DISCOS
YANN TIERSEN. Dust Lane.
Amélie pasó a la historia.
Ya ha llovido desde la penúltima entrega de Yann Tiersen, aquel “Les Retrouvailles” (2005). Eso sin contar con los inéditos contenidos en su recopilación en vivo “On Tour” (2006). Y tras tanto tiempo sin dedicarle minutos aparece “Dust Lane” (2010), y la sensación es de sorpresa, de novedad. Sabe a otra cosa, a nuevas músicas, a un artista diferente. Diferente hasta en el concepto, ahora más anglosajón, adoptando el inglés como idioma preferente. Elementos típicos habituales no faltan: violín, piano, sonidos de juguete. Pero este nuevo trabajo deja al descubierto que el francés se ha dejado llevar por su lado más ruidoso, ese que sacaba con tanto tino en directo dejando atónitos y despistados a los fanáticos de las bandas sonoras. Así, ahora se deja embaucar por el pop catedralicio y el rock (¿o mejor post-rock?), mostrándose un músico más metódico y también más moderno. Del Tiersen puro de antaño solo asoma una pequeña brizna en el intro de “Dust Lane” (con acústica, piano, acordeón y xilofón) y el punto final de “Dark Stuff” (ese violín devastador). Lo demás es un nudo de atmósferas, un disco de una pieza lleno de capas y texturas (y de electricidad), donde “Palestine” y “Fuck Me” son escogidas para promocionar algo tan difícil de vender en cualquier mercado. La primera es pura contundencia, pese a su simplicidad y repetición. La segunda es pura calidez, pese a su provocativo título. Como curiosidad adicional, el francés no ha buscado intérpretes de relumbrón (nutridas corales aparte) para colorear sus temas, decidiendo que él mismo puede y se merece ejercer. Y a ratos es capaz de hacerlo como el mismísimo Leonard Cohen (“Chapter Nineteen”). En definitiva, “Dust Lane” no es el mejor trabajo de su carrera, pero sí quizá la pala que entierre de una vez el estigma de Amélie.
www.yanntiersen.fr
Amélie pasó a la historia.
Ya ha llovido desde la penúltima entrega de Yann Tiersen, aquel “Les Retrouvailles” (2005). Eso sin contar con los inéditos contenidos en su recopilación en vivo “On Tour” (2006). Y tras tanto tiempo sin dedicarle minutos aparece “Dust Lane” (2010), y la sensación es de sorpresa, de novedad. Sabe a otra cosa, a nuevas músicas, a un artista diferente. Diferente hasta en el concepto, ahora más anglosajón, adoptando el inglés como idioma preferente. Elementos típicos habituales no faltan: violín, piano, sonidos de juguete. Pero este nuevo trabajo deja al descubierto que el francés se ha dejado llevar por su lado más ruidoso, ese que sacaba con tanto tino en directo dejando atónitos y despistados a los fanáticos de las bandas sonoras. Así, ahora se deja embaucar por el pop catedralicio y el rock (¿o mejor post-rock?), mostrándose un músico más metódico y también más moderno. Del Tiersen puro de antaño solo asoma una pequeña brizna en el intro de “Dust Lane” (con acústica, piano, acordeón y xilofón) y el punto final de “Dark Stuff” (ese violín devastador). Lo demás es un nudo de atmósferas, un disco de una pieza lleno de capas y texturas (y de electricidad), donde “Palestine” y “Fuck Me” son escogidas para promocionar algo tan difícil de vender en cualquier mercado. La primera es pura contundencia, pese a su simplicidad y repetición. La segunda es pura calidez, pese a su provocativo título. Como curiosidad adicional, el francés no ha buscado intérpretes de relumbrón (nutridas corales aparte) para colorear sus temas, decidiendo que él mismo puede y se merece ejercer. Y a ratos es capaz de hacerlo como el mismísimo Leonard Cohen (“Chapter Nineteen”). En definitiva, “Dust Lane” no es el mejor trabajo de su carrera, pero sí quizá la pala que entierre de una vez el estigma de Amélie.
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