22 diciembre 2011

DESCUBRIENDO A...

J. TILLMAN

Que quede claro: Joshua Tillman fue cocinero antes que fraile. O para entendernos: fue autor de sus propias canciones antes que fleet fox. Aunque sus primeros pinitos tuvieran más que ver con el post-rock (como cofundador del proyecto Saxon Shore junto a su hermano Zach), el folk es su auténtica biblia y el country y el blues sus libros de salmos. Un músico de vasta cultura y selectos gustos. Y así de revelador y encantador es el cartel del festival de sus sueños que circula por Youtube: Nick Drake (performing “Pink Moon”), John Lee Hooker, Maurice Ravel, Neil Young (performing “Tonight´s The Night”), Lightnin´Hopkins, Phosphorescent, Trees, The Band, D´Angelo, Ali Farka Touré y Nirvana. Un festival que, por supuesto, sería gratis. Vivamos de nuestra imaginación y nuestras ilusiones para no morir de pena.

El talento de J. Tillman floreció al abrigo de otra de las voces más íntimas y sinceras de la escena de Seattle: Damien Jurado. Y en la onda de su mecenas circulan sus creaciones. Siete álbumes desde 2004, todo un dechado de fertilidad. Para Tillman no existen las prisas ni las galas. Canciones que desafían el transcurso del tiempo: tempos mínimos, arreglos frugales y eficientes, y sobre todo, unos textos bellísimos y una voz que regala calidez y sosiego a manos llenas. Música no apta para impacientes, estresados o hiperactivos. Música para la tregua y el respiro.

Esta sólida trayectoria comienza con los autoproducidos “I Will Return” (2005) y “Long May You Run, J.Tillman” (2006) y va creciendo hasta “Singing Ax” (2010). Entre medias hay todo un mundo de odas a la gentileza y la debilidad del ser humano, invocaciones y espejismos, susurros que se cuelan por las grietas de las almas desgarradas y que animan a un profundo examen de conciencia. En su discurso y sus formas asoma la cabeza de aquel que abandera su quimérico festival, el Nick Drake minimalista de “Pink Moon”. Sí, Josh Tillman podría ser un nuevo Nick Drake, más pastoril, hirsuto y sonriente, pero igualmente capaz de tocar la fibra del vecino. De sus discos todos valen, pero los hay especiales. Como “Minor Works” (2006), donde lo acústico se vuelve eléctrico por arte de magia. O como “Cancer and Delirium” (2007), gestado en noches parisinas de soledad pero más cercano a cualquier rincón de Tennessee que a la ciudad de las luces (el banjo, ese banjo). O como el variopinto “Vacilando Territory Blues” (2009), sede de los únicos momentos de ruido y explosión que el músico cuenta en su haber (“Steel On Steel”, “New Imperial Grand Blues”). O como el delicioso “Year In The Kingdom” (2009), casa de acogida para el instrumento excelencia del folk tradicional, el dulcimer. ¿Que por dónde empezar?. Pues por ejemplo por “Milk White Air”, “With Wolves”, “Darling Night”, “Ribbons of Glass”, “Crosswinds”, “Earthly Bodies”, “There Is No Good In Me”, “Firstborn” o “Diamondback”. Cualquiera es perfecta para una primera cita con el hombre tranquilo.



19 diciembre 2011

RETROSPECTIVAS

PHISH. A Picture of Nectar.

Joyas de los 90.

No solo de clásicos muy viejos vive el hombre. También el pasado no tan lejano o el presente de antes de ahora están llenos de grandes obras maestras a las que rendir tributo. Una de ellas es esta, álbum espectacular para una formación peculiar. La entera discografía de Phish resulta de todo punto apasionante. Podrían haber sido los fantásticos “Rift” (93), “Billy Breathes” (97) o “Farmhouse” (2000), pero el elegido es este “A Picture of Nectar” (92) por diversas y estudiadas razones. En primer lugar, porque aglutina de manera excelente el más numeroso índice de estilos explorados por la banda. En segundo lugar, porque en él se concentran algunos de los más brillantes solos de los que tanto gustaban en especial Trey Anastasio y Page McConnell, pequeños geniecillos de mentes explosivas y dedos elásticos. En tercer lugar, fue el primer disco de Phish que se coló por los hambrientos resquicios auditivos de la menda hace ya muchos años (gracias por tu obsesión compartida, Paco Pérez Bryant). Total, que cualquier motivo vale para escoger este disco y cualquier razón es buena para honrar a un grupo tan sobresaliente.

Mientras que a este lado del charco Phish no dejaron de ser un capricho para inquietos y ratas de vinilo, en Estados Unidos llegaron a convertirse en un fenómeno sin precedentes, una banda de verdadero culto, alimentada por el boca a boca, por excentricidades creadoras de leyenda urbana y demostraciones de virtuosismo vertiginoso en vivo. Puede decirse que Trey Anastasio, Jon Fishman, Mike Gordon y Page McConnell han sido únicos en muchos aspectos: derrochando imaginación, saltándose las normas a la torera, jugando al engaño y al despiste. Un soplo de aire fresco que acabó atrapando a las masas. Pero no solo son acróbatas, telepredicadores, maestros de ceremonias o gurús en celo. Ante todo son músicos, grandes músicos con un arte especial para crear, ejecutar, improvisar y reinventarse constantemente. Sus frondosísismas jam sessions son la leyenda que los padres americanos les cuentan a sus hijos antes de dormir. Porque solo una banda entre un millón es capaz de recolectar y hervir en el mismo recipiente tal cantidad de influencias. Y solo una banda entre un millón es capaz de montar un Circo del Sol en pleno escenario, disfrazarse de manera convincente de The Velvet Underground, The Beatles o Pink Floyd o retar al respetable a una partida interactiva de ajedrez.

