09 octubre 2012

RETROSPECTIVAS

ERIC BURDON & THE ANIMALS. The Twain Shall Meet.

Joyas de los 60.

The Animals es sinónimo de blues. O al menos los Animals que todo el mundo conoce, los de los primeros sesenta, los abanderados de la invasión británica, los de “The House of The Rising Song”. Pero hay unos Animals no tan laureados, menos conocidos e igualmente apasionantes, si no más. Eric Burdon, el jóven blanco de Newcastle que quería ser negro. Leyenda son sus peregrinaciones a los Estados Unidos sureños en busca del mojo. Y aunque su banda de brillantes generadores de versiones blues no se prolongó durante mucho tiempo, él supo que había otros caminos que explorar.

Así intentó hacer reconvirtiendo el grupo después de una espantada casi general. Bajo el nombre de Eric Burdon & The Animals comenzaba una nueva etapa acorde con el vuelco de los tiempos. Porque a finales de 1966 el mundo convulsionaba, las ideas hervían, el pacifismo y el hedonismo cobraban una intensidad desconocida, y la música mudaba su antigua piel para mostrar una cara mucho más arriesgada. Burdon supo captar la señal con flagrante inteligencia, y de su fino periscopio surge “The Twain Shall Meet” (67), su gran obra psicodélica. Un álbum sublime que reúne la crémè de los sonidos más envolventes y fantásticos de la época, así como una retahíla de reflexiones propias del mejor sociólogo. Su apertura con “Monterey” es grandiosa, una canción insuperable compuesta para ese Monterey Pop Festival, punto de partida del “verano del amor” y citado en todas partes como “el primer festival de rock de todos los tiempos”. Allí estuvo Burdon presentando el tema para la ocasión, con su cálido homenaje poético-musical a Jefferson Airplane, The Who, Jimi Hendrix, The Byrds, las exóticas presencias de Ravi Shankar y Hugh Masekela, incluso la sombra oculta de Brian Jones (nota: leer los versos del tema al final). En “Monterey” se puede palpar la voltereta en el sonido adoptado por los nuevos Animals. Un sonido lleno de vida y color: metales, secciones de cuerda, sitares, tablas, flautas traveseras, clavicémbalos y hasta gaitas escocesas. “The Twain Shall Meet” es una visión cáustica del espíritu de los 60. Y si no, ahí está la aplaudida y fácilmente entonable “Sky Pilot”, una crítica exacerbada al sinsentido de Vietnam. Otras canciones también reflejan estados mentales de desasosiego, como “Closer to The Truth”, penúltimo rescoldo del fervor de Burdon por el blues; la claustrofóbica “Just The Though”, con ese ambiente miasmático que lo emparenta con The Velvet Underground; o la crudísima “No Self Pity”, con toneladas de asfixia psicotrópica fluyendo en cada acorde. 

El conjunto lo completan la amable tonada pop “Orange and Red Beams”, la semi-versión “We Love You Lil” con sus excitantes seis minutos de guitarra sucia palpitante, y otro himno hippy por antonomasia, la alucinógena “All Is One”, que deja correr un poco el aire por su mensaje fraternal aportando una liviana esperanza entre tanta calamidad. Si en su anterior discografía los Animals honraban con enorme pulcritud el legado de los grandes bluesmen, “The Twain Shall Meet” podría ser el disco de la autodeterminación. Una reivindicación del potencial creativo por encima de las caprichosas y superficiales estrategias discográficas, que cortaban las alas de sus artistas para crear un producto estrictamente calculado y fácilmente vendible.


Extracto de “Monterey

The Byrds and the Airplane did fly
 
Ravi Shankar´s music made me cry

The Who exploded into violent light

Hugh Masekela´s music was black as night

The Greatful Dead blew everybody´s mind

Jimi Hendrix, baby believe me, set the world on fire

His Majesty Prince Jones smiled as he moved among the crowd

IF YOU WANNA FIND THE TRUTH IN LIFE, DON´T PASS THE MUSIC BY



 

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