetiches sonoros, cada álbum es otro pasito más en una carrera de una solidez envidiable. Aquí vuelven a dar en la diana de la melodía con inclinación de clásico inmediato (“Eyes Like Pearls”, “Reaching Out for a Friend”, “She´s a Runaway”, “Eyes of the Moon”), verifican su efectividad marcando músculo (“Sweet Release”, “Stormbreaker”) y se erigen nuevamente en mensajeros accidentales de The Byrds, Love o The Kinks. Circunstancias desafortunadas nos privaron de su directo el pasado noviembre en Madrid, pero los corresponsales nos confirman que estas canciones están hechas para brillar en vivo, con un lugar de honor reservado entre los pliegues de su magnífica discografía. Hace quince años pensábamos que serían otra moda retro pasajera, pero asombra hasta dónde han llegado. Y lo que les queda.

THE SHEEPDOGS “Changing Colors”
Cuando empiezas a escuchar este disco (“Nobody”, “I´ve Got a Hole Where My Heart Should Be”, “Saturday Night”) no puedes evitar rememorar a Lynyrd Skynyrd y a The Band. Cuando terminas de oirlo has añadido a la lista a Crosby, Stills & Nash, Allman Brothers Band, Cream, Buffalo Springfield, The Mamas & The Papas, Eagles o Gram Parsons. En resumen, la superbanda canadiense nos trae un lustroso y completísimo compendio de géneros utilitarios que oscila por los caminos del rock clásico con rotunda sobriedad, sin escatimar en fragmentos ni minutos (hoy en día un álbum con 17 cortes es pura fantasía). Desde los metaclásicos americanos del principio hasta la deliciosamente hogareña “Run Baby Run” hay un poco de todo: armonías vocales, sesiones de guitar hero, retales psicodélicos, efectivos enlaces instrumentales y un sinfín de giros que confluyen en un argumento irresistible para nostálgicos del pretérito perfecto.

15 diciembre 2018

DISCOS

La música que sonó en 2018 (1ª parte)
 
AMEN DUNES “Freedom” 

El sugerente “Love” (2014), con aquellas preciosas “Lonely Richard”, “Splits Are Parted”, “Sixteen”, “Lilac in Hand” y “I Know Myself”, ya nos puso sobre aviso: he aquí un prometedor escritor y hacedor de canciones. La cosa se ha visto confirmada con este brillantísimo “Freedom”. Afín a su título, el chico detrás del misterioso nombre (Damon McMahon) se libera de ataduras, de dudas, de sus recuerdos y torturas, de sí mismo, regalando un emotivo álbum de recortes tan autobiográfico como cada cual quiera entender. Las ventanas se abren, las grietas se cierran, el sonido se depura, y la maravillosa voz de su protagonista luce mostrando lo mejor de sí misma. Largo y accidentado proceso de creación para un disco que mezcla claroscuros y agridulces con magistral habilidad. Temas como “Blue Rose”, “Time”, “Miki Dora”, “Believe” o “L.A.” son una deslumbrante muestra de lo lejos que este gran tipo puede (y debería) llegar. El disco favorito del año.
 
BEN MILLER BAND “Choke Cherry Tree”
  
Al combo de Ben Miller hay que verlo en directo. Ahí es donde se despliega toda una explosión de recursos altamente impresionante. En sus discos basculan entre la fanfarria y la castidad. En este toca lo segundo, una selección de country, blues y música folk tradicional que esconde su histrionismo y los muestra como chicos serios y aplicados. Ejemplos de country de primaria: “Nothing Gets Me Down”, “Lighthouse” y “My Own Good Time”. Ejemplos de blues en su variante más rockera: “Akira Kurosawa”, “One More Time” y “Big Boy”. Ejemplos de música folk de libro: “Trapeze” y “Sketchbook”. “Mississipi Cure” lanza la moneda de su versión más country-pop, creciendo para dar un más que digno cierre a un álbum de incómoda monotonía creativa. Para puristas vale, para aventureros no. 

BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB “Wrong Creatures”

Tras unos años alejados de su música, BRMC vuelven a nuestros oídos sin sorprender ni incomodar. Mejor cuanto más viscerales, los grandes momentos de este álbum se concentran en “Spook”, “King of Bones” o “Little Thin Gone Wild”, pletóricos zarpazos de rock en estado puro. Las letanías psicodélicas y los medios tiempos ya son otro cantar. “Ninth Configuration” se salva por una intuitiva herencia de Pink Floyd, y “Call Them All Away” porque los hace hermanos de sangre de Spacemen 3. También destaca con enorme holgura “Question of Faith”, que puede llegar a convertirse en una muletilla de blues imposible de olvidar. Un disco que, sin ser regular ni perentorio, muestra la madurez a la que suelen llegar muchas bandas en la segunda década de su carrera. 
 
