27 diciembre 2010

REPORTAJES

2010: DESPEDIDA Y CIERRE.

Recapitulando los discos del año (parte 1).

Como todos los años por estas fechas, aquí llega el pertinente trabajito de Navidad. Un minucioso ensayo que incorpora la revisión, previa audición compulsiva, de aquellos discos editados en 2010 que no tuvieron un hueco en el apartado correspondiente. En líneas generales, el 2010 no ha sido un año muy boyante. Pocos discos deslumbrantes, cuantiosas decepciones, algunos resbalones. ¿O quizá unas exigencias que crecen de manera exponencial?. ¿O quizá que cada vez hay menos sangre en las venas?. Pese a todo, es una pena pasar de largo. El sombrío y cataclísmico 2010 pide a gritos un final decente. Así que allá vamos.

!!!. Strange Weather, Isn´t It?.
Las múltiples y significativas bajas de los últimos tiempos han hecho mella en el combo de Sacramento. De su jefatura como reinventores del rock bailable ya no quedan ni las raspas. Los síntomas de agotamiento se hacen alarmantes en este álbum, vacío, lineal y con mínimos momentos de gloria. Solo el estribillo de “The Most Certain Sure” y los guiños funky de “Jamie, My Intentions Are Bass” salvan de la quema una entrega condenada al montón de los prescindibles. ¿Dónde están las fabulosas sombras de Can y Liquid Liquid?. Aniquiladas, parece.


ARCADE FIRE. The Suburbs.
A muchos kilómetros del notable “Neon Bible” (2007) y a años luz del espectacular “Funeral” (2004), el disco a priori más laureado del año es un movimiento sin fuelle. Y no precisamente por cantidad: dieciséis cortes se agradecen, cuando lo común hoy por hoy es plantarse en nueve. Pese a todo, aquí falta algo: la pegada de antaño, el punch irrefutable, el viejo desorden. Ha habido un trueque entre su personalidad más felina y el vicio de la perfección. El resultado es mediocre, anquilosado, lleno de obviedades y con un incómodo tufillo a pop comercial. Si no fuera por la exquisita “The Suburbs” y el latigazo punkarra de “Month of May”, ni valdría la pena el esfuerzo de unas líneas.

AVI BUFFALO. Avi Buffalo.
Han sido uno de los descubrimientos del año. Por marcarse un gran debú, aunque el sobresaliente del principio se deslice por una suave pendiente hasta un notable final. Por ese pop de encaje de bolillo con contoneos hacia el folk, la americana o el rock atmosférico. Y no son canadienses, pese a acercarse bastante a la tipología de sonidos de aquel país. Maravillas como “Truth Sets In”, “Coaxed” o “One Last” ya valen el disco entero. Igual de brillantes son haciendo espirales con las melodías como pintando estribillos tan accesibles como el de “What´s In It For?”. Mentira parece que sean tan jóvenes. El dulce porvenir.

CARIBOU. Swim.
Daniel Victor Snaith ya flirteaba discretamente con la electrónica en sus anteriores trabajos, pero en este “Swim” (2010) se desposa con ella definitivamente. Encajado en muchos de los top de fin de año por sorpresa, no pasa de ser un tratado más que correcto de música de baile. Canciones como “Odessa”, “Sun” o “Found Out” llevan colgada la vitola de joyas del género, pero hay otras que solidifican en el oído como el cemento. El bizarrismo y la inquietud desplegados en “The Milk of Human Kindness” (2005) o “Andorra” (2007) han abdicado, cediendo el trono a otro clon de Royksopp o Hot Chip.

DEERHUNTER. Halcyon Digest.
La capacidad de creación de Bradford Cox está alcanzando ya cotas que asustan. Y con su proyecto madre ha vuelto a dar certeramente en la diana. El espectacular comienzo con la lisérgica “Earthquake” apunta al cielo. Y en el mismo queda situado el que quizá es su disco más cohesionado, sesentero y, haciendo honor al título, digestivo. Como siempre, hay canciones que no admiten réplica: “Revival”, “Desire Lines”, “Helicopter” y “Coronado” serían las estrellas de este nuevo firmamento. Y después de un atracón bendito llega el postre con la delicatessen “He Would Have Laughed”, dejando el cuerpo mucho más que satisfecho. Sin rival.

JEREMY JAY. Splash.
Por tercer año consecutivo y gracias a su fertilidad, Jeremy vuelve a aparecer en el resumen de discos del año. Más liviano que sus antecesores, aunque de sonido más nítido y guitarrero, “Splash” (2010) vuelve a contonearse por los bulevares del pop de los ochenta y la new wave. La escasez de recursos es de nuevo el santo y seña, y Morrisey y Jonathan Richman sus honorables mentores. “Just Dial My Number”, “It Happened Before Our Time” y “Splash” vierten su jugo, pero no deja de ser la misma cantinela. Ideas que en su día nacieron como buenas pero que no son eternas. Un disco que empieza insuflando grandes esperanzas y acaba con el motor a medio gas.

JOHNNY FLYNN. Been Listening.
Sin duda, uno de los discos del año. Poeta, actor y cantautor, el londinense alcanza en su segundo trabajo una madurez insultante. Canciones que beben del country, del R&B, de la música irlandesa, que evocan a Paul Simon (“Kentucky Pill”), a Johnny Cash (“Agnes”, “The Prizefighter and The Heiress”), a The Pogues (“Sweet William, pt 2”) o a Tom Waits (“Howl”). Ukeleles, pianos, vientos y violines adornan unas canciones mágicas, con la extraordinaria lírica y la voz de Flynn levantándose poderosas, amenazantes e invencibles. Y los dúos con Laura Marling (“The Water”, “Amazon Love”) son pura miel en los labios. Rotundo y soberbio trabajo.

JULIAN LYNCH. Mare.
He aquí otro alquimista del sonido. Comparado con creadores de su generación como Noah Lennox o Sufjan Stevens, son más bien los insondables universos de Jim O´Rourke o Bark Psychosis los que expelen el hálito sobre este trabajo. Para el músico de Nueva Jersey todo vale: folk por acá, drones por allá, ritmos étnicos por acullá, un pellizco de electrónica, una pizca de jazz. Arriesgadísima propuesta donde la palabra no pinta nada, solo la textura, alcanzando cotas cenitales en “Just Enough” o “Ruth, My Sister”. Una defensa estoica de la indefinición y el collage. Disco de arte y ensayo para mentes sin fronteras.

LCD SOUNDSYSTEM. This Is Happiness.
Dicen que este quizá sea el álbum despedida de James Murphy como LCD Soundsystem. Si ello se confirma, a sus espaldas queda una radiante trilogía basada en el arte del pastiche. “This Is Happening” (2010) podría ser el honroso epitafio a una vida de fusión de estilos y homenaje a ídolos, pues pocos han conseguido reunir el dance y el rock en una misma cosa con tanta brillantez. Y si esto es un supuesto adiós, ¿para qué cambiar los argumentos?. Murphy aniquila el factor sorpresa para ofrecer más de lo mismo. Canciones que, como “Drunk Girls”, levantan sospechas de plagios ajenos o que, como “I Can Change” o “Pow Pow”, refrescan la memoria de los viejos éxitos propios.

