30 junio 2012

DISCOS

NEIL YOUNG & CRAZY HORSE. Americana.

Que Dios bendiga a América.

Hablábamos hace unos días de la buena noticia que suponía el nuevo disco de Patti Smith. Pues esta es otra noticia de titulares: Neil Young se vuelve a reunir con sus Crazy Horse después de muchos años. Noticia no, notición. Y de momento, antes de ofrecernos nuevas canciones que se están cociendo, o que ya están cocidas pero no gratinadas, el aperitivo consiste en una selección de temas populares de folk americano, a los que muy sutilmente había que darles la vuelta para hacerlos encajar en ese mecanismo de ruido y energía que conforman Young, Sampedro, Molina y Talbot. El resultado no será quizá el mejor disco del canadiense (eso opinan algunos), pero cualquier peor disco suyo vale más la pena que cualquier disco de cualquier otro mortal en cualquier lugar del mundo.

Pero ¿mal disco?. Ni hablar del peluquín. “Americana” (2012) tiene un sentido simbólico innegable, y no solo por quienes lo firman. Supone un homenaje afectuoso a un país que según afirma Neil “ya no existe”, un vistazo hacia atrás, aunque para muchos mirar atrás no signifique más que miedo al futuro. Y sí, algunos echamos de menos el pasado, ese pasado sin smartphones, sin tablets y sin facebooks; y nos da mucho miedo el futuro, un futuro en el que no seremos personas sino autómatas, en el que los sentimientos serán sustutuidos por códigos de varios dígitos. Neil Young es más viejo y sabio y va más allá, a las raíces de la historia, al principio de todo lo que hoy conocemos como música popular, y se saca de la manga versiones estremecedoras de “Oh, Susannah” (Stephen Foster), “High Flyin´Bird” (Billy Edd Wheeler), las tonadas tradicionales de “Tom Dula”, “Clementine”, “Jesus´ Chariot”, “Travel On” y “Gallows Pole”, o ese mito entre los clásicos del folk que firmaba Woody Guthrie como “This Land Is Your Land”. Incluso se atreve con una reconstrucción del “God Save The Queen” ante la que ganas dan de postrarse y adorar la Union Jack. Y todo ello recuperando el auténtico sonido Neil Young & Crazy Horse, esas atmósferas eléctricas saturadas, genuinas y al borde de un colapso que nunca llega. Porque el que verdaderamente es fuerte sobrevive. Y este hombre mantiene a sus 66 años la ilusión y la alegría de un chiquillo. Yo de mayor quiero ser como él. Y por cierto, si queréis ver un documento audiovisual espectacular, pinchad en el enlace de su web.

27 junio 2012

DISCOS

PATTI SMITH. Banga.

Pozo de sabiduría.

Ocho años después de “Trampin´”(2004) –su último álbum de estudio, sin contar el de versiones- tenemos grandes noticias: Patti Smith ha vuelto, aunque bien es cierto que nunca se fue. Está a todas horas, en la realidad y en los sueños, entre las paredes y bajo la luz de la luna, porque su música es un faro que nos va guiando por esta vida llena de gozos y de sombras. Pues bien, aquí llega “Banga” (2012), nos frotamos las manos, encendemos las velas, hay que celebrarlo como es debido. En su nuevo disco la abuela punk se rodea de sus habituales, esos Lenny Kaye, Tony Shanahan y Jay Dee Daugherty que son ya parte de su familia, de sus hijos Jesse y Jackson, y también de otros amigos como Tom Verlaine o Johnny Depp (que sabe tocar la guitarra y la batería, oigan). “Banga” se grabó en los Electric Lady Studios del Greenwich Village neoyorquino, ese templo levantado por Jimi Hendrix poco antes de morir, y donde dicen que su espíritu se instaló para errar a sus anchas por siempre jamás. Y algo de místico tiene este álbum, quizá porque en la música de Patti nada es superficial, todo tiene su sentido y todo merece reverencia. Solo una mujer tan sabia podría inspirarse en el perro de Pilatos, los viajes de Américo Vespucio o la obra de Gogol para escribir canciones. Y solo una mujer tan solidaria podría dedicar su recuerdo a la memoria de Amy Winehouse o las víctimas del tsunami japonés. 

