03 junio 2010

CONCIERTOS

PRIMAVERA SOUND 2010

Sábado: descubrimientos, magia y más nostalgia.

El día de clausura de esta décima edición del PS empezaba con un accidental descubrimiento, tras la siesta reventada por una inoportuna radial. REAL ESTATE (foto 1) no son la mitad de Sunny Day Real Estate ni mucho menos. Unos desconocidos de New Jersey con brillantes canciones (especialmente simpática “Fake Blues”), herederos del pop más elegante de los ochenta. Sombras de Felt o The Triffids asomaron la cabeza en el Pitchfork, y esas nítidas y envolventes guitarras regalaron uno de los momentos más placenteros del festival. Tras ellos era el momento de acercarse a comprobar si DR. DOG (foto 2) serían capaces de justificar su programación de honor en el San Miguel. Sin demasiado público, algo de agradecer tras dos días de caos humano, la “banda favorita de Jeff Tweedy” cumplió, dejando buen sabor de boca. Primero: porque funcionan a tope de rendimiento, dejándose la piel. Segundo: porque tienen algunas canciones (aunque no todas) de toma pan y moja, y cito “The Old Days”, “Army of Ancients” y “Shadow People”. El vozarrón de Toby Leaman maravilló (debería cantarlas todas él), especialmente en sus virajes más blueseros.

A continuación tocaba peregrinación al Auditori, para intentarlo con RODDY FRAME (foto 3). Casualmente el sábado no había colas ni masificación, vía despejada y un recinto algo desangelado. Lo cual tiene delito, si consideramos que VAN DYKE PARKS daba los últimos coletazos a un concierto que debió ser mágico, tan mágico como una retrospectiva por todos los géneros populares de varios siglos. Como un regalo venido del cielo, pudimos asistir a un par de piezas, saborear un cachito de esa magia, conectar brevemente con la genialidad de todo un nombre y con la humanidad de todo un hombre. Viejo (lo dice él, no yo) pero entrañable. A continuación Roddy Frame conquistaba el escenario con la única compañía de sus guitarras (y una armónica). Y cómo suenan esas guitarras. O mejor dicho, cómo las hace sonar. Hace un par de años su dote eléctrica nos hizo vibrar acompañando a otro gran escocés, Edwyn Collins. Esta vez era el momento de la acústica. Fue un placer recuperar a Aztec Camera (emotivas “Black Lucia”, “Bigger Brighter Better” y “Oblivious”) o sentir el brillo desnudo del magnífico “Surf” (“Over You”, “Surf”). Si no puedes con la adversidad (¿nadie le entendió cuando pedía un cambio de foco?) únete a ella, échale bemoles y evoca el espíritu de Johnny Cash.

De nuevo al aire libre, el momento más deseado del día llegaba bajo el alias GRIZZLY BEAR (foto 4). Hace tres años eran unos absolutos desconocidos, una rara avis haciendo música de cristales y porcelana. Entonces deslumbraron en el ATP ante poco público, antojándose solo aptos para sensibilidades extremas. Pues bien, su acelerado avance hacia el éxito sorprende. En esta ocasión demostraron que están en posición de llenar un escenario grande. Y para más inri, la gente conoce sus canciones. Su momento ha llegado, y ante tanto interés desperdiciado en hypes insulsos, es de celebrar que las curiosidades se dirijan masivamente hacia este tipo de música. Música de belleza indescriptible, de matices infinitos, de coordinación (instrumental y vocal) perfecta. Música que se escucha, se ve, se toca, se siente. Música que gana robustez en directo (se dejaron las guitarras acústicas en casa, de ahí la extraña disección de “On a Neck, On a Split”), tan pronto acariciando suavemente (“Knife”, “Ready, Able”) como rascando con uñas afiladas (“Lullabye”, “Fix It”). Al fin un grupo que llega dentro, muy dentro. Con la sensación de bienestar inyectada en vena por el oso, los pies se dirigen solos al escenario San Miguel. Es hora de experimentar otro ataque de nostalgia, de viajar atrás en el tiempo con uno de nuestros discos favoritos de los 90: “Some Friendly” de THE CHARLATANS (foto 5). Posiblemente el destino conciertil hubiera sido otro de no haber mediado esta obra. Pero himnos como “You´re Not Very Well” y “The Only One I Know” se resisten estoicos a la decadencia, sonando igual de verticales y directos (o más) que en su génesis. Con Tim Burguess cumpliendo años pero recuperando el look juvenil, los de Manchester confirmaron una gran noticia: que aún gozan de buena salud. Hubo concentración, actitud y sudor en el escenario. Hubo diversión, locura y alegría debajo de él. Nada en el disco homenajeado tiene desperdicio, pero “Believe You Me”, “Flower” y “Sproston Green” fueron vomitadas con la chulería y elegancia que solo ellos saben poner en práctica. La montaron y gorda.

Y como la fiesta llama a la fiesta, LIQUID LIQUID (foto 6) se presumían un plato ideal de continuidad para la noche. Degustados apenas media hora, estos iconoclastas neoyorquinos, excelsos pioneros de un estilo no muy bien definido (¿kraut-calypso?) parametrizaron su extraño arte con eficacia, arrastrando a la masa al hedonismo y al baile. Un manual teórico-práctico de ritmos y percusiones como reactores de espasmos. Su aureola de maestros obligaba a dedicarles al menos un ratito. Tras lo cual, y sin saber muy bien las razones y porqués, tocaba el turno de PET SHOP BOYS (foto 7). Incluidos en la agenda por inercia o inquisición, el caso es que de repente estábamos allí, frente al escenario de cubos de colores, viendo como Neil Tennant y Chris Lowe salían no se sabe cómo de no se sabe dónde, marcándose el primer hit: “Heart”. Y entonces me acordé de esa mítica frase de Milhouse en un episodio de los Simpsons: “¡Hagámos locuras al estilo Broadway!”. Pues eso hicieron. Empezar con las nuevas y cantearse hacia las viejas más tarde, en medio de un maremágnum de disfraces, efectos geométricos y coreografías de Fama. “Left to my Owndevices”, “Always on my Mind” o “It´s a Sin” siguen teniendo gancho, pero “Suburbia” o “What Have I Done to Deserve This?” ya huelen un poquito a carne en descomposición. “Go West” y “Se a Vida É” no hay quien se las trague. Del “Viva la Vida” de Coldplay ni nos enteramos, más concentrados en encontrar un baño sin cola. Lo mejor con diferencia, los bises: “Being Boring” (sobria y sin bailarines) y “West End Girls” (definitivamente, la mejor de su historia). Hay que reconocerles el mérito de haber sobrevivido a los cambios de onda con absoluta dignidad y su efectivo rol como animadores y entertainers. Pero dejémos el veredicto de su relevancia actual en manos de los expertos. Después de tres días de tanta emoción e intensidad, los cuerpos y las mentes ya no dan para más.






02 junio 2010

CONCIERTOS


PRIMAVERA SOUND 2010

Viernes: arte, glamour y terremoto.

La jornada del viernes comenzó bien pronto, en la larguísima cola de acceso al Auditori y rezando el rosario para poder ver a OWEN PALLETT (foto1). Las plegarias fueron atendidas, y hasta el bueno de Owen tuvo el detalle indirecto de esperar a que sentáramos el culo en la butaca, retrasando su aparición unos minutos. Mereció la pena. El Vivaldi moderno ofreció tal lección de oficio, de belleza y de control que desató ovaciones en pie, a las que hubo de responder con un bis. Este chico es un genio y probablemente no lo sabe. Lo dice a gritos su forma de construir pieza a pieza las canciones, de coserlas con mimo a pequeñas puntadas para luego desintegrarlas dejando polvo brillante en el aire. Lo hizo a la perfección con “Keep the Dog Quiet” y “Lewis Takes Off His Shirt”. Emocionó hasta lo imposible explotando las mil posibilidades de su violín, primero en su comienzo con “E Is for Estranger”, después con “This Is the Dream of Win & Regine” y “Many Lives -> 49 MP””. Y llenó el escenario como un monstruo (con un solo acompañante ocasional a la guitarra y percusiones), el monstruo sensible y virtuoso que es. Arte en estado puro. Como arte vino después, aunque en formato diferente. Hope Sandoval pasa por tener difícil carácter, así que lo de prohibir las fotos en su actuación tampoco pilló por sorpresa. De todas formas, no era el ambiente ideal para la instantánea. En absoluta penumbra, HOPE SANDOVAL & THE WARM INVENTIONS invitaron a dejar las manos quietas, a relajar el músculo y a volar. A volar por las autopistas aéreas de la perfección, del minimalismo pulcro, cuidado hasta el extremo. Canciones de honda delicadeza, cromadas por armónicas y vibráfonos y tapizadas por la voz susurrante y quebradiza de la diva, luciendo pose adivinada en medio de la oscuridad. “Blanchard”, “Thinking Like That” y “Suzanne” pusieron el corazón en la glotis. “For the Rest of Your Life” desató una tormenta virulenta entre tanta calma y distinción. De lujo.

Como lo de Low ya se antojaba misión imposible, había que buscar plan alternativo. Y el plan se llamó SCOUT NIBLETT (foto2), fallida una primera vez (Primavera Sound 2008), fallida una segunda vez (Primavera Club 2009), merecedora de una oportunidad definitiva. Gran elección. Tras la amargura visceral de sus temas (“we´re all gonna die, we don´t know when, we don´t know how”), tras la rabia de su guitarrazo y patada al suelo, tras el fuego cristalino de su voz, aparece una mujer todo sonrisas. Impactó a las seis cuerdas, pero desbordó con las baquetas. Y su compañero en escena (estupendo baterista, sí señor) contribuyó a dar vida al repertorio y a espolearla sin control. A continuación tocaba estrenar el remoto escenario Vice, dotado en esta ocasión de todos los servicios disponibles (gradas, comida, bebida, venta de tickets) en un ejercicio plausible de integración con el resto del festival. Allá finiquitaban su set Thee Oh Sees, de forma contundente, al más puro estilo de compañeros de cartel mucho más sonados, como Wire o The Fall. Tras ellos tocaba el turno de CONDO FUCKS (foto 3). Plato obligatorio, claro. Ya son como de la familia. Conociendo su ingenio y sentido del humor, la espectación era máxima. Algunos esperaban disfraces, otros gracietas del tipo “vamos a tocar una versión de Yo la Tengo”, pero no. Apresurados, con el mismo look de siempre, con dos guitarras y batería, se marcaron 45 minutos de versiones sin pausa ni parpadeo, y abandonaron haciendo mutis por el foro. Recorrieron todas las carreteras del rock garagero en una lección de aúpa, pero muy en el fondo supieron a poco.

Turno para WILCO (foto 4). Aunque haya cosas muy interesantes a la misma hora, la solvencia de Jeff Tweedy y los suyos atrae como un imán. Siempre es un placer volver a escuchar “I´m Trying to Break Your Heart” (sonó, aunque fatal), “A Shot in the Arm” (sonó), “Impossible Germany” (sonó), “Handshake Drugs” (sonó) o “War on War” (no sonó). Y siempre es un placer deleitarse con la rabia percutora de Glenn Kotche y los punteos imposibles de Nels Cline (el guitar hero absoluto del festival). El nivel llegó a la cumbre, como habitualmente, pese a los problemas técnicos en los primeros temas. No obstante, deberían evitar colar baladas a traición tras frenesíes del calibre de “Bull Black Nova”. Cada vez sorprenden menos, pero siguen siendo únicos e imbatibles. Y del presente en forma de rock de raigambre al recuerdo en forma de pop vodevilesco. O de Wilco a MARC ALMOND (foto 5). Es lo que tienen los festivales, viajes increíbles en el estilo y el tiempo. En un semidesierto escenario Ray Ban, el exlider de Soft Cell, leyenda indiscutible de la new wave, hizo lo que sabe: cantar creyéndose lo que hace, sin importarle que muy pocos crean ya en él. Comenzar con “Tears Run Rings” fue un detalle de quitarse el sombrero. El británico, sin perder un ápice de glamour pese a la edad, desgranó temas de todos los puntos de su carrera, acompañado por una solemne banda de músicos curtidos y curados. Sonaron clásicos (“Glorious” o “Brilliant Creatures”), temas nuevos de inminente publicación (“Nijinsky Heart” y “Variety”) y, por supuesto, la omnipresente “Tainted Love”. Poco eco para un show tan impecable.