Rock and roll, jazz, country, blues, músicas latinas, easy listening, R&B, funk y un sinfín de estilos más forman el gran angular de Phish. “A Picture of Nectar” contiene enormes demostraciones instrumentales, como las que se condensan dentro de las gigantescas “Llama”, “Guelah Papyrus” o “Tweezer”, amén de sutiles pinceladas jazzísticas (“Eliza”, “Magilla”). También cuenta con una esmerada ración de bluegrass (“Poor Heart”) y otra de rock auténtico y canalla (“Chalk Dust Torture”). Por descontado, los ritmos funkys no pueden faltar a la cita, presentes en “Cavern” y la referida “Tweezer”. Y los sonidos latinos hacen subir la temperatura de “Stash”, “The Landlady” o “The Mango Song”, rememorando las hazañas del buen amigo Santana. Luego hay cosas más difíciles de encuadrar, como la curiosa “Glide”, que tan pronto arrastra a terrenos country como invoca el poder de los grupos vocales de los 50.

En resumen, cada disco de Phish es un mundo y este lo recorre de punto a punto cardinal, de continente a continente, sin dejar ni un solo rincón por peinar. La banda ha tenido varios intentos de separación volviendo siempre al redil. La esperanza de verlos en directo sigue intacta; ¿tocaremos con los dedos algún día esa leyenda?. Una curiosidad: en Bonnaroo 2009 compartieron letras grandes de cartel con el mismísimo Bruce Springsteen. Y una banda que se juega los cuartos con el Boss es cosa muy, pero que muy seria.



17 diciembre 2011

DISCOS

WOODEN SHJIPS. West.

Apología de la costa oeste.

Señoras y señores, he aquí la mejor portada del año. Sí, el Golden Gate en todo su esplendor, símbolo absoluto del oeste. No del salvaje oeste, sino del psicodélico y hippie oeste. Porque vamos a hablar de psicodelia, por supuesto. En el caso de Wooden Shjips no hay vuelta de hoja. O psicodelia o psicodelia. Bueno, también un poco de rock espacial (Sonic Boom se encarga de darle brillo) y algo de krautrock entre ceja y ceja. No hace falta liarse a tomar sustancias para ver entre las sombras las siluetas de The Doors, The Velvet Underground, Silver Apples, 13th Floor Elevators o Soft Machine. El disco en sí ya es toda una sustancia, un excitante viaje a la velocidad de la luz. Guitarras reverberando, distorsión, pedales de todos los tamaños, Hammonds enajenados y ritmos cabalgantes. Es lo mismo que ya hicieran en “Wooden Shjips” (2007) y “Dos” (2009), pero lo mismo da. Estos tipos, con el barbudo Erik Ripley Johnson a la cabeza, tienen la receta narcotizante única y genuina.

West” (2011) es una oriunda apología (en efecto, son de Frisco), un autómata que arranca al primer segundo y no cede hasta el final. “Black Smoke Rise” despierta la sensualidad y la adicción, y cuando ya estás enganchándote “Crossing” te hipnotiza como un péndulo oscilante, dejando que “Lazy Bones” te lance cuesta abajo a su ritmo de locomotora frenética. Con la voluntad a su merced llega “Home”, y Neil Young se encarna ante los ojos envuelto en humo y burbujas. Pero “Flight” retorna el oído a la senda familiar, con sus curvas e inflexiones recurrentes de canciones pasadas. Quedan “Looking Out”, para dar el gran salto y sucumbir a un guateque ácido sin tregua, y “Rising”, para alimentarse de distorsiones hasta reventar. Siete, solo siete canciones, y gracias. Más sería muerte por sobredosis.



15 diciembre 2011

CANCIONERO

ELLIOTT SMITH. Ballad of Big Nothing.

La historia de este hombre es una de las más tristes y estremecedoras de nuestra generación. Otro ejemplo de catástrofe existencial derivada de infancia difícil y adicciones peligrosas. La pérdida de Kurt Cobain causó el estrépito ensordecedor de una apisonadora; la de Elliott Smith no fue tan ruidosa, aunque también se cumpliera la amarga tradición de elevarlo a mito post mortem, como ocurre casi siempre en estos casos. Releer las circunstancias de su vida y muerte sigue poniendo los pelos de punta. Y lo mismo ocurre con sus letras, sucintas expresiones de abandono, rebeldía, dolor y alegorías químicas.

Ballad of Big Nothing” es una de las grandes canciones del músico nacido en Omaha y asentado en Oregón. Una canción que trata de expulsar en cierto modo la rabia contenida. La guitarra acústica es, como en casi todas las composiciones de Smith, el instrumento que guía y a la vez aporta fuerza. Porque Elliott Smith consiguió algo que muy pocos han logrado hasta la fecha: dominar el idioma del grunge sin necesidad de gritar, sonar muy grunge sin necesidad de electrificarse. La canción reside en su aplaudido álbum “Either/ Or” (97), título tomado a préstamo de la célebre obra filosófica de Kierkegaard. Dicha obra se preguntaba por conceptos tan universales como la angustia, el amor, el miedo, la existencia o la religión, mismas preguntas que machacaban el cerebro del músico en vida. “Either/ Or” viene a significar “o esto o lo otro”. Está claro que Elliott eligió lo otro.

BALLAD OF BIG NOTHING

Throwing candy out to the crowd, dragging down the main
The helpless little thing with the dirty mouth who's always got something to say
You're sitting around at home now waiting for your brother to call
I saw him down in the alley, having had enough of it all

Said you can do what you want to whenever you want to
You can do what you want to, there's no one to stop you

All spit and spite, you're up all night and down every day
A tired man with only hours to go just waiting to be taken away
Getting into the back of a car for candy from some stranger
Watching the parade with pinpoint eyes full of smoldering anger

You can do what you want to whenever you want to

You can do what you want to, there's no one to stop you
Now you can do what you want to whenever you want to
Do what you want to whenever you want to
Do what you want to whenever you want to though it doesn't mean a thing
Big nothing


12 diciembre 2011

DISCOS

MEGAFAUN. Megafaun.

Valientes americanos.

