ANDREW BIRD. Break It Yourself.
Sonidos
artesanales.
Andrew Bird es un tío bastante
entrañable. Bastó verlo en aquel Primavera Sound de hace algunos años, solo
ante el peligro, llenando un escenario semi-vacío de pequeñas limaduras virtuosistas.
Y quizá por eso, disco tras disco, aunque de manera más o menos discontinua, es
preciso arrimar la oreja a ver qué cosas nuevas tiene que decir. Su formación
en la escuela clásica es toda una ventaja, aunque el multiinstrumentista
silbador haya decidido que su camino es el de la música popular, ese universo
indie-pop productor de una morralla exagerada, en medio del cual aparece de vez
en cuando algún brote verde.
Y Bird puede congratularse de haber sido uno de esos
brotes, ya casi un arbusto. “Break It Yourself” (2012) posee el intríngulis
innato de todos sus trabajos: largo, copioso y en ocasiones rapsódico. Sesenta
minutos de auténticas piezas artesanales, con lugar de honor para los
pizzicatos, que tejen sus marañas barrocas en “Desperation Breeds” o “Give
It Away”, y también para los inevitables silbidos, nítidos y magistrales en
“Lazy Projector” y “Lusitania” (esta última a dúo con Annie Clark
de St. Vincent).
Y es que los artesanos también pueden ser a veces un
poco magos. Nuestro amigo de Chicago lo es, logrando reunir en una misma
composición (“Danse Caribe”) folk popular, músicas tribales y aires
andinos, como si Bob Dylan, Paul Simon y David Byrne se
aliaran en un pacto tripartito; o también hermanar ritmos celtas y orientales
(“Orpheo Looks Back”) como si todas las músicas del mundo fueran la
misma cosa. A lo mejor es que lo son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario