29 abril 2012

DISCOS

ANDREW BIRD. Break It Yourself.

Sonidos artesanales.

Andrew Bird es un tío bastante entrañable. Bastó verlo en aquel Primavera Sound de hace algunos años, solo ante el peligro, llenando un escenario semi-vacío de pequeñas limaduras virtuosistas. Y quizá por eso, disco tras disco, aunque de manera más o menos discontinua, es preciso arrimar la oreja a ver qué cosas nuevas tiene que decir. Su formación en la escuela clásica es toda una ventaja, aunque el multiinstrumentista silbador haya decidido que su camino es el de la música popular, ese universo indie-pop productor de una morralla exagerada, en medio del cual aparece de vez en cuando algún brote verde.

Y Bird puede congratularse de haber sido uno de esos brotes, ya casi un arbusto. “Break It Yourself” (2012) posee el intríngulis innato de todos sus trabajos: largo, copioso y en ocasiones rapsódico. Sesenta minutos de auténticas piezas artesanales, con lugar de honor para los pizzicatos, que tejen sus marañas barrocas en “Desperation Breeds” o “Give It Away”, y también para los inevitables silbidos, nítidos y magistrales en “Lazy Projector” y “Lusitania” (esta última a dúo con Annie Clark de St. Vincent).

Y es que los artesanos también pueden ser a veces un poco magos. Nuestro amigo de Chicago lo es, logrando reunir en una misma composición (“Danse Caribe”) folk popular, músicas tribales y aires andinos, como si Bob Dylan, Paul Simon y David Byrne se aliaran en un pacto tripartito; o también hermanar ritmos celtas y orientales (“Orpheo Looks Back”) como si todas las músicas del mundo fueran la misma cosa. A lo mejor es que lo son.

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