07 octubre 2010

DISCOS

GRINDERMAN. Grinderman 2.

Elixir de juventud.

Si hubiera que hablar de un artista absolutamente adicto al trabajo, ése podría ser Nick Cave. Bien con The Bad Seeds, en sus dotes de novelista o como compositor de bandas sonoras junto a su lugarteniente Warren Ellis. O bien dentro de este plan paralelo, que en su origen sugería ser flor de un disco, al que se otorga finalmente una continuidad acertada. En su segundo asalto, Grinderman vuelve a mostrar a las claras su intención: invocar una nueva juventud, lejos de perfeccionismo y ataduras. Así pues, el sonido Grinderman no es el sonido Nick Cave & The Bad Seeds (“Palaces of Montezuma” sería un puente sibilino entre ambos). Es un sonido insubordinado, espontáneo y guarro, de guitarras cada vez más afiladas, desordenadas y asesinas, aunque el ingeniero sea el de siempre (Nick Launay). Incluso la forma de cantar del australiano prolífico se antoja diferente, con plena libertad para practicar el aullido (“Mickey Mouse and the Goodbye Man”), probar el falsete (“Kitchenette”) o poner el motor vocal al ralentí (“What I Know”). Aunque los teclados vibrantes del primer trabajo hayan desaparecido, las canciones siguen su hoja de ruta, la del azar, con sucesiones de caos y orden, ruido y calma, llegando a puerto con frenazo brusco sin derrapaje. Y de nuevo se vuelve a apreciar el trabajo en equipo: cada ritmo, cada zarpazo de graves, cada efecto de pedal suicida revela la identidad avasalladora de Sclavunos, Casey y Ellis. Quizá no sea el mejor disco de su vida, pero sí el más autónomo y despojado de expectativas. El tío Nick rara vez falla.

www.grinderman.com

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