24 noviembre 2010

RETROSPECTIVAS

JONI MITCHELL. Blue.

Joyas de los setenta (5ª parte).

Cuando se habla de Joni Mitchell, una imagen de archivo histórico me viene siempre a la cabeza: la de sus súplicas de calma y respeto desde el escenario en el festival de la Isla de Wight. Corría 1970, empezaba una década. Eran los tiempos dorados del folk, de los cantautores conductores de conciencias. Y de artistas que, como ella, se atrevían a declarar sus sensaciones y emociones más profundas, depositándolas sobre el desordenado lecho del mundo en forma de canción.

Cuando se habla de folk, como estilo o como símbolo, “Blue” (71) siempre aparece en las menciones. Un álbum que ha llegado a ser icónico con el tiempo. Una decena de historias interiores que desfilan desnudas, aún así esplendorosas. A Joni nunca le hizo falta ornato y parapeto: solo su voz, una guitarra, su pluma veloz y original. Esa voz divina y no terrena, el dominio insultante de los tonos, las notas de cristal sostenidas en el aire. Y el destello titilante de las seis cuerdas, brillando, oscilando, acelerando, en un modelo de composición que no es típico, ni matemático, ni sencillo. Y aunque a la rubia canadiense siempre se la dibuje sola, sentada, abrazando la cálida madera de su compañera del alma, en este disco destacan por encima de todo los temas edificados al piano. Esa poética y melancólica “My Old Man”, la suave caricia de terciopelo de “Blue”, el embrujo navideño de “River”. Cosa que no hace peores “All I Want” y “Little Green”. Ni tampoco “Carey”, con su tam-tam de frescura africana; o “California”, con su pedal steel de polvo en el camino.

Las tres últimas veces que escuché este disco lo hice en ambientes que le dieron una dimensión etérea: tumbada en la hierba, contemplando las hojas de los árboles en el ocaso de una tarde veraniega; conduciendo de noche por una carretera solitaria; tumbada al abrigo de una manta, con la única luz de una vela. Blue significa azul: el color del cielo, del mar y, casualmente, de este blog. Blue también significa tristeza.

www.jonimitchell.com

21 noviembre 2010

CONCIERTOS

THE PAINS OF BEING PURE AT HEART. Toledo. Círculo de Arte. 19-11-2010.

Calimocho time.

Aviso a los fans acérrimos del grupo de Brooklyn para que no lean esta crónica: puede herir sensibilidades. En boca de todos en el último año y pico, la repercusión mediática y de público de The Pains of Being Pure at Heart se antoja mucho hueso para tan poco perro. Al menos después de asistir a su concierto en Toledo. Su álbum de debú, sin desentrañar primicias sonoras, tenía sus momentos, canciones pegadizas y un regusto ocasional a años ochenta y a Yo la Tengo. La conclusión tras escucharlos fue de hype como un tren de mercancías. La conclusión tras verlos sobre el escenario es que un buen promotor vale más que mil talentos.

Vale, de acuerdo que es difícil que un concierto suene perfecto en el Círculo de Arte. Pero ¿se puede llegar a sonar peor?. Ni grupos nacionales, semiprofesionales o amateurs han sonado tan nefastos en el mismo local. Saturación de bajos, acoples, instrumentos descompensados (¿para qué sirven las pruebas de sonido y los técnicos de mesa?) y el vano esfuerzo de un Kip Berman que no nació para ser cantante, o de una Peggy Wang-East que acabó en funciones decorativas, con su voz y su teclado ahogados en el ruido. Ni sus mejores canciones (“Stay Alive”, “This Love Is Fucking Right”) se salvaron de una quema inevitable. Sólo “Contender” en la apertura de los bises, por ligereza de elementos, obtuvo un aprobado ramplón.

Camuflada en las primeras filas para buscar una foto decente, una se percata de que a los incondicionales les importa un pimiento que estén haciendo el ridículo: se saben las canciones, canturrean, saltan y levantan las manos como si estuvieran asistiendo al show de su vida. Es una buena forma de compasión. O más bien una muestra de insensibilidad. O la autoafirmación de una modernidad que hay que defender a cualquier precio. Sobre gustos no hay nada escrito pero, en lo musical como en muchos otros aspectos, este país tiende a moverse al ritmo de las modas. Y en ese afán por ser supermodernos y socialmente considerados, nos olvidamos de prestar atención a lo que de verdad merece ser tomado en serio.

