DISCOS
IRON & WINE. Kiss Each Other Clean.
Un viajero en casa ajena.
Para los que amábamos al Sam Beam campestre, modosito y melancólico, este disco supone un pequeño shock. O mejor, para no exagerar, una sorpresa. Porque aunque ya mirara hacia nuevos horizontes en aquel intachable “The Shepherd´s Dog” (2007), la transición no ha sido radical sino progresiva. Y la transfiguración se materializa completa en este “Kiss Each Other Clean” (2011), el colofón indeleble de un aperturismo hasta ahora latente pero no evidente. Un nuevo enfoque a su música, mundanal y aventurero hasta decir basta. Apuntes de funk, dub, jazz y sonidos africanos insertados por doquier en canciones que a veces se convierten en parajes sonoros insondables (“Monkeys Uptown” y “Rabbit Will Run” sirven como muestra).
El folk se está echando una siesta, pero no ha muerto. Porque sigue quedando algo de aquel músico silvestre e introspectivo, sedimentos de otra época que florecen en “Tree By The River”, “Half Moon” o las bellísimas “Godless Brother In Love” y “Glad Man Singing”. Da igual, porque la opción a fin de cuentas es el cambio. Un cambio que no siempre resulta cómodo: a ratos apunta hacia una sudada victoria, a ratos se ahoga en el puro manierismo. Aún así, la paciencia y el empeño son dos buenos aliados. Para terminar de comprender este viaje, y poder seguir amándolo.
www.ironandwine.com
Un viajero en casa ajena.
Para los que amábamos al Sam Beam campestre, modosito y melancólico, este disco supone un pequeño shock. O mejor, para no exagerar, una sorpresa. Porque aunque ya mirara hacia nuevos horizontes en aquel intachable “The Shepherd´s Dog” (2007), la transición no ha sido radical sino progresiva. Y la transfiguración se materializa completa en este “Kiss Each Other Clean” (2011), el colofón indeleble de un aperturismo hasta ahora latente pero no evidente. Un nuevo enfoque a su música, mundanal y aventurero hasta decir basta. Apuntes de funk, dub, jazz y sonidos africanos insertados por doquier en canciones que a veces se convierten en parajes sonoros insondables (“Monkeys Uptown” y “Rabbit Will Run” sirven como muestra).
El folk se está echando una siesta, pero no ha muerto. Porque sigue quedando algo de aquel músico silvestre e introspectivo, sedimentos de otra época que florecen en “Tree By The River”, “Half Moon” o las bellísimas “Godless Brother In Love” y “Glad Man Singing”. Da igual, porque la opción a fin de cuentas es el cambio. Un cambio que no siempre resulta cómodo: a ratos apunta hacia una sudada victoria, a ratos se ahoga en el puro manierismo. Aún así, la paciencia y el empeño son dos buenos aliados. Para terminar de comprender este viaje, y poder seguir amándolo.
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