Sábado.
JOHN CALE: Acceso al auditorio sin ticket de reserva y por los pelos. Bingo. “Paris 1919” merece esa incertidumbre y tensa espera. John Cale es uno de esos grandes que siempre se había escapado por pitos o flautas. El concierto prometía, no solo por su temática, también por su formato. Y no defraudó. Los mitos como Cale jamás defraudan. Encorbatado, con falda galesa y muy bien arropado: por su banda, un trío exquisito que se lució (especialmente en los temas de regalo) y por BCN216, la orquesta residente del Auditori. Con tal cantidad de buenos músicos por metro cuadrado era obvio que el disco invitado debía sonar grandioso y especial. Y extraordinariamente especiales resultaron “The Endless Plain of Fortune”, “Paris 1919”, “McBeth” y “Half Past France”: dejando poso, despertando sensibilidades secretas, haciendo casi llorar. Grande no, enorme.
FLEET FOXES: No entiendo el fenómeno Fleet Foxes. No son nada modernos. Hacen folk puro y duro, música de hace cuarenta años. Música que, desgraciadamente, ya no mola, ya no vende. Pero ahí están, reventando el escenario San Miguel como jamás se había visto en este festival a estas horas de la tarde. Debe ser que la gente no es tan tonta y ha captado el mensaje de sus canciones hermosas sobre árboles, pájaros, amistad y tiempos mejores. Me cachis, sigo sin entenderlo: los mismos que corean esas canciones no paran de mirar el Twitter en sus móviles. En fin, su concierto fue de nota alta e inmaculado. Más o menos lo que se esperaba. Con tonadas y armonías tan requetebuenas y con lo bien que saben tocar, lo tienen todo hecho. Decidieron no abusar de “Helplessness Blues” y dedicar más tiempo a sus viejas canciones, esas que nunca tuvimos el placer de degustar en vivo porque es la primera vez que pisan suelo español. Y vaya, “Sim Sala Bim” y “The Shrine/An Argument” son tremendas, pero “Ragged Wood”, “Drops in The River”, “Mykonos”, “Your Protector”, “White Winter Hymnal” y “Blue Ridge Mountains” no tienen nombre. Son como una bocanada de aire fresco. El que no se deleite con ellas es que no tiene sangre en las venas.
EINSTÜRZENDE NEUBAUTEN: Faltan las palabras. Qué difícil es contar un concierto de los Neubauten. Ladrones de desguaces, recicladores de chatarra. Artistas e ingenieros. Padrinos de un sonido imposible de replicar. Alemanes, evidentemente. Máquinas perfectas haciendo música de otra esfera. Jugando con instrumentos y cachivaches nada convencionales, con el tiempo y el silencio. Diseñando y construyendo un show de antología. La leyenda es verdadera. Blixa Bargeld tuvo uno de sus buenos días, otro elegante, poderosísimo y marcial maestro de ceremonias al que no hay quien le tosa. Alexander Hacke y Jochen Arbeit son dos lobos feroces al bajo y la guitarra. Pero definitivos en la idiosincrasia de la banda son Rudolf Moser y Andrew Chudy; sin su delirio de percusiones catatónicas nada tendría sentido. “The Garden” abrió el surrealista recital, seguida por esa obra maestra post-industrial llamada “Die Befindlichkeit Des Landes”. “Let´s Do It A Da-Da” pulsó el botón del trance, “Haus Der Luege” el del metal extremo, “Sabrina” y “Susej” mostraron el lado humano de las bestias. Malditos festivales, ¿por qué grupos así tienen que marcharse tan pronto?. Ni siquiera los fogonazos de “Redukt” consiguieron aplacar el hambre. Indescriptibles, únicos, de otro mundo.
PJ HARVEY: Hay que ver lo que cuida Polly últimamente la puesta en escena. Todo estudiado al milímetro. Como una aparición mística, de blanco y con plumas en el pelo. Y cómo no, acompañada por unos impecables Mick Harvey, John Parish y Jean-Marc Butty situados a muchos metros de ella y prácticamente invisibles. Bonito pero inapropiado para un escenario mastodóntico. Ni el sonido, ni su voz ni sus ondas magnéticas llegaban más allá de las primeras filas. Como la luz de una pequeña vela tratando de iluminar una nave industrial. “Let England Shake” sonó casi al completo, reproducido con una exactitud pasmosa. Y lo bueno que tiene PJ Harvey es que busca y rebusca en su baúl particular antes de cada concierto, y se saca de la manga no solo trapos y complementos asombrosos, sino esas canciones que nunca habrías esperado, que llevan tanto tiempo en barbecho. Esta vez le tocó el turno a “C´mon Billy”, “The Pocket Knife” o “Angelene”. También se sumaron “Down By The Water”, “The Sky Lit Up”, “Big Exit” y una final y aguerrida “Meet Ze Monsta”. Revisando todas las etapas de su historia pero sin viajar lo suficientemente atrás: faltaron “Dry” y “Rid of Me”. Pero es que claro, aquella y esta Polly Jean nada tienen que ver.
THE JON SPENCER BLUES EXPLOSION: La explosión blues ha resucitado: aleluya. Jon Spencer, Judah Bauer y Russell Simmins han vuelto por sus fueros, haciendo lo que mejor saben: dejarse la piel y la sangre en escena, volver loco al personal. Una hora y pico llena de blues-rock grasiento y desmadrado. Ni una pausa más larga de tres segundos, ni un jodido respiro. Ni te da tiempo a asimilarlo; sus conciertos son de esos en los que no dejas de repetirte “no sé qué están tocando pero me encanta”. Por ahí se adivinan “She Said”, “R.L. Got Soul” y “Bellbottoms”. Todo junto, a veces revuelto. Da igual, es todo un espectáculo. A media luz y echando toda la carne a la parrilla. Al final suena “Magical Colors” engordada a base de electricidad, espasmos y pedales, desembocando en un terremoto que parte los huesos al grito de guerra de “blueees explooosion”. Excitante, tremendo y agotador.
ANIMAL COLLECTIVE: Ya van dos. La segunda oportunidad que doy a Animal Collective y la segunda vez que no puedo soportarlos. Sí, seguro que son el grupo más innovador, molón y original del planeta, unos refrescantes geniecillos y bla, bla, bla. Pero ¿qué clase de aberración estaban perpetrando para clausurar el festival?. ¿Qué estaban tocando?. ¿Qué se traían entre manos?. Algunos bailan porque a esas horas todo les da igual, y otros se quedan mirando el escenario con cara de tontos. De repente “Brother Sport” devuelve un poco a la vida, pero nada, todo espejismo. Panda Bear y sus chicos han decidido nuevamente ser los más chulos del lugar. Y hay horas, plazas y situaciones en las que el riesgo se paga caro. Adiós, Animal Collective, adiós ahora y para siempre.