VISOR FEST 2025. Valencia. Marina Norte. 26 y 27 de septiembre.
La nueva edición de nuestro festival favorito, esta
vez en Valencia, cumplió con las expectativas. El Visor Fest vuelve a ser esa
cita auténtica, familiar y recoleta que te despierta la nostalgia y te hace
rejuvenecer décadas. Si bien el cartel no resultaba tan atractivo como en otras
ediciones, el fichaje de Hooky nos hizo lanzarnos a la piscina en plancha. Será
la sabiduría o la veteranía, pero en este evento todas las bandas suelen
cumplir, salvo contadas excepciones (ya se sabe de sobra cuál es la excepción
en este caso). Quitando la fiesta hortera del sábado en el Vels i Vents, que
atacó por la retaguardia sin piedad el sonido de las actuaciones del día, puede
decirse que el recinto de Marina Norte es un lugar mágico para disfrutar de la
música, viendo el mar, atisbando barquitos y pudiendo aposentar el culo de vez
en cuando en esas gradas tan celebradas por los cuerpos de nuestra edad. Hubo
algún que otro pero, como la pírrica oferta gastronómica y el tamaño estándar
de las cervezas, pero la sensación fue de satisfecho general.
En lo musical, el viernes comenzó con el regreso de THEN
JERICO al completo, de los que solo pudimos degustar el postre. Y menudo
postre, oiga: “Big Area” y “Reeling” sonaron majestuosas. Vimos
una banda dándolo todo sobre las tablas, luciendo los atuendos y poses de
antaño y sonando a gloria. Los amigos improvisados nos confirmaron que sí, que
había sido una actuación para enmarcar, plena de garra y profesionalidad. Al
parecer, triunfaron de largo.
Luego BUFFALO TOM empezaron a medio gas,
sonando algo descoordinados, lanzando demasiado pronto la fabulosa “Summer”
(sonó en segundo lugar) sin apenas precalentamiento. No hay duda de que se
trata de una banda referente del rock independiente americano, que tienen
buenísimas canciones y que ponen todo su empeño en escena. Pero a la escribe no
le calan, resultando imposible aprenderse los temas pese a haberlos oído
detenidamente en las previas. Así que no tenemos claro lo que tocaron, solo que
el sonido mejoró mediado el show y terminaron a excelente nivel. Y fue una suerte
que se acordaran de la deliciosa y emocionante “Late at Night”, única que
nos sabemos de memoria.
Había ganas de ver a ASH. Álbumes como “1977”
(96), “Nu-clear Sounds” (98) y “Free All Angels” (2001) nos
enamoraron de ellos (y de Tim Wheeler en particular) allá por nuestras
veintenas. Luego se les perdió la pista, aunque han seguido lanzando discos que
siempre portan al menos un par de temas bien decentes. Pues bien, están en una
forma increíble. Comenzaron sonando como un trueno con “A Life Less Ordinary”,
y su set, como bien explicaba el adorable Tim, fue una acertada mezcla de
recuerdos y novedades. No faltaron las clásicas “Angel Interceptor”, “Goldfinger”,
“Shining Light”, “Oh Yeah”, “Kung Fu”, “Girl from Mars”
o “Burn Baby Burn”. Es imposible resistirse al embrujo de otras más
recientes, como la bailonga “Confessions in the Pool” o como “Crashed
Out Wasted”, que fue rubricada con una master class de guitarra
eléctrica brutal. Y es que esas Flying tienen mucho que ver en el potentísimo
sonido de la banda en vivo. Rugen como diablos y llenan todos los huecos vacíos
por ausencia de segundo guitarrista; “Orpheus” y “Braindead” son
otras dos buenas muestras de poderío metal. Por cierto, que también se marcaron
una divertidísima versión del “Jump in the Line” de Harry Belafonte que volvió
loco al personal. Casi casi, los ganadores del día.
