14 abril 2012

REPORTAJES

PEARL JAM. Twenty.

Todavía estoy vivo (I´m still alive)

No sé si alguna vez lo he dicho, pero hay tres canciones que cambiaron por completo mi vida. “Creep” de Radiohead fue una. “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana fue otra. Y la tercera fue “Alive” de Pearl Jam. Si no hubiera sido por esas tres canciones y esos tres grupos, yo ahora no sería lo que soy, no sería una minoría orgullosa sino parte de la insípida mayoría. Los discos de Pearl Jam sonaron una y otra vez entre las cuatro paredes que delimitaban el santuario en el que yo intentaba ser grunge a mi manera. Y “Alive” puede que fuera la canción que más sonó. Cien, mil, millones de veces.

Pues bien, Pearl Jam han cumplido 20 años, y había que celebrarlo. Por eso Cameron Crowe (no podía ser otro) echa mano de hemeroteca y compone “Twenty” (2011), un documental en el que se recorre toda la historia de la banda, con imágenes y testimonios de todos los tiempos, una retrospectiva enormemente tierna de una carrera llena de éxito y de lucha para digerir ese éxito. Y entonces descubro cosas que no sabía, que me demuestran que no fui tan fan de Pearl Jam como creía. Por ejemplo, descubro que el gérmen estaba en otra banda de la que había oido hablar solo de refilón, Mother Love Bone, patriarcado de Stone Gossard y Jeff Ament junto al vocalista Andy Wood. La muerte trágica de Wood acabaría con un sueño juvenil de supervivencia y marcaría para siempre las vidas de sus compañeros y amigos. Amigos entre los que estaba, por supuesto, Chris Cornell. Había oido hablar también de la empatía entre Pearl Jam y Soundgarden, pero en “Twenty” esa relación profunda y sincera se toca con los dedos. También me entero de cómo llegó Eddie Vedder a Seattle, ese chico tímido de provincias tocado por el estigma del padre desconocido, que se transformaba en una fiera en el escenario, que trepaba y se columpiaba por las torres de sonido en plan temerario haciendo que sus colegas de banda se cagaran de miedo. Y me entero que antes de Pearl Jam la banda se hacía llamar Mookie Blaylock, como el jugador de baloncesto, y que “Ten” se llamó así porque era el número que el bueno (o malo) de Mookie lucía en sus espaldas.


Por supuesto, el documental recoge datos y momentos que me son más familiares. Por ejemplo, el caso Ticketmaster, las protestas de la banda contra el monopolio de la empresa. Una causa noble con un final infeliz, como el de tantas y tantas causas nobles que se dan de morros contra el feroz poder del capitalismo. Otro ejemplo: la avalancha y consiguiente tragedia de Roskilde en 2000, y su efecto devastador en todos los miembros del grupo. Tampoco se pasa de largo sobre la cruzada para encontrar un baterista de continuidad, después de los infructuosos papeles de Dave Krusen, Matt Chamberlain, Dave Abbruzzese y Jack Irons. And the winner is… Matt Cameron. Y por supuesto, en este homenaje no podían faltar dos personajes importantes en el devenir del grupo: Neil Young, el padrino deseado, esa llama a la que se arrimaron en un momento en el que necesitaban luz para ver el futuro; y Kurt Cobain, que con sus poco amables palabras no solo no consiguió herirlos sino hacerles mejorar (si no puedes con el enemigo, únete a él; y así fue como sucedió).

Y luego está la música, su música, esas canciones que tanto han significado para tantos. El éxito inmediato de “Ten” (91), con esas eternas “Even Flow”, “Alive”, “Black” o una “Jeremy” que les llevó a grabar su primer video como tal, muy a pesar de un incómodo Vedder. La continuación mediática con “Vs.” (93) donde campaba esa memorable “Daughter” que en un principio iba a ser “Brother”. Después “Vitalogy” (94), del que Stone Gossard confiesa no haberse sentido muy orgulloso, con aquellos pelotazos como “Spin The Black Circle” y “Not for You” o aquella emocionante “Better Man”. “No Code” (96) traería un cambio, una evolución como idea de revolución, las puras ganas de librarse del yugo mediático; aquellos que lo califican de álbum menor lo escucharon con un kilo de cera de los oídos. “Yield” (98) también estaba lleno de  canciones que nunca nos cansamos de escuchar, como “Faithful”, “Given To Fly” o “Do The Evolution”. ¿Y “Binaural” (2000)?. Pues efectivamente, como Mike McCready sentencia en el documental, “Binaural” supone el fin del boom y una nueva vida para Pearl Jam. La vida de banda ya consolidada pero alejada de las portadas, la banda que a partir de ahora puede hacer lo que le de la gana sin tener que rendir cuentas. Y así lo han hecho, desde luego. Álbumes que desde “Riot Act” (2002) hasta “Backspacer” (2009) han pasado de puntillas por un mundo discográfico más preocupado por encontrar esa gallina de los huevos de oro que lo salve de la quema. Y ellos son felices. Total, ya lo han conseguido todo. De hecho, mucho más de lo que necesitaban. Hasta algún que otro Grammy que, por cierto, Stone Gossard guarda sin pudor en el sótano de su casa.

Han sido 20 fructíferos y ejemplares años. Y podemos congratularnos de haber vivido todos con ellos, íntegramente, aquí no hay revival o viaje al pasado que valga. Además, la música de Pearl Jam nunca deja de estar de moda, tiene algo que la hace madura y consolidable, no pierde entidad ni huele a rancio, y no todos sus compañeros de generación noventera pueden decir lo mismo. Así que muchas, muchas felicidades y que la rueda siga girando.

1 comentario:

Fede Sánchez dijo...

Te cambio "Alive" por "What difference does it make". Lo siento, y supongo que será una herejía, pero nunca acabó de entrarme Pearl Jam, ni en los noventa, ni ahora, cosa que si me ha sucedido con otros muchos grupos