Poesía aparte, “Banga” es un disco completo y absoluto que aglutina casi todos los mejores momentos de los que nuestra heroína es capaz: momentos de pop minucioso materializados en “Amerigo” y “April Fool”, de rock categórico en “Banga” y “Fuji-San”, de soul bruñido en “This Is The Girl” y “Maria”, de folk legendario en “Nine” y “Seneca”, de exotismo acústico en “Mosaic”, de jazz seductor y enigmático en “Tarkovsky (The Second Stop Is Jupiter)”, de recital poético musicado en la eterna “Constantine´s Dream”. ¿Acaso falta algo?. ¿Una versión quizá?. Pues también la hay, y el acierto es pleno eligiendo “After The Gold Rush” de Neil Young para cerrar un álbum magistral, absolutamente a la altura de una reina como ella. La espera mereció la pena.

25 junio 2012

CONCIERTOS

DÍA DE LA MÚSICA. Matadero Madrid. 22-23 junio de 2012.

Sábado.

La jornada del sábado comenzaba huyendo de las altas temperaturas como de la peste y pertrechando los cuerpos en la Nave 16 para asistir a uno de los descubrimientos más agradables del fin de semana. FRANKIE ROSE se independizó de Crystal Stilts, Vivian Girls y Dum Dum Girls para dar rienda suelta a su ingenio y convertirse en émula aventajada de Siouxie Sioux. Su pop oscuro gana enteros en directo, y canciones como “Moon on My Mind”, “Night Swim” o “Had We Had It” lucen una intensidad que apabulla. Como apabullante fue asimismo su versión de “A Forest” de The Cure, una recreación fidedigna de la original con un excepcional toque de glamour femenino. 

Tras el concierto de la de Brooklyn aún quedaba tiempo para mendigar alguna sombra y asistir a los compases finales de FANFARLO, que debieron terminar cocidos como langostas tras su hora de exposición salvaje al astro rey. Y aunque su música se apoye en demasiados lugares comunes del pop de la escuela Belle and Sebastian, es cierto que los violines, metales y campanas dan un toque muy selecto a sus canciones, por no hablar de la originalidad de ver a un frontman (Simon Balthazar) que alterna voz, guitarra y saxo. Tras ellos era hora de acercarse a una banda ecléctica y solvente como pocas. SPOON venían sin material nuevo conocido, pero ni lo necesitan. En su defecto su concierto fue como la celebración al sol de sus casi veinte años de carrera a la sombra.  Cierto es que se centraron en sus más recientes discos, sin que pudieran faltar los aires de rock americano de “The Way We Get By” y “Don´t Make Me A Target”, el pop radiante de “You Got Yr Cherry Bomb” o el puntillo funky de “I Turn My Camera On” o las formidables “Don´t You Evah” y “Written In Reverse”. No tienen nada que envidiar a Wilco, ¿verdad?. Excelente repertorio, excelente concierto, excelente banda.

Como excelentes son MERCURY REV, de eso no hay duda. Y si vienen ya con “Deserter´s Songs” (98) bajo el brazo, esto es el acabose. Como decía Carlos Anthony Molina, canciones para la noche tocadas al sol. Este álbum marcó un antes y un después en el devenir de la banda, podría decirse que los puso en el mapa, contiene algunos de sus temas más hermosos, así que el homenaje no es moco de pavo. Y su ejecución fue bastante fiel a su formato original, en estricto orden pero con algunas variantes, como una base rítmica más pronunciada para “Endlessly” o un asombroso y apocalíptico final progresivo para “Opus 40”. Ver a Mercury Rev es asistir a un concierto maravilloso, pero también como ir al teatro, o al circo o al ballet. Es un ir y venir constante de belleza sobre el escenario, con un maestro de ceremonias que jamás pierde esa sonrisa beatífica (Jonathan, te queremos), metido en el papel de desvelarnos con su vocecilla de ángel y gestos explícitos el enigma de cada canción. Ni hace falta decir que “Holes”, “Goddess On A Highway” y “The Funny Bird” sonaron regias, ni que “Delta Sun Bottleneck Stomp” fue el jubileo esperado. Tras honrar el álbum de cabo a rabo regalaron otras dos, “The Dark Is Rising” y “Senses on Fire”, sin importarles pisar el comienzo del partido o de Love of Lesbian. Y de allí no se movió ni el Tato hasta el defintivo “the end”.

Pues eso, huir del fútbol y de Love of Lesbian como fuera. La opción más atractiva era asistir al desenlace de los londinenses BRETON, ese colectivo misterioso al que por fin se pudo poner cara. Y hay que reconocer lo jugoso de su propuesta, una mezcla de electrónica y math rock con pinceladas de punk y experimentación sonora, una aleación de lo más entretenida y sofisticada. A ratos pueden parecer una copia exacta de Foals, o bien emular el rock electrónico canalla de James Murphy. Muy interesantes, aunque quizá más apropiados para darlo todo al final de la noche.

A MÄXIMO PARK los tenía muy olvidados, aunque confieso que una vez tuve mi vena indie. Y confieso que me gustan mucho The Jam, así que es imposible que algunas de sus canciones no me den vidilla. “A Certain Trigger” (2005) fue en su día un hallazgo refrescante y me los chupé sin dudar en festivales varios. Y ahora vuelvo a encontrarme con el saltimbanqui desaforado y espídico que es Paul Smith, al que o bien amas o bien odias. Y mira tú por donde, hoy me ha dado por amarlo, aunque las canciones de su reciente “The National Health” (2012) no lleguen ni a la suela del zapato a aquellas “Graffitti”, “Limassol”, “I Want You To Stay” o “Apply Some Pressure” que, por supuesto, suenan aquí y ahora, y cómo suenan. De su nuevo disco hay una que no pasa desapercibida y es “Hips and Lips”, con un trallazo de estribillo de toma pan y moja. Pura energía y mucha diversión.

Y para cerrar la maratón, el descubrimiento de otro curioso grupo con muchos adeptos. METRONOMY podrían clasificarse como banda de electro-pop, pero hay que leer entre líneas. En los recovecos y pliegues de su propuesta encuentras mucho funk (tremendo su bajista, el negrito Gbenga Adelekan), un poco de soul, algún que otro guiño al punk, incluso sabores tropicales. Su cabeza pensante, el hierático Joseph Mount, es un pequeño calco de Ira Kaplan basculando entre micro, guitarra y teclado. No son nada del otro mundo, pero hay que reconocer que “Corinne” y “The Look” resultan pegadizas hasta decir basta.

Pena por habernos perdido a Tindersticks, Alejandro Escovedo, JD McPherson o David Thomas Broughton, alegría por haber vivido lo vivido y sobrevivido al calor como lagartos. Hasta otra.

24 junio 2012

CONCIERTOS

DÍA DE LA MÚSICA. Matadero Madrid. 22-23 junio de 2012.

Viernes.

El Día de la Música (que es el 21 de junio, San Luis Gonzaga) definitivamente se ha convertido en una celebración sonada en Madrid. Lo que empezó como un homenaje disperso y gratuito se ha convertido en otro festival más, un evento que sin duda da color a la oferta musical veraniega en la capital, albergado nuevamente en el remozado recinto del Matadero, un espacio con encanto y excelentes comunicaciones cuyo único inconveniente sea la diafanidad de su parte descubierta, incompatible con las horas de sol más puñeteras del día. Y qué mejor manera de celebrar esa cosa tan hermosa que es la música que con un muestrario lo más completo y variopinto posible. Soul, pop épico, psicodelia, rock oscuro, electrónica, folk, krautrock, hip hop, americana y rockabilly. Indies incipientes junto a curtidos veteranos, sin olvidar el producto nacional. Enhorabuena a los programadores, pues no se puede aglutinar y optimizar mejor la selección.