MAIKA MAKOVSKI. Maika Makovski.
Oportunidad nacional. Que no es oro foráneo todo lo que reluce, y a veces nuestras puertas se abren para dejar entrar la luz. La producción de John Parish es todo un regalo, un lujo al alcance de pocos. Las comparaciones con PJ Harvey (por relaciones) o Patti Smith (por alusiones) quizá pesen a la mallorquina, pero son inevitables. Sus acercamientos al weird folk (“Friends”), el pop (“City Life”) o el country (“The Bastard and The Tramp”) son toda una delicia, pero la Maika más grande es la que hace ruido. Como el ruido de “Lava Love”, “Ruled by Mars” o “No Blood”, haciendo arder los oídos. Nada que envidiar a sus (presuntas) maestras.

MENOMENA. Mines.
Con las expectativas cotizando por las nubes, los de Portland ponían en la calle la continuación de aquel majestuoso “Friend and Foe” (2007) haciéndose de rogar. Pequeña decepción. Su nueva entrega no alcanza ni de refilón la contundencia de sus anteriores trabajos, y el remonte que se atisba a partir de la categórica “Bote” no es más que un mero espejismo. En “Taos” o “Lunchmeat” aparecen sombras de aquellos Menomena minuciosos y tangenciales, pero los Menomena de hoy son más soft, más predecibles y menos sorprendentes. Pena, penita, pena.

NEIL YOUNG. Le Noise.
El abuelo regresa a las andadas. Ha vuelto a hacer lo que le ha dado la gana. Que no es otra cosa que un disco a su manera: un micro, un amplificador y una guitarra. Así nace su trabajo más desnudo, crudo y frugal, posiblemente su obra shoegaze. Obra que a muy pocos ha convencido pero que no busca excusas. De la música de Young siempre se pueden sacar restos de petróleo, aunque el pozo no rebose. “Walk With Me”, “Someone´s Gonna Rescue You” o “Angry World” son grandes, aunque podrían ser gigantes con un respaldo completo. Las acústicas “Love and War” y “Peaceful Valley Boulevard” no incomodan, pues son la misma voz de la historia. Riesgos asumidos en época de vacas flacas. Pura valentía.

SHEARWATER. The Golden Archipielago.
Para muchos, el otro grupo de Jonathan Meiburg (ex Okkervil River) no es más que un sucedáneo barato de Radiohead. Pero qué va, hombre: “The Golden Archipielago” es un viaje temático de lo más entretenido. Sonido épico, inmaculado y perfectamente calibrado para un disco que se mueve entre el folk, el rock fronterizo, el rock gótico, la música de cámara o el ambient. Canciones que van de lo íntimo a lo intenso, escaparate perfecto para el lucimiento vocal del protagonista. Lo mejor: el puntillo arenoso a lo Calexico de “Landscape at Speed” y el vahído frenético a lo Nick Cave de “Corridors”. Y de Radiohead, solo un rastro minúsculo en la postrera “Missing Islands”.

TIM ROBBINS & THE ROGUES GALLERY BAND. Tim Robbins & The Rogues Gallery Band.
Sería injusto tildar la nueva incursión de Tim Robbins en el arte de la canción como oportunista. La ley de la casta y su pasado aficionado lo avalan. Su primer trabajo oficial, bajo la batuta amiga de Hal Willner, clava las raíces en el suelo de sus orígenes: la América profunda y la Irlanda dicharachera dándose un apretón de manos. Hay ráfagas de blues (“Time to Kill”) y sal de taberna (“You´re My Dare” y “Queen of Dreams”), pero el denominador común son las baladas y el reposo de larga duración. En esta aventura apasionante de nuevos vientos y carretera el californiano no está solo: lo acompañan Roger Eno, Kate St. John, David Coulter, Rory McFarlane y la dulce voz de Joan Wasser.

THE CORAL. Butterfly House.
De los muchos palos a los que apuntaban en sus primeros pasitos, ya no hay dudas sobre el posicionamiento definitivo de los de Liverpool: rock psicodélico, soleada California, finales de los sesenta. Darían el pego junto a Crosby, Stills & Nash, Love, Strawberry Alarm Clock o Quicksilver Messenger Service en una fiesta de la época. El desenlace galáctico de “Butterfly House”, la calidez de “Falling All Around You”, el magistral estribillo de “1000 Years” y el riff electrizante de “North Parade” resaltan en negrita, pero el disco es irresistible de principio a fin. Confirmados como maestrillos contemporáneos de lo retro.


Y este es el fin de la primera parte. La semana que viene, más.

15 diciembre 2010

CANCIONERO

THE BYRDS. Eight Miles High.

Si hubiera que elegir un álbum de entre la discografía entera de The Byrds, ese sería sin duda “Fifth Dimension” (66). Por su exuberancia y su carácter pionero. Muchos lo han catalogado como punto seminal de la psicodelia. Dentro del mismo se colaba “Eight Miles High”, grabada previamente como single, último testimonio de Gene Clark como miembro de la banda. La melodía respira entre guitarras retorcidas y asfixiantes: magia potagia. Una canción asombrosa, objeto de acalorados reproches en la época. Todo por sus connotaciones políticamente incorrectas, presunta apología de las drogas. Lean y opinen.

EIGHT MILES HIGH

Eight miles high and when you touch down
You’ll find that it’s stranger than known
Signs in the street that say where you’re going
Are somewhere just being their own

Nowhere is there warmth to be found
Among those afraid of losing their ground
Rain gray town known for it’s sound
In places small faces unbound

Round the squares huddled in storms
Some laughing some just shapeless forms
Sidewalk scenes and black limousines
Some living some standing alone

www.byrds.com

11 diciembre 2010

CONCIERTOS

WOVEN HAND + 7 SEAS DUET. Madrid. Caracol. 9-12-2010.

Apocalipsis now.

Todavía aguantan los ecos de la anterior visita de Woven Hand a la capital madrileña. Su paso por El Sol como parte de la oferta del Primavera Club 2008 hizo tanta sangre, fue tan fogoso y breve que dejó con ganas de mucho más. Pues bien, esta era la ocasión. Y está claro que de ellos no puede esperarse un concierto convencional. Como poco convencionales fueron los teloneros, los griegos 7 Seas Duet, que trajeron a la civilización melodías del Mar Negro y los Cárpatos cocinadas a base de instrumentos tradicionales. Un soplo de aire, de agua y de sol contra vicios y complejidades. Una música desconocida pero terriblemente honesta, aunque muchos confiesen no entenderla. Una apertura muy apropiada para otra música que bebe de las fuentes vivas de la madre naturaleza.

