Viernes.
AINARA LEGARDON: La jornada del viernes comenzaba más o menos como la del jueves: con una gran mujer rockera cara al sol. Solo que a la bilbaína se le nota más solidez, el rodaje fruto de la veteranía. Las comparaciones son odiosas, pero Ainara lleva a sus espaldas la etiqueta de émula de la PJ Harvey primitiva. Las canciones del último “We Once Wished” fueron las protagonistas de un show plagado de espasmos eléctricos, de surcos cavados en la tierra reseca, de vidas sin aire y plantas sin agua. “You Gave Me” es un ejemplo de cómo el rock puede remover las entrañas.
AVI BUFFALO: Contentos de estar por primera vez en España, el jovencísimo cuarteto de Long Beach pecó de novato, o quizá de suicida: decidieron regalar un puñado de canciones nuevas (que muy pocos conocían) en detrimento de su luminoso y virtuoso álbum de debú. Y no es que las nuevas estén mal (no, están de lujo), pero a algunos les apetecía algo más que corear el manido estribillo de “What´s In It For” o babear con la exhibición guitar hero de “Remember Last Time”. A su favor hay que decir que, amén de simpáticos, candorosos y ultracorrectos, poseen un don especial: tocar como curtidos profesionales y sonar como una banda consagrada.
THE MONOCHROME SET: De la reaparición de The Monochrome Set no se podía esperar otra cosa que un batallón de grandes éxitos. Dicho y hecho. Sin despeinarse, elevando la flema británica a la máxima expresión, asumiendo las inconveniencias con desparpajo (esos problemas con la guitarra de Bid), pulcros, exquisitos y enormes. Una gozada recuperar esas canciones directas a la yugular, como “The Monochrome Set” (comienzo obvio), “The Jet Set Junta”, “Eine Symphonie Des Grauens” o “Jacob´s Ladder”. Sí, esto son auténticos temazos y lo demás son tonterías. Apunte obligatorio para la sonrisa eterna de madre de la baterista Jennifer Denitto: qué amor de mujer.
M. WARD: Como no había tenido el gusto de coincidir nunca con este señor, no sabía realmente qué esperar. Todo un placer, Mr. Ward. Me hizo usted pasar uno de los momentos más vibrantes, carnosos y auténticos de todo el festival. Me hizo usted revivir a los clásicos que tanto amo y cerciorarme de que el mojo todavía existe. Me hizo usted deleitarme con el dulcísimo sabor de “Poison Cup”, “Chinese Translation” y “Fisher of Men”. Y aunque me privó de mi adorada y venerada “Stars of Leo”, se lo perdono. Gran sorpresa. Acompañado de una banda impresionante (con doble batería), centró su repertorio en los anacrónicos y espléndidos “Post-War” y “Hold Time”, sin escatimar en guiños interesantes: a su entretenimiento paralelo Monsters of Folk, a Buddy Holly (“Rave On”), a Howlin´Wolf (“Howlin´for My Baby”), a Daniel Johnston (“To Go Home”) y hasta al amo Chuck Berry (“Roll Over Beethoven”). Demostrando una actitud en el escenario propia de los más grandes, postulando a la categoría de hijo adoptivo de Neil Young. Torero.
PERE UBU: David Thomas ya no es el mismo, ¿o si?. Convertido en la mitad, machacado por unos años que no pasan en balde, pero genio y figura ante todo. Un maestro de ceremonias implacable para dictar los caminos de un disco que marcó una época, una nueva lectura del punk y el garage. Y “The Modern Dance” jamás sonó tan impoluto, tan límpido, tan rabiosamente actual. Como solo dura 36 minutos, había que aderezarlo para su puesta en escena con algún que otro zambombazo del estilo de “Final Solution”. Después, el álbum ordenado y al completo, majestuoso. Entre pieza y pieza pequeños y divertidos speech, historias sobre la incomprensible naturaleza del azar y las relaciones amorosas, lecciones de vida de un hombre que, entre berrido y lingotazo, nos demuestra una vez más que no es un alien, sino un ser terriblemente humano. Merecido bis, sí señor.
LOW: La música de Low detiene el tiempo, acota el espacio. Tras dos o tres canciones hay una cortina invisible a tu alrededor; nada existe, ni la gente, ni la noche, solo ellos. Atrapan. “Nothing But Heart” puede ser un comienzo demasiado arriesgado pero suficientemente determinante: calma, muchachos, no hay prisas que valgan. “C´mon” fue el protagonista, con unas “You See Everything”, “Especially Me” o “Witches” que dejaron sin aliento. La relectura más sosegada de “Monkey” demostró que hasta lo más mínimo puede ser moldeado con un poco de paciencia y amor. “Silver Rider”, “Sunflowers”, “Murderer” y “Canada” volvieron a aparecer pero ¿a quién le importa que se repitan?. Y por cierto, la conexión Low-Retribution Gospel Choir queda definitivamente definida: Eric Pollard también estuvo acompañando a los teclados. Una familia que crece, se expande y se convierte cada vez más en una piña. Ya lo dijo Alan Sparkhaw en su alarido final: “Your family is forever”.
DEERHUNTER: Cada vez que vienen al Primavera Sound tocan en un escenario un poco más grande. Ya solo les queda el San Miguel. Tras verlos por cuarta vez una cosa queda clara: que su credibilidad y solidez como banda crece en progresión geométrica. Sus discos pueden resultar a ratos incómodos, pero en directo queman y arrasan. Melodías de bandera retorcidas en llamas a golpe de pedal. “Desire Lines” y “Hazel St.” formaron un tándem inicial de ensueño. Sin pausas ni titubeos, ofrecieron un concierto megalítico, lleno de momentos gloriosos. Como esa estratosférica “Nothing Ever Happened” ensamblada con la sui generis versión de “Horses” de Patti Smith. O como una bellísima “Helicopter” que recordó la estela onírica de Mercury Rev. O como ese atracón lisérgico de la mano de “He Would Have Laugh”. Puede que a veces se gusten y recreen en demasía con alardes progresivos innecesarios, pero la evidencia es lapidaria: son superlativos.
PULP: El retorno puntual a la vida de Pulp también era uno de los platos más deseados del festival, a tenor de la congregación de público en la explanada San Miguel. Y como era de esperar, Jarvis Cocker dio la talla, sacando a pasear de nuevo lo mejor de su faceta payasera y exhibicionista. Como en los mejores tiempos. “Do You Remember The First Time?” dio el pistoletazo de salida. Se habían anunciado canciones de todas las épocas y las hubo, aunque las ovaciones para “Different Class” se llevaron la palma. “Disco 2000”, “Something Changed”, “Sorted for E´s & Wizz” y “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E” siguen poniendo la pica en algún lugar (ya recóndito) de un corazoncito crecido, sufrido y curtido en otras batallas. Pero ya no es lo mismo. El momento Pulp ya pasó. Igual que el momento Suede ya pasó. Igual que tantos y tantos momentos pasaron. Celebras a los clásicos revividos cuando te vuelven a hacer sentir lo mismo que en el pasado. Pero eso no ocurre con Pulp. Al solemne compás de “This Is Hardcore” me retiro. Y le digo adiós a “Common People” sin ningún remordimiento.
2 comentarios:
Así que... The National no son plato de tu gusto.
Sí, Joaquim, The National sí son plato de mi gusto... pero ¿cuándo tendré ocasión de volver a escuchar "The Modern Dance" en directo?. Probablamente nunca. Elección de sentido común. Saludos!
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