CALEXICO “The Thread That Keeps Us” 

Ya es un hecho que Calexico son una fábrica de producir música a piñón. Creación periódica y casi siempre buena. Su nueva entrega no es solo buena: es sublime. Quizá porque la pachanga escasea (solo “Flores y Tamales” y pequeños antojos en “Voices in The Field” y “Under The Wheels”) y mucho folk-rock. Sí, folk deslumbrante en piezas como “The Town & Miss Lorraine” o “Girl in The Forest”; rock a la americana en “Bridge To Nowhere”, “Eyes Wide Awake” o la espectacular “Dead in The Water”; interludios que retrotraen a los Calexico de finales de los 90 (“Spinball”, “Unconditional Waltz”, “Shortboard”); ese sofisticado aire de jazz con los ritmos de Convertino en primer plano, presente esta vez en la hipnótica “Thrown to The Wild”. Y como siempre hay un lugar para el descubrimiento, también nos lanzan algo inédito: una “Another Space” que los postula a un universo dance. Simple y pura celebración de los mejores Calexico de todos los tiempos. 

DJANGO DJANGO “Marble Skies”

 
Fiesta es la palabra; la palabra que define la original y excitante música de estos escoceses. Su tercer disco vuelve a ofrecer un pastiche de ritmos frenéticos, estribillos contagiosos, efectos galácticos y mensajes hedonistas. La homónima “Marble Skies” abre el álbum anunciando lo que ya se sabía: que estos tipos pueden sacarse un estribillo memorable de la manga en un tris. Como memorable resulta el cuarteto “Champagne”, “Tic Tac Toe”, “Further” y “Sundials”, que enganchan de corrido augurando la promesa de un álbum redondo. Pero no, no es así. La cosa frena, se diluye, se emborrona, hasta un final discotequero, repetitivo, trillado y menos ingenioso. Aun así, lo bueno es tan requetebueno que anima a múltiples escuchas. Y a todo volumen, a ser posible.

 
EELS “The Deconstruction”
 
Una docena de álbumes tiene ya nuestro amigo Mark Oliver Everett, sin contar los firmados como E, sus múltiples directos y alguna que otra rareza. Normal que a estas alturas haya autoplagios, tics y repeticiones. Y sin embargo, ¿podríamos acaso vivir sin él? Mr. E es ya patrimonio del rock, un fondo de museo imposible de desechar. En este disco no hay nada que no hayamos escuchado antes, pero lo cierto es que hay realmente de todo. Plegarias religiosas (“Premonition”, “The Epiphany”, “In Our Cathedral”), nanas adorables (“Sweet Scorched Earth”, “Be Hurt”), radiantes misivas pop (“Rusty Pipes”, “Today Is The Day”) y espasmos de rhythm & blues (“Bone Dry”, “You Are The Shining Light”). Como si E hubiera querido lanzar todas las cartas de la baraja sobre la mesa, cartas que vuelve a reunir tras dificultades vitales y un largo periodo en off side. A punto estuvimos de perderlo pero solo los mejores resurgen de sus cenizas. Una suerte para todos.

EZRA FURMAN “Transangelic Exodus”

 
A song is a dream that keeps going on when it´s over”, dice “The Great Unknown”, una de las mejores canciones de este álbum. Bonita sentencia y gran verdad. Y de excelsos mensajes (algunos no tan románticos sino mucho más ácidos y trágicos) está repleto el séptimo trabajo de Ezra Furman (ya sea con The Harpoons, The Boyfriends o en solitario). Viviendo a la sombra de otros cantautores mucho más mediáticos, él puede permitirse el lujo de campar a sus anchas en un mundo creativo exento de mandatos. Quizá por eso este álbum resulta tan difícil de escuchar, pese a la belleza orquestal que ornamenta muchas de sus piezas. Nada es fácil (y la vida menos), y ese es el aviso urgente que se desprende de cada canción. Algunas raspan y duelen, sí; especialmente “Suck The Blood from My Wound”, “Driving Down to L.A.” y “No Place”. Hay otras que lo hacen menos, resultando hasta balsámicas, como “Love You So Bad”, “Psalm 151” o la citada “The Great Unknown”. Todo ello sin olvidar esa magnífica “I Lost My Innocence”, un abrazo al mágico universo de Brian Wilson y el broche de oro para un disco genuino hasta decir basta. 

