19 diciembre 2011

RETROSPECTIVAS

PHISH. A Picture of Nectar.

Joyas de los 90.

No solo de clásicos muy viejos vive el hombre. También el pasado no tan lejano o el presente de antes de ahora están llenos de grandes obras maestras a las que rendir tributo. Una de ellas es esta, álbum espectacular para una formación peculiar. La entera discografía de Phish resulta de todo punto apasionante. Podrían haber sido los fantásticos “Rift” (93), “Billy Breathes” (97) o “Farmhouse” (2000), pero el elegido es este “A Picture of Nectar” (92) por diversas y estudiadas razones. En primer lugar, porque aglutina de manera excelente el más numeroso índice de estilos explorados por la banda. En segundo lugar, porque en él se concentran algunos de los más brillantes solos de los que tanto gustaban en especial Trey Anastasio y Page McConnell, pequeños geniecillos de mentes explosivas y dedos elásticos. En tercer lugar, fue el primer disco de Phish que se coló por los hambrientos resquicios auditivos de la menda hace ya muchos años (gracias por tu obsesión compartida, Paco Pérez Bryant). Total, que cualquier motivo vale para escoger este disco y cualquier razón es buena para honrar a un grupo tan sobresaliente.

Mientras que a este lado del charco Phish no dejaron de ser un capricho para inquietos y ratas de vinilo, en Estados Unidos llegaron a convertirse en un fenómeno sin precedentes, una banda de verdadero culto, alimentada por el boca a boca, por excentricidades creadoras de leyenda urbana y demostraciones de virtuosismo vertiginoso en vivo. Puede decirse que Trey Anastasio, Jon Fishman, Mike Gordon y Page McConnell han sido únicos en muchos aspectos: derrochando imaginación, saltándose las normas a la torera, jugando al engaño y al despiste. Un soplo de aire fresco que acabó atrapando a las masas. Pero no solo son acróbatas, telepredicadores, maestros de ceremonias o gurús en celo. Ante todo son músicos, grandes músicos con un arte especial para crear, ejecutar, improvisar y reinventarse constantemente. Sus frondosísismas jam sessions son la leyenda que los padres americanos les cuentan a sus hijos antes de dormir. Porque solo una banda entre un millón es capaz de recolectar y hervir en el mismo recipiente tal cantidad de influencias. Y solo una banda entre un millón es capaz de montar un Circo del Sol en pleno escenario, disfrazarse de manera convincente de The Velvet Underground, The Beatles o Pink Floyd o retar al respetable a una partida interactiva de ajedrez.

Rock and roll, jazz, country, blues, músicas latinas, easy listening, R&B, funk y un sinfín de estilos más forman el gran angular de Phish. “A Picture of Nectar” contiene enormes demostraciones instrumentales, como las que se condensan dentro de las gigantescas “Llama”, “Guelah Papyrus” o “Tweezer”, amén de sutiles pinceladas jazzísticas (“Eliza”, “Magilla”). También cuenta con una esmerada ración de bluegrass (“Poor Heart”) y otra de rock auténtico y canalla (“Chalk Dust Torture”). Por descontado, los ritmos funkys no pueden faltar a la cita, presentes en “Cavern” y la referida “Tweezer”. Y los sonidos latinos hacen subir la temperatura de “Stash”, “The Landlady” o “The Mango Song”, rememorando las hazañas del buen amigo Santana. Luego hay cosas más difíciles de encuadrar, como la curiosa “Glide”, que tan pronto arrastra a terrenos country como invoca el poder de los grupos vocales de los 50.

En resumen, cada disco de Phish es un mundo y este lo recorre de punto a punto cardinal, de continente a continente, sin dejar ni un solo rincón por peinar. La banda ha tenido varios intentos de separación volviendo siempre al redil. La esperanza de verlos en directo sigue intacta; ¿tocaremos con los dedos algún día esa leyenda?. Una curiosidad: en Bonnaroo 2009 compartieron letras grandes de cartel con el mismísimo Bruce Springsteen. Y una banda que se juega los cuartos con el Boss es cosa muy, pero que muy seria.



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