Tras haber entrado por la puerta grande en la lista de descubrimientos consumados en 2011, Megafaun regresan a portada con su tercer trabajo, cuarto si contamos el curioso EP “Heretofore” (2010). Para su nueva entrega los de Carolina del Norte vuelven a demostrar que no son una banda de country-folk al uso, calzándose sus mejores zapatos para lograr el más amplio recorrido. Sí, no pueden negarlo, son de los USA, las barras y estrellas les salen por las orejas en temas como “Real Slow”, “Resurrection” o “Everything”, geniales celebraciones del orgullo americano. Sin embargo, sigue habiendo algo más allá, muchos metros de la raíz a la copa. Cosas tan raras como “These Words” o “Serene Return” son impropias del decoro y el purismo yanqui, lo que demuestra el culo inquieto de estos tipos, ajenos a las críticas crematorias y decididos a poner color y serpentinas al monte Rushmore. “Megafaun” (2011), para qué molestarse en buscar un título, goza de la virtud de la amplitud y la variedad, la mejor arma para evaporar el aburrimiento. Y así tanto valen los experimentos antes comentados como una buena tonada pop (“Second Friend”), un lingotazo de blues fantasmagórico (“Scorned”), ocho minutos y medio de exuberancia progresiva (“Get Right”) o un instrumental con tintes dixieland y calipso (“Isadora”). Abiertos de par en par cual bella flor en primavera.



10 diciembre 2011

DESCUBRIENDO A...

FAUN FABLES

Bajo el onírico nombre de Faun Fables se reencarna una mujer que debió vivir otra vida en otra época. Su nombre es Dawn McCarthy y viene del más allá musical, de los campos vírgenes, de la era del peyote, con un símbolo de la paz colgado del cuello. El proyecto gravita en torno a ella, aunque cada vez es más notorio el papel de Nils Frykdal, tanto en la composición como en sus espectáculos. Y es que Faun Fables no es solo música: es un concepto de arte integral, sonidos, poesía, imagen e interpretación. Es una nube que surca el cielo dejando una lluvia que a veces reconforta y otras inquieta.

Musicalmente el agua mana de fuentes como las canciones tradicionales de los Apalaches, el folk de Fairport Convention, The Incredible String Band o The Pentagle, el rock intensivo de Jefferson Airplane o Shocking Blue y las elegías teatrales de Édit Piaf o Juliette Gréco. La espléndida voz de la señorita McCarthy ayuda bastante a rescatar los mitos; una voz que en ocasiones recuerda a la de otra mujer de talento sublime y temperamento añejo: Jesse Sykes. El resultado es el reflejo de sus influencias: sonidos vetustos, otra resurrección, otro flash-back por obra y gracia de la máquina del tiempo. Y este es de verdad: coloca un disco de Faun Fables entre los mejores de los 60 y nadie notará la diferencia.

Con “Light of A Vaster Dark” (2010) la banda (o dúo o mujer) logra casi la perfección. Un absoluto e inspiradísimo disco conceptual dedicado a las cuatro estaciones, aunque nada tenga que ver con Vivaldi. Atrás en el tiempo quedan “The Transit Rider” (2006), concebido como banda sonora para performance en vivo, el flamígero “Family Álbum” (2004) con su espectacular versión de “Eternal” (Brigitte Fontaine), el asfixiante “Mother Twilight” (2004) y el amateur “Early Song” (99). Baste decir que todos estos discos se grabaron para Drag City, ese sabio y juicioso sello capaz de acoger en sus brazos a gente como Will Oldham, Six Organs of Admittance, Bill Callahan, Silver Jews, The Red Krayola, Loose Fur o Espers.



08 diciembre 2011

RETROSPECTIVAS

THE SOUND. Jeopardy.

Joyas de los 80.

Volamos a los singulares y excitantes ochenta para agasajar a una banda merecedora pero postergada. La historia de The Sound es otra de esas lastimosas historias de injusticia y negro destino. Una banda condenada en su época al ostracismo, a lavar los platos de los banquetes de otros. Sí, funcionaron junto a nombres que nos suenan mucho más, como Joy Division, Echo & The Bunnymen, The Psychedelic Furs o The Chameleons, formando parte del ilustre elenco de huéspedes del post-punk, dando vida a un sonido patentado al que muchos echan mano de vez en cuando y hoy por hoy, cuando las ideas escasean y todo se vuelve un poco más borroso.

La historia de The Sound es la historia de una banda navegando en la sombra. Y sin embargo este “Jeopardy” (80), su nada desdeñable debú, resucita la eterna pregunta sin respuesta: ¿por qué unos sí y otros no?. ¿Por qué unos bebieron las mieles y otros las vieron pasar de lejos?. ¿Qué tenía que envidiar este disco a otros muchos grabados entre 1979 y 1982?. Canciones como “I Can´t Escape Myself”, “Hour of Need”, “Jeopardy” o “Night Versus Day” muestran todos los deberes del post-punk perfectamente hechos: oscuridad, lamentos juveniles, reflexión, rabia contenida, sintetizadores, guitarras sucias, bajos llenos de dolor. Temas irresistibles como “Words Fail Me”, “Heyday” o “Unwritten Law” no hubieran pasado desapercibidos en manos de otros, y aún hoy seguiríamos mentándolos como símbolos hereditarios. Los analistas de turno no dirían “ha vuelto la era Joy Division” sino “ha vuelto la era The Sound”. Y no se escribirían novelas ni se harían películas sobre Ian Curtis, sino sobre la figura de Adrian Borland, otro outsider, otro enfermo incomprendido al que la vida también se le hizo un insalvable monte cuesta arriba. A cada cual lo suyo (el amor a Joy Division es incuestionable, que conste), y a The Sound lo que se merecen: un aplauso, un boca a boca, una oportunidad aunque sea tarde.


06 diciembre 2011

REPORTAJES

OFF FESTIVAL 2011. 5,6 y 7 AGOSTO (KATOWICE)

Descubriendo nuevos festivales.

El pasado mes de agosto unos amigos estuvieron de festival por la fría Polonia. Aquí quedan sus generosas y trabajadas impresiones. Nunca es tarde si la dicha es buena.

A pesar de la lluvia.

