02 abril 2012

CONCIERTOS

LOW + RAUELSSON. Toledo. Círculo del Arte. 31-3-2012.

Por fin, hombre, ya era hora de ver a Low en condiciones. Siempre al raso y en festivales, con la magia escapándose hacia el cielo abierto, con el bocazas de turno rompiendo el buen karma. Mucho mejor así, en la intimidad. La intimidad de un aforo triste pero agradecidamente escaso. La intimidad de un marco incomparable, lleno de bóvedas, arcos y huellas sacras, hecho a su medida. La intimidad de tenerlos al lado mismo de casa. Aunque suene a tópico cansino, sentir a Low es lo más parecido a una experiencia religiosa. Al menos dentro de un mundillo este, el musical, en el que las emociones se venden cada vez más caras.

La noche comenzaba con la música de Rauelsson, pseudónimo bajo el que se parapeta el castellonense Raúl Pastor. Un tipo con la suerte de haberse echado un gran amigo: un amigo que se llama nada más y nada menos que Peter Broderick. Interesante mano a mano, un dúo perfecto creando atmósfera y confusión. Un proyecto que refleja un mundo interior complejo (esas letras tan particulares), en el que Raúl pone voz (a ratos algo escasa) y guitarra acústica, y Broderick piano, violín, sierra arqueada y coros. En efecto, para que esto funcione hace falta mucho, muchísimo silencio; el que no encontraron en Madrid (qué poco me extraña, Raúl) y el que les cayó como agua bendita en Toledo.

Sobre Low estaría bien decir algo nuevo, algo que no se haya dicho nunca, buscar la palabra perdida, ésa que fuimos incapaces de encontrar para expresar tantas sensaciones, sumergidos hasta la cabeza en su hechizante slow tempo. La palabra que no hallábamos mientras sonaban “From Your Place on Sunset”, “Monkey”, “Silver Rider”, “Sunflower”, “Amazing Grace”, “Shame”, “Little Argument of Myself”, “Murderer”, la cada vez más absoluta “Pissing”, la inconmensurable y mántrica “Nothing But Heart”. Espléndidos como es habitual, el sábado tuvieron un detalle a su favor: el magnífico sonido, el mejor escuchado nunca en esta sala y el mejor quizá jamás escuchado. Un sonido límpido que permitió saborear cada nota de esa guitarra imprevisible, la de Alan, con sus altibajos prodigiosos, con sus dulces susurros y sus nudos esquizoides; que permitió tocar el delicioso jugo de sus increíbles voces, recogerlo entre las manos y guardarlo para siempre; y que permitió sentir el bajo de Steve Garrington trazando espirales en el estómago. Por cierto, hablando de Steve, es un hecho consumado: Mimi y Alan por fin han encontrado al bajista de su vida. Si añadimos la presencia de Peter Broderick al violín, el cuadro se convierte en una fabulosa obra de arte, y “Especially Me” y “Sunflower” logran valor añadido pasando de grandes a grandiosas.

En el Círculo del Arte los de Duluth volvieron a dar una lección, esa que deberíamos grabarnos a sangre y fuego: no es mejor el que más tiene sino el que menos necesita. Y ellos necesitan bien poco. El simple poder de sus voces, esas exquisitas y sobrenaturales voces hermanas, basta para bendecir su característico y solemne mondo sonoro y para hacernos llegar su humano, bellísimo y reconfortante mensaje. Amén.

1 comentario:

Fede Sánchez dijo...

La verdad es que es la primera vez que veía un concierto en sala de Low. Siempre les había visto de forma furtiva en algún festival.
Tremendos. Y el entorno no pudo ser mejor. Un diez para Toledo en esta ocasión.