RETROSPECTIVAS
JOHN CALE. Vintage Violence/Paris 1919.
Joyas de los setenta (7ª parte).
Hace unos meses, en una de sus sorprendentes tandas anunciadoras, el Primavera Sound revelaba para su próxima edición un acontecimiento especial: la presencia de John Cale, con banda y orquesta, interpretando su álbum “Paris 1919” (73). Ello llevó a fijar la mirada en este disco, malposeído y abandonado. Y no solo en él, sino en la discografía más temprana del galés, su afirmación como compositor e intérprete tras su fugaz pero determinante paso por The Velvet Underground. Y en esa tarea de revisión apareció, dejando una huella alentadora, otro disco: “Vintage Violence” (70). Y llegaba la duda: ¿retrospectiva de este o retrospectiva de aquel?. Duelo de balanza entre ambos, resuelto de la forma más diplomática: retrospectiva compartida y punto pelota.
Porque es difícil decantarse por uno u otro. Lo que le falta al uno lo posee el otro, aunque los dos estén sobrados de casi todo. Dos obras maestras, llenas de canciones legendarias, que nos acercan el lado más pop, sinfónico y amable de Cale. Su estreno en solitario con “Vintage Violence” (70) dibujaba a un músico sensible hasta el extremo, tan dotado para la canción popular como Randy Newman o John Lennon. Romanticismo y exquisitez suman fuerzas en una colección familiar y estimulante, con temas que, como “Amsterdam”, “Ghost Story” o “Big White Cloud”, llegan a romper el corazón. También se pueden encontrar pequeños toques country en temas como “Gideon´s Bible” o “Please”, y un caramelo pop adorable e irresistible llamado “Cleo”.
Por su parte, “Paris 1919” (73) posiblemente haya sido su disco de mayor reconocimiento, y quizá por ello el elegido para resucitar en los escenarios cuarenta años después. Producido con pulcritud extrema, envolvente en su textura aterciopelada, contenida y constante, lleno de referencias históricas y literarias. Un pulso elemental entre los dos bastiones de expresividad de su autor: el pop y las piezas clásicas. Comunión que se evidencia en las maravillosas “Hanky Panky Nohow”, “The Endless Plain of Fortune” y “Paris 1919”. Un disco que sirve de analgésica continuidad al primero, aunque entre ambos mediaran los académicos “Church of Antrax” (71) -en colaboración con Terry Riley- y “The Academy in Peril” (72).
El universo de John Cale se nutre de idas y venidas, experimentos revolucionarios, virajes sorprendentes, y siempre sin perder de vista la realidad de cada momento vivido. Sin duda, su obra merece una oportunidad. Y qué mejor forma de empezar que con estas dos joyas, subyugantes y antológicas.
www.john-cale.com
Joyas de los setenta (7ª parte).
Hace unos meses, en una de sus sorprendentes tandas anunciadoras, el Primavera Sound revelaba para su próxima edición un acontecimiento especial: la presencia de John Cale, con banda y orquesta, interpretando su álbum “Paris 1919” (73). Ello llevó a fijar la mirada en este disco, malposeído y abandonado. Y no solo en él, sino en la discografía más temprana del galés, su afirmación como compositor e intérprete tras su fugaz pero determinante paso por The Velvet Underground. Y en esa tarea de revisión apareció, dejando una huella alentadora, otro disco: “Vintage Violence” (70). Y llegaba la duda: ¿retrospectiva de este o retrospectiva de aquel?. Duelo de balanza entre ambos, resuelto de la forma más diplomática: retrospectiva compartida y punto pelota.
Porque es difícil decantarse por uno u otro. Lo que le falta al uno lo posee el otro, aunque los dos estén sobrados de casi todo. Dos obras maestras, llenas de canciones legendarias, que nos acercan el lado más pop, sinfónico y amable de Cale. Su estreno en solitario con “Vintage Violence” (70) dibujaba a un músico sensible hasta el extremo, tan dotado para la canción popular como Randy Newman o John Lennon. Romanticismo y exquisitez suman fuerzas en una colección familiar y estimulante, con temas que, como “Amsterdam”, “Ghost Story” o “Big White Cloud”, llegan a romper el corazón. También se pueden encontrar pequeños toques country en temas como “Gideon´s Bible” o “Please”, y un caramelo pop adorable e irresistible llamado “Cleo”.
Por su parte, “Paris 1919” (73) posiblemente haya sido su disco de mayor reconocimiento, y quizá por ello el elegido para resucitar en los escenarios cuarenta años después. Producido con pulcritud extrema, envolvente en su textura aterciopelada, contenida y constante, lleno de referencias históricas y literarias. Un pulso elemental entre los dos bastiones de expresividad de su autor: el pop y las piezas clásicas. Comunión que se evidencia en las maravillosas “Hanky Panky Nohow”, “The Endless Plain of Fortune” y “Paris 1919”. Un disco que sirve de analgésica continuidad al primero, aunque entre ambos mediaran los académicos “Church of Antrax” (71) -en colaboración con Terry Riley- y “The Academy in Peril” (72).
El universo de John Cale se nutre de idas y venidas, experimentos revolucionarios, virajes sorprendentes, y siempre sin perder de vista la realidad de cada momento vivido. Sin duda, su obra merece una oportunidad. Y qué mejor forma de empezar que con estas dos joyas, subyugantes y antológicas.
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