Grupos como Piano Magic, British Sea Power, Iron & Wine, Clinic, Wire, Spiritualized, The Flaming Lips o Tindersticks son algunos de los que ya han pasado por este joven festival, que se lleva celebrando desde el año 2006 en tierras polacas (desde 2010 en la ciudad de Katowice). Situado en una zona verde rodeada de lagos y prados, conocida como Three Ponds Valley, podríamos asemejarlo por su tamaño y afluencia de público a los primeros FIB, aquellos en los que ver un concierto en un lugar privilegiado no era un suplicio. También nos recordó un poco a Paredes de Coura, por el entorno en el que se sitúa, y por el tipo de gente y ambiente que nos encontramos (y precio, 50 €!). El Festival alberga cuatro escenarios, Scena mBank (principal), Scena Leśna (segundo en capacidad), Trójkowa Scena Prezydencji (carpa dedicada principalmente a música electrónica) y Scena Eksperymentalna T-Mobile Music (pequeña carpa para otras músicas). Estos se sitúan alrededor de una pequeña zona central dedicada a comida y bebida (salchichas y cerveza principalmente, claro) y tiendas variadas. Lo peculiar de esta zona, y primera vez que nos lo encontramos, es la no posibilidad de sacar ni comida y ni bebida de ella. De este modo, no puedes disfrutar de los conciertos acompañado de una simple cerveza (por cierto, única bebida alcohólica a la venta), y si te la pides, a veces te toca bebértela deprisa y corriendo. Algo extraño, pero todo es cuestión de adaptarse. A favor ya encontramos otras cosas.

En general, el festival se vive de manera bastante diferente a como ocurre en los festivales españoles. Todo es muy tranquilo, pausado. A veces algo frío. Pero ellos son así. España es cachondeo, drogas, avalanchas, locura y calor. Polonia es tranquilidad, cerveza, orden, limpieza, respeto y frío, incluso en agosto. Dos maneras de vivir y de disfrutar de la música.

DÍA 5.

La primera toma de contacto con el festival llegó a cargo de MESHUGGAH, en el escenario Scena Leśna. Metal competente y contundente para abrir boca y recordarnos que por estos lares el metal es muy apreciado y no hay problema para hacerle un hueco en el festival. De hecho la respuesta del público lo rubrica. Uno de los conciertos con mayor afluencia en dicho escenario.

THE JON SPENCER BLUES EXPLOSION (Scena Leśna): Ya han pasado muchos años (FIB 99) desde la única vez que pudimos disfrutar del trío encabezado por el peculiar Jon Spencer. Otro por el cual parecen que no pasan los años, manteniendo la energía de un adolescente. Trío hecho por y para el directo, ya me sorprendieron con su brutal espectáculo en el FIB. A día de hoy, siguen mostrándonos las virguerías que se pueden llegar a hacer con dos guitarras y una batería. Repasaron lo más importante de su repertorio, entre ellas, “Sweat”, “Bellbottoms”, “Afro” y “Chicken Dog”. Únicos y sin tregua.

De aquí, nos dirigimos al primer concierto en el escenario principal, Scena mBank (patrocinio omnipresente el de este banco en todo el festival) con muchas expectativas que luego no fueron tantas para unos MOGWAI avalados por su “Hardcore Will Never Die, But You Will”. No fue ni mucho menos el concierto del festival. Tardaron demasiado en conseguir un buen sonido y en aparecer las grandes canciones. Aún así pudimos disfrutar de una gran “2 Rights Make 1 Wrong”. Con “Mexican Gran Prix” abandonamos el concierto en busca de Low. Posiblemente nos perdiéramos lo mejor.

De vuelta a Scena Leśna con LOW. Nunca fallan, y esta ocasión no iba a ser menos. Primera vez que los vemos en versión cuarteto y creo que es un acierto. Alan y compañía siguen siendo una debilidad. Su guitarra y voz, junto con la de Mimi Parker son una auténtica maravilla. Desde clásicas como “Monkey” a nuevas como “Nothing But Heart”, “Try to Sleep” o “See You Everything”. Para finalizar, “Murderer”, con un gran respeto por parte de los presentes. A la cama con los pelos de punta.

DÍA 6.

Segundo día, en el que los protagonistas fueron Gang of Four y Primal Scream. Nos arrepentimos de no llegar antes a Xiu Xiu y malgastar nuestro tiempo con Destroyer. Una lástima perdernos Blonde Redhead.

GANG OF FOUR (Mbank): A la par de Wire o The Fall, con sus principales componentes sobrepasando los 50 años, el grupo de Jon King y Andy Gill sigue en forma y sin pasar de moda, y con una energía envidiable para esas edades. A veces hipnóticos, a veces agresivos, siguen teniendo un gran directo. Ya nos dejaron un fantástico sabor de boca en 2006, justo antes de la llegada de los nuevos componentes, Thomas McNeice y Mark Heaney, los cuales han encajado perfectamente en la maquinaria. “Not Great Men” (con bailes convulsivos de Jon), ”Ether”, “A Fruitfly in The Beehive” (de lo mejor de su último disco), “Anthrax” (fantástica la guitarra de Andy Gill y sus continuos acoples), “What We All Want” o “To Hell With Poverty” fueron parte del repertorio.

DESTROYER (Scena Leśna): Poco que decir del grupo liderado por Dan Bejar, al que pudimos presenciar durante algunos temas pero sin mucho éxito. No llegamos a conectar con sus canciones, un tanto sencillas. Rodeado de músicos muy jóvenes, con muy buenas intenciones, pero poco efectivos en el directo, preferimos acercarnos a ver algo de XIU XIU. Casi al final de lo que parece que pudo ser un gran concierto en Scena Eksperymentalna T-Mobile Music, el dueto tenía encandilado al respetable. Solo pudimos disfrutar de un par de temas, suficientes para arrepentirnos de no haber llegado antes.

PRIMAL SCREAM (Mbank): Supongo que no volveremos a encontrarnos con la oportunidad de disfrutar de un grupo de la talla de Primal Scream a poco metros de la primera fila en un escenario “gran formato” sin sufrir ningún tipo de empujón o inclemencia por parte de los asistentes. Aprovechamos la ocasión y sentimos el calor e hipnotismo de su gran “Scremadelica”. Unos Primal Scream más rockeros y psicodélicos, aunque algo menos contundentes que en ocasiones anteriores. Una cosa es “Scremadelica” y otra “Xtrmntr”. Y aquí tocaba centrarse en el primero de ellos, mas algún escarceo a “Give Out But Don't Give Up” y “Riot City Blues”. Lo dicho, esta vez tocaba más rock y menos electrónica. Comenzaron con “Movin' On Up”, Bobby al frente con sus inseparables maracas. Fantástica para abrir boca con un sonido perfecto desde las primeras notas. Le siguieron entre otras "Don’t Fight It, Feel It”, donde la cantante que hace las voces (desconozco su nombre), cogió el protagonismo del escenario con gran energía y aportó un toque diferente. Con “Higher Than The Sun” llegaron los Primal Scream más psicodélicos, musical y visualmente, y para mí, uno de los momentos de la noche. Con “Loaded” volvió la energía, con un Gillespie que intentaba con sus extraños bailes motivar a un público excesivamente frío, y con “Come Together” la culminación. En los bises, “Country Girl”, “Jailbird” y “Rocks” fueron perfectas para un gran cierre. Siempre a gran altura.