JACK WHITE “Boarding House Reach”

Para comprender este disco hay que conocer muy bien a su autor, tener plena conciencia de su espíritu libérrimo y su independencia profesional. Su lado más experimental y la producción más extraterrestre gobiernan un álbum que ha defraudado a muchos seguidores, pero basta prestar una generosa atención para capturar momentos apreciables. Como esas monumentales “Connected by Love” y “Over and Over and Over”. O como “What´s Done Is Done” y “Humoresque” (reverencia al compositor checo Antonin Dvórak, casi nada), dos pequeños tesoros que solo podrás saborear si eres de los valientes y llegas hasta el final. Haciendo un esfuerzo visual global, incluso puede extraerse sustancia aprovechable en temas tan bizarros como “Hypermisophoniac”, “Everything You´ve Ever Learned” o “Respect Commander”. Total, es Jack White, y dentro de su cabeza cabe todo. Hasta la más extravagante de las ofertas.
 
MANIC STREET PREACHERS “Resistance Is Futile”

Qué grandes han sido y qué grandes son. Cuando ya no esperas nada más de ellos se levantan de nuevo, se desperezan, se visten con el mono de faena y vuelven a alumbrar un disco de lujo. Sin novedades ni osadías, siempre el mismo juego, la misma fórmula que tan bien saben exprimir, y siempre con mensaje de reivindicación y querella, of course. ¿Y qué si la historia se repite? Nos lo fueron dosificando con adelantos en forma de single desde finales de 2017, aunque no siempre bien escogidos. Intachable la elección de “People Give In”, “International  Blue” y “Distant Colours”, que conforman el fulgurante arranque del álbum. Más reprochables “Dylan & Caitlin” y “Liverpool Revisited”, quizá sus dos momentos más lacios. Mejor haber optado por la pegadiza “Vivian”, la incólume “A Song for The Sadness” o por esas fuerzas vivas que son “Sequels of Forgotten Wars” y “Broken Algorithms”, canciones que retrotraen a aquellos musculosos “Generation Terrorists” (92) y “The Holy Bible” (94). Y hablando de “The Holy Bible”, casualidad o no, en este caso se decantan por otra portada de referencias legendarias orientales. En efecto, a veces la resistencia es inútil. Como inútil es resistirse a ellos. 

THE MONOCHROME SET “Maisieworld”

La segunda resurrección de The Monochrome Set (esta desde 2008) transcurre viento en popa. Este es su quinto trabajo en el actual periplo, y en él renuevan la fidelidad a su estilo iniciático, aunque tanto haya llovido desde entonces (1978, nada menos) y ya solo queden en el barco Bid y Andy Warren. Sin salirse del guión más de lo necesario, “Maisieworld” va de más a menos, impecable en sus primeros dos tercios, más inconsistente al final. Todo ello sin perder ese aire tan años 80, pero traído al presente con la mayor naturalidad, y sin dejar de lado las referencia a la opereta y el cabaret marca de la casa. Lo mejor: el arranque con “Give Me Your Youth” y su asombrosa línea de bajo, y la exótica “Mrs. Robot”, con un refrescante halo de pop arty, como si David Byrne hubiera venido a darles los buenos días.
 
YO LA TENGO “There´s a Riot Going On” 
 
En 1971, Sly & The Family Stone ya publicaron un álbum con este mismo título. Aquello sí que era una revuelta en toda regla. Esta no se le parece en nada; es algo más refinado, como la revolución de terciopelo checoslovaca o la revolución cantada báltica, todo delicadeza, amor y buenas formas. Desde la sutileza acústica casi psicodélica de “She May, She Might”, “Dream Dream Away” y “Here You Are” hasta las melodías astrales cantadas por Georgia (“Shades of Blue”, “Ashes”, “Polynesia #1”), pasando por magnéticos instrumentales (“You Are Here”) o casi instrumentales (“Above The Sound”). Incluso el tema más acelerado desprende una laxitud altamente sedante (“For You Too”). Canciones que hacen que den ganas de abrazarlos como a un osito de peluche y dejarse vencer por el más profundo de los sueños.

23 octubre 2018

CONCIERTOS: DAMIEN JURADO

Madrid. Teatro Calderón. 22 de octubre de 2018.
 