Y lo primero que hay que decir de Woven Hand es que en directo nada tienen que ver con sus grabaciones. Es como si rociaran con gasolina las canciones y les prendieran fuego. Su reciente invitación como banda telonera de Tool empieza a cobrar lógica. Lo segundo que habría que decir es que David Eugene Edwards es un monstruo escénico. Si su papel de poseso es real o fingido no queda claro, ni siquiera importa. Pocos músicos logran transmitir a la audiencia tal cantidad de sensaciones, de miedos, de dudas. Alguien decía a mitad del show “este tío tiene algo que me impide mirar a los demás”. Y es cierto. Aunque los demás sean un complemento intachable, sobre todo Pascal Humbert al bajo y Ordy Garrison a las percusiones, el trance de Edwards es digno de fotografía de portada: sus bocanadas de rabia a doble micro, sus saetas oscuras y declamaciones místicas, sus espasmos terroríficos sobre el taburete y la escenificación teatral de su gran verdad, de los misterios redentores y purificadores de su música.

El notable “The Threshing Floor” (2010) era la excusa de esta gira y como tal lució en la primera parte, tras la potentísima apertura con “Not One Stone”. Un comienzo que ya avanzaba corrimientos de tierras. Y así llegaron “Sinking Hands”, “The Threshing Floor”, “Raise Her Hands” y “A Holy Measure”, despojadas de sus capas de polvo y enfundadas en puro cuero. “His Rest” brilló de manera especial, sin perder su magia espectral pero con las tuercas apretadas gracias al poder de la batería. Y cuando parecía que iba a sonar al completo, ahí se paraban las novedades para devolver la vista atrás, rescatando “The Speaking Hands”, “Tin Finger”, el arpegio absoluto de mandolina de “Kingdom of Ice”, “Whistling Girl” o el brutal hallelujah de “Winter Shaker”. Todo adornado con cameos circunstanciales de los griegos y con intros y puentes que, entre tema y tema, hicieron cabalgar por el desierto de Utah, orar y levitar. Una experiencia íntegra, bestial y apocalíptica. Después solo queda exclamar amén.

www.wovenhand.com

08 diciembre 2010

DISCOS

A JIGSAW. Like The Wolf.

Portugal existe.

La tele es para muchos el electrodoméstico imprescindible. Para otros no deja de ser un objeto casi inservible encima de un mueble. Pero a veces el uso de la tele confiere alguna que otra enseñanza digna de paréntesis. Y conocer a un grupo tan minoritario y atípico como A Jigsaw gracias a la caja tonta es otra curiosidad, otra anécdota de una existencia plagada de casualidades. Vienen de Coimbra, del tan cercano pero tan desconocido (al menos en lo musical) país siamés. Y aunque su primera grabación se remonte a 2004, es su más reciente trabajo la muesca que señala el lanzamiento hacia el fortuito éxito. Un disco publicado el año pasado y reeditado en 2010 con cuatro cortes añadidos.

Fascinados por los sonidos del folk y el blues, “Like The Wolf” (2009/2010) retrata la temática con una perfección severa. Canciones que saben a la América más profunda, pero también más distinguida gracias a la poderosa instrumentación. Banjo, ukelele, violín, cajones, arpa y armonio son solo algunos de los ítems en la cartera de este trío (en ocasiones cuarteto) virtuoso. Buena parte de su sobriedad viene dada por la voz de Joâo Rui, comparada a menudo con la de Stuart Staples. Y es que el espíritu de Tindersticks se aparece puntualmente, fluyendo en temas como el que da título al álbum. Que no es el único espíritu que se da una vuelta por la fiesta: también lo hacen el de Howlin´ Wolf, Tom Waits, Mississipi John Hurt o Giant Sand, entre muchos otros.

Y es que, aunque a las primeras de cambio puedan parecerse a trescientos grupos más (el indie folk está de moda), A Jigsaw son artesanos de su propio sonido. Sería una pena despedir el año sin haber probado el sugerente sabor de “Red Pony”, “Leap of Ignorance” o “My Blood”. Como dato adicional y puente entre culturas, la voz de la norteamericana Becky Lee Walters se une al conjunto en “His Secret” y “Return to Me”. Como deberes para todos, habría que verlos en directo cuando la oportunidad vuelva a presentarse. En el pasado Monkey Week ya dejaron muchas bocas abiertas. De momento podemos contentarnos con la colección de videos “On the Run” (ojo a la versión de “London Calling”) mostrada en su fabuloso blog personal.

http://ajigsawmusic.blogspot.com

24 noviembre 2010

RETROSPECTIVAS

JONI MITCHELL. Blue.

Joyas de los setenta (5ª parte).

Cuando se habla de Joni Mitchell, una imagen de archivo histórico me viene siempre a la cabeza: la de sus súplicas de calma y respeto desde el escenario en el festival de la Isla de Wight. Corría 1970, empezaba una década. Eran los tiempos dorados del folk, de los cantautores conductores de conciencias. Y de artistas que, como ella, se atrevían a declarar sus sensaciones y emociones más profundas, depositándolas sobre el desordenado lecho del mundo en forma de canción.

Cuando se habla de folk, como estilo o como símbolo, “Blue” (71) siempre aparece en las menciones. Un álbum que ha llegado a ser icónico con el tiempo. Una decena de historias interiores que desfilan desnudas, aún así esplendorosas. A Joni nunca le hizo falta ornato y parapeto: solo su voz, una guitarra, su pluma veloz y original. Esa voz divina y no terrena, el dominio insultante de los tonos, las notas de cristal sostenidas en el aire. Y el destello titilante de las seis cuerdas, brillando, oscilando, acelerando, en un modelo de composición que no es típico, ni matemático, ni sencillo. Y aunque a la rubia canadiense siempre se la dibuje sola, sentada, abrazando la cálida madera de su compañera del alma, en este disco destacan por encima de todo los temas edificados al piano. Esa poética y melancólica “My Old Man”, la suave caricia de terciopelo de “Blue”, el embrujo navideño de “River”. Cosa que no hace peores “All I Want” y “Little Green”. Ni tampoco “Carey”, con su tam-tam de frescura africana; o “California”, con su pedal steel de polvo en el camino.

Las tres últimas veces que escuché este disco lo hice en ambientes que le dieron una dimensión etérea: tumbada en la hierba, contemplando las hojas de los árboles en el ocaso de una tarde veraniega; conduciendo de noche por una carretera solitaria; tumbada al abrigo de una manta, con la única luz de una vela. Blue significa azul: el color del cielo, del mar y, casualmente, de este blog. Blue también significa tristeza.

www.jonimitchell.com

21 noviembre 2010

CONCIERTOS

THE PAINS OF BEING PURE AT HEART. Toledo. Círculo de Arte. 19-11-2010.

Calimocho time.

Aviso a los fans acérrimos del grupo de Brooklyn para que no lean esta crónica: puede herir sensibilidades. En boca de todos en el último año y pico, la repercusión mediática y de público de The Pains of Being Pure at Heart se antoja mucho hueso para tan poco perro. Al menos después de asistir a su concierto en Toledo. Su álbum de debú, sin desentrañar primicias sonoras, tenía sus momentos, canciones pegadizas y un regusto ocasional a años ochenta y a Yo la Tengo. La conclusión tras escucharlos fue de hype como un tren de mercancías. La conclusión tras verlos sobre el escenario es que un buen promotor vale más que mil talentos.

