A CERTAIN RATIO. To Each…/Sextet.
Los boy-scouts del ritmo.
De Manchester al infierno. Unos se ganaron la fama, y otros cardaron la lana. A Certain Ratio fueron la apuesta arriesgada del sello Factory Records, sin olvidar al sufrido Viny Reilly (ver el film de Michael Winterbottom “24 Hours Party People” para más detalle). Moviéndose siempre a la sombra de convecinos mejor avenidos (Joy Division, New Order, The Happy Mondays), pusieron en Flandes una pica que más tarde han recogido bandas como !!!, Rinoçerose o LCD Soundsystem.
Y es que no deja de sorprender que de unas mentes y dedos tan pueriles pudiera salir ese sonido rupturista, anárquico y retorcido que caracterizó su música (¿música?). Una tortilla punk-funky-jazz-étnica difícil de digerir al principio, pero que acabó alimentando a base de bien.
“To Each…” (81) y “Sextet” (82) marcaron sus principios, la época en la que Simon Topping y Martha Tilson ponían las voces y la máquinas los ritmos. En el primero de ellos se aprecia la tendencia pendulante entre el rock oscuro y afectado de la época y el ansia por fusionar. Hay canciones que no se alejan demasiado de Joy Division (“My Spirit”, “Choir” y “Oceans”), con una voz de ultratumba que pasaría por la de Ian Curtis sin dificultad. Aunque en “Felch” y “Loss” ya empiezan a aparecer las trompetas lejanas, acompañando a los ritmos contundentes estroboscópicos. Pero sin duda lo suculento de este disco son los festines de percusiones en las interminables “Back to the Start” y “Winter Hill”. Y es curioso que esta última, todo un atracón de psicodelia tribal, sea quizá una de las mejores canciones de la banda prescindiendo total y absolutamente del bajo.
Sí, el bajo.. En “Sextet” es el rey. Los atronadores primeros acordes de “Lucinda” lo dejan claro. Más trompetas, más percusión, más ritmo. Y una iniciación a los elementos electrónicos ocultos. Martha Tilson cobra protagonismo en las voces peculiares y despistadas. La oscuridad sigue latente en temas como “Crystal” o “Rialto”, absolutamente claustrofóbicas. Y el funky más puro se manifiesta en algunos pasajes de “Below the Canal” o “Day One”, pero salpicado de saltos, giros y piruetas imposibles. “Slipskada” introducía un nuevo aire a las intenciones excéntricas del combo, con sus ridículos golpes de samba carnavalera. Aunque la canción fetén de este disco era sin duda “Knife Slits Water”, A Certain Ratio 100%; siete minutos de distorsiones vocales siniestras, desconcierto de bongos, martillos y maracas, y las cuatro cuerdas propinando latigazos en las entrañas.
Los boy-scouts del ritmo.
De Manchester al infierno. Unos se ganaron la fama, y otros cardaron la lana. A Certain Ratio fueron la apuesta arriesgada del sello Factory Records, sin olvidar al sufrido Viny Reilly (ver el film de Michael Winterbottom “24 Hours Party People” para más detalle). Moviéndose siempre a la sombra de convecinos mejor avenidos (Joy Division, New Order, The Happy Mondays), pusieron en Flandes una pica que más tarde han recogido bandas como !!!, Rinoçerose o LCD Soundsystem.
Y es que no deja de sorprender que de unas mentes y dedos tan pueriles pudiera salir ese sonido rupturista, anárquico y retorcido que caracterizó su música (¿música?). Una tortilla punk-funky-jazz-étnica difícil de digerir al principio, pero que acabó alimentando a base de bien.
“To Each…” (81) y “Sextet” (82) marcaron sus principios, la época en la que Simon Topping y Martha Tilson ponían las voces y la máquinas los ritmos. En el primero de ellos se aprecia la tendencia pendulante entre el rock oscuro y afectado de la época y el ansia por fusionar. Hay canciones que no se alejan demasiado de Joy Division (“My Spirit”, “Choir” y “Oceans”), con una voz de ultratumba que pasaría por la de Ian Curtis sin dificultad. Aunque en “Felch” y “Loss” ya empiezan a aparecer las trompetas lejanas, acompañando a los ritmos contundentes estroboscópicos. Pero sin duda lo suculento de este disco son los festines de percusiones en las interminables “Back to the Start” y “Winter Hill”. Y es curioso que esta última, todo un atracón de psicodelia tribal, sea quizá una de las mejores canciones de la banda prescindiendo total y absolutamente del bajo.
Sí, el bajo.. En “Sextet” es el rey. Los atronadores primeros acordes de “Lucinda” lo dejan claro. Más trompetas, más percusión, más ritmo. Y una iniciación a los elementos electrónicos ocultos. Martha Tilson cobra protagonismo en las voces peculiares y despistadas. La oscuridad sigue latente en temas como “Crystal” o “Rialto”, absolutamente claustrofóbicas. Y el funky más puro se manifiesta en algunos pasajes de “Below the Canal” o “Day One”, pero salpicado de saltos, giros y piruetas imposibles. “Slipskada” introducía un nuevo aire a las intenciones excéntricas del combo, con sus ridículos golpes de samba carnavalera. Aunque la canción fetén de este disco era sin duda “Knife Slits Water”, A Certain Ratio 100%; siete minutos de distorsiones vocales siniestras, desconcierto de bongos, martillos y maracas, y las cuatro cuerdas propinando latigazos en las entrañas.
El resto de la historia no fue lo mismo. Cambios decisivos en la formación y peregrinaje por sellos varios. Una banda perdida en medio de una nada relativa por su enconado interés en la experimentación, el caos y la indisciplina. Para el mercado, villanos. Para muchos, unos héroes.
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