Existen dos vertientes muy diferentes de Damien Jurado. Una adornada y arropada por banda. La otra temperada, despojada y sutil. El escenario imponente de anoche sugería una puesta en escena profusa, aunque “The Horizon Just Laughed” (2018), su reciente trabajo, aventurara lo contrario. Y así fue, justo lo contrario. Lo contrario a lo que vimos hace dos años en la capital. Ha vuelto el hombre sentado, envuelto en sombras, con su natural y humana inseguridad. Es lo que toca ahora, actuar a dúo de guitarras, con la compañía de Josh Gordon. Y aunque se eche un poquito de menos la exuberancia de la trilogía de Maraqopa, no hay que olvidar que Damien empezó por este camino, es decir, por el del más delicado minimalismo. Y es igualmente efectivo en ambos formatos, aunque mucho más cercano y solemne en este último. En su nuevo disco no ensalza tanto lugares como personajes (actores, escritores, músicos), y de esas cartas dedicadas a presuntos héroes nacen algunas de sus mejores canciones. Como “Dear Thomas Wolfe”, “Percy Faith” o “Marvin Kaplan”, que anoche devenían en tres de los momentos más dulces de sus nuevos horizontes. Y si de héroes hay que hablar, era imprescindible el sincero homenaje al fallecido Richard Swift, alter ego de Damien en su crecimiento artístico, gran amigo y confesor, honrado con una intensa versión de “The Novelist” que llevó al músico hasta las lágrimas. Sí, es cierto, Damien es de carne y hueso, y llora. Un momento así merece la ovación más amplia y sentida de la velada.
 
La parquedad del proscenio era ideal anoche para servir en bandeja rescates de aquel pasado de introspección folk, de ahí que surgieran recuerdos muy bienvenidos, como “Ohio”, “Saturday”, “Rachel & Cali” o la valoradísima “Sheets”. Pero tampoco estuvieron de más canciones recientes que quedaron al raso mostrando su cara más reflexiva; tal es el caso de “Cloudy Shoes”, “A.M. AM”, “Exit 353” o “Museum of Flight”, que vistas desde este otro prisma resultan igual de hermosas. Y en este apartado habría que mencionar la deconstrucción escarchada de “Silver Donna” y aportar una reflexión: si eres capaz de capturar de esa manera la atención con un silbido y una palmada en la rodilla es que tienes algo, eres alguien. Escondido tras sus gafas y sus dudas y sus tormentos, Damien Jurado es un alguien enorme.

Para abarcar todos los instantes imborrables del show habría que mentar más cosas: la presentación de novedades como “Birds Tricked Into The Trees”, el repaso inesperado a la maravillosa “Wallingford”, las concesiones a la audiencia interpretando “Working Titles” con enternecedora vacilación, o el epílogo a pelo, en pie, sin micrófono con la celebrada “Kola”. Siempre, siempre, siempre con la guitarra en el punto de afinación perfecto. Sin prisas, sin urgencias, sin desmesuras. Un hombre que no necesita acercarse al micro para que su mensaje se escuche y llegue muy, muy lejos.

20 septiembre 2018

CONCIERTOS: MERCURY REV

Madrid. Teatro Lara. 19 de septiembre de 2018.


Es innegable que “Deserter´s Songs” (98) ha sido un álbum capital en nuestras vidas. Sus delicadas canciones son como arias que jamás se van de la cabeza. En 2012 ya pudimos gozar del primer gran homenaje a este disco, que pasearon de principio a fin por los escenarios sin escatimar en pompa y vehemencia. La criatura cumple ahora 20 años, una excusa perfecta para volver a ella, y no porque no haya otros discos también loables en su carrera, sino porque aquel fue el trabajo clave en su devenir, nacido en un contexto nada halagüeño, el gran milagro de la expiación. Así nos lo narró anoche Jonathan Donahue, un improvisado pero excepcional preacher que encandiló a la audiencia con sus emotivas (a veces tristes, a veces divertidas) historias. Historias que resumen ese momento en que una banda se reencuentra a sí misma, renace de sus cenizas y comienza a atravesar con renovada dignidad todas las puertas y ventanas que se abren a su paso. Jonathan nos explicó al detalle por qué “Deserter´s Songs” es lo que es, y ahora todo cobra un indiscutible sentido. Y quizá por eso este álbum nos gusta todavía más que antes de ayer, si es que eso es posible. Un discurso lleno de sinceridad y también de evocación, pues el encantador de serpientes nos devolvió con sus sutiles pinceladas a aquellos años 90 en que muchos nos hacíamos mayores musicalmente hablando. Tampoco faltó la gratitud hacia aquellas bandas, personas, amigos que alentaron el ánimo y la inspiración en los momentos necesarios, como regalos caídos del cielo, y de ahí salieron las versiones “Here” y “Sea of Teeth” (de Pavement y Sparklehorse, respectivamente) o el esqueleto de “Delta Sun Bottleneck Stomp” (en alusión a los determinantes Chemical Brothers). 

Una ocasión tan íntima y solemne requiere un formato adecuado; y por ello anoche Mercury Rev se mostraron como nunca los habíamos conocido, una nueva dimensión acústica y virginal para enseñarnos el corazón que late debajo de la piel de estas canciones. Livianos pero no en cueros: una armónica en “Tonite It Shows” y “Hudson Line”, arco y sierra en “I Collect Coins”, una flauta travesera en “Endlessly”, una trompeta en “Holes”, bombo y amplificador en “Opus 40” y, por supuesto, los mágicos acordes eléctricos del gran Grasshopper, colorearon los esbozos de unos temas que en su forma embrionaria no pierden ni un gramo de esplendor. Un hipnótico y honesto recital, rematado con un afectuoso acercamiento a la audiencia. Estas son las cosas que acentúan la grandeza. Que justifican las miles de horas invertidas durante años en esta maravillosa banda.  


