RETROSPECTIVAS
GEORGE HARRISON. All Things Must Pass.
Joyas de los setenta (2ª parte).
Centrémonos en otro ex Beatles. En el Beatle de la sombra, el esquinado. Sí, Lennon y McCartney eran los dueños y anfitriones, pero la aportación del bueno de George al fenómeno no puede obviarse alegremente. Aunque de lo que toca hablar es de su obra magna, de su apología en tres actos, de la ambición hecha carne en este “All Things Must Pass” (70). Concebido en sus orígenes como un álbum triple, un órdago en la época. Un disco que refleja todo un amanecer post-beatleiano, el esplendor de un compositor extraordinario, una coronación bien ganada. Absolutamente a lo grande. Con lujosas invitaciones y colaboraciones (Ringo Starr, Eric Clapton, Ginger Baker, Dave Mason, Bob Dylan, Phil Collins…). Y con la magnificente batuta de Phil Spector, apuntando al epicentro de un terremoto. Su impronta es notoria, especialmente en temas como “Wah-Wah” o “Let It Down”, recargadas, ampulosas, rebosantes.
Un disco de múltiple tributo: al amor, al miedo, a la religión. Un disco cuyas canciones rebosan magia, desplegando sus alas hacia el cielo del subconsciente, vertiendo polvos mágicos en la cabeza, elevando el estado de ánimo hasta un nivel si no óptimo, sí aceptable. Entre las más efectivas cabría citar la cálida y archiversionada “Isn´t It a Pity?”, donde también se siente la mano de Spector levantando un muro de belleza instrumental que se funde con una de las melodías más hermosas de la historia. Efectos lisérgicos también consiguen “I´d Have You Anytime” (co-escrita con Dylan), la muy country “Behind That Locked Door” o la profunda “Beware of Darkness”. Y efectos de animación extrema llegan de la mano de “Apple Scruffs” y su efervescente solo de armónica, de la luminosa “Ballad of Sir Frankie Crisp”, y cómo no, de quizá la canción estrella del conjunto, santo y seña de Harrison: “My Sweet Lord”. Auténtica o plagio, lo mismo da. Pagana o sacra, también da igual. Su espiritualidad, alegría y extraordinario poder catalizador es lo que cuenta.
“All Things Must Pass” fue remasterizado y reeditado en 2001, poco antes del fallecimiento del autor. A fuer de ser estrictos, esta crónica se basa en esa reedición. En ella aún se conserva el sabor y contenido de la primera grabación, incluyendo aquel tercer acto experimental de sesiones de blues con amigos (“Apple Jam”). También se incluyen nuevas versiones acústicas de temas como “Beware of Darkness” o “Let It Down”, así como la novedosa “I Live for You”, abandonada en las sesiones originales y salvada para la ocasión. Un compendio reformateado para perpetuar uno de los discos más loados de todos los tiempos. Excelso. Inalcanzable. Punto de referencia en el horizonte.
www.georgeharrison.com
Joyas de los setenta (2ª parte).
Centrémonos en otro ex Beatles. En el Beatle de la sombra, el esquinado. Sí, Lennon y McCartney eran los dueños y anfitriones, pero la aportación del bueno de George al fenómeno no puede obviarse alegremente. Aunque de lo que toca hablar es de su obra magna, de su apología en tres actos, de la ambición hecha carne en este “All Things Must Pass” (70). Concebido en sus orígenes como un álbum triple, un órdago en la época. Un disco que refleja todo un amanecer post-beatleiano, el esplendor de un compositor extraordinario, una coronación bien ganada. Absolutamente a lo grande. Con lujosas invitaciones y colaboraciones (Ringo Starr, Eric Clapton, Ginger Baker, Dave Mason, Bob Dylan, Phil Collins…). Y con la magnificente batuta de Phil Spector, apuntando al epicentro de un terremoto. Su impronta es notoria, especialmente en temas como “Wah-Wah” o “Let It Down”, recargadas, ampulosas, rebosantes.
Un disco de múltiple tributo: al amor, al miedo, a la religión. Un disco cuyas canciones rebosan magia, desplegando sus alas hacia el cielo del subconsciente, vertiendo polvos mágicos en la cabeza, elevando el estado de ánimo hasta un nivel si no óptimo, sí aceptable. Entre las más efectivas cabría citar la cálida y archiversionada “Isn´t It a Pity?”, donde también se siente la mano de Spector levantando un muro de belleza instrumental que se funde con una de las melodías más hermosas de la historia. Efectos lisérgicos también consiguen “I´d Have You Anytime” (co-escrita con Dylan), la muy country “Behind That Locked Door” o la profunda “Beware of Darkness”. Y efectos de animación extrema llegan de la mano de “Apple Scruffs” y su efervescente solo de armónica, de la luminosa “Ballad of Sir Frankie Crisp”, y cómo no, de quizá la canción estrella del conjunto, santo y seña de Harrison: “My Sweet Lord”. Auténtica o plagio, lo mismo da. Pagana o sacra, también da igual. Su espiritualidad, alegría y extraordinario poder catalizador es lo que cuenta.
“All Things Must Pass” fue remasterizado y reeditado en 2001, poco antes del fallecimiento del autor. A fuer de ser estrictos, esta crónica se basa en esa reedición. En ella aún se conserva el sabor y contenido de la primera grabación, incluyendo aquel tercer acto experimental de sesiones de blues con amigos (“Apple Jam”). También se incluyen nuevas versiones acústicas de temas como “Beware of Darkness” o “Let It Down”, así como la novedosa “I Live for You”, abandonada en las sesiones originales y salvada para la ocasión. Un compendio reformateado para perpetuar uno de los discos más loados de todos los tiempos. Excelso. Inalcanzable. Punto de referencia en el horizonte.
www.georgeharrison.com
1 comentario:
Pensaba que se notaría cierta ironía en el comentario editorial.Yo tan solo utilizo las redes sociales para la música y tengo que reconocer que se ha convertido en una potente herramienta a la hora de crear una comunidad (que no tribu, que ya llevamos muchos siglos buscando el pensamiento individual como para volver a las cavernas) con un objetivo concreto. Para lo demás nada.
Los que ya pasamos de los cuarenta sabemos que incluso había vida antes del teléfono movil.
Un afectuoso saludo.
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