THE WALKMEN. Toledo. Círculo del Arte. 9-6-2012.
“Heaven”
(2012) es el recién estrenado nuevo disco de The Walkmen. Y qué mejor
que familiarizarse con él en directo, en un concierto que se anunciaba como una
ocasión exclusiva (única fecha en España, sin contar con la aparición colateral
en el Primavera Sound) para acabar convirtiéndose en la enésima muestra de
desinterés toledana, una congregación rácana aunque muy ruidosa de seguidores
sin llegar ni a la tercera parte del aforo. Está claro que la música indie
internacional no triunfa en provincias. En contra, un fin de semana de puente
local y regional y ¿un concierto de Amaral a la misma hora y varios
kilómetros más allá?. A favor, la exclusividad del show, pero ni los fans
madrileños de la banda quisieron echar el viaje y, de paso, visitar el
pintoresco Corpus imperial. Como siempre, fuimos pocos pero no cobardes;
multitudes más grandes no lograron cuadrarse tanto para conseguir un segundo
bis que daría pereza hasta al performer más entusiasta.
Conviene hablar un
poco de “Heaven” antes que nada. Se trata del séptimo álbum de los
neoyorquinos, producido por Phil Ek y con la mini-colaboración de Robin
Pecknold, ni tan bueno como “You & Me” (2008) y “Lisbon”
(2010) pero tampoco tan flojo como algunas opiniones dejan entrever. Lo que sí
parece evidente es que en él The Walkmen intentan hacerse más visibles,
apostando por el caballo ganador, por la canción inmediata, el estribillo que
se convertirá en himno de una generación preparada única y exclusivamente para
lo fácil. ¿No son acaso “Love is Luck”, “Heartbreaker”, “The
Love You Love” o “Heaven” el sueño de todo hipster con
dientes de leche y recién bautizado?. Pero sin romper del todo con ese
punto tradicional, ese “algo” que los coloca en un lugar intermedio entre lo
excelso y lo del montón, esos contoneos hacia el folk, el blues y las raíces que
logran mantener la curiosidad y el interés vivos. Pues eso es lo que los hace
diferentes, ese equilibrio sobre la cuerda, ese mirar de reojo a Robert
Johnson o a Bob Dylan, y cómo no, la estupenda voz de Hamilton
Leithauser y el peculiar sonido surfero-hawaiano que saca de su guitarra Paul
Maroon.
En Toledo
demostraron que son muy solventes sobre el escenario, una banda elegante que se
limita a tocar y bien sin cometer el mínimo exceso. Su entrada fue de
puntillas, sutil, solo con la guitarra de Maroon y la voz de Leithauser para
encender la mecha con “Line by Line”, seguida de una “On The Water”
rotunda, perfectamente ensamblada y anunciadora de un repertorio de pasado y
presente. Así sería: “Love Is Luck”, “Heartbreaker”, la íntima “Southern
Heart” con Hamilton solo ante el peligro y con acústica, “The Love You
Love”, “Dreamboat”, esa maravillosa “We Can´t Be Beat” (¿su
mejor canción de todos los tiempos?) y “Heaven” presentaban su nueva
entrega, mientras que la mencionada “On The Water”, “Juveniles”,
“Dónde Está La Playa”, “Woe Is Me” y “Angela Surf City”
recordaban sus dos anteriores y enormes álbumes. Eso antes de los bises: en el
primero habría un paso todavía más atrás, hacia la juventud y lo épico,
rescatando la apoteosis de dos apuestas seguras, dos cataratas de adrenalina,
dos rocas brutales como “All The Hands And The Cook” y “The Rat”.
El segundo bis sirvió en bandeja una “138th Street” inesperada y poco preparada
que bien podría haber sido “The Blue Route” o “Lousiana” o “In
The New Year” o “Little House of Savages” si el instrumento adecuado
y necesario hubiera estado sobre el escenario. Solo se les puede achacar que la
cosa durara tan poco (hora y cuarto escasita) pero….. Dejemos el pero
suspendido en el aire y esperemos que la pena por la desidia y la indolencia se
disipen, y que corran mejores tiempos musicales en esta controvertida ciudad.
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