DOMINIQUE A + AT SWIM TWO BIRDS. Madrid. El Sol. 27-9-2006.
Dos hombres y un destino.
Nuestro país ya está más que acostumbrado a recibir al mejor músico galo contemporáneo sobre sus escenarios. Promociones, festivales, y esta vez una gira en la que vuelve a la soledad oscura, a sus alianzas secretas con las guitarras y los pedales. Su caché sube y sube, su talento se expande boca a boca, sus canciones se convierten en cantigas y la sala El Sol agota todo el papel.
Antes, otro introvertido solitario de nombre Roger Quigley (sí, la mitad audible de The Montgolfier Brothers) abría la noche mostrando su proyecto paralelo At Swim Two Birds. Una aventura en la que la música cobra un carácter secundario para dar motivo a las imágenes, esas románticas perspectivas de paisajes urbanos y personajes místicos que fueron desfilando junto al entramado musical pregrabado y a esa voz que en vivo se torna más grave y menos plácida. Canciones de enorme belleza como “Close To”, “I Need Him” o “Things We´ll Never Do”, además de oídas y vistas, pudieron ser leídas en el pseudo-karaoke acompañante. Algo original y diferente.
Después, Dominique. Artista hecho para escenarios pequeños y encuentros familiares. Ahí es donde puede expresarse libremente. Y el extraterrestre se convierte en ser humano, en músico interactivo que arropa la frialdad de su soledad con el calor de la audiencia. Entre furia y electricidad, sonrisas y palabras (en torpe pero agradecido castellano). Sus repertorios son la caja mágica; siempre aparece la canción desconocida, la inesperada o la reinventada. Entre las menos esperadas se colaban “Exit” (cómo crear música desafinando vilmente una guitarra), “Le Départ des Ombres” (cómo crear voces etéreas gimiendo de la nada) y una celebradísima “Le 22 Bar”. Entre las reinventadas aparecieron la voluble “Surestimé” (esta vez en versión flamenco-bastardo) y “Le Courage des Oiseaux” (en una versión rock-disco para enmarcar). Y el apabullante “L´Horizon” obtuvo un protagonismo discreto, aunque “La Pleureuse”, “La Reléve” y “Dans un Camion” demostraron que la gente está muy enganchada a él.
Señor Ané, gracias por componer una canción como “L´Horizon”. Una joya, un poema, acordes épicos que emocionan hasta la extenuación. El viaje de las ballenas llevaba al mínimo descanso previo a los bises. Primeros: la envolvente “Par l´Ouest” seguida por las dos que no fallan, “Pour la Peau” y “Antonia”. Sin aliento. Segundos: esa versión de “Teenage Kicks” recordada en el acto por petición popular y la inclasificable “Hit Hit Hit” con detalle coreográfico incluido.
Ovación interminable y unánime. Admiración general. Nunca fue tan duro aceptar un final y abandonar una sala. Porque él lo vale.
Dos hombres y un destino.
Nuestro país ya está más que acostumbrado a recibir al mejor músico galo contemporáneo sobre sus escenarios. Promociones, festivales, y esta vez una gira en la que vuelve a la soledad oscura, a sus alianzas secretas con las guitarras y los pedales. Su caché sube y sube, su talento se expande boca a boca, sus canciones se convierten en cantigas y la sala El Sol agota todo el papel.
Antes, otro introvertido solitario de nombre Roger Quigley (sí, la mitad audible de The Montgolfier Brothers) abría la noche mostrando su proyecto paralelo At Swim Two Birds. Una aventura en la que la música cobra un carácter secundario para dar motivo a las imágenes, esas románticas perspectivas de paisajes urbanos y personajes místicos que fueron desfilando junto al entramado musical pregrabado y a esa voz que en vivo se torna más grave y menos plácida. Canciones de enorme belleza como “Close To”, “I Need Him” o “Things We´ll Never Do”, además de oídas y vistas, pudieron ser leídas en el pseudo-karaoke acompañante. Algo original y diferente.
Después, Dominique. Artista hecho para escenarios pequeños y encuentros familiares. Ahí es donde puede expresarse libremente. Y el extraterrestre se convierte en ser humano, en músico interactivo que arropa la frialdad de su soledad con el calor de la audiencia. Entre furia y electricidad, sonrisas y palabras (en torpe pero agradecido castellano). Sus repertorios son la caja mágica; siempre aparece la canción desconocida, la inesperada o la reinventada. Entre las menos esperadas se colaban “Exit” (cómo crear música desafinando vilmente una guitarra), “Le Départ des Ombres” (cómo crear voces etéreas gimiendo de la nada) y una celebradísima “Le 22 Bar”. Entre las reinventadas aparecieron la voluble “Surestimé” (esta vez en versión flamenco-bastardo) y “Le Courage des Oiseaux” (en una versión rock-disco para enmarcar). Y el apabullante “L´Horizon” obtuvo un protagonismo discreto, aunque “La Pleureuse”, “La Reléve” y “Dans un Camion” demostraron que la gente está muy enganchada a él.
Señor Ané, gracias por componer una canción como “L´Horizon”. Una joya, un poema, acordes épicos que emocionan hasta la extenuación. El viaje de las ballenas llevaba al mínimo descanso previo a los bises. Primeros: la envolvente “Par l´Ouest” seguida por las dos que no fallan, “Pour la Peau” y “Antonia”. Sin aliento. Segundos: esa versión de “Teenage Kicks” recordada en el acto por petición popular y la inclasificable “Hit Hit Hit” con detalle coreográfico incluido.
Ovación interminable y unánime. Admiración general. Nunca fue tan duro aceptar un final y abandonar una sala. Porque él lo vale.
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