Y así, un grupo campeón en expectación y favoritismo se limita a tocar cuarenta minutos (más otros pocos de bis) en un estricto sota, caballo y rey, y a golpe de calimocho en el gaznate. Algo muy pobre. De acuerdo que solo tienen un disco más un single, y el repertorio no da para más. Pero me vienen a la mente ahora otras bandas que, con materiales tanto o más reducidos, rebuscaron en el baúl de los recuerdos para extender sus minutajes, regalando un poco de improvisación, empatía, algo más de magia y de pasión. Cosas básicas que todo buen grupo de rock debería tener. Cosas que The Pains of Being Pure at Heart todavía no tienen. La diferencia entre el calimocho y un buen crianza.

www.thepainsofbeingpureatheart.com

Léelo también en:
myfeetinflames.wordpress.com

19 noviembre 2010

CANCIONERO

AMERICA. A Horse With No Name.

De vuelta a los setenta, me permito recomendar una de las mejores canciones de todos los tiempos. “A Horse With No Name”, quizá el mayor éxito en la carrera de America, es la canción absoluta. Guitarras envolventes, enormes percusiones, brillante puente de fingerpicking. Un canto a la naturaleza, versos perfectos, el encandilador juego de armonías de Dewey Bunnell, Dan Peek y Gerry Beckley. Y ese estribillo para canturrear sin tener que saber una puñetera palabra de inglés.

La canción se publicó en 1972, justo a continuación de su primer largo “America” (71). Y obtuvo tanto éxito que obligó a la reedición de dicho disco, ocupando un lugar de honor (el quinto) dentro del mismo. Y lo catapultó a los cielos. Cuestión de buen gusto.

A HORSE WITH NO NAME

On the first part of the journey,
I was looking at all the life.
There were plants and birds and rocks and things,
There was sand and hills and rings.
The first thing I met was a fly with a buzz,
And the sky with no clouds.
The heat was hot and the ground was dry,
But the air was full of sound.

I've been through the desert on a horse with no name,
It felt good to be out of the rain.
In the desert you can remember your name,
'Cause there ain't no one for to give you no pain.
La, la, la la la la, la la la, la, la
La, la, la la la la, la la la, la, la

After two days, in the desert sun,
My skin began to turn red.
After three days, in the desert fun,
I was looking at a river bed.
And the story it told of a river that flowed,
Made me sad to think it was dead.

After nine days, I let the horse run free,
'Cause the desert had turned to sea.
There were plants and birds and rocks and things,
There was sand and hills and rings.
The ocean is a desert with its life underground,
And a perfect disguise above.
Under the cities lies, a heart made of ground,
But the humans will give no love.

17 noviembre 2010

DISCOS

THE JON SPENCER BLUES EXPLOSION. Dirty Shirt Rock´n´Roll: The First Ten Years.

Rock desde las vísceras.

Pelín atrás en el tiempo queda ya la publicación de “Dirty Shirt Rock´n´Roll: The First Ten Years” (2010), álbum recopilatorio que sirve como excusa perfecta para recordar el blues grasiento y físico de The Jon Spencer Blues Explosion. Publicado en marzo, pero aterrizando en nuestros brazos justo ahora, este disco marca un hito histórico en Curtains: la primera revisión sobre un disco de grandes éxitos. Y es que los discos recopilatorios a menudo huelen a mercadotecnia. Sin embargo, no obviaremos su utilidad como catálogo de primer contacto para principiantes o centrado resumen para revisores.

En un momento en el que la banda que elevó a su frontman a la categoría de bestia entre las bestias del rock parece encontrarse en barbecho, esta recopilación revive su década prodigiosa. Prácticamente su entera vida; solo queda al margen aquel “Damage” (2004) que despistó con la firma de The Blues Explosion a secas. Un fiel testimonio de la contundencia de un trío que copirratizó el casi malévolo redireccionamiento del blues hacia garajes mugrosos, tachuelas, escaras y alcohol de quemar. Tachados por los puristas de clowns irrespetuosos con la música del delta, Jon Spencer, Judah Bauer y Russell Simins nunca fueron del todo comprendidos, pese a sus alianzas ocasionales con grandes del género de mirada abierta (R.L. Burnside por ejemplo). Y es que su música no es solo blues. Sí, Muddy Waters está presente, pero también lo están Elvis Presley, X, The New York Dolls, The Rolling Stones, The Cramps o Funkadelic.