DÍA 7.

Los peores presagios se cumplieron, y la amenaza de lluvia se hizo realidad para el día más completo del festival. Aún así, no fue impedimento para que presenciásemos grandes conciertos. Uno de ellos fue LIARS (Mbank) (sacrificamos muy a nuestro pesar a Anna Calvi por coincidencia en horarios), a los que por causa de la dichosa lluvia, no pudimos disfrutar en su totalidad del bestial directo de estos músicos tan peculiares. “I Can Still See an Outside World” y “The Other Side of Mr. Heart Attack” fueron la pausa. “Plaster Casts of Everything”, “Be Quiet Mr. Heart Attack” y “Broken Witch” la locura y el caos. Otros que ganan mucho en el cara a cara.

Aprovechando la proximidad del Scena Eksperymentalna T-Mobile Music al escenario principal donde actuarían Deus, aprovechamos para echar un vistazo a ONEIDA. Solo dio tiempo a “The Adversary” con las dos baterías en pleno rendimiento. La carpa a reventar. Menos es nada. Deus llamaba.

DEUS (Mbank): Fue el concierto del festival. La lluvia, en algunos momentos torrencial, no nos privó de los belgas, y dotó de carácter épico a algunas de sus mejores canciones y al concierto en general. Supongo que estuvo en más de una ocasión a punto de suspenderse, con un Klaas Janzoons que ya no sabía qué hacer para proteger los teclados. Finalmente, nos les quedó más remedio que arriesgar, viendo como el público aguantaba de manera heroica. Como en el concierto de Primal Scream, nos sentimos privilegiados de poder disfrutar tan cerca de este gran espectáculo, de nuevo, con un gran sonido de principio a fin. “Slow” para calentar y “Sun Ra” para echar a rodar definitivamente. “The Architect”, “Constant Now” de su último disco “Keep You Close”, y los grandes momentos con “Instant Street”, “Bad Timing” (la lluvia sin dar tregua) o “Favourite Game”, fueron algunos de los temas que sonaron. Acabamos calados, pero mereció la pena por tan grandioso espectáculo.

Buscando refugio lo antes posible de nuevo en Scena Eksperymentalna T-Mobile Music nos encontramos con KONONO N.1. Sonidos africanos dando un poco de calor a la fría noche con una gran aceptación por parte del público polaco.

PUBLIC IMAGE LTD.: Otra ración de post-punk. Llegó la hora de John Lydon, para mí Johnny Rotten, y la lluvia nos dejó un respiro (según Rotten, gracias a ellos). Apenas conocía al cuarteto y no espera mucho, conociendo el talante de su cantante, pero me sorprendieron en varios momentos. Mucho más sólidos de lo esperado. La contundente voz de Rotten (curioso lo del atril para la lectura de las letras), junto con la fantástica labor de Keith Levene, fueron suficientes argumentos para convencernos. “(This Is Not A) Love Song”, todo un clásico para comenzar. “Home”, “Albatross”, y una fantástica “Warrior”, grabada en la memoria como uno de los grandes momentos del festival. Para el final, “Rise” y para cerrar definitivamente, “Open Up”. Lo dicho, mejor de lo esperado. Esto se acaba.

SEBADOH: Con un escenario semivacío, observamos a Lou Barlow y compañía sentados pacientemente en el escenario esperando la hora. Es el momento, el trío se encamina, y comienza con tranquilidad: “On Fire”. De momento, Lou a la guitarra y voz, y Jason al bajo. Bob, siempre a la batería. “Ocean”, y con “Magnet’s Coil” (una de las favoritas, de tantas) aparecen los Sebadoh más potentes. Toca cambio: Lou coge el bajo y Jason ahora es guitarra y voz. Prefiero este formato. Lou le saca un sonido al bajo realmente especial y pesado. “Rebound”, “Skull” (otra de esas), y con “Careful” el frío y la lluvia nos hacen abandonar definitivamente, pero con un gran sabor de boca.

Lo dicho, a pesar de la lluvia.


Sentimos no haber contado contigo. Esperemos no fallar a la próxima.

JR



04 diciembre 2011

DISCOS

LAURA MARLING. A Creature I Don´t Know.
 
La herencia de Joni Mitchell.
 
A esta jovencita inglesa, amante de Bob Dylan y Neil Young, la conocimos por casualidad. Gracias a su amistad y colaboración con otro joven talento de las islas: Johnny Flynn. Fue a través de “I Speak Bacause I Can” (2010), un disco magistral, impropio de una casi niña, maduro como un roble. Ahora nos llegan nuevas canciones, recogidas en este “A Creature I Don´t Know” (2011), donde Marling sigue mostrando las formas sutiles, adultas y proporcionadas de una singer-songwriter con galones. Basta escuchar “The Muse”, una apertura enormemente consistente y juguetona con el jazz, para volver a descubrirse ante una voz que de nuevo evoca a la excelente Joni Mitchell. Hay muchas en su línea, mujeres con estilo e inspiración, brillantes intérpretes que van en serio, que se aferran al pasado plantando los pies con brío en el presente, y ahí está ella, la pequeña Laura, entrando en el club de las voces del futuro, junto a Eileen Jewel, Dayna Kurtz, Dawn Landes, Laura Veirs, Alela Diane o Basia Bulat, entre otras. Amy Winehouse era musicalmente extraordinaria, pero no la única.
 
