25 febrero 2014

CONCIERTOS: BILL CALLAHAN

Madrid. Teatro Nuevo Apolo. 24-2-2014.

 
La cosa estaba difícil. La última vez que lo vi acaba de estrenarse con su propio nombre, hace ya seis años. Con solo un disco sin alias bajo el brazo, en aquella ocasión pareció que Mister Callahan se metía en mi cabeza, sacaba de ella “Our Anniversary”, “Rock Bottom Riser”, “Natural Decline” o “Bloodflow” (algunas de mis favoritas de siempre) y me las servía en bandeja de plata, exquisitas, solo para mí. Recuerdo que el Auditorio del Forum de Barcelona estuvo a punto de colapsar. Así que anoche veníamos de una experiencia de la que aún quedaban marcas en la piel. Y por eso la cosa estaba tan difícil. Difícil de superar. Nada que ver. Lo de anoche fue un concierto hermoso e impecable, pero de otra manera. “Dream River” (2013) tuvo su protagonismo reglamentario y merecido, con “The Sing”, la sublime “Javelin Unlanding” y “Small Plane” abriendo y sugiriendo una presentación plena y de corrido. Pero no. Tras ellas se sucedieron episodios de lo más variado, desde una emocionante “Too Many Birds” hasta una imprevista “Dress Sexy At My Funeral” (el alias sigue vivo, pero fue solo con este flash), pasando por una “America!” exhibicionista, llena de fuerza, de alma funky y oh, sorpresa, remachada de armónica. Arriesgado fue meter en medio del repertorio los fatigantes diez o más minutos de “One Fine Morning”, único tema que hizo que mi cabeza se marchara durante un rato a otra parte. Un despiste que me hizo volver al turrón con la ardiente interpretación de “Drover” o con el arrullo de aguas revueltas de “Seagull”. “Ride My Arrow”, “Spring” y “Winter Road” también lograron su hueco obvio, magníficas, artesanales, y el aroma country de la versión  Please Send Me Someone to Love” sirvió para el regodeo virtuosista del propio Bill y los tres extraordinarios músicos que lo acompañan en esta gira.  

Y es que un concierto de este hombre es pura intriga. La intriga de cómo sonará esa canción que tantas veces has oído con los cascos, que siempre tendrá alguna cosa  diferente; un tempo cambiado, otra vuelta de tuerca, un arrobe de guitarra distorsionada o un stop inesperado. No obstante, es un músico al que no le asusta la improvisación y el riesgo, asumiéndolos como algo sano y natural. Tras casi dos horas de tensión contenida ni siquiera hace falta regalar un bis. Aunque algunos, sinceramente, lo hubiéramos agradecido y hoy estaríamos mucho más contentos.  

Y por cierto, hagamos justicia a la inquietante telonera Haley Fohr, bajo el pseudónimo Circuit des Yeux; como si Jeff Buckley hubiera resucitado transformado en mujer, heredando una guitarra de doce cuerdas.

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