La jornada del viernes comenzaba con LEE FIELDS & THE EXPRESSIONS y con el dilema moral de tener que renunciar a esos Tindersticks que son palabra de Dios para la que suscribe (lo siento, hoy tengo el día rácano y no pago otros dos euros). Por suerte, el repertorio de Staples y compañía, cuyo show se demoró por retrasos aéreos, no distó mucho del ofrecido en su última visita. Volviendo a Lee Fields, mito viviente del soul y hermano gemelo de James Brown, su concierto fue una manera impecable de arrancar un festival. Con alma, con saxo y trompeta, con una forma de cantar que solo saben dominar los que tienen la piel muy, muy negra. Estupendamente recibidos fueron el músico y su banda, sudando la gota gorda a pleno sol con trajes y corbatas. Delicioso fue disfrutar de temas como “I Still Got It”, “Wish You Were Here” o “Faithful Man” (y comprobar que muchos se las sabían, oiga). Delicioso fue sumergirse en un mundo descabalado donde los indies se olvidan por un momento de los grupos de moda para abrazar la nostalgia. Entrañable es la palabra. Lo auténtico y genuino es bueno, y punto.

A continuación era hora de comprobar a qué suena en vivo el pastiche retro de TWIN SHADOW. Pues a nada de lo que aparece en sus grabaciones. Sobre el escenario las canciones de George Lewis Jr. pierden todo el fuelle del que gozan en el reproductor, y puedo hablar de las de aquel espectacular “Forget” (2010), pues todavía está por publicar “Confess”, su nuevo álbum previsto para julio. A “When We´re Dancing” y “Slow” se las podría salvar por los pelos, no así a “Tyrant Destroyed”, “At My Heels” o “Castles In The Snow”. Las nuevas, exceptuando la avanzadilla de “Five Seconds”, quedan únicamente como esbozos o promesas de lo que quizá serán. Está claro que el fuerte de este tipo no es el directo.

En la fresquita y penumbrosa Nave 16 aparece uno de los grupos más esperados del fin de semana: BEAR IN HEAVEN. Apostar por ellos es acertar. Con un repertorio centrado en su mayoría en el reciente “I Love You, It´s Cool” (2012), el trío capitaneado por Jon Philpot (¿su parecido con Ian Brown es solo apreciación mía?) vino a demostrar lo contrario que Twin Shadow: que su directo es poderoso, infeccioso y fiel. Bastó solo una, la imponente “Idle Heart”, para confirmarlo. Después hubo de todo, excelentes tours de force (“Cool Light”), desmelenes bailongos (“The Reflection of You”, “Wholehearted Mess”), explosiones rave (“Space Remains”), elegancia electro pop (“Warm Water”, “World of Freakout”) y, cómo no, la archideseada e impecable “Lovesick Teenagers”. Calidad abrumadora para un concierto sin respiro.

Toca el turno de enfrentarme por segunda vez y sin desearlo a esos imberbes que se hacen llamar TWO DOOR CINEMA CLUB y qué están volviendo loco al personal. Y cómo no tengo elección decido intentar que me gusten. No lo consigo del todo, pero al menos me integro como parte de la euforia colectiva y al ritmo de “Something Good Can Work” y “What You Know” acabo creyendo que estoy en un concierto de Talking Heads. Por supuesto, es solo mi juguetona y poderosa imaginación. A favor de ellos hay que decir que tocan de maravilla, alcanzando velocidades supersónicas.

