NICK CAVE & THE BAD SEEDS. Tender Prey.
Ojo por ojo.
Trabajo de chinos. La discografía del tosco australiano y las malas semillas es tan especial y prolífica que escoger un algo que la represente es tan difícil como apasionante resulta siempre escribir sobre ellos. Finalmente, “Tender Prey” (88) es el elegido, un disco que aglutina lo mejor de la banda en su periodo más activo y, por qué no, atractivo. Sinuoso, apocalíptico, dramático y exacerbado. Elegancia desafiante multiplicada por siete.
Y escoger “Tender Prey” tiene su explicación; el disco comienza con una de las mejores canciones, sin duda, jamás compuestas e interpretadas. Y sin personalizar en sus autores; jamás compuestas e interpretadas en general. “The Mercy Seat” es la canción con mayúsculas, un canto rabioso, desgarrado y oscuro, gobernado por el caos del ultimátum. Las cuerdas abruptas de Harvey, Bargeld y Powers, un nudo de turbulencias que amenaza con el abismo, poniendo el corazón en un puño. La historia se repite de forma similar, aunque menos grandilocuente, en “City of Refuge” y “Sugar, Sugar, Sugar”.
“Up Jumped the Devil” es otra de las grandes. Misteriosa y suave, perfecta para el engaño. Esos acordes de piano que acunan los sentidos, preludio de una invasión infernal imprevisible. Igual que “Sunday´s Slave”, con sus aires de western decadente, o la solemne “Mercy”, donde las semillas dejan de serlo para convertirse en altísimos matojos de hierbas venenosas y retorcidas.
Entre tanto aberrunto claustrofóbico, no hay que olvidarse de respirar. El oxígeno entra en forma de suave balada por “Watching Alice” y “Slowly Goes the Night”. También “Deanna” es un agujero salvador, una celebración cargada de ironía, pero singularmente alegre.
Ojo por ojo.
Trabajo de chinos. La discografía del tosco australiano y las malas semillas es tan especial y prolífica que escoger un algo que la represente es tan difícil como apasionante resulta siempre escribir sobre ellos. Finalmente, “Tender Prey” (88) es el elegido, un disco que aglutina lo mejor de la banda en su periodo más activo y, por qué no, atractivo. Sinuoso, apocalíptico, dramático y exacerbado. Elegancia desafiante multiplicada por siete.
Y escoger “Tender Prey” tiene su explicación; el disco comienza con una de las mejores canciones, sin duda, jamás compuestas e interpretadas. Y sin personalizar en sus autores; jamás compuestas e interpretadas en general. “The Mercy Seat” es la canción con mayúsculas, un canto rabioso, desgarrado y oscuro, gobernado por el caos del ultimátum. Las cuerdas abruptas de Harvey, Bargeld y Powers, un nudo de turbulencias que amenaza con el abismo, poniendo el corazón en un puño. La historia se repite de forma similar, aunque menos grandilocuente, en “City of Refuge” y “Sugar, Sugar, Sugar”.
“Up Jumped the Devil” es otra de las grandes. Misteriosa y suave, perfecta para el engaño. Esos acordes de piano que acunan los sentidos, preludio de una invasión infernal imprevisible. Igual que “Sunday´s Slave”, con sus aires de western decadente, o la solemne “Mercy”, donde las semillas dejan de serlo para convertirse en altísimos matojos de hierbas venenosas y retorcidas.
Entre tanto aberrunto claustrofóbico, no hay que olvidarse de respirar. El oxígeno entra en forma de suave balada por “Watching Alice” y “Slowly Goes the Night”. También “Deanna” es un agujero salvador, una celebración cargada de ironía, pero singularmente alegre.