MARK LANEGAN. Blues Funeral.
Experiencias aplicadas.
Cómo pasa el tiempo. Ya hace más de siete años desde “Bubblegum” (2004), última referencia propia de Mark Lanegan. En todo este tiempo, el hombre con la voz más tremebunda del rock alternativo ha pasado por muchos estadios. Ha jugado a actor secundario, a colaborador usual, se ha enfrascado en múltiples y variopintas experiencias (al lado de Greg Dulli, Isobel Campbell y Soulsavers, básicamente) con las cuales parece haber logrado una expiación necesaria y un valioso aprendizaje. Al fin volvemos a tener canciones suyas, ¿y quién puede resistirse a un título como “Blues Funeral”?. Yo desde luego no. No es que el blues haya muerto; las flores de la portada no son flores de óbito sino de renacer, porque el blues ahora suena diferente, alcanzando unas texturas acorde con los tiempos que corren. Porque si algo ha aprendido Lanegan en su estimulante viaje es que toca mutar, adaptarse, reinventar un sonido moderno y vanguardista sin perder las semillas de orígen.
Así que muchos de los cortes de “Blues Funeral” (2012) suenan como lo harían, por ejemplo, los discos de TV on The Radio. Para algunos manejar cajas de ritmo y elementos electrónicos resulta una aventura fatal, pero asombrosamente en este caso el acierto es evidente. El gospel y el blues del siglo XXI se consagran gloriosamente en “Bleeding Muddy Water”, “St. Louis Elegy”, “Leviathan” o “Deep Black Vanishing Train”, conviviendo con latigazos de rock pantanoso (“Riot In My House”, “Quiver Syndrome”), pequeñas joyas de electro-pop (“Gray Goes Black”, “Harborview Hospital”) e incluso un grandioso y cautivador momento llenapistas (“Ode To Sad Disco”). No nos equivoquemos, el ex Screaming Trees no ha mudado del todo su piel negativa, triste y áspera. Pero al menos ahora suena como si, al menos, existiera una recóndita y minúscula esperanza.
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