Y aquí se mezclan todas juntas aquellas canciones que los convirtieron en referente (amado u odiado) en los noventa. Sin cronología y sin pauta. La audición de los 22 cortes del tirón vuelve a causar el efecto voraz y febril que despertaban sus discos o sus directos en otros días. Atracón de guitarras polisaturadas, bramidos, ritmos salvajes, virajes esquizofrénicos: la savia del rock´n´roll. No faltan los riffs potentes y adictivos de “Chicken Dog” y “Wail”, las cadencias funky de “Buscemi”, “Let Me Alone So I Can Rock Again”, “Afro”, “Flavour” o “Fuck Shit Up” (ésta en su más orgánica versión en vivo), la suite ratonera “Bellbottoms”, la supersexy “Talk About The Blues”, el desquiciado punk de “History of Sex” o “Water Main”, el impresionismo rock de los instrumentales “Train #2” o “Greyhound” ni el hipotético purismo del blues en “Love Ain´t On The Run” o “Shake ´Em On Down”. Y por supuesto, tampoco falta el perfil sosegado de “Magical Colours” y la accesible “She Said”.

Ahora Jon Spencer se divierte junto a Matt Verta-Ray con un proyecto más ambiguo, aunque no exento de referencias blueseras: Heavy Trash. Mientras tanto, en este disco queda ejecutada la sentencia que una vez lo juzgó como rockero rompedor, escultor de sonidos y creador visceral: culpable.

www.thejonspencerbluesexplosion.com

14 noviembre 2010

CONCIERTOS

MARCUS DOO & THE SECRET FAMILY. Toledo. Pícaro. 12-11-2010.

Naciones unidas.

Toledo se mueve. ¿Ilusión o milagro?. Y nosotros nos movemos con ella. Marcus Doo & The Secret Family no es una banda al uso. Se trata de una agrupación de músicos de muy diversas nacionalidades, con cuartel general en Madrid y con un repertorio neonato pero de quitar el hipo. Los escoceses Marcus Doo (voz, guitarras, armónica) y David Sergeant (guitarras), la madrileña Rocío León (voz, guitarra), el norteamericano Greg Gobel (bajo) y el francés Fabrice Gamon (percusión) conforman un homenaje a las Naciones Unidas, una oda al entendimiento sin fronteras. Es lo que tiene la música. Son como cazadores de mariposas, tratando de atrapar lo mejor del ruido y del silencio. Amigos del pop y las músicas populares, pero también de las eléctricas punzantes, del embrujo de la distorsión. Así, sus curradas piezas pueden tanto evocar a Elliott Smith en un momento dado, como a The Carter Family en otro momento posterior, sin olvidarnos de Mogwai en los postres. Aunque a quien más pueden llegar a recordar es al grupo al que precisamente teloneaban en su última visita a España: The Swell Season. Chico con acústica peleona, candorosa chica de dulce voz, buenas melodías, canciones que suben y estallan, bajan y respiran. Un modesto clon que apunta maneras. En su haber ya tienen el reconocimiento como co-ganadores del Proyecto Demo 2010.

Acaban de publicar su primer trabajo, “The Magpie Returned The Ring” (2010), estupenda colección bautizada con éxito en la sala Pícaro. Concierto impoluto (el sonido no tanto) para escasos afortunados. Las bellísimas “1919” y “Remind Me” emocionaron con sus explosiones a dos voces. Muy divertido resultó su descarado acercamiento al country con “Made to Measure”. El silencio absoluto tapizó la sala en la interpretación de “El Principio”, mezcla de nana celta y fado con la voz de Rocío multiplicada por efecto de pedal manipulado a mano. Con la brutal “Solipsism” quedó claro que no hacen ascos al rock más oscuro. Para el final dejaron la magistral “Fallen Angel”, momento electricidad shoegazing y armónica de toma pan y moja. También hubo hueco para mini-recital poético de Marcus en paupérrimo castellano y oportuno homenaje al malogrado Mark Linkous (Sparklehorse) en forma de versión.