Sin embargo y en comparación con su antecesor, “A Creature I Don´t Know” no mantiene un nivel constante. Mientras la mencionada “The Muse”, “Don´t Ask Me Why”, “The Beast” y “All My Rage” son bienvenidas al mundo una y otra vez, el disco se atranca en formatos manidos y falta de tensión en momentos puntuales. Aún así la música y la poderosa voz de esta mujer superan la media, animando a izar las velas y emprender otro apasionante viaje atrás en el tiempo. Van unos cuantos, por cierto. Y los que quedan.

30 noviembre 2011

CONCIERTOS

THE SISTERS OF MERCY. Madrid. La Riviera. 27-11-2011.

Karaoke Of Mercy.

Una crónica especial y personal por cortesía de Ángel Velasco.

Al que suscribe, que es un enamorado de la música en general, y de los sonidos densos y semi-angustiosos propios del gótico primigenio en particular, e incapaz de resistirse a un bajo alternante que pega sin contemplaciones mientras el resto de la banda intenta seguirle los pasos, pues ver a Sisters Of Mercy se le presentaba a priori como necesidad vital, máxime teniendo en cuenta que siempre ha sido uno de mis grupos de referencia y que jamás los había vivido en directo. Por ello, cuando me entero que vienen de gira por España celebrando su 30 aniversario me digo a mí mismo: “Ángel, ahora o nunca, ya dejaste escapar este verano a los Judas Priest no hagas lo mismo con estos, o te arrepentirás”. Dicho y hecho, me pillo la entrada y para Madrid que salgo zumbando. Por supuesto sólo, y no por nada, sino porque al final va a resultar que en esto de la música soy un bicho raro y a nadie de los míos les resultan atractivas estas bandas, ya me pasó lo mismo en octubre con Within Temptation… en fin, me consolaré con aquello de mejor solo que mal acompañado.

Y entramos en materia…, el día y hora señalada me persono en la sala, llego tarde y me pierdo a los teloneros, por lo tanto de ellos no comento nada por desconocimiento. Lo primero que me llama la atención es la gente, no sabría calcular cuantos éramos, pero una definición ajustada podría ser la de grupo medianamente numeroso, tirando a bajo, o lo que es lo mismo, que ni puta idea. Eso sí, como se dice en el ambiente se observaba cierta “marea negra”, y por supuesto mucha camiseta del grupo y de algún otro similar (por supuesto las había de Joy Division y de The Mission). Chicas encorsetadas sólo vi una, en ese aspecto abundaba más el tejano. También me llamó la atención que yo, a mis cuarenta y bastantes, no era el más anciano de la sala.

Después decido buscar una buena ubicación, me acerco al escenario y lo primero que me llama la atención es QUE NO HAY BATERÍA…???, empiezo a temerme lo peor pero quiero pensar en positivo y me digo, jó, ahora la bajarán del techo con alguna especie de plataforma hidráulica o saldrá del suelo por un ascensor mientras salen fuegos infernales tipo Rammstein… en fin, me dije, esperaremos… que emoción, esto promete!.

Comienza el espectáculo… comienza a salir humo del escenario, entre la neblina generada se empiezan a ver figuras humanas… uno, dos, tres y … y… y… y ya está, eran tres. Dos guitarras y el cantante, no había nadie más. Esto lo voy a volver a escribir por si alguien no lo ha entendido bien: ERAN TRES (3), y no salió ninguna batería del cielo… pero se oía una, eso sí. Como también se oía un bajo y en algunos temas arreglos de órgano… TODO GRABADO!!. Era un karaoke, señores, en el que uno cantaba y dos tocaban la guitarra. Miren ustedes, yo no suelo ir a muchos conciertos, la verdad, pero esto a mi no me parece muy normal. Yo puedo comprender que una banda utilice algún efecto pregrabado para comenzar o adornar algún tema, lo puedo entender, pero ¿llevar la batería, el bajo y el teclado pregrabado es normal?... a mí desde luego no me lo parece. Me sentí molesto y muy muy decepcionado, mucho.

Sé que desde hace tiempo la banda sustituyó la batería estándar por dispositivos electrónicos tipo secuenciadores y cajas de ritmos, incluso recuerdo que los utilizaron para grabar sus últimos discos. Desconozco como se presentan en directo, ya he manifestado que no los he visto nunca. Con ello quiero decir que es posible que sea tradición en la banda actuar en directo utilizando uno de esos prodigios tecnológicos, bajo esa premisa podría plantearse la pregunta de si es “perdonable” por ser lo acostumbrado, respuesta que necesariamente ha de ser negativa ya que en el mismo pack digital se incluían los teclados y sobre todo el bajo, y por ahí ya no paso.

Añadir que el concierto así planteado ya no me interesaba en demasía, la verdad. Sólo voy a destacar algo positivo que sí me agradó, y es la reinterpretación de los temas, sonaban bastante diferentes a los discos, mucho más guitarreros y rockeros y eso se agradece, aunque también es normal. Después de no grabar en mogollón de años y estar girando desde entonces tocando siempre lo mismo, sólo faltaba que encima lo interpretaran de la misma manera, pa cortarse las venas vamos. En ese sentido me encantó especialmente la versión del tema “This Corrosion”. Y poco más que contar. Se hicieron tres bises, previsibles claro está porque hasta que no sonara Lucretia y el Templo estaba claro que aquello no terminaba, y efectivamente así fue. El último bis arrancó con “Lucretia My Reflection”, seguida de “Vision Thing” y la cosa terminó con “Temple Of Love”. Como habréis podido intuir, sin un bajo real en el escenario la versión de “Lucretia My Reflection” sonó bastante desangelada.

Ah, otra cosa… el humo que salía del escenario fue constante, es algo normal en la escenografía del grupo, pero es que llegó un momento que desde mi ubicación apenas se distinguía la puerta de los servicios… había demasiado y resultaba molesto. Supongo que lo que se pretendía era precisamente eso, que el escenario no se viera tan desierto y vacío de gente, técnicas de camuflaje, supongo. De hecho cualquier músico que se echara dos pasos para atrás, sin foco que le “enchufara”, quedaba oculto.

En fin… ya no escribo más porque no merece la pena. Yo nunca he visto nada parecido ni espero repetir la experiencia. Ahora os dejo, voy a redactar una carta de queja a la productora para pedirles que me devuelvan la mitad de la entrada, al fin y al cabo sólo me ofrecieron la mitad de los músicos…

Angelito.