Vale, de acuerdo que es difícil que un concierto suene perfecto en el Círculo de Arte. Pero ¿se puede llegar a sonar peor?. Ni grupos nacionales, semiprofesionales o amateurs han sonado tan nefastos en el mismo local. Saturación de bajos, acoples, instrumentos descompensados (¿para qué sirven las pruebas de sonido y los técnicos de mesa?) y el vano esfuerzo de un Kip Berman que no nació para ser cantante, o de una Peggy Wang-East que acabó en funciones decorativas, con su voz y su teclado ahogados en el ruido. Ni sus mejores canciones (“Stay Alive”, “This Love Is Fucking Right”) se salvaron de una quema inevitable. Sólo “Contender” en la apertura de los bises, por ligereza de elementos, obtuvo un aprobado ramplón.

Camuflada en las primeras filas para buscar una foto decente, una se percata de que a los incondicionales les importa un pimiento que estén haciendo el ridículo: se saben las canciones, canturrean, saltan y levantan las manos como si estuvieran asistiendo al show de su vida. Es una buena forma de compasión. O más bien una muestra de insensibilidad. O la autoafirmación de una modernidad que hay que defender a cualquier precio. Sobre gustos no hay nada escrito pero, en lo musical como en muchos otros aspectos, este país tiende a moverse al ritmo de las modas. Y en ese afán por ser supermodernos y socialmente considerados, nos olvidamos de prestar atención a lo que de verdad merece ser tomado en serio.

Y así, un grupo campeón en expectación y favoritismo se limita a tocar cuarenta minutos (más otros pocos de bis) en un estricto sota, caballo y rey, y a golpe de calimocho en el gaznate. Algo muy pobre. De acuerdo que solo tienen un disco más un single, y el repertorio no da para más. Pero me vienen a la mente ahora otras bandas que, con materiales tanto o más reducidos, rebuscaron en el baúl de los recuerdos para extender sus minutajes, regalando un poco de improvisación, empatía, algo más de magia y de pasión. Cosas básicas que todo buen grupo de rock debería tener. Cosas que The Pains of Being Pure at Heart todavía no tienen. La diferencia entre el calimocho y un buen crianza.

www.thepainsofbeingpureatheart.com

Léelo también en:
myfeetinflames.wordpress.com

19 noviembre 2010

CANCIONERO

AMERICA. A Horse With No Name.

De vuelta a los setenta, me permito recomendar una de las mejores canciones de todos los tiempos. “A Horse With No Name”, quizá el mayor éxito en la carrera de America, es la canción absoluta. Guitarras envolventes, enormes percusiones, brillante puente de fingerpicking. Un canto a la naturaleza, versos perfectos, el encandilador juego de armonías de Dewey Bunnell, Dan Peek y Gerry Beckley. Y ese estribillo para canturrear sin tener que saber una puñetera palabra de inglés.

La canción se publicó en 1972, justo a continuación de su primer largo “America” (71). Y obtuvo tanto éxito que obligó a la reedición de dicho disco, ocupando un lugar de honor (el quinto) dentro del mismo. Y lo catapultó a los cielos. Cuestión de buen gusto.

A HORSE WITH NO NAME

On the first part of the journey,
I was looking at all the life.
There were plants and birds and rocks and things,
There was sand and hills and rings.
The first thing I met was a fly with a buzz,
And the sky with no clouds.
The heat was hot and the ground was dry,
But the air was full of sound.

I've been through the desert on a horse with no name,
It felt good to be out of the rain.
In the desert you can remember your name,
'Cause there ain't no one for to give you no pain.
La, la, la la la la, la la la, la, la
La, la, la la la la, la la la, la, la

After two days, in the desert sun,
My skin began to turn red.
After three days, in the desert fun,
I was looking at a river bed.
And the story it told of a river that flowed,
Made me sad to think it was dead.

After nine days, I let the horse run free,
'Cause the desert had turned to sea.
There were plants and birds and rocks and things,
There was sand and hills and rings.
The ocean is a desert with its life underground,
And a perfect disguise above.
Under the cities lies, a heart made of ground,
But the humans will give no love.

17 noviembre 2010

DISCOS

THE JON SPENCER BLUES EXPLOSION. Dirty Shirt Rock´n´Roll: The First Ten Years.

Rock desde las vísceras.

Pelín atrás en el tiempo queda ya la publicación de “Dirty Shirt Rock´n´Roll: The First Ten Years” (2010), álbum recopilatorio que sirve como excusa perfecta para recordar el blues grasiento y físico de The Jon Spencer Blues Explosion. Publicado en marzo, pero aterrizando en nuestros brazos justo ahora, este disco marca un hito histórico en Curtains: la primera revisión sobre un disco de grandes éxitos. Y es que los discos recopilatorios a menudo huelen a mercadotecnia. Sin embargo, no obviaremos su utilidad como catálogo de primer contacto para principiantes o centrado resumen para revisores.

En un momento en el que la banda que elevó a su frontman a la categoría de bestia entre las bestias del rock parece encontrarse en barbecho, esta recopilación revive su década prodigiosa. Prácticamente su entera vida; solo queda al margen aquel “Damage” (2004) que despistó con la firma de The Blues Explosion a secas. Un fiel testimonio de la contundencia de un trío que copirratizó el casi malévolo redireccionamiento del blues hacia garajes mugrosos, tachuelas, escaras y alcohol de quemar. Tachados por los puristas de clowns irrespetuosos con la música del delta, Jon Spencer, Judah Bauer y Russell Simins nunca fueron del todo comprendidos, pese a sus alianzas ocasionales con grandes del género de mirada abierta (R.L. Burnside por ejemplo). Y es que su música no es solo blues. Sí, Muddy Waters está presente, pero también lo están Elvis Presley, X, The New York Dolls, The Rolling Stones, The Cramps o Funkadelic.

Y aquí se mezclan todas juntas aquellas canciones que los convirtieron en referente (amado u odiado) en los noventa. Sin cronología y sin pauta. La audición de los 22 cortes del tirón vuelve a causar el efecto voraz y febril que despertaban sus discos o sus directos en otros días. Atracón de guitarras polisaturadas, bramidos, ritmos salvajes, virajes esquizofrénicos: la savia del rock´n´roll. No faltan los riffs potentes y adictivos de “Chicken Dog” y “Wail”, las cadencias funky de “Buscemi”, “Let Me Alone So I Can Rock Again”, “Afro”, “Flavour” o “Fuck Shit Up” (ésta en su más orgánica versión en vivo), la suite ratonera “Bellbottoms”, la supersexy “Talk About The Blues”, el desquiciado punk de “History of Sex” o “Water Main”, el impresionismo rock de los instrumentales “Train #2” o “Greyhound” ni el hipotético purismo del blues en “Love Ain´t On The Run” o “Shake ´Em On Down”. Y por supuesto, tampoco falta el perfil sosegado de “Magical Colours” y la accesible “She Said”.

