28 octubre 2012

CANCIONERO

THE BOBBY FULLER FOUR. I Fought The Law.

Mientras decido de una vez qué hago con el telón, si dejo que continue la función o lo dejo caer y hasta luego, la música sigue rondando, intentando  convencerme para que no arroje la toalla. Y últimamente “I Fought The Law” suena por todas partes. Una canción patrimonio de la Humanidad que bien merece un homenaje. Desde que naciera en manos de Sonny Curtis (miembro de los Crickets) en 1958, la rueda ha dado cien vueltas para ofrecernos muchas versiones. Quizá una de las más amables fue la que popularizaron The Bobby Fuller Four en 1966. Una forma muy sutil de cantar “robbing people with a six gun” como si tal cosa. Ese estribillo tan pegadizo sigue estando de moda (“I fought the law and the law won”) aunque muchos desearíamos poder reescribirlo algún día (“I fought the law and I won”) como ya hicieran The Dead Kennedys en los 70.
 
Y es que “I Fought The Law” es una canción pionera, políticamente incorrecta para su época, ¿una de las semillas del punk?. Posiblemente. The Clash no dudaron en hacerla suya. Y como ellos, decenas de artistas han intentado adaptarla a sus estilos, vista desde el lado más rebelde por los mismísimos Clash, los Kennedys, los Stray Cats, Stiff Little Fingers o Green Day, desde el lado country por Hank Williams Jr., Waylon Jennings o The Nitty Gritty Dirt Band, o desde un suave lado rock por Roy Orbison o Tom Petty. Canción que cala hasta en los huesitos patrios, pues creo recordar habérsela oído tocar en vivo a Manta Ray y los Corizonas como mínimo. Sin olvidar la última versión gozada en directo de los Rackhouse Pilfer. Pues eso: canción de todos y para todos. A ver quién es el guapo que se la quita de la mollera.
 
I FOUGHT THE LAW

Breaking rocks in the hot sun
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won
I needed money cause I had none
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won

I miss my baby and I feel so bad
I guess my race is run
Well she's the best girl that I've ever had
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won

Robbing people with a six gun
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won

I miss my baby and the good fun
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won

I miss my baby and I feel so bad
I guess my race is run
Well she's the best girl that I've ever had
I fought the law and the law won
I fought the law and the law won

27 octubre 2012

DISCOS

CULT OF YOUTH. Love Will Prevail.

El fantasma de Ian Curtis.

Bingo. Cult of Youth han conseguido dar en el clavo. A estas alturas es complicado encontrar un estilo definitorio, lograr un sonido que sea genuino aunque no original. Ellos lo tienen. Tienen esa virtud de saber a ellos mismos, de ser inmediatamente reconocibles sin necesidad de una indagación profunda. Buena parte de culpa la tiene la voz de Sean Ragon, y seguramente no soy la única oyente que ve al fantasma de Ian Curtis cabalgando cuando canta este señor. Sí, esa es la voz de ultratumba del mancuniano, mensajera de una oscuridad que Cult of Youth abrazan con delirio, inyectándola a esa mixtura de folk, post-punk y metal que es su incandescente música. Aunque también puede que escuches en sueños a Lloyd Cole, Adam Ant, Mick Jagger o Peter Garrett, pues “Love Will Prevail” (2012) es una nebulosa de sensaciones con ancla en el pasado.

Al igual que su antecesor -el excelso y recalcitrante “Cult of Youth” (2011)- el regreso de los neoyorquinos es otra montaña rusa llena de fuerza y congestión, un viaje adrenalínico que tan pronto te lleva a un tiroteo en el Far West como a un desfile gótico en el cementerio. Una colección solemne de diez temas, con la pasión acústica y crescendos de “Man and Man´s Ruin”, “Prince of Peace”, “To Lay With The Wolves” o “It Took a Lifetime”, la agitación trepidante de “Golden Age”, el lamento ardiente de “Garden of Delights”, los arabescos de “A New Way (Version)” y el jolgorio de taberna de la minúscula “Path of Total Freedom”. Sin olvidar el descaro post-punk del que presumen dos de las mejores, la sibilina “New Old Ways” y la claustrofóbica “The Gateway”, canciones por las que hubieran matado Peter Murphy o Robert Smith. Con este excelente disco Cult of Youth avanzan posiciones. De noveles a avalados, de buenos a buenísimos, de promesa a realidad.

23 octubre 2012

DISCOS

GRIZZLY BEAR. Shields.

La fuerza perversa de la corriente.