27 noviembre 2011

CONCIERTOS

FLEET FOXES + VETIVER. Madrid. La Riviera. 25-11-2011.

Que a una banda de una pureza tan angelical como Fleet Foxes se la utilice como mera mercadería es algo de muy mal gusto. Sí, sin duda eran lo más atractivo dentro del cartel del Primavera Club de este año, pero lo de tener que pagar una entrada aparte para su concierto se convierte en la enésima cicatería de sus inventores, usura de guante blanco. ¿Es que no nos roban, sangran y humillan ya bastante los que mandan?. El problema es que parte de la culpa también es nuestra: nos dejamos engañar como inocentes, saben que la música es nuestro escape y de ello se aprovechan. Pero yo solo me dejo engañar a medias y decido que únicamente voy a darles una parte. Por algo se empieza.

Y al final no importa lo que das, siempre es más lo que recibes. Se confirma la teoría de hace seis meses: Fleet Foxes son el último enigma sin resolver del siglo XXI. Si escuchas a Simon & Garfunkel y Crosby, Stills & Nash es que eres un carca y un rancio. Pero si oyes a Fleet Foxes eres superguay. Ni Iker Jiménez podría explicar que La Riviera se llene hasta la bandera de gente a la última para ver a unos antihéroes peludos y anacrónicos que no hacen música hedonista sino reflexiva. Muy turbador resulta que las veinteañeras se vuelvan locas y griten al verlos como si fueran los Backstreet Boys. El mundo se ha descolocado, los goznes se han roto y esto es un sin Dios. Pero ahí estamos, los unos y los otros, con motivaciones diferentes, viendo a estos benditos muchachos que saben lo que se traen entre manos. Saben hacer música, vestirla, transmitirla, y lo más importante: saben llegar a lo más hondo del corazón, al menos del mío. Canciones como “The Plains/Bitter Dancer” (menuda apertura, mamma mia), “Sim Sala Bim”, “Grown Ocean” o “Blue Ridge Mountains” son capaces de lograr algo inédito desde hace años: reblandecer el callo, exhumar sentimientos, liberar lágrimas silenciosas. Porque la música de estos tipos es algo conmovedor, sencillo pero trascendente. Es música regeneradora, mágica, es un cuento de hadas, es un viaje entre amigos, es el agua cuando tienes sed y el pan cuando tienes hambre, un fuego cuando tienes frío y un abrazo cuando estás solo. Es la mejor compañía para las orejas allá donde estés o a dondequiera que vayas.

Las armonías cristalinas de Pecknold, Wargo y Tillman te mecen solas, llevándote de la mano por el camino de los archiescuchados y requetesabidos “Fleet Foxes” (2008), “Sun Giant EP” (2008) y “Helplessness Blues” (2011). Impagable el duro trabajo en la sombra de Skjelset y Wescott. Y el ducho arte del adorno del exótico, extraño y con pinta de vagabundo Henderson. Y hablando de Pecknold, qué forma de puntear y arpegiar, de crear deliciosas miniaturas sonoras. Y hablando de Tillman (que no es un zorro sin más, pronto tendrá su lugar propio detrás de las cortinas), queda nombrado baterista más elegante del mundo con permiso de John Convertino. Si añadimos la luz justa y unas proyecciones humildes, tenemos el pastel completo. Hincarle el diente, saborearlo y deshacerse de gusto es todo uno.

Si algo puede achacarse a los de Seattle es que no se desvíen un milímetro del guión; aunque con un repertorio tan colosal quizá tampoco lo necesiten. Es la filosofía del buen hacer, del trabajo artesanal, sin poses, charlatanería, tracas ni películas. Un breve conato de improvisación free jazz para introducir “Blue Ridge Mountains” y al final de “The Shrine/An Argument”, y nada más. Se echa de menos "Montezuma" y también la calurosa y siempre olvidada "Quiet Houses", pero “Mykonos”, “English House”, “Battery Kinzie”, “Bedouin Dress”, “Your Protector”, “White Winter Hymnal”, “Ragged Wood”, “He Doesn´t Know Why”, "Lorelai", "Blue Spotted Tail", "Sun Rises" y “Helplessness Blues” vuelan alto con alas prefabricadas; unas alas tan fuertes y seguras que despeinan con su batir hasta al más calvo.

¿Y de Vetiver qué?. Borrados por los zorros de un plumazo. El proyecto de Andy Cabic ha mutado sutilmente de aderezo musical para merienda campestre hacia un clon de Yo La Tengo bastante descafeinado. Venían con un nuevo y decente “The Errant Charm” (2011) bajo el brazo, pero no se les esperaba tan metidos en sus nuevos movimientos pop. Conectaron en muy, muy pocos momentos, aunque dejaron al aire su gustosa querencia por las versiones, clavando una “Streets of Your Town” merecedora del OK de Robert Forster y el difunto Grant McLennan. Pero claro, contra unos compañeros de cartel tan beautiful hasta el más hacendoso pierde.



21 noviembre 2011

REPORTAJES

R.E.M.: EL FINAL INSOSPECHADO

Despedida con honores.

La noticia de la separación de R.E.M. ha sido uno de los tragos musicales más amargos de los últimos meses, junto a las dudas sobre la continuidad de Sonic Youth. Si las bandas serias y honestas hacen las maletas, el mundo se queda cojo. Ahora sí que hay crisis, mire usted. Que un grupo como R.E.M. anuncie su retirada duele. Y precisamente en un momento fulgurante, justo después de publicar sus dos mejores discos en años: “Accelerate” (2008) y “Collapse Into Now” (2011). Aunque como decían los compañeros de Hipersónica, quizá sea mejor dejar un bonito cadáver.