Ahora Jon Spencer se divierte junto a Matt Verta-Ray con un proyecto más ambiguo, aunque no exento de referencias blueseras: Heavy Trash. Mientras tanto, en este disco queda ejecutada la sentencia que una vez lo juzgó como rockero rompedor, escultor de sonidos y creador visceral: culpable.

www.thejonspencerbluesexplosion.com

14 noviembre 2010

CONCIERTOS

MARCUS DOO & THE SECRET FAMILY. Toledo. Pícaro. 12-11-2010.

Naciones unidas.

Toledo se mueve. ¿Ilusión o milagro?. Y nosotros nos movemos con ella. Marcus Doo & The Secret Family no es una banda al uso. Se trata de una agrupación de músicos de muy diversas nacionalidades, con cuartel general en Madrid y con un repertorio neonato pero de quitar el hipo. Los escoceses Marcus Doo (voz, guitarras, armónica) y David Sergeant (guitarras), la madrileña Rocío León (voz, guitarra), el norteamericano Greg Gobel (bajo) y el francés Fabrice Gamon (percusión) conforman un homenaje a las Naciones Unidas, una oda al entendimiento sin fronteras. Es lo que tiene la música. Son como cazadores de mariposas, tratando de atrapar lo mejor del ruido y del silencio. Amigos del pop y las músicas populares, pero también de las eléctricas punzantes, del embrujo de la distorsión. Así, sus curradas piezas pueden tanto evocar a Elliott Smith en un momento dado, como a The Carter Family en otro momento posterior, sin olvidarnos de Mogwai en los postres. Aunque a quien más pueden llegar a recordar es al grupo al que precisamente teloneaban en su última visita a España: The Swell Season. Chico con acústica peleona, candorosa chica de dulce voz, buenas melodías, canciones que suben y estallan, bajan y respiran. Un modesto clon que apunta maneras. En su haber ya tienen el reconocimiento como co-ganadores del Proyecto Demo 2010.

Acaban de publicar su primer trabajo, “The Magpie Returned The Ring” (2010), estupenda colección bautizada con éxito en la sala Pícaro. Concierto impoluto (el sonido no tanto) para escasos afortunados. Las bellísimas “1919” y “Remind Me” emocionaron con sus explosiones a dos voces. Muy divertido resultó su descarado acercamiento al country con “Made to Measure”. El silencio absoluto tapizó la sala en la interpretación de “El Principio”, mezcla de nana celta y fado con la voz de Rocío multiplicada por efecto de pedal manipulado a mano. Con la brutal “Solipsism” quedó claro que no hacen ascos al rock más oscuro. Para el final dejaron la magistral “Fallen Angel”, momento electricidad shoegazing y armónica de toma pan y moja. También hubo hueco para mini-recital poético de Marcus en paupérrimo castellano y oportuno homenaje al malogrado Mark Linkous (Sparklehorse) en forma de versión.

A veces no hay que irse muy lejos o esperar que los demás vengan de lejos para poder sucumbir al encanto de la música. Aquí, bien cerca, a nuestro alrededor, los jóvenes buscan su alimento, lo engullen y lo digieren. Y crecen, se hacen mayores, preparados para ofrecer al mundo lo que el mundo, o parte de él, de verdad espera. En resumen, que en casa también hay donde picar.

www.myspace.com/marcusdoo

Léelo también en: myfeetinflames.wordpress.com

13 noviembre 2010

DISCOS

JUNIP. Fields.

Folktrónica de libro.

Ahora que está muy de moda que los solistas se agrupen y los miembros de los grupos revelen sus inquietudes en solitario, el respetable José González ha decidido unirse a la primera promoción. Aprovechando la sinergia de sus excelentes trabajos en solitario, el sueco-argentino decide resucitar el proyecto que desde hace tiempo lo asocia con Elías Araya y Tobias Winterkorn, para explorar sonidos de una nueva dimensión. La forma de las canciones de Junip es algo diferente (súmenle teclados, percusión y bases electrónicas a su folk de altos vuelos) pero el fondo es más o menos similar. Canciones que no dejan de saber a merienda de campo, iluminadas y vanguardistas pero sin perder un nimbo de sanadora intimidad. Y precisamente a esa intimidad contribuye de manera especial la voz del propio González, tibia y familiar como pocas.

En “Fields” (2010) hay buenos materiales, enormes melodías y menos complicaciones de lo que en un principio pudiera parecer. La fórmula, orgánica pese a los flashes electro, funciona a las mil maravillas en “Always” o “It´s Alright”, temas en los que es fácil quedar atrapado durante días. El dinamismo rítmico de “Howl” o las expansiones casi trance de “Without You” y “Tide” protagonizan más momentos fulgurantes de un trabajo disfrutable indistintamente por los amantes de Bob Dylan o Portishead. Y por supuesto, los admiradores de “Veneer” (2003) e “In Our Nature” (2007) tampoco quedarán insatisfechos, estando el sello del autor tan rotundamente impreso en cada nota. Agradecido disco, agradable sensación.

www.junip.net

09 noviembre 2010

DISCOS

YANN TIERSEN. Dust Lane.

Amélie pasó a la historia.

Ya ha llovido desde la penúltima entrega de Yann Tiersen, aquel “Les Retrouvailles” (2005). Eso sin contar con los inéditos contenidos en su recopilación en vivo “On Tour” (2006). Y tras tanto tiempo sin dedicarle minutos aparece “Dust Lane” (2010), y la sensación es de sorpresa, de novedad. Sabe a otra cosa, a nuevas músicas, a un artista diferente. Diferente hasta en el concepto, ahora más anglosajón, adoptando el inglés como idioma preferente. Elementos típicos habituales no faltan: violín, piano, sonidos de juguete. Pero este nuevo trabajo deja al descubierto que el francés se ha dejado llevar por su lado más ruidoso, ese que sacaba con tanto tino en directo dejando atónitos y despistados a los fanáticos de las bandas sonoras. Así, ahora se deja embaucar por el pop catedralicio y el rock (¿o mejor post-rock?), mostrándose un músico más metódico y también más moderno. Del Tiersen puro de antaño solo asoma una pequeña brizna en el intro de “Dust Lane” (con acústica, piano, acordeón y xilofón) y el punto final de “Dark Stuff” (ese violín devastador). Lo demás es un nudo de atmósferas, un disco de una pieza lleno de capas y texturas (y de electricidad), donde “Palestine” y “Fuck Me” son escogidas para promocionar algo tan difícil de vender en cualquier mercado. La primera es pura contundencia, pese a su simplicidad y repetición. La segunda es pura calidez, pese a su provocativo título. Como curiosidad adicional, el francés no ha buscado intérpretes de relumbrón (nutridas corales aparte) para colorear sus temas, decidiendo que él mismo puede y se merece ejercer. Y a ratos es capaz de hacerlo como el mismísimo Leonard Cohen (“Chapter Nineteen”). En definitiva, “Dust Lane” no es el mejor trabajo de su carrera, pero sí quizá la pala que entierre de una vez el estigma de Amélie.

www.yanntiersen.fr

07 noviembre 2010

CONCIERTOS

LOS CORONAS + ARIZONA BABY. Toledo. Círculo de Arte. 6-11-2010.

Noche vaquera.