Oh, fatal mainstream que con tus falsos encantos seduces a los puros. Oh, malvada corriente que con tu fuerza hercúlea engulles a los débiles. Algo le estás haciendo a Grizzly Bear, lo cual no me parece nada bien, teniendo en cuenta que estamos ante una de las bandas más sensacionales de los últimos tiempos. Cuidado, que te estás pasando. “Shields” (2012) es el disco más flojo  de los de Brooklyn, y precisamente porque tú, maldita sea, te has colado por medio, metiendo en su equipaje recursos del montón. Y sí, puede que estos nuevos Grizzly Bear estén muy bien para el oyente indie medio, para el moderniki estándar o el consumidor compulsivo de itunes. Pero no son los Grizzly Bear de ensueño, artesanos y barrocos, capaces de moldear canciones mágicas y épicas, impredecibles y llenas de curvas, extrañas y tiernamente apetecibles. “Shields” confirma las sospechas que avanzaban algunos cortes de “Veckatimest” (2009), cuando aquello solo parecía un experimento de púberes rebeldes: ahora el oso busca otra fórmula, la llegada masiva a oídos poco exigentes, el acercamiento a ese sonido amable y fácilmente digerible que aportan cientos de miles de bandas absolutamente irrelevantes hoy por hoy. Basta escuchar “Speaking In Rounds” o “Yet Again” para sospecharlo, y después “A Simple Answer”, “Gun-Shy” y “Half Gate” para confirmarlo. Claro está que las aptitudes innegables de estos chicos les hacen aportar un nivel varias pulgadas por encima de la media hasta en la peor de las canciones (“Gun-Shy” resulta particularmente incómoda), pero se echa de menos a los especialísimos Grizzly Bear de “Horn of Plenty” (2004) y “Yellow House” (200), aunque temas nuevos como “The Hunt”, “What´s Wrong” y las grandiosas “Sleeping Ute” y “Sun In Your Eyes” aún sigan rememorando su faceta más inspirada y virtuosa. A lo mejor todavía hay esperanza para ellos y esto solo es un juego o un despiste. Ojalá.

20 octubre 2012

DISCOS

CALEXICO. Algiers.

Hola, Nueva Orleans

Como muchos otros músicos que aparecen regularmente por estos mundos, Calexico son imprescindibles. Existe una simpatía férrea y natural hacia ellos, y por ello su regreso (en disco y en vivo, cita ineludible el próximo 9 de noviembre) se acoge con los brazos bien abiertos. “Algiers” (2012) es su séptimo álbum de estudio y distribución masiva, una excelente segunda parte para “Carried to Dust” (2008), después de leyendas como “The Black Light” (98), “Hot Rail” (2000) o “Feast of Wire” (2003), de cambios de paso como “Garden Ruin” (2006) y de cientos de rarezas y platos caseros para comensales afortunados. 

Llamado así en homenaje a uno de los barrios de Nueva Orleans, ciudad donde el disco ha sido íntegramente grabado, “Algiers” vuelve a poner en valor la mayor y más fascinante virtud de los de Tucson: su facilidad para la fusión. Un arte de resquicios abiertos, que cada vez admite menos limitaciones. Nadie sabe hacer mejor lo de unir cumbias y rancheras con pop, rock, americana, country-folk, jazz, surf, pasajes psicodélicos o progresivos en un amplio e inagotable abanico de melodramas y westerns sonoros que a veces deslumbran, otras despistan, otras simplemente vuelan como pájaros tratando de alcanzar el sol. Y es ese don irrefutable lo que planea sobre esta colección, celebración de la alegría de un mundo global (que no globalizado o globalista), descubrimiento de otras formas de cultura y expresión. El arte de la fusión ya es un hecho tan consolidado que las doce canciones se agrupan en un conjunto que, pese a su riqueza y multitud, suena homogéneo, relajado y de una pieza.

Capaces como son de crear temas legendarios, Joey Burns y John Convertino nos regalan otros cuantos en esta ocasión, como “Epic”, “Maybe on Monday”, “Para”, “Hush” o la curiosísima “Sinner In The Sea”, una suerte de mezcla de ron cubano, tablas de surf y The Doors. No echarás de menos la introspección folk (“Fortune Teller”, “Better and Better”), ni las voces de Jairo y Jacobo (“No Te Vayas”), ni las trompetas, ni ese pedal steel que es como una marca de nacimiento. Es más de lo mismo pero siempre bueno. Es Calexico y punto.

09 octubre 2012

RETROSPECTIVAS

ERIC BURDON & THE ANIMALS. The Twain Shall Meet.

Joyas de los 60.

The Animals es sinónimo de blues. O al menos los Animals que todo el mundo conoce, los de los primeros sesenta, los abanderados de la invasión británica, los de “The House of The Rising Song”. Pero hay unos Animals no tan laureados, menos conocidos e igualmente apasionantes, si no más. Eric Burdon, el jóven blanco de Newcastle que quería ser negro. Leyenda son sus peregrinaciones a los Estados Unidos sureños en busca del mojo. Y aunque su banda de brillantes generadores de versiones blues no se prolongó durante mucho tiempo, él supo que había otros caminos que explorar.