Los de Athens no solo son un capricho personal, sino un activo seguro para la escena musical desde hace 30 años, un santo y seña para viejos y aprendices, un ejemplo de profesionalidad, compromiso, constancia y buenas formas. Sus razones tienen y son más que respetables, ya se trate de ampliar horizontes o ganarse un respiro merecido. Al menos hay que agradecer que el sueño haya sido tan prolífico y duradero. R.E.M. nos dejan un legado envidiable, una colección de mitos vivos, un puñado de recuerdos imborrables en forma de canciones y discos que acompañaron toda una media-vida, en sus mejores y peores momentos. Ni pop-rock, ni folk-rock, ni punk-rock, ni siquiera rock a secas: Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills (y Bill Berry hasta el 97) han sido siempre inclasificables, solo definibles como músicos pluscuamperfectos. Esos recuerdos se recomponen por inercia nuevamente, animando a echar la vista atrás y repasar lo más granado de su triunfante carrera. Y así quedan rescatados cinco álbumes para enmarcar:

MURMUR” (1983): En 1980 cuatro universitarios de Athens (Georgia, EE.UU.) deciden emprender aventura y tres años más tarde debutan en serio con un largo alucinante. Un disco de una solidez exquisita, abanderado por una “Radio Free Europe” que se convertiría en faro guía del nuevo rock alternativo americano. En “Murmur” la banda expone sus esquemas al desnudo, muestra sus cartas boca arriba: este es nuestro sonido y nadie logrará parecerse a nosotros. En efecto. “Talk About The Passion” y “Perfect Circle” se cuentan ya como grandes clásicos de una discografía sin mácula. Pero este álbum también recoge otras joyas ocultas como “Pilgrimage”, “Catapult”, “9-9” o “We Walk”.

GREEN” (1988): Tras varios trabajos algo difusos, R.E.M. centran el tiro en este espectacular “Green”, dando el pistoletazo de salida a su periplo más glorioso y de más impacto comercial. Este es un disco pleno, contundente, sin ningún minuto de desecho. Canciones como “Pop Song 89”, “Orange Crush” o “Turn You Inside-Out” se muestran recias e incontestables, mientras que “You Are The Everything”, “The Wrong Child” o “Hairshirt” enamoran con sus dulces ukeleles. Ni sobra ni falta de nada; quizá solo se eche de menos un buen título para el tema que le da cierre magistral.

OUT OF TIME” (1991): El gran boom comercial se produce con este disco, y “Losing My Religion” se eleva al altar como cordero de Dios. Sin embargo, no es un disco de una pieza; más bien un muestrario que intercala canciones sublimes y experimentos ligeros. El esplendor luminoso de “Near Wild Heaven”, “Shiny Happy People” o “Me In Honey” contrasta con la oscuridad de “Low” o “Country Feedback”. Por su parte, las magníficas “Radio Song” y “Texarcana” muestran las dos puntas del abanico de sonidos abarcable por una banda ya férreamente consolidada.

AUTOMATIC FOR THE PEOPLE” (1992): Tras el ingente éxito de su antecesor, el reto era enorme. Y sin embargo, Stipe y los suyos no se arredran y alumbran otro disco dignísimo, lleno de bellas canciones, algo más sereno y sombrío, y mucho más adornado. De hecho, se atreven a poner pequeños arreglos de orquesta, nada ostentosos, en canciones como “Drive”, “Everybody Hurts” o “The Sidewinder Sleeps Tonite”. La general palidez del álbum lo hace quizá el más difícil hasta la fecha, con las excepciones que representan una nostálgica “Man on the Moon” convertida en todo un himno, o ese bombazo febril llamado “Ignoreland”.

MONSTER” (1994): Y después de la calma, llega la tormenta. Este álbum supone un salto al vacío, variando radicalmente la tendencia. El resultado es un ruidoso monstruito con guiños a la memoria de los caídos (Kurt Cobain, River Phoenix...). Muestra a unos R.E.M. explosivos, contundentes y aventureros, aliados con el reverb y la electricidad. “What´s the Frequency, Kenneth” fue el tema estrella, pero hay otros que se distinguen por su fogosidad plutónica, como “Crush With Eyeliner”, “Star 69” o “Circus Envy”. Entre tanto masma también hay sitio para las melodías, “I Don´t Sleep, I Dream” o “Strange Currencies” lo atestiguan. Una patada rabiosa, un disco brutal e injustamente maltratado por sectores críticos radicales.

Esta es parte de la historia de una gran banda. De esas que ya no existen. De las que ya no se llevan. Sin embargo ellos siempre estuvieron de moda, siempre fueron bienqueridos. El mismo cuento de tantas ocasiones: ahora se anuncia un recopilatorio de despedida de todo punto innecesario. El libro maestro de R.E.M. ya está escrito, mil veces leído y hasta subrayado. Adiós es un hasta luego. Porque estas canciones seguirán en la cabeza por muchos años más: la otra media-vida que nos queda.



18 noviembre 2011

DISCOS

WILCO. The Whole Love.

En busca de la gran canción.

Jeff Tweedy está fértil. Y por ende, Wilco no dejan de rodar. Cada dos añitos, puntuales como el transiberiano. Aquí llega “The Whole Love” (2011), lleno de esperanzas aunque los anteriores no fueran bien tratados por la exigente crítica. Da igual que saquen un álbum mediocre; la fe en ellos se resiste a morir. Y bien es cierto que de ellos hace tiempo que no esperamos un gran disco, sino la gran canción dentro de su nuevo disco. Como “Imposible Germany” en “Sky Blue Sky” (2007) o “Bull Black Nova” en “Wilco” (2009). ¿Y cuál podría ser la elegida en este trabajo?. Aquí está más difícil. Está claro que “Art of Almost” queda descartada; su intento por emular a Radiohead resulta bastante desconcertante. También queda fuera de juego “One Sunday Morning (Song for Jane Smiley´s Boyfriend)”, pues sus más de doce minutos no hay cuerpo que los resista sin doblar rodilla. “Black Moon” y “Rising Red Lung” asoman como humildes candidatas sin ser el tipo de canción que se lleva el gato al agua; dos preciosas baladas folk de tempo mínimo e intimidad reconfortante. “I Might” y “Dawned on Me” presentan un currículum intachable; enérgicas, pegadizas, perfectas para un directo interactivo. La amable “Whole Love” se posiciona con ventaja tras tres o cuatro escuchas, aunque es “Standing O” la que más ruido hace, la que resucita del sueño, todo un peso pesado. Y sin embargo… ¿y sin embargo?. Quizá “The Whole Love” no sea disco de una gran canción sino de muchas canciones aceptables. Sí, sabe a más de lo mismo, pero Wilco siempre tienen buen sabor.