A veces no hay que irse muy lejos o esperar que los demás vengan de lejos para poder sucumbir al encanto de la música. Aquí, bien cerca, a nuestro alrededor, los jóvenes buscan su alimento, lo engullen y lo digieren. Y crecen, se hacen mayores, preparados para ofrecer al mundo lo que el mundo, o parte de él, de verdad espera. En resumen, que en casa también hay donde picar.

www.myspace.com/marcusdoo

Léelo también en: myfeetinflames.wordpress.com

13 noviembre 2010

DISCOS

JUNIP. Fields.

Folktrónica de libro.

Ahora que está muy de moda que los solistas se agrupen y los miembros de los grupos revelen sus inquietudes en solitario, el respetable José González ha decidido unirse a la primera promoción. Aprovechando la sinergia de sus excelentes trabajos en solitario, el sueco-argentino decide resucitar el proyecto que desde hace tiempo lo asocia con Elías Araya y Tobias Winterkorn, para explorar sonidos de una nueva dimensión. La forma de las canciones de Junip es algo diferente (súmenle teclados, percusión y bases electrónicas a su folk de altos vuelos) pero el fondo es más o menos similar. Canciones que no dejan de saber a merienda de campo, iluminadas y vanguardistas pero sin perder un nimbo de sanadora intimidad. Y precisamente a esa intimidad contribuye de manera especial la voz del propio González, tibia y familiar como pocas.

En “Fields” (2010) hay buenos materiales, enormes melodías y menos complicaciones de lo que en un principio pudiera parecer. La fórmula, orgánica pese a los flashes electro, funciona a las mil maravillas en “Always” o “It´s Alright”, temas en los que es fácil quedar atrapado durante días. El dinamismo rítmico de “Howl” o las expansiones casi trance de “Without You” y “Tide” protagonizan más momentos fulgurantes de un trabajo disfrutable indistintamente por los amantes de Bob Dylan o Portishead. Y por supuesto, los admiradores de “Veneer” (2003) e “In Our Nature” (2007) tampoco quedarán insatisfechos, estando el sello del autor tan rotundamente impreso en cada nota. Agradecido disco, agradable sensación.

www.junip.net

09 noviembre 2010

DISCOS

YANN TIERSEN. Dust Lane.

Amélie pasó a la historia.

Ya ha llovido desde la penúltima entrega de Yann Tiersen, aquel “Les Retrouvailles” (2005). Eso sin contar con los inéditos contenidos en su recopilación en vivo “On Tour” (2006). Y tras tanto tiempo sin dedicarle minutos aparece “Dust Lane” (2010), y la sensación es de sorpresa, de novedad. Sabe a otra cosa, a nuevas músicas, a un artista diferente. Diferente hasta en el concepto, ahora más anglosajón, adoptando el inglés como idioma preferente. Elementos típicos habituales no faltan: violín, piano, sonidos de juguete. Pero este nuevo trabajo deja al descubierto que el francés se ha dejado llevar por su lado más ruidoso, ese que sacaba con tanto tino en directo dejando atónitos y despistados a los fanáticos de las bandas sonoras. Así, ahora se deja embaucar por el pop catedralicio y el rock (¿o mejor post-rock?), mostrándose un músico más metódico y también más moderno. Del Tiersen puro de antaño solo asoma una pequeña brizna en el intro de “Dust Lane” (con acústica, piano, acordeón y xilofón) y el punto final de “Dark Stuff” (ese violín devastador). Lo demás es un nudo de atmósferas, un disco de una pieza lleno de capas y texturas (y de electricidad), donde “Palestine” y “Fuck Me” son escogidas para promocionar algo tan difícil de vender en cualquier mercado. La primera es pura contundencia, pese a su simplicidad y repetición. La segunda es pura calidez, pese a su provocativo título. Como curiosidad adicional, el francés no ha buscado intérpretes de relumbrón (nutridas corales aparte) para colorear sus temas, decidiendo que él mismo puede y se merece ejercer. Y a ratos es capaz de hacerlo como el mismísimo Leonard Cohen (“Chapter Nineteen”). En definitiva, “Dust Lane” no es el mejor trabajo de su carrera, pero sí quizá la pala que entierre de una vez el estigma de Amélie.

www.yanntiersen.fr

07 noviembre 2010

CONCIERTOS

LOS CORONAS + ARIZONA BABY. Toledo. Círculo de Arte. 6-11-2010.