Así intentó hacer reconvirtiendo el grupo después de una espantada casi general. Bajo el nombre de Eric Burdon & The Animals comenzaba una nueva etapa acorde con el vuelco de los tiempos. Porque a finales de 1966 el mundo convulsionaba, las ideas hervían, el pacifismo y el hedonismo cobraban una intensidad desconocida, y la música mudaba su antigua piel para mostrar una cara mucho más arriesgada. Burdon supo captar la señal con flagrante inteligencia, y de su fino periscopio surge “The Twain Shall Meet” (67), su gran obra psicodélica. Un álbum sublime que reúne la crémè de los sonidos más envolventes y fantásticos de la época, así como una retahíla de reflexiones propias del mejor sociólogo. Su apertura con “Monterey” es grandiosa, una canción insuperable compuesta para ese Monterey Pop Festival, punto de partida del “verano del amor” y citado en todas partes como “el primer festival de rock de todos los tiempos”. Allí estuvo Burdon presentando el tema para la ocasión, con su cálido homenaje poético-musical a Jefferson Airplane, The Who, Jimi Hendrix, The Byrds, las exóticas presencias de Ravi Shankar y Hugh Masekela, incluso la sombra oculta de Brian Jones (nota: leer los versos del tema al final). En “Monterey” se puede palpar la voltereta en el sonido adoptado por los nuevos Animals. Un sonido lleno de vida y color: metales, secciones de cuerda, sitares, tablas, flautas traveseras, clavicémbalos y hasta gaitas escocesas. “The Twain Shall Meet” es una visión cáustica del espíritu de los 60. Y si no, ahí está la aplaudida y fácilmente entonable “Sky Pilot”, una crítica exacerbada al sinsentido de Vietnam. Otras canciones también reflejan estados mentales de desasosiego, como “Closer to The Truth”, penúltimo rescoldo del fervor de Burdon por el blues; la claustrofóbica “Just The Though”, con ese ambiente miasmático que lo emparenta con The Velvet Underground; o la crudísima “No Self Pity”, con toneladas de asfixia psicotrópica fluyendo en cada acorde. 

El conjunto lo completan la amable tonada pop “Orange and Red Beams”, la semi-versión “We Love You Lil” con sus excitantes seis minutos de guitarra sucia palpitante, y otro himno hippy por antonomasia, la alucinógena “All Is One”, que deja correr un poco el aire por su mensaje fraternal aportando una liviana esperanza entre tanta calamidad. Si en su anterior discografía los Animals honraban con enorme pulcritud el legado de los grandes bluesmen, “The Twain Shall Meet” podría ser el disco de la autodeterminación. Una reivindicación del potencial creativo por encima de las caprichosas y superficiales estrategias discográficas, que cortaban las alas de sus artistas para crear un producto estrictamente calculado y fácilmente vendible.


Extracto de “Monterey

The Byrds and the Airplane did fly
 
Ravi Shankar´s music made me cry

The Who exploded into violent light

Hugh Masekela´s music was black as night

The Greatful Dead blew everybody´s mind

Jimi Hendrix, baby believe me, set the world on fire

His Majesty Prince Jones smiled as he moved among the crowd

IF YOU WANNA FIND THE TRUTH IN LIFE, DON´T PASS THE MUSIC BY



 

02 octubre 2012

DISCOS

POOR MOON. Poor Moon.

Fleet Foxes divido entre tres y mas dos.

Poor Moon es el reciente (y seguro que no último) proyecto de dos músicos todoterreno mayormente conocidos por su militancia en Fleet Foxes: Christian Wargo y Casey Wescott. Y ya sabéis, yo todo lo que tiene el sello de los de Seattle lo compro. Y además, si se hacen llamar como una gran canción de Canned Heat, lo compro con más motivo. Pero hablar solo de Wargo y Wescott sería injusto, pues en esta aventura se acompañan de la pareja de hermanos Ian y Peter Murray, miembros a su vez del grupo The Christmas Cards. Tras su EP de debú “Illusion” (2012) ahora llega la puesta de largo, un disco homónimo que bebe de las mismas fuentes de aguas cristalinas que la música compuesta por Robin Pecknold, aunque flirteando con otros géneros siempre enclavados en la década de los 60. Por ejemplo, es innegable que canciones como “Clouds Below”, “Same Way”, “Come Home” y la deliciosamente familiar “Birds” saben a Foxes un rato: folk pintoresco con armonías refinadas y sabor pastoral. Sin embargo, hacia la quinta canción este álbum de metraje accesible trae algunas sorpresas: aires spectorianos en “Waiting For”, psicodelia de incienso y menta en la extraordinaria “Heaven´s Door”, ecos de invasión británica en “Pulling Me Down” o ese experimento perpetrado en una extrañísima “Bucky Pony” con efluvios de Grateful Dead. Está claro que “Poor Moon” (2012) no es un álbum rompedor, seminal ni traumático; es una colección aceptable de canciones, un entretenimiento que, a priori y con todos los respetos, se antoja netamente inofensivo para el buen devenir del grupo estrella. Insisto: con todos los respetos.