RETROSPECTIVAS
ERIC BURDON & THE ANIMALS. The Twain Shall
Meet.
Joyas de los 60.
The
Animals es sinónimo de blues. O al menos los Animals que todo el mundo conoce, los
de los primeros sesenta, los abanderados de la invasión británica, los de “The House of The Rising Song”. Pero hay
unos Animals no tan laureados, menos
conocidos e igualmente apasionantes, si no más. Eric Burdon, el jóven blanco de Newcastle que quería ser negro.
Leyenda son sus peregrinaciones a los Estados Unidos sureños en busca del mojo.
Y aunque su banda de brillantes generadores de versiones blues no se prolongó
durante mucho tiempo, él supo que había otros caminos que explorar.
Así intentó hacer
reconvirtiendo el grupo después de una espantada casi general. Bajo el nombre
de Eric Burdon & The Animals
comenzaba una nueva etapa acorde con el vuelco de los tiempos. Porque a finales
de 1966 el mundo convulsionaba, las ideas hervían, el pacifismo y el hedonismo
cobraban una intensidad desconocida, y la música mudaba su antigua piel para
mostrar una cara mucho más arriesgada. Burdon supo captar la señal con
flagrante inteligencia, y de su fino periscopio surge “The Twain Shall Meet” (67), su gran obra psicodélica. Un álbum
sublime que reúne la crémè de los
sonidos más envolventes y fantásticos de la época, así como una retahíla de
reflexiones propias del mejor sociólogo. Su apertura con “Monterey” es grandiosa, una canción insuperable compuesta para ese Monterey Pop Festival, punto de partida del “verano del amor” y citado en todas
partes como “el primer festival de rock
de todos los tiempos”. Allí estuvo Burdon presentando el tema para la
ocasión, con su cálido homenaje poético-musical a Jefferson Airplane, The Who,
Jimi Hendrix, The Byrds, las exóticas presencias de Ravi Shankar y Hugh
Masekela, incluso la sombra oculta de Brian
Jones (nota: leer los versos del
tema al final). En “Monterey”
se puede palpar la voltereta en el sonido adoptado por los nuevos Animals. Un sonido lleno de vida y
color: metales, secciones de cuerda, sitares, tablas, flautas traveseras,
clavicémbalos y hasta gaitas escocesas. “The
Twain Shall Meet” es una visión cáustica del espíritu de los 60. Y si no,
ahí está la aplaudida y fácilmente entonable “Sky Pilot”, una crítica exacerbada al sinsentido de Vietnam. Otras
canciones también reflejan estados mentales de desasosiego, como “Closer to The Truth”, penúltimo rescoldo
del fervor de Burdon por el blues; la claustrofóbica “Just The Though”, con ese ambiente miasmático que lo emparenta con The Velvet Underground; o la crudísima
“No Self Pity”, con toneladas de asfixia
psicotrópica fluyendo en cada acorde.
El conjunto lo
completan la amable tonada pop “Orange
and Red Beams”, la semi-versión “We
Love You Lil” con sus excitantes seis minutos de guitarra sucia palpitante,
y otro himno hippy por antonomasia, la alucinógena “All Is One”, que deja correr un poco el aire por su mensaje
fraternal aportando una liviana esperanza entre tanta calamidad. Si en su
anterior discografía los Animals
honraban con enorme pulcritud el legado de los grandes bluesmen, “The Twain Shall Meet” podría ser el
disco de la autodeterminación. Una reivindicación del potencial creativo por
encima de las caprichosas y superficiales estrategias discográficas, que
cortaban las alas de sus artistas para crear un producto estrictamente
calculado y fácilmente vendible.
Extracto
de “Monterey”
The Byrds and the Airplane did fly
Ravi Shankar´s music made me cry
The Who exploded into violent light
Hugh Masekela´s music was black as night
The Greatful Dead blew everybody´s mind
Jimi Hendrix, baby believe me, set the world on fire
His Majesty Prince Jones smiled as he moved among the
crowd
IF YOU WANNA FIND THE TRUTH IN LIFE, DON´T PASS THE
MUSIC BY