Noche vaquera.

Como buen sustitutivo para un Twoday Festival cancelado vergonzosamente in extremis, la gira conjunta de Los Coronas y Arizona Baby tocaba suelo toledano. Ver a madrileños y vallisoletanos en lugar de pisar Madrid y Valladolid. No es lo mismo pero compensa. “Dos bandas y un destino” es el nombre que se han sacado de la manga para poner en los escenarios un proyecto común, iniciado para dar cancha al gustillo por las covers. Y de versiones y guiños históricos se nutrió buena parte del repertorio. Desde Enio Morricone hasta Bobby Fuller, pasando por Neil Young, Johnny Cash, Elvis, Pink Floyd, Black Sabbath, The Dead Kennedys y hasta Los Brincos.

De vaqueros de campo con camisa y sombrero de cowboy los primeros a vaqueros de ciudad con sobrero de copa, naipe y chaleco los segundos. La estética western (proyecciones incluidas) no es más que el condimento justo para un show en el que las dos bandas, lejos de exhibirse estancas, comparten un protagonismo fifty fifty sobre las tablas. Y fueron los números globales los que sorprendieron de verdad, competición de virtuosos (Javier Vacas al bajo, Fernando Pardo, David Krahe y Rubén Marrón a las seis cuerdas, Roberto Lozano y Marcos Úbeda a las baquetas, el ucraniano Evgeni Riechkalov a la trompeta) tocados por la varita de los ancestros, con un Javier Vielba desmelenado en su rol de maestro de ceremonias. Se atrevieron con todo: con recreaciones fidedignas de “Everybody Knows This Is Nowhere” de Neil Young o “Runaway” de Del Shannon, revisiones incendiarias de “Supernaut” de Black Sabbath o “Too Drunk To Fuck” de The Dead Kennedys, una “Wish You Were Here” de Pink Floyd llena de músculo, boleros en castellano y el clásico “I Fought The Law” para cerrar la noche con puntería de pistolero.

Pero también hubo tiempo de gloria exclusiva. El trío pucelano se estrenó con la suya, pescando los mejores cortes del magistral “Second To None” (2009), disco descubierto tarde pero degustado con fruición. “The Truth” (el señor Marrón sentando cátedra con un intro de velocidad descabellada), “Ouch!”, la muy CalexicoA Tale of The West” o “Dirge” hicieron las delicias de los que amamos con pasión, por primera vez en mucho tiempo, un disco más que excelente de una banda compatriota. La descompensación técnica provocó las quejas y disculpas de un Javi Vielba hiper-locuaz, y el set se hizo corto pese a rescatar también andanzas primogénitas (“Everything”). Y por cierto, tampoco se escapó la fenomenal e intratable “Shiralee”, compartida en octeto en los bises como si fuera un clasicazo más.

Los Coronas (Fernando Pardo dixit) ya están en cuarto de la escuela de rock. Es decir, entre los buenos. Con poco o nada ya que demostrar y tras años fieles a un formato que, más que encasillarlos, los convierte en maestros de referencia, demostraron que se puede llegar al respetable sin recitar un solo verso. “Jinetes Radiactivos” y “Big Wave Riders” (ambas de su último “El Baile Final de Los Locos y Los Cuerdos”) causaron estragos, y hasta se atrevieron con pinceladas de garage extremo, reggaeton y un órdago tronchante al “Flamenco” de Los Brincos. Sin peros y sin mancha. Solo cabe lamentar que prescindieran del particular homenaje a Fernando Fernán Gómez, ese grito de guerra que todos esperábamos repetir a pulmón partido: “¡A la mierda!”.

Dos bandas y un destino. Destino concretado en un homenaje entrañable al buen rock and roll, a los clásicos populares, a la diversidad y a la diversión. Dos bandas que se han visto las caras por casualidad para dejarnos un regalo de película. Que lo que el destino ha unido no lo separe el hombre.

www.loscoronas.com