30 septiembre 2007

DISCOS

TARWATER. Spider Smile.

Ahora y antes.

El año 2007 comenzó, como todos, con una declaración de intenciones: la de escuchar más música electrónica y, por añadido, dedicarle mayor hueco en este minúsculo espacio de la blogosfera. Igual que el grueso de proposiciones de este tipo, no se ha cumplido. Quizá porque el abanico de opciones es tan amplio que dificulta la elección, o quizá porque hemos llegado a un punto en que la electrónica se funde con otros universos (llámese rock o pop) sin posibilidad de discernimiento. Sin embargo, “Spider Smile” (2007) sirve como estupendo reclamo para recuperar uno de los grandes nombres del género. El dúo germano Jestram-Lippock carga a su robusta espalda una carrera de discos excelentes y canciones de ensueño que deja en pañales a muchos otros gurús de la maquinita y el bailoteo. Seguramente porque su música está a años luz de la discoteca, pertrechada entre árboles frondosos, puestas de sol y baños turcos. Su nuevo trabajo no es el mejor en su trayectoria, pero anima a rescatar los que sí lo fueron, haciendo de este artículo un híbrido entre modesta crítica de disco y nostálgica retrospectiva.

Silur” (98) y “Animals, Suns & Atoms” (2000) fueron un descubrimiento mágico, casi místico. En ellos se encerraban piezas llenas de romanticismo estoico, arreglos y melodías que traían a la memoria fotografías en color sepia, pinturas difuminadas y una liberadora sensación de paz interior. Canciones como “The Trees”, “At Low Frequency”, “Song of the Moth”, “The Watersample”, “Visit” o “Ford” conjugaban magistralmente lo espiritual y lo físico, la abundancia y el vacío, tierra, aire, fuego y agua. La parte más ocultista de aquellos trabajos se ha ido diluyendo con el paso del tiempo y “Spider Smile” perpetúa la saga que empezaba con “Dwellers on the Threshold” (2002) y seguía con “The Needle Was Travelling” (2005). Un sonido más abierto, ancho, espacioso y optimista.

Si hay una cosa especialmente atractiva en Tarwater es la voz de Ronald Lippock. Elegante y misteriosa como pocas, aparece en las canciones como una visión religiosa, llenándolas de solemnidad. Así, el análisis de “Spider Smile” puede hacerse dividiéndolo en dos partes: aquella en que esa voz superlativa está presente, aquella otra en la que no. En la primera destacan la rotunda “Lower Manhatten Pantoum”, centrada en un único concepto que se repite sin cansar; o la exótica “Sweet Home Under White”, ideal para ejercitar la danza del vientre. Otras, como “World of Things to Touch” o “When Love Was the Law in Los Angeles”, edulcoradas en exceso a base de cascabel y xilofón, quedan en segundo plano. En la parte instrumental sobresalen las encantadoras “Shirley Temple” y “Roderick Usher” (que los emparentan sin querer con Air) y la inaccesible “Witch Park”, testimonial de una especial querencia por lo étnico. Un disco sin demasiada trascendencia por sí solo, pero indispensable en el contexto de un proyecto apasionante, reivindicable y defendible hasta las últimas consecuencias.

www.tarwater.de

28 septiembre 2007

DISCOS


LIARS. Liars.

Transfiguraciones.

Hoy hace justo un año que prendieron fuego a la Moby Dick (cómo pasa el tiempo, coño) y ya es oficial: los mentirosos van a su rollo. Han vuelto a hacerlo, han vuelto a sorprender, aunque lo realmente sorprendente sería lo contrario. Sin preocuparse por buscar un título impactante para el cuarto largo (mejor; los dos primeros eran imposibles de memorizar), la gracia de “Liars” (2007) reside en que hay ratos en que dejan de ser Liars (o sea, únicos) para empadronarse con mayor o menor fidelidad en sonidos Happy Mondays (“Houseclouds”), Massive Attack (“Sailing to Byzantium”), The Jesus & Mary Chain (“Freak Out”) o My Bloody Valentine (“Pure Unevil”). A lo mejor fue intencionado, a lo mejor salió natural. El caso es que a tan imprevisible triángulo equilátero es imposible atribuirle cargos de usurpador, oportunista o payaso, por numerosas razones. Porque “Leather Prowler” y “The Dumb in the Rain” sí tienen ese espeluznante olor a campo de concentración marca de la casa; porque entre el desconcierto aún emerge esa canción trepidante fetén que te deja pasmado (“Plaster Casts of Everything” y “What Would They Know”, para quitarse el sombrero); porque un temazo como “Protection” (¿himno electro-pop del año?) merece indulgencia jacobea eterna, sea obra de quien sea. Pues eso, que sigan a su puñetera bola, que todo queda perdonado.

www.liarsliarsliars.com

03 septiembre 2007

REPORTAJES


DIRTY THREE: EL VIOLÍN DE LOS INFIERNOS.