Como buen sustitutivo para un Twoday Festival cancelado vergonzosamente in extremis, la gira conjunta de Los Coronas y Arizona Baby tocaba suelo toledano. Ver a madrileños y vallisoletanos en lugar de pisar Madrid y Valladolid. No es lo mismo pero compensa. “Dos bandas y un destino” es el nombre que se han sacado de la manga para poner en los escenarios un proyecto común, iniciado para dar cancha al gustillo por las covers. Y de versiones y guiños históricos se nutrió buena parte del repertorio. Desde Enio Morricone hasta Bobby Fuller, pasando por Neil Young, Johnny Cash, Elvis, Pink Floyd, Black Sabbath, The Dead Kennedys y hasta Los Brincos.

De vaqueros de campo con camisa y sombrero de cowboy los primeros a vaqueros de ciudad con sobrero de copa, naipe y chaleco los segundos. La estética western (proyecciones incluidas) no es más que el condimento justo para un show en el que las dos bandas, lejos de exhibirse estancas, comparten un protagonismo fifty fifty sobre las tablas. Y fueron los números globales los que sorprendieron de verdad, competición de virtuosos (Javier Vacas al bajo, Fernando Pardo, David Krahe y Rubén Marrón a las seis cuerdas, Roberto Lozano y Marcos Úbeda a las baquetas, el ucraniano Evgeni Riechkalov a la trompeta) tocados por la varita de los ancestros, con un Javier Vielba desmelenado en su rol de maestro de ceremonias. Se atrevieron con todo: con recreaciones fidedignas de “Everybody Knows This Is Nowhere” de Neil Young o “Runaway” de Del Shannon, revisiones incendiarias de “Supernaut” de Black Sabbath o “Too Drunk To Fuck” de The Dead Kennedys, una “Wish You Were Here” de Pink Floyd llena de músculo, boleros en castellano y el clásico “I Fought The Law” para cerrar la noche con puntería de pistolero.

Pero también hubo tiempo de gloria exclusiva. El trío pucelano se estrenó con la suya, pescando los mejores cortes del magistral “Second To None” (2009), disco descubierto tarde pero degustado con fruición. “The Truth” (el señor Marrón sentando cátedra con un intro de velocidad descabellada), “Ouch!”, la muy CalexicoA Tale of The West” o “Dirge” hicieron las delicias de los que amamos con pasión, por primera vez en mucho tiempo, un disco más que excelente de una banda compatriota. La descompensación técnica provocó las quejas y disculpas de un Javi Vielba hiper-locuaz, y el set se hizo corto pese a rescatar también andanzas primogénitas (“Everything”). Y por cierto, tampoco se escapó la fenomenal e intratable “Shiralee”, compartida en octeto en los bises como si fuera un clasicazo más.

Los Coronas (Fernando Pardo dixit) ya están en cuarto de la escuela de rock. Es decir, entre los buenos. Con poco o nada ya que demostrar y tras años fieles a un formato que, más que encasillarlos, los convierte en maestros de referencia, demostraron que se puede llegar al respetable sin recitar un solo verso. “Jinetes Radiactivos” y “Big Wave Riders” (ambas de su último “El Baile Final de Los Locos y Los Cuerdos”) causaron estragos, y hasta se atrevieron con pinceladas de garage extremo, reggaeton y un órdago tronchante al “Flamenco” de Los Brincos. Sin peros y sin mancha. Solo cabe lamentar que prescindieran del particular homenaje a Fernando Fernán Gómez, ese grito de guerra que todos esperábamos repetir a pulmón partido: “¡A la mierda!”.

Dos bandas y un destino. Destino concretado en un homenaje entrañable al buen rock and roll, a los clásicos populares, a la diversidad y a la diversión. Dos bandas que se han visto las caras por casualidad para dejarnos un regalo de película. Que lo que el destino ha unido no lo separe el hombre.

www.loscoronas.com

24 octubre 2010

REPORTAJES

EDWYN COLLINS: VOLVER A EMPEZAR

La vida nueva.

A propósito de su nuevo LP, “Losing Sleep” (2010), la dura y laudable historia de Edwyn Collins ha vuelto a las portadas y páginas principales de muchas publicaciones. No es para menos. Su progreso es todo un ejemplo, una hermosa lección que nos enseña lo que es la vida y nos muestra una característica valiosísima del ser humano: la lucha por aferrarse a ella. En 2005, el escocés sufrió una doble hemorragia cerebral que le dejó al borde de la muerte. Consiguió apartase del filo, pero pagando un alto precio. Las secuelas de aquella fatal suerte han dejado mella en el artista. No sabíamos hasta qué punto hasta que lo vimos subirse a un escenario, el de Boadilla del Monte en 2008. Con visibles dificultades para caminar, moverse y hablar, Edwyn se sentó frente al micro, la música empezó a sonar a su alrededor, y de su boca renacieron, como fruto de un milagro, todas las palabras que una vez brotaron de su corazón, de su mente lúcida y sin defecto. Perfectamente hiladas, sin fisuras y plenas. Aquel concierto fue algo más que un simple set de festival a media tarde. Fue un misterio de la naturaleza. Nuestras almas se encogieron y nuestras manos sangraron en cada aplauso, especialmente en el aplauso final tras una “A Girl Like You” que supo a auténtica victoria, a celebración.

Edwyn Collins siempre tuvo su presencia. Quizá nunca fuera el favorito, pero sí un artista necesario. Ya con Orange Juice firmó algunos de los discos de pop más nítidos de la década de los ochenta. Ahí están “You Can´t Hide Your Love Forever” (82), “Rip It Up” (82) y “The Orange Juice” (84), plagados de grandes estribillos. La continuidad de aquel pequeño legado llegó con sus trabajos en solitario. Quizá fue “Gorgeous George” (94) el que lo puso con mayor fuerza en el mapa, y esa canción con sabor a clásico de todos los tiempos, esa “A Girl Like You” que exudaba (y exuda, siempre es un placer escucharla) elegancia por los cuatro costados. Con ella Edwyn se coronó como verdadero genio del pop, mitad gentleman, mitad canalla. En ese disco empezaron a vislumbrarse sus otros vicios musicales, sus influencias negras, sus inquietudes experimentales. Aunque quizá el giro más acusado se produjo con “I´m Not Following You” (97), un mareante catálogo autoeditado de estilos con cabida para el folk, el soul, el garage, el avant garde, el swing o la música disco. Secuencia creativa que seguiría en cierta manera con “Doctor Syntax” (2002), sin tantas buenas canciones pero con aceptables intenciones.

El modesto “Home Again” (2007), penúltimo largo del escocés, vio la luz justo antes de su inminente regreso a la palestra. Sin embargo, esas canciones eran anteriores al ocaso. Fueron grabadas justo antes de la dolencia, y esperaron para exhibirse al mundo por respeto a su autor. Se convirtieron en el puente entre el ayer y el hoy, el antes y el ahora, entre un Edwyn Collins y otro. Y después de la catástrofe y el miedo, del dolor y la lidia, ese otro Edwyn Collins vuelve a trabajar. Y parece como si nada de nada hubiera sucedido. Porque “Losing Sleep” (2010) está lleno de la misma vida, de los mismos sueños, de ese don imperecedero para poner el acorde justo junto a la palabra adecuada, trazando una melodía que acompaña, que engancha, que estimula. Para su retorno, Collins se ha visto arropado por (nuevos y viejos) buenos amigos: el habitual Roddy Frame, Johnny Marr, Alex Kapranos y miembros de The Drums y The Magic Numbers. El maestro nos da otro ejemplo más, en forma de disco atemporal, cercano y muy, muy edificante.