Setlist: “The Funny Bird”, “Tonite It Shows”, “I Collect Coins”, “Hudson Line”, “Endlessly”, “Here”, “Delta Sun Bottleneck Stomp”, “Sea of Teeth”, “Goddess on a Highway”, “Holes”, “Opus 40”, “The Dark Is Rising”.
 

03 septiembre 2018

CONCIERTOS: THE BLACK ANGELS

Madrid. Joy Eslava. 2 de septiembre de 2018.


Dicen los entendidos en el tema que los pioneros del rock psicodélico fueron 13th Floor Elevators. Allá por los lejanos sesenta, ellos establecieron unas pautas que los seguidores fieles del género han reproducido con rigor discipular. De Austin eran aquellos, de Austin son los ángeles negros. Casualidad o no, la banda de Christian Bland y Alex Maas ha adoptado ese guión prescrito de principio a fin, el abecedario estilístico completo de la A a la Z. Tanto en la puesta en escena (enormes impactos visuales y proyecciones no aptas para epilépticos) como en un sonido cebado a base de volumen y pedales (sí, pedales, ¡cuántos pedales por metro cuadrado!). Y puede que con su estrategia y su repertorio consigan lo que todo buen pastillazo psicodélico pretende: desarticular la percepción ordenada de los sentidos, creando esa impresión de no sé quién soy ni dónde estoy (y no me he tomado nada más que una cerveza, que conste). La elección de las canciones de esta gira contribuye a eso mismo, a la recidiva, la muletilla constante, la nana sombría meciéndote de izquierda a derecha, una y otra vez. Solo dos momentos quiebran notoriamente el registro: una es “Medicine”, chispeante y fluorescente; la otra es “Half Believing”, único momento en el que la estupenda voz de Alex Maas queda al descubierto, libre de grumos y reverbs. Cuando vemos a una banda en festivales siempre soñamos con paladearla en salas pequeñas. Lo que son las cosas, con ellos ocurre lo contrario: esa hipercondensación volumétrica y deleite óptico requiere espacio, mucho espacio, aire, mucho aire. Más que nada para no ensordecer o morir por sobrestimulación nerviosa. 

El repertorio: “Bad Vibrations”, “The Prodigal Sun”, “Molly Moves My Generation”, “I Dreamt”, “Better Off Alone”, “Haunting at 1300 McKinley”, “Medicine”, “The Return”, “Currency”, “Black Grease”, “Half Believing”, “You on The Run”, “Entrance Song”, “Comanche Moon”// “Science Killer”, “Bloodhounds on My Trail”, “Young Men Dead”.

Nota: Promotores, publicistas, etc., por favor, anuncien debidamente a los teloneros. Que no queden como platos inesperados o sorpresas de segunda. Que sepamos a quién o qué vamos a ver. Anoche fue Ron Gallo. En anteriores ocasiones fueron otros que murieron en el recuerdo sin nombre.

17 julio 2018

CONCIERTOS: MAD COOL 2018

Madrid. Valdebebas. 12, 13 y 14 de julio.

Confirmado: el Mad Cool se ha convertido en otro ser ingobernable. Lo que empezó siendo una cita bienvenida y necesaria en la capital ha pasado a ser otro ejemplo de festival monstruoso y especulativo. Es lo que hay: donde hay demanda se crea oferta. Ir de festival está de moda, y de ello se aprovecha el mercado. La música ya no es solo experiencia, es negocio. Un producto como otro cualquiera, como un coche, una casa o unos zapatos. Cuesta asumir en qué se han convertido este tipo de eventos, sobre todo si eres purista, romántico o simplemente pragmático. Pero es lo que hay: lo tomas o lo dejas. Y normalmente acabas tomándolo, porque el organismo necesita la fuerza inspiradora de la música en vivo para subsistir. De las circunstancias y peripecias organizativas ya dieron buena cuenta los medios a lo largo del fin de semana. Un consejo: no hay que creerse todo lo que se dice. Y una reflexión: entre el delirio y el realismo hay una distancia insondable que no se puede ignorar. Calibrando medios y consecuencias, al final este Mad Cool se ha saldado con milagrosa suerte. Podía haber sido mucho peor.
 
