EL REGRESO DE LOS DINOSAURIOS.
Los viejos rockeros… ¿nunca mueren?.
El conocimiento y la evolución de la música es un flujo hacia delante. O por lo menos así lo habíamos creído hasta ahora. Cada uno tiene su historia temporal. Todo depende del momento inicial o punto de partida. Cuando el punto de partida son los 90 hay dos sentidos dentro de la línea del eje director: un avance natural hacia lo nuevo y un retroceso coyuntural hacia lo antiguo. Ambos son igual de importantes.
El paso hacia delante es un remedio relativo contra el aburrimiento: consiste básicamente en ir comprobando lo que son capaces de hacer nuestros contemporáneos, controlar lo que se pone o no de moda y refrescar las ideas. El paso hacia atrás tiene otro sentido, el de querer saber más, el cuándo, el cómo y el por qué. Cuando el primer camino parece no llevar a ninguna parte, se aceleran las retrospectivas. Porque de los viejos grupos y canciones no se espera nada extraordinario.
¿En qué punto de la línea estamos ahora?. Difícil. Posiblemente en un punto grande y redondo donde se han juntado (que no mezclado) el antes y el después.
Desde hace unos años vivimos inmersos en un fenómeno de resurrección de viejas bandas que a veces resulta patético y otras veces muy plausible. Un hecho curioso convertido en pan de cada día. Al regreso de los que nunca llegaron a desaparecer del todo (The Cure, New Order, Depeche Mode o Echo & the Bunnymen) hay que añadir todos aquellos nombres que salen de la tumba vestidos de arrugas y experiencia. Y no solo mitos de los no tan lejanos 80, como The Wedding Present, Madness, The House of Love o Bauhaus (en la foto), sino viejas glorias de los 60 y los 70 que se resisten a ceder el cetro de su reinado imaginario, como Television, Eagles, Deep Purple, The Buzzcocks o The Who (en la otra foto).
La pregunta es si realmente toda esta parafernalia tiene sentido. Y la respuesta es bastante ambigua. Los que no tuvimos la ocasión de ver a estas bandas en directo en su época tendemos a frotarnos las manos cada vez que se anuncia un nuevo retorno, pero en la bolsa de caramelos hay algunos envenenados. A nadie se le olvida el lamentable espectáculo de Love con Arthur Lee hace unos años en Benicasim; después de aquel concierto muchos los rebautizaron como “Hate”. Aunque luego está el caso contrario de bandas renacidas que siguen descargando energía y conectando con melómanos que podrían ser sus hijos, y a veces sus nietos; caso de los Stooges, The Fall, Wire o Kraftwerk.
El por qué del regreso de estas bandas tampoco obedece a una teoría irrefutable. En algunos casos está claro (el de los Pixies, sin ir más lejos): la pela es la pela. Pero en otros…. ¿por aburrimiento?, ¿por nostalgia?, ¿por un brote epidémico de síndrome Peter Pan?. ¿O quizá sea para reivindicar la originalidad de los planteamientos y los sonidos que los músicos de ahora les están copiando?.
En cualquier caso, sigamos con más preguntas. ¿Qué sentido tiene una nueva gira de los Who sin Keith Moon y John Entwistle?. ¿O cómo se come una reunión de los Clash sin Joe Strummer?. ¿O qué gracia puede tener actualmente ver a los Happy Mondays?. Y si Pink Floyd realmente cumplen su promesa de volver, ¿lo harán con Syd Barrett?.
Puestos a participar del cotarro, pongámonos exigentes y expresemos un ferviente y caluroso deseo: que vuelvan también los Talking Heads!.