Todo son buenas noticias. En noviembre estará otra vez sobre nuestros escenarios, como parte del cartel del Primavera Club. Por desgracia no podremos ir a aplaudirle de nuevo, pero aquí y ahora queda nuestra más sincera enhorabuena, nuestro gozo y nuestra más profunda admiración. Bravo, Edwyn.

Diez canciones imprescindibles:

- A Girl Like You
- The Campaign for Real Rock
- Falling and Laughing
- Keep on Burning
- Johnny Teardrop
- Adidas World
- The Magic Piper (of Love)
- What Presence?
- One Track Mind
- Losing Sleep

www.edwyncollins.com

23 octubre 2010

RETROSPECTIVAS

BRIAN ENO. Here Come The Warm Jets.

Joyas de los setenta (4ª parte).

Lo prometido es deuda. MGMT pronuncian en su último trabajo el nombre de Brian Eno bien alto. No es para menos. Cuando se estudian los setenta siempre se habla de David Bowie, de Led Zeppelin o de Pink Floyd. Pero él también tuvo su papel relevante en la evolución musical y estética de la época. Más aún, Brian Eno ha sido una figura imprescindible en la evolución de los conceptos musicales universales, indagando y experimentando sin imponerse ninguna meta. Y así, con el tiempo, ha conseguido que ese nombre se pronuncie con respeto, casi con devoción, que todos quieran presumir de conocerlo, de haber trabajado con él, de haber aprendido apenas una minúscula parte de lo que él sabe. Aunque sus facetas de productor y colaborador hayan sido las más reconocidas, sus primeros trabajos gozaban del mismo esplendor que los de su contemporáneo más loado, el gran Bowie. “Here Come The Warm Jets” (73) fue su primera aventura, tras haber dejado una huella efímera pero imborrable dentro de otro gran baluarte setentero: Roxy Music. Dicen que Bryan Ferry no podía soportar su presencia, el peligro de ser engullido por la personalidad de su nuevo fichaje, y por eso le dio puerta. Mejor para el despechado. De ahí surgieron obras fastuosas. Tras el disco objeto de esta reseña siguieron otros tantos inclasificables, como “Taking Tiger Mountain (By Strategy)” (74), “Another Green World” (75) o “Before And After Science: Ten Pictures” (77), hilos perentorios de la gran tela de araña que es su creación.

En su primer álbum Eno se acompañó de grandes secundarios, entre ellos parte de la corte de Roxy Music (salvo Ferry, evidentemente) o de King Crimson. No es un disco más, una grabación convencional de músicos concentrados entre cuatro paredes acondicionadas: leyendo sobre su proceso de gestación uno se imagina una previa de “The Rocky Horror Picture Show”. Una casi ópera rock con momentos glam estándar (“Needle in the Camel´s Eye”, “The Paw Paw Negro Blowtorch”), pero también con conexiones blues (“Black Frank”), guiños macabros (“Driving Me Backwards”) o litúrgicos (“Some of Them Are Old”), piezas de pop insuperable (“Cindy Tells Me”, “Dead Finks Don´t Talk”) o grandiosos ambientes de repetición (“On Some Faraway Beach”, “Here Come The Warm Jets”). Los textos teatralmente recitados, la suspensión claustrofóbica y el toque experimental de “Baby´s On Fire” la convierten sin duda en la joya del debú.

Abarcar con el conocimiento el mundo entero de Brian Eno es tarea imposible. Para abrir boca, quizá éste sea el disco perfecto. Las ganas de seguir indagando crecerán por sí solas.

www.eno-web.co.uk

20 octubre 2010

DISCOS

THE WALKMEN. Lisbon.

Madurez contrastada.

You & Me” (2008) puso el listón por las nubes. De aquel disco se hablaba como el de la auténtica madurez de los neoyorquinos. La sofisticación y la introspección han ganado terreno contra el sacrificio de esa inmediatez de garage y rock lapidario que impregnaba sus primeros largos. Muchos echan de menos a los The Walkmen de, por ejemplo, aquella imponderable “The Rat” que fundía las bombillas en “Bows & Arrows” (2004). No obstante, la suya es una transición admirable. Los muros se han demolido para dejar paso a un ambiente diáfano, que no desnudo. Porque hay arreglos de todo tipo (espectaculares las trompetas de “Stranded”), pequeños embellecedores que dan a la canción un brillo satinado, complementando las texturas inquietantes marca de fábrica. No pueden esconder sus inclinaciones hacia el soul, porque en la citada “Stranded” y en “Torch Song” son una realidad. Y también demuestran que el virtuosismo no está reñido con un buen estribillo: en “Angela Surf City” y “Victory” los bordan. Tampoco con un riff de guitarra refrescante y pegadizo: ahí están los de “Woe Is Me” o “Juveniles”. Han madurado, sí, pero no han perdido un ápice de su estilo personal e intransferible. Como estela imborrable de la última escucha queda el eco submarino de “While I Shovel The Snow” al calor de un vozarrón que, como siempre, deja marcas.

www.marcata.net/walkmen

17 octubre 2010

CANCIONERO

THE CLASH. Rock The Casbah.

Siguiente indispensable en el cancionero: “Rock the Casbah”. Ya era hora de que The Clash tuvieran también su momento. Y el momento se centra en una de sus canciones postreras pero más bailables y bailadas. A propósito de una historia de represión contra la música de baile. Qué buenos momentos nos ha hecho pasar este tema en los bares. Su estribillo ya es un clásico asimilable a diversión y resistencia. La canción abanderaba el nada despreciable “Combat Rock” (82). La mente en guardia. El cuerpo en movimiento.

ROCK THE CASBAH

Now the King told the boogie men “you have to let that raga drop”
The oil down the desert way has been shakin' to the top
The Sheik he drove his Cadillac, he went a cruisin' down the ville
The Muezzin was a standing on the radiator grille

The Sharif don't like it
Rockin' the Casbah
Rockin' the Casbah

By order of the Prophet we ban that boogie sound
Degenerate the faithful with that crazy Casbah sound
But the Bedouin they brought out the electric camel drum
The local guitar picker got his guitar picking thumb
As soon as the Sharif had cleared the square
They began to wail

Now over at the temple, oh, they really pack 'em in
The in crowd say it's cool to dig this chanting thing
But as the wind changed direction then the temple band took five
The crowd caught a whiff of that crazy Casbah jive

The King called up his jet fighters, he said you better earn your pay
Drop your bombs between the Minarets down the Casbah way
As soon as the Sharif was chauffeured outta there
The jet pilots tuned to the cockpit radio blare
As soon as the Sharif was outta their hair
The jet pilots wailed

15 octubre 2010

DISCOS

MGMT. Congratulations.