Por último en este viernes musical, turno de deleitarse una vez más con otros que suelen ser apuesta segura: THE RAVEONETTES. Hoy es mi día de suerte: como se cumplen diez años de su debú, aquel electrizante “Whip It On” (2002), deciden darle cancha y encadenan unas “Attack of The Ghost Riders”, “My Tornado”, “Bowels of The Beast” y “Beat City” que me hacen dar palmas con las orejas, y recordar aquel concierto mítico en el FIB 2003. Antes de eso, “Dead Sound”, “Love In a Trashcan” y “That Great Love Sound” ya se habían encargado de quemar madera, calibrar el humo y la distorsión y crear ambiente, ese ambiente muy retro y negro como la pez que tan bien saben gestionar. Espectaculares aunque demasiado breves.

Mañana o pasado continuará.

20 junio 2012

DISCOS

THE BRIAN JONESTOWN MASSACRE. Aufheben.

Los líderes de la resistencia.

Anton Newcombe sigue en su papel de perro de presa, lanzándose sin piedad a los tobillos del rival. Si a finales de abril The Dandy Warhols alumbraban nuevo disco, The Brian Jonestown Massacre contraatacaban una semana después también con material candente. Premeditado o no, el caso es que Newcombe ya firma el decimotercer largo de su carrera. Palabras mayores si tenemos en cuenta que hablamos de un músico que ha llegado a los mismísimos bordes del abismo en numerosas ocasiones. A los Massacre la etiqueta “banda de culto” les sienta como un chaleco hecho a medida por el mejor sastre de la ciudad. Y en este nuevo álbum logran corroborar de nuevo que pertenecen a ese segmento de la resistencia capaz de enfrentarse incansablemente a la despiadada maquinaria mediática.

Aufheben” (2012) se grabó en Berlín, cosa que por el título uno puede temer al instante. Pero nada de sonidos marciales e industriales, la empanada mental de Anton logra ensamblar nuevas y excitantes combinaciones entre el rock psicodélico y otras músicas del mundo. Con textos en diferentes y a veces extraños idiomas, drones y distorsiones a mansalva y algún que otro instrumento tradicional, “Aufheben” se convierte en toda una experiencia sensitiva. Basta escuchar su apertura con la emulgente y colosal “Panic In Babylon” para entender que este disco merece la pena. Y así es, psicodelia deliciosamente dulce en “Viholliseni Maalla”, “Illuminomi” o “The Clouds Are Lies”, psicodelia nostálgica puramente sixties en “Gaz Hilarant” o “Starway To The Best Party in The Universe”, psicodelia superpuesta con cantos de muecín en “Seven Kinds of Wonderful”. Con su título juguetón, “I Want To Hold Your Other Hand” se antoja un homenaje a los Beatles de “Revolver” (66), como una hermana melliza de “Tomorrow Never Knows”. Otra cosa diferente es “Walking Up To Hand Grenades”, episodio bailable que parece recién salido del catálogo de Tony Wilson y su Factory Records. Llegados a este punto, curiosísimo resulta que la siguiente se llame “Blue Order/New Monday”, aunque poco tenga que ver con el grupo de Manchester y su éxito cenital, o que venga Anton y nos lo explique. O mejor que no nos explique nada, pues el misterio es el mejor aliado para un disco tan enormemente rico y manifiestamente tántrico. 

18 junio 2012

DESCUBRIENDO A...

THE CIVIL WARS

Cuando descubrí a esta pareja hace varios meses, desconocía que hubieran ganado dos Grammy el pasado año: mejor álbum de folk y mejor dúo country. Ni lo uno ni lo otro responde exactamente a su ficha, pero claro, vienen de Nashville, y teniendo en cuenta ese origen el encasillamiento resulta tarea fácil. The Civil Wars son Joy Williams y John Paul White, y aunque las sombras de Johnny Cash y June Carter planean como dos pajaritos por encima de su primer y único álbum, tampoco andan desencaminadas las comparaciones con otros bien avenidos dúos vocales mixtos como el de Carla Torgerson-Chris Eckman o el de Glenn Hansard-Markéta Irglová. Ese primer y único álbum se llama “Barton Hollow” (2011) y es un disco sobrio, delicado y políticamente correcto. En él casan a la perfección las formas del folk con el pop y la canción ligera, con un aparte notable para esas bonitas y complementarias voces, ayudadas mayormente por guitarras acústicas y piano. Sin embargo, los mejores momentos de este disco son los más puros, naturales y sin mezcla, como “20 Years”, “Barton Hollow” y “Birds of a Feather”. Tampoco está nada mal esa balada 100% country llamada “Forget Me Not”, en un homenaje clarividente a los ya mencionados Cash y Carter, y por qué no, también a los otros dos reyes del country, Emmylou Harris y Gram Parsons. Conclusión: el folk y el country son su punto fuerte. Con lo que habrá que dar la razón a los de los Grammy, sin que sirva de precedente.