JUEVES
 

Los retrasos en la apertura de puertas del jueves supusieron que muy poca gente recibiera en su estreno a SLAVES, esa “two-pieces band” descarada e irreverente del condado de Kent. Un concepto diferente del rock, minimalista hasta el extremo, acompañado de las poses más insolentes y manidas del punk. “Cheer Up London” y “Cut and Run” se dejan tararear; el resto es pura anarquía sonora. Eso sí, su despedida fue del todo original, superando foso, vallas y seguridad hasta acabar correteando por la hierba entre la audiencia.

 

EELS hicieron lo que debían. Es decir, rindieron sus homenajes habituales (este vez Rocky Balboa, The Who y Prince), presentaron las mejores canciones de su último trabajo (“Bone Dry”, “You Are The Shining Light” y “Today Is The Day”) y expusieron los más firmes argumentos de su variopinta discografía. Mucha fuerza para “Flyswatter”, “Dog Faced Boy”, “Prizefighter”, “Souljacker Part. I”, “Fresh Blood” o la versión enmascarada y rutilante de “Novocaine for The Soul”. Y como no puede haber concierto de Eels sin momento “club de la comedia”, en esta ocasión el blanco fue el nuevo baterista Little Joe, acreedor de chanzas, versos y ovaciones. El único pero a tan grande demostración de versatilidad fue el declive de ritmo en la recta final. Un concierto tan potente había que rubricarlo con sangre y no con lágrimas.


A continuación era turno para esa inmensa banda llamada FLEET FOXES. Sí, inmensa  a todas luces, pero desubicada. Pues es evidente que no están hechos para macroescenarios de festival, aunque todos los festivales se los rifen. La música de los de Seattle está hecha para espacios más íntimos, lugares sagrados donde la acústica se toca con los dedos, rincones pacíficos donde la gente tiene el pico cerrado. Ellos trabajan duro para lograr que su sonido se replique más allá de las barreras, pero aun así tardan en llegar. Y cuando llegan muchos ojos y oídos ya se han ido. Demasiada belleza desahuciada por el camino. Aun así, Robyn Pecknold comanda un grupo mágico, una orquesta que carbura a la perfección, llevando temas como “Grown Ocean”, “Drops In The River”, “White Winter Hymnal”, “Ragged Wood”, “Your Protector”, “He Doesn´t Know Why” o “Blue Ridge Mountains” hacia la exuberancia total. Sí, hubo muchas referencias a los anteriores trabajos, y muchas canciones de “Crack Up” echadas en falta (en especial “Kept Woman”, “If You Need To, Keep Time on Me” o “Mearcstapa”). Pero está claro dónde está su nivel, toquen lo que toquen: está más o menos en torno al 10.

Por su parte, YO LA TENGO siguen a lo suyo, a lo de siempre, y siempre son un placer. Desde la última cita con ellos no ha cambiado nada, o más bien solo algunas arrugas de más en el rostro de Ira y Georgia. Estamos hablando de sexagenarios que mantienen el espíritu de la primera juventud; increíble pero cierto. Estamos hablando de unos eruditos del rock, de gente que ha ido y ha vuelto cientos de veces por los caminos que algunos otros se empeñan en querer asfaltar con mociones innecesarias. Brillaron algunas de las clásicas, como “From a Motel 6”, “Stockholm Syndrome”, “Autumn Sweater” y “Tom Courtenay”. Lucieron algunas de las nuevas, como “For You Too” y “Ashes”. Terminaron con los colosales testimonios de fuerza de “Ohm” y “Pass The Hatchet, I Think I´m Goodkind”. Y entre medias, la dulzura y timidez de Georgia, los juegos a tres voces, el ritmo atroz de un James que está hecho un chaval y las enajenaciones eléctricas de Ira compartidas con el público a pie de escenario. Pues eso, lo de siempre. Y siempre grandes. 

Y llegaba el plato fuerte del jueves, el gran momento PEARL JAM. Asignatura pendiente para algunos, queríamos escuchar muchos temas. Queríamos escuchar por ejemplo “Daughter”, esa canción que nos convirtió en lo que somos hoy, pero “Daughter” no estuvo y nadie se explica por qué.  Aunque estuvieron otras, claro. Comenzaban sentimentales enlazando “Release”, “Elderly Woman Behind The Counter In a Small Town” y “Given to Fly” para desatar un ciclón al frenético grito de guerra de “Lukin”. Después llegarían “Corduroy”, “Why Go”, “Animal” e “Even Flow” todas de corrido. Ahí ya estaba claro por qué se les considera una de las mejores bandas de todos los tiempos. Punto 1: su música es atemporal y perdurable, manteniendo la frescura con el paso de los años. Punto 2: son un equipo, se mantienen en forma (McCready y Ament en especial), se comportan como profesionales. Punto 3: creen en lo que hacen y siempre lo han hecho, incluso en los más duros tiempos de críticas destructivas. Punto 4: se han dado cuenta, como todos, de que la posible solución es pactar una alianza pacífica con el enemigo (Live Nation, Ticketmaster, etc). Su solvencia y efectismo pasa por un repertorio de bajadas y subidas constantes, de energía perfectamente dosificada, de empellones furiosos (“Mind Your Manners”, “Jeremy”, “Do The Evolution”, “Porch”) y treguas líricas (“Better Man”, “Black”). En definitiva, el ejemplo exacto de auténtica banda de rock. Y ejemplares son a pesar del constante alegato de un Eddie Vedder empeñado en un chamanismo innecesario. Con canciones como las suyas cualquier otra prédica sobra.