¿Y dónde estaba todo el mundo?. Pues evidente: esperando a los PIXIES (foto 6). Ya van tres intentonas y perdura la misma sensación: imposible conseguir ver a esta gente en condiciones, saborearlos, disfrutar de esas canciones que, como las de Pavement, marcaron una época. Se arroja la toalla. Sin posibilidad de reacción ni dominio de la situación, la hambrienta marabunta engulle la voluntad de un bocado. ¿Qué está pasando en el escenario?. La atención queda diluida, hay que cuidar de los pies, las costillas y las gafas. Sí, ahí suenan “Bone Machine”, “Monkey Gone to Heaven”, “Hey”, “Debaser”, “Planet of Sound”… allá, a lo lejos, como un eco. El terremoto humano al fin ha conseguido que los cimientos de la ilusión Pixies se vengan abajo. Así que, en el momento de respiro de “Caribou” comienza la huida, lejos del caos, hacia el desierto, hacia el aire puro, al autobús de regreso a casa. Pixies: nunca mais.






01 junio 2010

CONCIERTOS

PRIMAVERA SOUND 2010

Jueves: lluvia, cameos y guitar heroes.

El Primavera Sound ha cumplido 10 años. Y no ha podido hacerlo con mayor contundencia. Allá por la edición del 2007 y en este mismo espacio, expresábamos el miedo soterrado a su mutación en un nuevo FIB. Pues bien, ese día ha llegado. Porque nunca Barcelona recordó tanto a Benicasim, al menos en lo que a afluencia de público se refiere. Este año el PS bate su récord mundial de visitantes y deja una interrogante abierta: ¿qué será lo próximo?. La experiencia sobrevenida del vecino castellonense siembra el terror. Sin embargo, este es un festival diferente y sus ideólogos parecen tenerlo claro. Y sobre todo, este es un festival en el que pasan cosas especiales, emocionantes e incapaces de vivirse en ningún otro lugar del planeta. Visiones que se extienden como sueños ante los ojos, como pequeñuelos batiendo palmas con las canciones de Wilco, caras de felicidad desgranando al dedillo las letras de ¡Liquid Liquid!, padres talluditos e hijos adolescentes unidos por una camiseta de Pixies, auditorios rebosantes de humanidad a las malditas 4 de la tarde. No, no estamos locos: la buena música nos une. Y aunque algunos echáramos de menos alguna superaparición de aniversario (Neil Young dejó el listón demasiado alto), uno siempre sale de este festival plenamente satisfecho, y van siete de las diez. Aunque Mission of Burma, Tortoise, Low, Wire, The New Pornographers, Gary Numan o Lee “Scratch” Perry escribieran el triste cuento de cada edición: el del precio de lo imposible.

Empecemos con la jornada del jueves. Justo a tiempo para asistir al festín de psicodelia grasienta de SIC ALPS (foto 1) en formato trío. Un buen directo que deja asomar su lado más accesible, ese que tanto se resiste en sus sucias y enrevesadas grabaciones. Huelen a años setenta. Mike Donovan: primer candidato a guitar hero del festival. Descargas de energía instantáneas como “Bells” pusieron el motor a punto para viajar al escenario ATP, previa parada en el San Miguel. Allí estaban Bis, después de 11 años. Del paso de tanto tiempo cabe extraer dos conclusiones: que Steven y John se han quedado calvos desde entonces y que “Eurodisco” sigue siendo un solemne hit sin fecha de caducidad. La chapa a cal y canto del ATP (The Books fueron aplazados hasta el hueco dejado por los caídos Seefeel) y las bondades del destino, permitieron asistir a un reencuentro muy emotivo: THE WAVE PICTURES (foto 2). Gusten más o gusten menos, es difícil no divertirse con ellos. En sus canciones y en sus inocentes pintas de universitarios irradian simpatía. Y sobre todo, saben tocar y saben involucrar, y a “Now You Are Pregnant” y “Strange Fruit for David” me remito. Dave Tattersall, como de costumbre, volvió a marcarse unos solos de bandera. Otro guitar heroe como un piano. Y tras este conciertón no programado, uno programado muy a conciencia: THE FALL (foto 3). El discurso del amenazante, ceñudo y casi hitleriano Mark E. Smith siempre es el mismo. Las descargas metálicas de su infinita creación se recrean gemelas en el tiempo y el espacio. Por eso quizá su concierto en 2010 pareció el mismo que el del 2007, pese a ser totalmente diferentes. Tras tantos años en la pomada y tantos discos es imposible seguirles la corriente. Quizá a la próxima deberían retroceder todavía un poquito más, acordarse de “Mr. Pharmacist”, “Big New Prinz”, “Jerusalem” o “Cruisers Creek”. ¿Por qué no?.