16 junio 2012

DISCOS

GRAVENHURST. The Ghost In Daylight.

Narcosis y soledad.

Qué esperado era el nuevo trabajo de Nick Talbot. Qué esperado y qué desconcertante el primer contacto con él. No porque haya nada que desentone en demasía, que se salga de los esquemas que su autor, con unos o con otros como acólitos, no haya explotado con maestría en anteriores ocasiones. Es simplemente porque tras la luminiscencia de “The Western Lands” (2007) muchos esperábamos que Talbot siguiera dando pasos de gigante y concluyera su transformación en un autor de proporciones titánicas y ambiciones incontables. Sin embargo, “The Ghost In Daylight” (2012) vuelve a la narcosis y la soledad, a los paisajes desnudos y penumbrosos, a esas canciones tranquilas que se balancean entre el acorde y el silencio. Canciones bellísimas que, como “Circadian”, “In Miniature” o “Three Fires”, envuelven la piel en suaves abrigos de melancolía, o instrumentales que, como “Carousel” y “Peacock”, despiertan los sueños latentes. “The Prize” es todo un cuento de desencanto y falsas esperanzas, una nube soberbia que vierte sobre la tierra todos sus líquidos caprichos, suavemente al principio, copiosamente al final. Lo más sorprendente de este disco quizá sean las nuevas vías abiertas en torno a la electrónica, presentes en la hipnótica “Island” y en los compases secundarios de “The Foundry”. Al final la obra crece con cada escucha, mostrando que la sencillez siempre tiene las de ganar. Y quizá así lo haya entendido el músico de Bristol. Y quizá por eso haya decidido que cambiar es una enorme tontería.

13 junio 2012

DISCOS

THE SOUNDTRACK OF OUR LIVES. Throw It To The Universe.

Presunta despedida.

The Soundtrack of Our Lives son ese grupo entrañable que le gusta a todo el mundo, bien a los amigos de lo añejo o a los frikis de lo moderno, bien a los poperos o a los obsesos del rock duro, gustan a los padres y a sus hijos, y a aquellos amigos despistados que en cuestiones de música cero patatero. Podría decirse que los suecos son un grupo universal; curioso que esta frase case tan bien con el título de su último trabajo (no estaba preparado, lo juro). Lo primero que tiene “Throw It To The Universe” (2012) es una portada genuina y de rabiosa actualidad. Curiosamente, detrás de esa imagen de reivindicación básica social descansa uno de los discos quizá más relajados y contemplativos de la banda. En esta entrega Ebbott Lundberg y sus compañeros se han decantado por su lado más soft, esa luminosa y encantadora faceta de trovadores melódicos neohippies. Canciones que suenan cercanas y  casi familiares, contenidas para no rebasar el límite de aquella épica que desarrollaban antaño en temas que parecían calcinarse en medio de bidones de gasolina. Lo más cercano a la épica que hay aquí es “Faster Than The Speed of Light”, y se quedaría en un nivel 7 contando de 1 a 10. Lo predominante son medios tiempos e himnos mántricos, y en tales artes estos tipos son unos gurús, como lo demuestran las deliciosas y cuasiperfectas “Waiting for The Lawnmowers”, “Reality Show”, “Solar Circus” y “Shine On (There´s Another Day Until Tomorrow)”, o esa “Where´s The Rock” con trompeta mariachi incluida. Se dice, se comenta, se rumorea que después de este disco se darán un buen descanso para relajar cuerpos y mentes: en tal caso, no podría haber carta de despedida más cálida, apropiada y natural.