Atracón de psicodelia y glam rock.

Si Marc Bolan levantara la cabeza… Pues a buen seguro que este disco le enternecería, por las múltiples conexiones que de él rezuman. Conexiones directas con sus T-Rex y con el glam rock en general. Conexiones también con el ilustre Brian Eno, que para más inri ha sido honrado con el séptimo corte, portador de su propio nombre. Están claras cuales son las fuentes de las que abrevan Ben Goldwasser y Andrew VanWyngarden: los setenta, la música disco, la psicodelia y el rock de maquillaje y pose. Ya lo demostraron en aquel “Oracular Spectacular” (2008) que los catapultó al estrellato con temas tan resultones como “Time to Pretend” y tan negados como “Electric Feel”. Del sonido de este nuevo “Congratulations” (2010), parido de las sacras manos de Peter “Sonic Boom” Kember, se extrae una conclusión: que lejos de aceptar la adopción mediática del mainstream, están dispuestos a asumir sus riesgos. Su nuevo disco no es precisamente un dechado de estribillos pegadizos, melodías enjauladas o hits inmediatos. Es más bien un ramalazo de creación experimental a la antigua usanza, y prueba de ello son los diez minutos de “Siberian Breaks”, estructurados en diferentes movimientos que tan pronto evocan a Crosby, Stills & Nash, los Byrds más psicodélicos o el pop sueco más naif. El cinematográfico instrumental “Lady Dada´s Nightmare” también los convierte en presuntos antihéroes, fortaleciendo la conexión con Brian Eno una vez más. Contra todo pronóstico, la imaginación creativa los ha llevado a no perder comba, sino a ganar respeto. Aunque muchos se empeñen en venderlos en una caja de bombones con un lazo de celofán. Ah, por cierto, volviendo a Brian Eno, ya va siendo hora de hacerle un hueco en este blog. Próximamente.

www.whoismgmt.com

07 octubre 2010

DISCOS

GRINDERMAN. Grinderman 2.

Elixir de juventud.

Si hubiera que hablar de un artista absolutamente adicto al trabajo, ése podría ser Nick Cave. Bien con The Bad Seeds, en sus dotes de novelista o como compositor de bandas sonoras junto a su lugarteniente Warren Ellis. O bien dentro de este plan paralelo, que en su origen sugería ser flor de un disco, al que se otorga finalmente una continuidad acertada. En su segundo asalto, Grinderman vuelve a mostrar a las claras su intención: invocar una nueva juventud, lejos de perfeccionismo y ataduras. Así pues, el sonido Grinderman no es el sonido Nick Cave & The Bad Seeds (“Palaces of Montezuma” sería un puente sibilino entre ambos). Es un sonido insubordinado, espontáneo y guarro, de guitarras cada vez más afiladas, desordenadas y asesinas, aunque el ingeniero sea el de siempre (Nick Launay). Incluso la forma de cantar del australiano prolífico se antoja diferente, con plena libertad para practicar el aullido (“Mickey Mouse and the Goodbye Man”), probar el falsete (“Kitchenette”) o poner el motor vocal al ralentí (“What I Know”). Aunque los teclados vibrantes del primer trabajo hayan desaparecido, las canciones siguen su hoja de ruta, la del azar, con sucesiones de caos y orden, ruido y calma, llegando a puerto con frenazo brusco sin derrapaje. Y de nuevo se vuelve a apreciar el trabajo en equipo: cada ritmo, cada zarpazo de graves, cada efecto de pedal suicida revela la identidad avasalladora de Sclavunos, Casey y Ellis. Quizá no sea el mejor disco de su vida, pero sí el más autónomo y despojado de expectativas. El tío Nick rara vez falla.

www.grinderman.com

05 octubre 2010

CANCIONERO

SIMON & GARFUNKEL. America.

Lloverá y lloverá hasta que tenga en mi bolsillo todas las canciones del mundo. Y ni siquiera sé si caben en él, pero aún así lo sigo llenando”. La segunda pieza del cancionero es un maravilloso canto a la aventura. Una de esas mágicas liturgias folk creadas por el ilustre dúo. Compuesta por Paul Simon (como casi todas) y ubicada en el álbum “Bookends” (68), “America” representa la auténtica esencia (lírica y musical) de Simon & Garfunkel. ¿Y por qué “America”?. ¿Por qué no “Mrs. Robinson”, “Bridge Over Trobled Water”, “The Boxer” o “The Sound of Silence”?. Porque ésta nos hizo llorar y las demás no. Metámonos en la piel de uno de los viajeros y dejémonos llevar. Por las oscuras carreteras de America o de cualquier parte.

AMERICA

"Let us be lovers we'll marry our fortunes together"
"I've got some real estate here in my bag"
So we bought a pack of cigarettes and Mrs. Wagner pies
And we walked off to look for America

"Kathy," I said as we boarded a Greyhound in Pittsburgh
"Michigan seems like a dream to me now"
It took me four days to hitchhike from Saginaw
I've gone to look for America

Laughing on the bus
Playing games with the faces
She said the man in the gabardine suit was a spy
I said "Be careful his bowtie is really a camera"

"Toss me a cigarette, I think there's one in my raincoat"
"We smoked the last one an hour ago"
So I looked at the scenery, she read her magazine
And the moon rose over an open field

"Kathy, I'm lost," I said, though I knew she was sleeping
I'm empty and aching and I don't know why
Counting the cars on the New Jersey Turnpike
They've all gone to look for America

All gone to look for America

03 octubre 2010

DISCOS

WOVEN HAND. The Threshing Floor.

Predicar sin castigar.

Eternamente fiel a sus principios y dos años después del revelador “Ten Stones” (2008), David Eugene Edwards vuelve a poner la mano en el fuego, la voz en las entrañas. Nace un nuevo disco de su proyecto (¿Wovenhand o Woven Hand?) como nace una nueva mañana, llena de luz y también de interrogantes vitales. Los primeros acordes (“Sinking Hands”) ya hacen pupa. Y aunque la afectación y el paroxismo ritual se difuminan al final, en la muy arrebatada “Denver City”, “The Threshing Floor” (2010) es otra obra descarnada, íntima, misteriosa y casi gótica. Una especie de Lumière particular este tipo; sus canciones tienen el poder extraño de crear imágenes en la cabeza. Y una no piensa en la Biblia, la cruz y los infiernos, como otros. Una imagina vampiros, apaches y caballos, pozos, hoces y cañones. Los efluvios orientales reverberan en “The Threshing Floor” y “A Holy Measure” como el trance primitivo se apodera de “Terres Hautes”, sin obviar ese delicioso paréntesis de alivio, el impasse de recogimiento de “His Rest” y “Singing Grass”. A veces puede parecer que el discurso se hace ingrato, que las secuencias se repiten, que todo es más de lo mismo. Pero no. Pocos pueden presumir de hacer música con tanta personalidad. Robando el interés de los oídos paganos como un ladrón de guante blanco.

www.wovenhand.com