Con las primeras gotas de lluvia de la noche es hora de llenar el estómago y de echar un vistazo simplemente curioso a The XX. Lo que son las modas y la cantidad de gente que las sigue. Posiblemente el grupo que más público congregara en el escenario Ray-Ban (¿qué clase de sacrilegio es cambiarle el nombre al Rockdelux de toda la vida?). De tantas maravillas escritas sobre ellos, de las comparaciones (odiosas, por cierto) con Cocteau Twins, del ensalzamiento de su álbum como gran esperanza british. O tengo otros gustos, o soy tonta o no me entero. Que me crucifiquen los modernos si quieren, pero The XX son un grupo del montón, de ese gran montón de cosas que no emocionan, no innovan, no dicen nada. Me piro a ver a SUPERCHUNK (foto 4), que a estas alturas de la película tampoco innovan ni dicen gran cosa, pero que al menos transmiten energía. Aunque tras 10 años suenen igual de rancios que Smashing Pumpkins o Dinosaur JR (corren otros tiempos), el esfuerzo de Mac McCaughan (tercer guitar heroe del día) y sus compañeros se agradece, como también se agradece poder degustar con fruición alguna perla algo más masticable, “Driveway to Driveway” por ejemplo. Tim Harrington de Les Savy Fav berreó un rato con ellos, protagonizando el primero cameo de la velada.

Volando de nuevo al Ray Ban para asistir quizá al mejor (con permiso de Pavement) show de la noche. BROKEN SOCIAL SCENE (foto 5) tiene caché de banda de notoria rotundidad, y vaya si lo demostraron. Al completo, todos a una como Fuenteovejuna. Si no fuera porque el sonido del anfiteatro volvió a dejar que desear (según ubicación física y dirección del aire, reza para que se oiga) y por la inoportuna lluvia, podría decirse que fue el concierto perfecto. Los canadienses son un prodigio escénico, un universo de estrellas en constante rotación, puro alquimismo pop-rock. Y la presencia de Kevin Drew y Brendan Canning abruma. En la parcialidad también influye que toquen todas tus favoritas, claro: desde “Texico Bitches” o “Sweetest Kill” de entre las recién paridas, hasta “Stars and Sons”, “Fire Eyed Boy” o “Cause=Time” de entre las clásicas. Por si fueran pocos se hicieron acompañar de algunos ilustres invitados, como Spiral Stairs (favor devuelto por Kevin Drew más tarde) y Owen Pallett. Sublimes.

Y llegó el momento de la nostalgia, los recuerdos de la mítica adolescencia. PAVEMENT (foto 6) fueron el grupo de cabecera de muchos viajes existenciales en el pasado. La gran mayoría ya no contábamos con verlos, pero ay, ¿quién puede resistirse a la oscura magia del revival?. Al igual que los Pixies, quizá hayan llegado para cobrar y volar. Pero no puede negarse que han reaparecido en extraordinaria buena forma, que siguen estando un poco majaretas (especialmente Bob Nastanovich, qué espectáculo), siendo capaces de ofrecer la misma sensación de frescura y jovialidad de hace una década. Y aquellas canciones retorcidas y bizarras, cargadas de incógnita e improvisación, de sarcasmo y payasada, se revelan ahora como lo que fueron entonces: himnos de un deseo oculto de escupir al mundo. “Quarantine The Past” (2010) ha recopilado sus éxitos para la ocasión y en hilera fueron desfilando todos, brillando especialmente las de aquel imposible “Wowee Zowee” (95): “Rattled by the Rush”, “Father to a Sister of Thought”, “Grounded”, “We Dance”, “Fight this Generation”. En su día (los días en que ir a un concierto era una utopía) nos preguntábamos cómo serían en vivo. Ha tenido que llover mucho para poder comprobarlo, asistir a las travesuras y malabarismos de Stephen Malkmus con su guitarra (guitar hero inclasificable) y verificar que aquellas canciones quieren y pueden sonar a gloria.