VIERNES 

El segundo día de festival comenzaba con un acto de fe: el de exponerse al sol más justiciero para agasajar a KEVIN MORBY. Y la fe se vio recompensada con un concierto primoroso. Rodeado de adláteres confiables (entre ellos Nick Kinsey, ex Elvis Perkins in Dearland), el tejano justificó por qué su nombre apunta en dirección a Bob Dylan. Porque la sombra de Dylan fluctuó en varias ocasiones durante un recital que jugó con la variedad, con el medio tiempo y el acelerón. Brillante en las cadencias crecientes (soberbias “City Music” y “Harlem River”), efectivo en sus contornos pop-rock (“Cry Baby”, “I Have Been to The Mountain”, “Dorothy”), emocionante en su lado melancólico (“Destroyer”), y siempre concentrado y regio. Especialmente emotiva resultó “Dry Your Eyes”, dedicada al recientemente fallecido Richard Swift. Tenía que ser el propio Kevin quien nos diera la noticia. Un valor en alza. Un músico excepcional. 

La siguiente parada del día fue en la carpa Mondo Sonoro. Delicatessen nacional. NÚRIA GRAHAM convence con sus discos, con su soltura y madurez compositiva y esos aires de jungle pop y psicodelia. También convence en directo, pura dulzura y candor, presentando maravillas como “Bird Hits Its Head Against The Wall”, “Cloud Fifteen”, “Peaceful Party People from Heaven” o “Smile on The Grass”. Da igual que sea con guitarra de doce cuerdas o guitarra convencional; esos acordes se acoplan a su preciosa voz como guante en mano. Atención a ella, no ha hecho más que nacer.


Y JACK WHITE no nació ayer. Todavía joven en su ID pero veterano, muy muy veterano en su desarrollo artístico. Por ello no es de extrañar que sea capaz de jugar la partida de ajedrez perfecta en el escenario, de montar un pastiche tan efervescente y delirante tirando de todos los géneros que domina y no son pocos. Todo tiene cabida en su vertiginoso universo, llevado al límite en un directo salvaje y absorbente hasta decir basta. Jack es mucho Jack. Gran mérito tienen también sus músicos acompañantes (siempre seleccionados con lupa) y su impecable montaje visual. Pero el amo de las tablas es él: guitarrista de élite, fiera escénica, auténtica fuerza de la naturaleza. En su calculado repertorio hubo de todo. The White Stripes estuvieron presentes con una selección tan diversa como impactante: “Black Math”, “Cannon”, “Hotel Yorba”, "Why Can´t You Be Nicer to Me?", “We´re Going to Be Friends”, “I´m Slowly Turning Into You”, “The Hardest Button to Button” y “Ball and Biscuit”. The Racounteus también lo hicieron con “Steady As She Goes”, incluso The Dead Weather aparecieron con una aplastante “I Cut Like a Buffalo”. Pero es en su creación nominativa donde emerge la verdadera diversidad; el macro rock (“Over and Over and Over”), el punk (“Sixteen Saltines”), el funky (“Corporation”), el soul (“Why Walk a Dog?”), el blues (“High Ball Stepper”), el gospel (“Connected by Love”), el hip hop (“Lazaretto”), el macro pop (“Love Interruption”, “Would You Fight for My Love?”). ¿Alguien da más? Yo diría que, hoy por hoy, no. El jaque mate: “Seven Nation Army”, todo un himno popular que expande sus fronteras más allá de su ámbito (hasta mi madre se la sabe). De lo mejorcito del festival.