La noche acababa como se preveía: con una sesión de
baile y golfeo al estilo HAPPY MONDAYS. O más bien podría decirse al
estilo Bez. Porque sí, para qué negarlo, el alma de esta banda siempre ha sido
ese que no hace nada o casi nada, el que baila y toca las maracas, ese tipo
magnético al que tanto cariño le tenemos y tantas veces hemos imitado. Desde
luego, sin él en el escenario no serían lo mismo. Contra pronóstico (pensábamos
que estaban en mucha peor forma), los de Manchester (o Madchester) portaron un sonido
muy pulido. Lo único que desencajó fue el fraseo aleatorio y despistante de un
Shaun Ryder orondo que sigue resistiéndose a sacar la mano izquierda del
bolsillo. El show fue un subidón continuo, una oda a la diversión. Empezaron
dándole duro a “Pills´n´ Thrills and Bellyaches” (90), su álbum de
cátedra, encadenando “Kinky Afro”, “God´s Cop”, “Donovan”
y “Dennis and Lois”, y cuando pensábamos que aquello iba de homenaje,
hicieron un viraje astuto atacando “Performance”. También sonaron cosas
como “Loose Fit”, “Mad Cyril”, “Bob´s Yer Uncle”, “Hallelujah”,
la demandada y cacareada “24 Hours Party People”. Lo tenían fácil:
cualquier tema de su colección vale para liarla parda. Por supuesto, el final
debía ser “Step On” y así fue, con Bez arrojándose de nuevo a la marea
humana y perdiendo (o regalando) sus instrumentos de trabajo (o sea, las
maracas). “Wrote for Luck” fue un bis ya innecesario después del
desparrame del “twistin´my melon man”.
Y aunque gustaron y cumplieron, queda esa extraña sensación de que vale más
ponerse un disco suyo que verlos en directo.
El sábado comenzó con un buen recordatorio: que
nosotros también fuimos indies una vez, cuando oíamos cosas como CHUCHO,
por ejemplo. Pero es que nuestros paisanos son indie, sí, pero también son otro
montón de cosas. Son esa banda capaz de aunar el pop-rock con un fandango o una
copla, con el punk o la música disco, y terminar un concierto con una lección
de distorsión y feedback a lo Spiritualized. Casi habíamos olvidado lo grandes
que son. En Valencia confirmaron esa grandeza desde el minuto cero de “Esto
Es Mi Sangre”, con una ejecución y sonido espectaculares. Para colmo,
eligieron un repertorio de ensueño, donde no faltaron todas las esperadas
(llámense hits). Estuvieron “Cirujano Patafísico”, “Un Ángel Turbio”,
“El Ángel Inseminador”, “De Aire”, “Flores sobre el Estiércol”,
“Mi Anestesia”, “Abre Todas las Ventanas”, “Revolución” y
“El Detonador EMX-3”. Hicieron protesta con elegancia y sutileza,
trayendo a colación la fantástica “Piedras de Palestina” y dedicando “La
Mente del Monstruo” a Benjamin Netanyahu. En el desenlace unieron el buen
rollo discotequero de “Magic” (el himno optimista por excelencia no
podía faltar) con la rabia de “Perruzo” y el humo acre de “Inés
Groizard”, terminando entre psicodelia, ruidos y furias. En definitiva,
ofrecieron un concierto al que le faltó el canto de un duro para ser perfecto.
ECHOBELLY venían
a Valencia celebrando el 30 aniversario de su disco “On” (95), y nos
olíamos que lo iban a tocar de cabo a rabo. Bingo. Entero y por orden. Eso significa
abrir el show con tres trallazos como “Car Fiction”, “King of The
Kerb” y “Great Things”. ¿Y luego qué? “Y ya no me sé más”
decía un colega. Pero aquel LP estaba lleno de canciones estupendas, y aunque
jamás fuéramos seguidores acérrimos de la banda, hay que reconocer que temas como
“Something Not in a Cold Country” o “Four Letter Word” nos
gustaban mucho en tiempos (cuando éramos indies, vaya). Por no hablar de la
superlativa “Dark Therapy”, que ya vale sola un concierto entero. Nunca
los vimos en vivo antes, por lo que no hay con qué comparar, pero los devotos
dicen que estuvieron magistrales. La voz de Sonya Madan ha perdido algo de
potencia, pero su carita de ángel, su encanto y simpatía siguen haciéndola
brillar.
De LEMONHEADS ya se ha dicho de todo tras su
paso por España. Palabras como vergüenza, esperpento o autosabotaje han
aparecido en muchas crónicas, dándole a Evan Dando hasta en el cielo de la
boca. Tampoco los vimos nunca en vivo y tampoco hay con qué comparar, pero
desde luego no tuvieron su mejor día. Bueno, Dando no tuvo su mejor día, porque
los otros dos aguerridos supervivientes (el bajista Farley Glavin y el batería John Kent) hicieron todo lo que pudieron. Uno no se explica cómo no se levantan
(figuradamente) y se van. Porque a base de querer lucirse y dar el cante, Evan
lo único que hace es ponerse en ridículo y boicotearlos. Pero qué demonios,
sonaron un montón de canciones buenísimas (de esas de dos minutos) y aunque
sonaron fatal (algunas desafinadas, otras arrítmicas) por un momento nos vimos
con la sonrisa en la boca. Porque hay que reconocer que creando este tío era
una máquina, y nos ha dejado cositas tan grandes como “Bit End”, “It´s About
Time”, “Down About It”, “The Great Big No”, “Big Gay Heart”,
etcétera. Que luego las reboce por el barro, pues allá él. Con “Style”
ni siquiera sabemos lo que hizo, aparte de demostrar que el bajo no es lo suyo
y liarse a patadas con el micro. En su evidente estado de debacle física y
confusión mental no esperábamos un solo acústico, pero lo hubo y bien largo. Y
no le salió mal, pues intentando emular a Tim Hardin o a Oasis tuvo algún que
otro momento de ligera lucidez. Eso sí, lo de empezar con “Confetti” y
luego pasársela por el forro no nos gustó nada. El ataque de punk rock final ni
mejoró ni empeoró las cosas, con descompases, aborto y vuelta a empezar de la
estupenda “Deep End” y huida muda. Penoso, pero casi divertido.
PETER HOOK & THE LIGHT cerraban el festival con honores. Los hay que critican a Hooky por
oportunista. Los hay que tildan su aventura de impostura o banda tributo. Pero
también los hay que opinan, al igual que nosotros, que lo que este hombre está
haciendo es ofrecer un regalo muy muy valioso: la oportunidad de poder saborear
en vivo las canciones de Joy Division y New Order en su recreación más justa
posible. Una reciente operación en el hombro nos privó de verle tocar el bajo,
pero hay que reconocer que los chicos de The Light, con su hijo Jason y
antiguos miembros de Monaco en plantilla, estaban al calibre perfecto para que
todo sonara con una fidelidad pasmosa. Él no estuvo del todo cómodo, pues le
faltaba su arma letal, que fue sustituida por un vaper. El setlist fue para
haberlo cogido impreso, enmarcarlo y colgarlo en el salón. Primera mitad, Joy
Division: “Warzaw”, “Interzone”, “Isolation”, “She´s
Lost Control”, “Shadowplay”, “Disorder”, “Digital”, “Transmission”,
“Atmosphere”. Segunda mitad, New Order: “Your Silent Face”, “Blue
Monday”, “Regret”, “Crystal”, “Bizarre Love Triangle”,
“Temptation”, “True Faith”, “Ceremony” (un justo y
merecido guiño a Monaco en medio de esta parte con “What Do You Want from
Me?”). Habríamos apostado un riñón a que “Love Will Tear Us Apart”
cerraría la fiesta (más después de habérsela saltado en la primera parte), y
así fue, la guinda a una tarta de tres pisos. Para los que hemos crecido
escuchando y amando a estas dos bandas este podría citarse como uno de los conciertos
de nuestras vidas, una especie de sueño imposible cumplido. Incluso los no tan
fans acusaron recibo, y Hooky consiguió lo que nadie había logrado en dos días
de festival: que todo el mundo mirara al escenario y cerrara el pico. La fiesta
fue como no se recuerda, las caras de ilusión también. Y da igual lo que digan
por ahí los listos: yo a este señor le hago una reverencia y le doy un millón
de gracias.






