Tercera cita del gran Neil
Young con el director Jonathan Demme,
tras “Heart of Gold” (2006) y “Trunk Show” (2009). Sí, puntual como el
AVE (no siempre), cada equis tiempo el cineasta musicólogo se encarga de
ofrecernos algunas de las imágenes más bellas del genio canadiense en plena
acción. “Neil Young Journeys” (2011)
es otro de esos documentos que hay que ver si quieres mucho mucho a su
protagonista, o si simplemente amas la música. Porque aunque el concierto que
recoge pertenece a la gira de aquel árido “Le
Noise” (2010), con el tito Neil solo ante el peligro en un escenario
custodiado por un cherokee de madera, la evidencia más sublime queda al
descubierto: este músico es único, igual en compañía que en soledad. Él solo se
basta y sobra para hacer que un show se convierta en inolvidable, haciendo uso
de sus míticas guitarras, la armónica y unos teclados. No hace falta más. Solo
hace falta Neil. Y sus composiciones, tan inmensas y brutales que reducen todo
lo demás a escombros.
“Le Noise” no fue
muy bien tratado por la crítica (no es mi caso, yo lo defendí a muerte). Y sin
embargo, ¿alguien puede reprochar algo a canciones como “Peaceful Valley Boulevard”, “Sign
of Love”, “Love and War”, “Hitchhiker” o “Walk With Me”? No, nada que alegar. Son canciones sobresalientes.
Por supuesto, no están solas. Están acompañadas de algunos célebres pedazos de
pasado como “Down By The River”,
“Ohio” (con imágenes reales de la
masacre que relata), “My My, Hey Hey”,
“After The Gold Rush” o “I Believe in You”, así como las inéditas
entonces “Leia” y “You Never Call” (con referencia
altamente emotiva a su hijo Ben Young). El concierto tuvo lugar en el Massey
Hall en Toronto, con un público entregado en cuerpo y alma a su paisano.
Y junto a las imágenes del recital, el abuelo Young se pega una
vuelta en coche por su pueblo natal en Ontario, recordando y describiendo los
lugares comunes de su infancia, en compañía de su hermano Bob. Flashes no
demasiado abundantes y que saben a poco, pero desnudan la aureola del mito para
convertirlo en un ser de lo más campechano y saludable. La sabiduría hace
grande al hombre y él ya era sabio cuando nació.
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