Y si por la música de Pearl Jam no pasan los años, no puede decirse lo mismo de ALICE IN CHAINS. Ungidos en la misma revolución aunque con visiones diferentes, ambos contribuyeron a la regeneración del rock en los 90. Y sin embargo, los unos han sabido evolucionar mientras los otros se han quedado sentados en la misma silla. Y eso se nota. No hay brecha notable entre las añejas (“Them Bones”, “Dam That River”, “We Die Young”, “Man in The Box”) y las recientes (“Check My Brain”, “Hollow”, “Stone”), y ambas tienen igual aceptación entre sus (fieles) seguidores. William DuVall ha recogido con enorme dignidad el testigo del finado Layne Staley. Pero a pesar del buen talante, todo resulta estático, lineal y temporalmente ajeno. Mucho mejor en las bajas revoluciones de “Nutshell” o “No Excuses”.
 
 SÁBADO
 
HURRAY FOR THE RIFF RAFF pasaban por España por primera vez, pese a llevar ya una década funcionando. Una interesantísima propuesta llena de mensajes reivindicativos, con la comandancia arrolladora de una Alynda Segarra que es como la versión femenina de Nick Cave. “The Navigator” y “Rican Beach” aportan el lado más exótico y fronterizo, mientras que “Hungry Ghost” o “Living in The City” refuerzan su faceta power pop. Los pasajes más emocionantes fueron los de mayor contenido político: “Kids Who´ll Die” (basada en el poema de Langston Hughes) y la coreadísima “Pa´lante” (homenaje a la comunidad latina). Otros americanos que se avergüenzan de su impresentable presidente.

  
Sobre QUEENS OF THE STONE AGE solo se puede decir una cosa: que son una potentísima banda de rock. No hay nada novedoso en su oferta: rock de músculo y potencia, una fuerza sobredimensionada que engancha. En su eficacia tiene mucho que ver el carisma de Josh Homme, que se empeñaba en espolear a la gente para invadir ese estúpido invento infrautilizado de la zona front stage. Rugieron como leones “My God is The Sun”, “The Way You Used to Do”, You Think I Ain´t Worth a Dollar, But I Feel Like a Millionaire”, “Burn The Witch”, Go With The Flow o “No One Knows”, esta última con exhibición megalítica de Jon Theodore a las baquetas. Teniendo un baterista así, ¿quién necesita a Dave Grohl? Por su parte, “Make It Wit Chu” puso la nota de sofisticación, único respiro a un concierto extenuante en su conjunto. El final con “Song for The Dead” podría pasar a los anales del metal sin mayor problema. Garra y actitud: Homme acabó arrancando los postes de luces y tumbando teclados como un auténtico destroyer. 

Lo de DEPECHE MODE es algo insólito. Casi cuarenta años en escena y todavía mantienen las baterías cargadas. Asombran su dedicación y su eficiencia, asombra la pose heroica de un Dave Gahan que hace no mucho estaba más cerca de allá que de acá. Otros que visten su reputación por derecho propio. Frío al principio, su concierto fue un globo que se fue inflando a medida que llegaban los grandes hits. Dosificados al principio (“It´s No Good”, “World In My Eyes”), imparables desde el final de la insufrible “Somebody” (con perdón para Martin Gore). A partir de ahí y por orden: “In Your Room”, “Everything Counts”, “Stripped”, “Personal Jesus” y “Never Let Me Down Again”. Para los bises, una trilogía apoteósica: “Walking In My Shoes”, “Enjoy The Silence” y “Just Can´t Get Enough”. Ni un minuto de respiro. Una montaña rusa de emoción y comunión popular, una miscelánea para el recuerdo y para la constatación de que sus himnos merecen la etiqueta de eternos. 

Nada mejor para culminar un festival que FUTURE ISLANDS. Vale, su música no es novedad, sus canciones están todas cortadas con el mismo patrón, pero hay que reconocer que Samuel Thomson Herring da un juego extraordinario. Es el símbolo y el corazón de la banda, con sus gruñidos, sus postureos, sus bailes y sentadillas imposibles. ¿Concierto electro-pop o pasatiempo circense? La cosa es tan, tan desternillante que al final te encuentras coreando “Cave” (“I don´t believe anymore”), “Seasons (Waiting on You)” (“As it breaks, the summer awaits”) o “Spirit” (“don´t cast away, don´t cast away”) sin saber a santo de qué. Parecen de otro mundo: un mundo sui géneris y totalmente anti-rock.  

Cosas cazadas al vuelo:

   
-        La solidez de piedra del directo de The White Buffalo.
-        La bacanal de ruido de At The Drive-In y su demoniaco Cedric Bixler-Zavala.
-        Las londinenses The Big Moon y sus hits “Sucker” y “Cupid”.
-        Snow Patrol, insulsos hasta la desesperación.
-        La despedida de Perfume Genius al son de la impecable “Queen”.
-       El cabreo creciente en la atestada carpa The Loop ante la espantada de Massive Attack (sin más comentarios).
-        El hard rock sin pies ni cabeza de Pile.
-        La calidez pop-folk de un encantador Jack Johnson.

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