13 octubre 2014

REPORTAJES: YANN TIERSEN, MÚSICA EN IMÁGENES

La segunda fase: electricidad contra el aburrimiento

El antes y el después. Antes de ver a Yann Tiersen por cuarta o quinta vez decidí que debía estudiar y recordar un poco, aun consciente de que con este músico ninguna de esas acciones vale para nada. Sus canciones son como la arcilla del alfarero: manipulables, moldeables. Y como él es un artista adimensional, supercualificado, libérrimo e incorruptible, puede y sabe hacer con ellas lo que quiere. ¿Conocéis a algún músico capaz de dominar todos o casi todos los instrumentos, clásicos o modernos, de viento, cuerda o percusión? ¿Y que además de eso haga cobrar vida a objetos inanimados como una máquina de escribir, la rueda de una bici, una silla o una sartén? Intentar aprenderse toda su creación de memoria es trabajo perdido; siempre habrá al menos una duda, una inquietante y a la vez excitante duda. Habrá un momento en que te rebase, te confunda, te haga perderte; en definitiva, te obsequie con un souvenir, una sorpresa, un incentivo, un banderín contra la matemática y la inercia. Así es él.

Y digo que antes del próximo concierto decidí recordar aquellas otras veces (otros discos, otros directos) y rescatar dos perlas visuales datadas al tiempo que aquel maravilloso álbum llamado “Les Retrouvailles” (2005). Me refiero a esos dos documentales obra de Aurélie du Boys: “La Traversée” y “On Tour”. En el primero se evidencia todo el proceso de creación del disco. Esas íntimas y meticulosas ideas primitivas y solitarias, las tomas de su esqueleto en la isla de Ouessant (remoto y salvaje santuario de Tiersen, su madriguera en el finisterre francés). La puesta de largo de las composiciones con los primeros músicos en el Hotel Vauban de Brest, su ciudad natal. La adición y mezcla de metales y voces en los estudios Davout de París, con las visitas de sus ilustres invitados (Dominique A, Miossec, Jane Birkin, Stuart Staples, Liz Fraser) y el parto definitivo y feliz en Abbey Road. Un documento especial, bellísimo, un juego entre la música y la imagen, el blanco y negro y el color, la broma y la melancolía. “Uno se pregunta como artista lo que va a producir como objeto. Hasta ahora cada canción acababa en un soporte audible. Hoy en día se convierte en un fichero”. Duda razonable de Yann mientras un vinilo de Cocteau Twins gira en el plato. Nota adicional: “La Traversée” también contiene ese delicioso minimetraje animado creado para la canción “Le Train”, injustamente olvidada en el listado final del álbum (sí encontró su hueco en directo, en una versión tremenda y feroz). En definitiva, qué gran película, qué gran forma de meterse en la casa, en la piel, en el diario, casi en la cabeza de un músico tan excepcional.

On Tour” no es otra cosa que el resultado en la carretera del anterior trabajo, recogiendo y entrelazando imágenes de la gira que llevó a Tiersen y su (espléndida) banda por aquel entonces a lugares tan dispares como Tokio o Beirut. En él queda la memoria de sus varias visitas de 2006 a nuestro país, el despliegue de su magia en lugares (Madrid, Benicasim) por los que tuvimos la suerte de pisar sucumbiendo a una autoridad eléctrica insólita, desterrando manidos clichés y falsos mitos cinematográficos, quedando prendidos de una cuerda que no se ha roto desde entonces. Era la materialización de la segunda fase. Atrás quedaban los tiempos del folclore y el intimismo, de filarmónicas y filmes. Todavía quedan muchos que cuestionan aquellos cambios y que seguirán analizando los subsiguientes con fanático ojo crítico. Pero exigir límites a la inquietud y al ingenio de este hombre es como ponerle puertas al mar. Para él la música es algo abstracto y misterioso, una serie de sonidos combinados que él se encarga de desordenar. Para mí la música es como una forma de traducción de aquellas palabras que no existen. Y Yann Tiersen es, de facto, un gran traductor.

La tercera fase ya está en ciernes, otro paso al frente. Adiós, aristocrático  piano de cola. Adiós, simpático acordeón. Comenzó con la gira de “Dust Lane” (2010) y siguió con la de “Skyline” (2011), con nuevas caras de acompañamiento, polivalentes fichajes, grandes instrumentistas. La mayoría de ellos siguen en filas y ahora el bretón (o llamémoslo mejor “ciudadano del mundo”) ya no es la imperiosa estrella de la fiesta; ahora parece más bien el sapientísimo profesor que se aparta a una esquina de la clase, invitando a sus pupilos a demostrar en la pizarra todo lo que han aprendido. Veremos qué nos ofrece el próximo fin de semana.

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