11 junio 2012

CONCIERTOS

THE WALKMEN. Toledo. Círculo del Arte. 9-6-2012.

Heaven” (2012) es el recién estrenado nuevo disco de The Walkmen. Y qué mejor que familiarizarse con él en directo, en un concierto que se anunciaba como una ocasión exclusiva (única fecha en España, sin contar con la aparición colateral en el Primavera Sound) para acabar convirtiéndose en la enésima muestra de desinterés toledana, una congregación rácana aunque muy ruidosa de seguidores sin llegar ni a la tercera parte del aforo. Está claro que la música indie internacional no triunfa en provincias. En contra, un fin de semana de puente local y regional y ¿un concierto de Amaral a la misma hora y varios kilómetros más allá?. A favor, la exclusividad del show, pero ni los fans madrileños de la banda quisieron echar el viaje y, de paso, visitar el pintoresco Corpus imperial. Como siempre, fuimos pocos pero no cobardes; multitudes más grandes no lograron cuadrarse tanto para conseguir un segundo bis que daría pereza hasta al performer más entusiasta.

Conviene hablar un poco de “Heaven” antes que nada. Se trata del séptimo álbum de los neoyorquinos, producido por Phil Ek y con la mini-colaboración de Robin Pecknold, ni tan bueno como “You & Me” (2008) y “Lisbon” (2010) pero tampoco tan flojo como algunas opiniones dejan entrever. Lo que sí parece evidente es que en él The Walkmen intentan hacerse más visibles, apostando por el caballo ganador, por la canción inmediata, el estribillo que se convertirá en himno de una generación preparada única y exclusivamente para lo fácil. ¿No son acaso “Love is Luck”, “Heartbreaker”, “The Love You Love” o “Heaven” el sueño de todo hipster con dientes de leche y recién bautizado?. Pero sin romper del todo con ese punto tradicional, ese “algo” que los coloca en un lugar intermedio entre lo excelso y lo del montón, esos contoneos hacia el folk, el blues y las raíces que logran mantener la curiosidad y el interés vivos. Pues eso es lo que los hace diferentes, ese equilibrio sobre la cuerda, ese mirar de reojo a Robert Johnson o a Bob Dylan, y cómo no, la estupenda voz de Hamilton Leithauser y el peculiar sonido surfero-hawaiano que saca de su guitarra Paul Maroon.

En Toledo demostraron que son muy solventes sobre el escenario, una banda elegante que se limita a tocar y bien sin cometer el mínimo exceso. Su entrada fue de puntillas, sutil, solo con la guitarra de Maroon y la voz de Leithauser para encender la mecha con “Line by Line”, seguida de una “On The Water” rotunda, perfectamente ensamblada y anunciadora de un repertorio de pasado y presente. Así sería: “Love Is Luck”, “Heartbreaker”, la íntima “Southern Heart” con Hamilton solo ante el peligro y con acústica, “The Love You Love”, “Dreamboat”, esa maravillosa “We Can´t Be Beat” (¿su mejor canción de todos los tiempos?) y “Heaven” presentaban su nueva entrega, mientras que la mencionada “On The Water”, “Juveniles”, “Dónde Está La Playa”, “Woe Is Me” y “Angela Surf City” recordaban sus dos anteriores y enormes álbumes. Eso antes de los bises: en el primero habría un paso todavía más atrás, hacia la juventud y lo épico, rescatando la apoteosis de dos apuestas seguras, dos cataratas de adrenalina, dos rocas brutales como “All The Hands And The Cook” y “The Rat”. El segundo bis sirvió en bandeja una “138th Street” inesperada y poco preparada que bien podría haber sido “The Blue Route” o “Lousiana” o “In The New Year” o “Little House of Savages” si el instrumento adecuado y necesario hubiera estado sobre el escenario. Solo se les puede achacar que la cosa durara tan poco (hora y cuarto escasita) pero….. Dejemos el pero suspendido en el aire y esperemos que la pena por la desidia y la indolencia se disipen, y que corran mejores tiempos musicales en esta controvertida ciudad.

