DISCOS
OWEN PALLETT. Heartland.
Vivaldi moderno.
Al margen de sus múltiples y briosas alianzas (Arcade Fire, Grizzly Bear, Great Lake Swimmers, The Last Shadow Puppets, The Hidden Cameras, Beirut, The Mountain Goats, etc, etc), la excelsa y mística carrera solitaria de Owen Pallett comienza a tomar forma. Primero bajo el alias Final Fantasy, y ahora en nomenclatura simple, el canadiense esboza el esqueleto de lo que solo los megalómanos podrían atreverse a hacer: unificar en una sola cosa (homogénea, coherente, vital) el pop y la música clásica. Tarea a priori complicada, de “Heartland” (2010) emerge un sentimiento de bonanza y logro. El joven Owen consigue su objetivo, alcanzando una obra tangente a etiquetas y tendencias, única en un género híbrido escasamente prodigado, y sobre todo, carente de ampulosidad o extravagancia (toma nota, Joanna Newsom). Parecida sensación a la que dejó aquel maravilloso “He Poos Clouds” (2006). La melodía (el pop) y los picos orquestales (la clásica) se alinean dentro de la misma facción en un acuerdo sin precedentes. La voz calma y sutil del protagonista relata los avatares de extraños e incomprendidos personajes, sin aspavientos, con pulcritud. La electrónica, en forma de beats acolchados, impregna abundantes episodios sin incomodar. Y de todo ello nacen canciones idílicas y sin mácula (victoria por K.O. para “Keep the Dog Quiet”, “Red Sun Nº 5”, “Oh Heartland, Up Yours” y “E Is for Estranged”) que vacunan contra el puritanismo sonoro más extremista. Preciosa fotografía de un beso entre el ayer y el mañana.
www.owenpalletteternal.com
Vivaldi moderno.
Al margen de sus múltiples y briosas alianzas (Arcade Fire, Grizzly Bear, Great Lake Swimmers, The Last Shadow Puppets, The Hidden Cameras, Beirut, The Mountain Goats, etc, etc), la excelsa y mística carrera solitaria de Owen Pallett comienza a tomar forma. Primero bajo el alias Final Fantasy, y ahora en nomenclatura simple, el canadiense esboza el esqueleto de lo que solo los megalómanos podrían atreverse a hacer: unificar en una sola cosa (homogénea, coherente, vital) el pop y la música clásica. Tarea a priori complicada, de “Heartland” (2010) emerge un sentimiento de bonanza y logro. El joven Owen consigue su objetivo, alcanzando una obra tangente a etiquetas y tendencias, única en un género híbrido escasamente prodigado, y sobre todo, carente de ampulosidad o extravagancia (toma nota, Joanna Newsom). Parecida sensación a la que dejó aquel maravilloso “He Poos Clouds” (2006). La melodía (el pop) y los picos orquestales (la clásica) se alinean dentro de la misma facción en un acuerdo sin precedentes. La voz calma y sutil del protagonista relata los avatares de extraños e incomprendidos personajes, sin aspavientos, con pulcritud. La electrónica, en forma de beats acolchados, impregna abundantes episodios sin incomodar. Y de todo ello nacen canciones idílicas y sin mácula (victoria por K.O. para “Keep the Dog Quiet”, “Red Sun Nº 5”, “Oh Heartland, Up Yours” y “E Is for Estranged”) que vacunan contra el puritanismo sonoro más extremista. Preciosa fotografía de un beso entre el ayer y el mañana.
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