Soy débil. Todo se remonta a aquel último de mayo en el Forum de Barcelona. Ese violín me dejó herida de muerte, aunque apenas me percaté en caliente, solo después, pasados los días, en casa, en frío. Yo los respetaba, los admiraba, aunque siempre habían sido una banda para ocasiones contadas, para no empacharse, para degustar en pequeños bocados. Aquel día supuso un viraje brusco, el cambio de rumbo hacia una obsesión, otra más en mi larga carrera. Warren Ellis ya no es solo el violinista de Nick Cave; es la mano que mece la cuna, el guardián entre el centeno, y se me aparece cada noche en sueños, amenazándome en broma con su arco maldito. Los discos de los tres sucios se han convertido poco a poco en el pan de cada día, o mejor, en esa droga de la que no puedes prescindir aún a sabiendas de que acabará contigo.

No son unos cualesquiera. Afortunadamente, nunca han sido protagonistas. Ni lo serán. Son demasiado inteligentes para eso. Su música es demasiado inteligente para eso. Su música suena a archipiélagos fríos y remotos, a olas estrellándose contra las rocas, a pozos oscuros en los que apenas se adivina el fondo. Su música despierta sensaciones diferentes según el estado de ánimo o la amplitud y luminosidad de los espacios; tan pronto te alerta de un peligro inminente, como te quita el aire hasta la más extrema claustrofobia, o te balancea como una nana hasta que te duermes. A veces cimbrea el alma suavemente, otras tienes que pararla para no arrojarte al precipicio. Normal; es música creada por alguien que asegura haber sido visitado varias veces por el espíritu del mismísimo Beethoven.

Música que no necesita palabras, que deja sin palabras, la palabra estorba. Ese violín de los infiernos ha creado un lenguaje nuevo que, como los cantos de las sirenas, hay que aprender a descifrar. Ese violín eléctrico, sobrenatural y anárquico, que susurra versos codificados, cuando no termina aullando, llorando o gritando moribundo, poniendo el corazón en el puño. Ese violín que se rebela salvaje, cabalgando entre percusiones volátiles y escurridizos acordes de guitarra. Ese violín que a veces deja de serlo, reencarnándose en bongo, flauta o mandolina, alimentando el juego del despiste.


Más de diez años de trabajo y autofidelidad dan lugar a una obra sólida y personalísima con múltiples ingredientes que se ligan creando un todo puro Dirty Three: rock sinfónico, free-jazz, country-western, clásica, aires celtas, humos mántricos y otras músicas del mundo. Cuando el término post-rock empezó a ponerse de moda, ellos ya habían ido y habían vuelto por sus caminos. Esa obra está representada en siete álbumes a cual mejor: el primitivo “Sad & Dangerous” (95), el enigmático “Dirty Three” (95), el turbulento “Horse Stories” (96), el evocador “Ocean Songs” (98), el romántico “Whatever You Love, You Are” (2000), el descendente “She Has No Strings Apollo” (2003) y el variopinto “Cinder” (2005). Una discografía a la que hay que enfrentarse con infinita paciencia. Escasas canciones (y solo en “Cinder”) bajan de los tres minutos, muchas llegan a los seis y algunas sobrepasan los diez. “Deep Waters” (incluida en “Ocean Songs”) bate el récord con 16 minutos y medio. Su listado de referencias se completa con diversas composiciones para el cine y un EP compartido con un grupo que encaja con ellos como anillo al dedo: Low. Y se avecina un jugoso DVD para inmortalizar su vertiginoso directo.

No hay un solo momento en todos esos álbumes que no merezca la pena, pero ahí va una selección personal de los mejores, los que dejan verdaderas cicatrices:

- “Alice Wading” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Authentic Celestial Music” de “Ocean Songs”.
- “Great Waves” de “Cinder”.
- “Ever Since” de “Cinder”.
- “Flutter” de “Cinder”.
- “Hope” de “Horse Stories”.
- “Horse” de “Horse Stories”.
- “I Offered It Up to the Stars and the Night Sky” de “Whatever You Love, You Are”
- “Indian Love Song” de “Dirty Three”.
- “Kim´s Dirt” de “Sad & Dangerous” y “Dirty Three”.
- “The Last Night” de “Dirty Three”.
- “Long Way to Go with No Punch” de “She Has No Strings Apollo”.
- “Lullabye for Christie” de “Whatever You Love, You Are”
- “Red” de “Horse Stories”.
- “The Restless Waves” de “Ocean Songs”.
- “Some Summers They Drop Like Flys” de “Whatever You Love, You Are”.
- “You Were a Bum Dream” de “Sad & Dangerous”.










Soy débil. Reconozco mi absoluta predilección por los músicos polifacéticos, los que siempre están barruntando, los que aparecen en los créditos de otros, poniendo sus aptitudes y dones al servicio de la Humanidad. Warren Ellis es un tipo de los que caen en gracia. No solo por su envidiable curriculum (formar parte de los Bad Seeds y Grinderman ya es un sobrado motivo de envidia), también por su peculiar forma de tocar el instrumento madre (de espaldas, siempre de espaldas), sus desvaríos filosóficos y su entrañable chifladura. A su lado está Jim White; nombrarlo mejor batería del mundo quizá sea excesivo, aunque se cuenta entre los tres o cuatro mejores sin duda. Su sagrada presencia en Dirty Three se compagina con proyectos como The Tren Brothers y un abanico mareante de colaboraciones: desde Smog a PJ Harvey, pasando por Bonnie “Prince” Billy, Cat Power o Nina Nastasia. Y luego está Mick Turner, el que no hace casi ruido, un todoterreno de las artes, gestor del sello discográfico de la banda (Anchor & Hope, bonito nombre) e ilustrador de todas sus portadas desde “Dirty Three”. Tres sucios, tres reyes magos. Bienvenidos al club de los favoritos.

www.anchorandhope.com

01 septiembre 2007

AGENDA

AGENDA DE SEPTIEMBRE

El principio del fin de la sequía.

Siempre pasa lo mismo. Como no te apuntes a algún festival, el verano musical se hace más largo que un día sin pan. Por suerte ya empieza a haber movimiento; comienzan a anunciarse interesantes giras, como la de Bruce Springsteen (esta vez sí, con la E-Street Band) o la de Wilco (en la foto; siempre serán bien recibidos).

El mes ha arrancado con la celebración del Azkena Rock Festival de Vitoria, cuyo cartel completo ha costado más que un parto de trillizos. La edición del suspense. Al final, una oferta medianamente decente, pero ¿dónde están Grinderman?. Alguien vendió la piel del oso antes de cazarlo, y esas cosas cuestan caras. Por eso muchos estamos aquí y no allí, pese al brutal reclamo de Giant Sand y Heavy Trash.

Otro festival recomendable en septiembre es el Ebrovisión (Miranda de Ebro, días 20, 21 y 22), que se va haciendo grande poco a poco, incorporando cada vez más artistas internacionales. Este año The Charlatans, The Robocop Krauss y Rinôçérôse. Y como siempre en Barcelona para las fiestas de la Mercedes, el BAM, que definitivamente ha dejado de apostar por los grandes nombres a favor de un cartel presidido por la variedad y la serie B (recomendable informe de 15 años de BAM en la Rock de Lux de este mes; el documento idóneo para contrastar la tendencia apuntada) .

El verano, aparte de aburrimiento, nos ha dejado también malas noticias en forma de pérdida. Lee Hazlewood, influencia sagrada para la música actual, dijo adiós. También Tony Wilson, fundador del sello Factory Records y pulmón de acero de la movida mancuniana en los 80. Y también Hilly Kristal, fundador del mítico club neoyorquino CBGB, cuna del punk y la contracultura, y espacio inseparable de nombres como Ramones, Patti Smith, Television, Talking Heads, Blondie o The Heartbreakers. Unos que vienen y otros que se van.

Foto: fiberfib.com