07 junio 2012

DISCOS

HERE WE GO MAGIC. A Different Ship.

L.T. el extraterrestre. 

Definitivamente, Luke Temple no es del planeta Tierra; es un visitante que nos llega desde un planeta lejano en el que las cosas se hacen de manera diferente y en el que no existen las palabras miedo y vergüenza. Después del enormemente estimulante “Pigeons” (2011) y el EP “The January” (2011), Temple vuelve con otro disco de su formación paralela, esa máquina de hacer electro-folk rarito completada con la presencia de Michael Bloch, Peter Hale y Jen Turner. “A Different Ship” (2012) es otro mundo de sensaciones, otro puñado de canciones del más allá sideral. En el planeta Temple todo suena en otra dimensión; el folk, el techno, el rootsy rock, el funk y la bossa no son lo que conocemos, sino lo que aparece en “Hard to Be Close”, “I Believe in Action”, “How Do I Know”, “Make Up Your Mind” o “A Different Ship”. Aunque Temple no es el primer alienígena que nos invade amablemente, solo es un explorador que continua el trabajo de conquista que iniciaron hace tiempo otros, como el desaparecido Mark Linkous (redivivo en “Miracle of Mary”), Jason Lytle (idem en “Made To Be Old”) o Mark Everett (idem en “Alone But Moving”). Por no hablar de los padres de un desembarco capitaneado por Syd Barrett, Brian Wilson y Kevin Ayers. Para rematar, el disco está producido por Nigel Godrich, otro que de experimentos marcianiles sabe un rato. Algo original y distinto contra la insoportable rutina terrícola.

01 junio 2012

DESCUBRIENDO A...

BEAR IN HEAVEN

Cambiemos un poco el tercio para adentrarnos en la dejada y olvidada música electrónica. Aunque hablar solo de electrónica en este caso resulta poco audaz, pues Bear In Heaven es un proyecto que aúna la más variada gama de influencias imaginable. Al frente de este trío afincado en Brooklyn se sitúa un tipo de mente preclara llamado Jon Philpot. Brooklyn, sí, otra vez Brooklyn, rincón literario favorito de Paul Auster o Jonathan Lethem. Debe ser la imponente visión del skyline de Manhattan, el aire que viene del East River o la mezcla exacerbada de culturas, razas, idiomas o niveles monetarios, el caso es que Brooklyn inspira. Y de inspiración anda sobrado este Philpot, creando un pastiche para bailar pero también para escuchar, hedonista pero a la vez espiritual, digital en su justa medida pero también muy orgánico cuando se tercia. Porque al menos las percusiones son de verdad. Y qué importantes son las percusiones en muchos de los cortes, en especial en ese “Beast Rest Forth Mouth” (2009), su segundo y arrollador disco, una bocanada de electro con tintes de krautrock, música étnica, psicodelia y sonido oscuro de chupa y piercing. “Lovesick Teenagers” podría ser una de las 100, 50 o 20 mejores canciones de pop galáctico de todos los tiempos, aunque “Beast In Peace”, “Dust Cloud”, “Drug a Wheel” o “Fake Out” también podrían citarse como ejemplos encomiables.

Bear In Heaven publican su tercer trabajo en este 2012, bajo el irónico título   I Love You, It´s Cool” (2012). Un disco con más peso del componente electrónico, no tan impactante como su antecesor pero tenedor de algunas canciones que en sí son todo un espectáculo sonoro, y cito mis favoritas: “Idle Heart”, “Cool Light” y “Warm Water”. Los amantes de New Order están de suerte porque en “The Reflection of You” y “World of Freakout” podrán descubrir un aplicado y respetuoso homenaje a los mancunianos.