CONCIERTOS
YO LA TENGO. Madrid. La Riviera. 13-3-2010.
La banda sonora de nuestras vidas.
No hay cosa más difícil en este mundo que abordar la crítica de un grupo al que has visto tantas veces. El riesgo es alto y el repertorio de elogios ingeniosos exánime. La última fue la del Primavera Sound 2009. La penúltima en 2006 y cerrando aquella crónica sentenciábamos: “Moraleja: la próxima vez que vengan por aquí pagaremos el precio de otra entrada. Matemático”. Y las matemáticas no fallan. Los de Hoboken merecen cualquier esfuerzo (económico, físico, turístico) porque a cambio dan algo que empieza a alejarse de la mera música, aproximándose al ámbito personal, espiritual, cotidiano. Sobre el escenario está claro lo que son: un trío de currantes, un equipo coordinado y polivalente, una maquinaria perfecta. Pero fuera de él son algo más, mucho más. Es curioso cómo el tiempo consigue endiosar, enrarecer y avinagrar a algunos. Ellos no, ellos deben estar hechos de otra pasta. Porque la película se repite tres años después. Vuelven a mezclarse con su público, a repartir amabilidad, paciencia y simpatía, y ni los empleados de La Riviera (sí, imbéciles, vosotros nunca comprenderéis lo que esta gente ha hecho por nosotros) pueden impedir con su despotismo demencial que Ira nos regale una foto. Porque él quiere darnos ese gusto, y punto.
Y es que Yo la Tengo siempre dejan la misma impronta en la fibra, esa sensación de desequilibrio entre el dinero-aplauso dado y el producto recibido. Y aunque los hayas visto dos, tres, seis, millón y medio de veces, siempre son capaces de ofrecer algo nuevo. Y aunque hayas visto interpretar la misma canción en tantas ocasiones, aunque ya conozcas todos los trucos y tics (“Stockholm Syndrome y “Tom Courtenay” volvieron como un sueño recurrente), puedes disfrutarlas de nuevo, sacarles otro sabor, exprimir las últimas gotas de ese jugo interminable. Bien es cierto que siempre esperamos escuchar aquellas, las de siempre, las que nos han acompañado durante tantos años, las que conocemos de memoria porque forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Esas grandes “Autumn Sweater” (qué exhibición de Georgia y James percutiendo, otra vez), “Big Day Coming” (qué exhibición de Ira a las maracas, entre el público, otra vez) o “Sugarcube” (qué exhibición, sin más). Aunque si de exhibiciones hay que hablar, hablemos de “Blue Line Swinger”, de la magia concentrada en sus muchísimos minutos, del dolor de la tensión de una cuerda, de la poesía de un riff solitario o del vértigo de la velocidad descabellada. Qué gran canción y qué sensación de agotamiento, de liberación, de ganas de decir “basta, ya no más, ya tengo todo lo que quería”.
Tampoco está mal que se acuerden de alguna de aquellas, pero no de las de siempre. Esta vez hicieron una lectura diferente de “Double Dare”, acompañada de “Black Flowers” y “When It´s Dark” como parte de un precioso set acústico intermedio, seguido en la más absoluta solemnidad. Sobre las novedades: aunque “If It´s True” y “Here to Fall” sin orquestar quedan relativamente huérfanas, “More Stars Than There Are In Heaven”, “Periodically Double or Triple” y “Nothing to Hide” ganan, crecen y arrasan cada una en su estilo. Y como no podía ser de otra forma, hubo versiones: un órdago sorprendente al “Ant Music” de Adam & The Ants, con James erigido en gran capitán; o la dulce “Dive for Your Memory” de The Go-Betweens, con recordatorio para aquel memorable concierto que compartieron ambas bandas en la fenecida Aqualung en 2003. Casualidad: allí descubrimos la catarsis de Yo la Tengo en directo. Fue el principio de un amor que madura con los años, que se afianza con los reencuentros y que promete ser eterno. Inmensos.
www.yolatengo.com
La banda sonora de nuestras vidas.
No hay cosa más difícil en este mundo que abordar la crítica de un grupo al que has visto tantas veces. El riesgo es alto y el repertorio de elogios ingeniosos exánime. La última fue la del Primavera Sound 2009. La penúltima en 2006 y cerrando aquella crónica sentenciábamos: “Moraleja: la próxima vez que vengan por aquí pagaremos el precio de otra entrada. Matemático”. Y las matemáticas no fallan. Los de Hoboken merecen cualquier esfuerzo (económico, físico, turístico) porque a cambio dan algo que empieza a alejarse de la mera música, aproximándose al ámbito personal, espiritual, cotidiano. Sobre el escenario está claro lo que son: un trío de currantes, un equipo coordinado y polivalente, una maquinaria perfecta. Pero fuera de él son algo más, mucho más. Es curioso cómo el tiempo consigue endiosar, enrarecer y avinagrar a algunos. Ellos no, ellos deben estar hechos de otra pasta. Porque la película se repite tres años después. Vuelven a mezclarse con su público, a repartir amabilidad, paciencia y simpatía, y ni los empleados de La Riviera (sí, imbéciles, vosotros nunca comprenderéis lo que esta gente ha hecho por nosotros) pueden impedir con su despotismo demencial que Ira nos regale una foto. Porque él quiere darnos ese gusto, y punto.
Y es que Yo la Tengo siempre dejan la misma impronta en la fibra, esa sensación de desequilibrio entre el dinero-aplauso dado y el producto recibido. Y aunque los hayas visto dos, tres, seis, millón y medio de veces, siempre son capaces de ofrecer algo nuevo. Y aunque hayas visto interpretar la misma canción en tantas ocasiones, aunque ya conozcas todos los trucos y tics (“Stockholm Syndrome y “Tom Courtenay” volvieron como un sueño recurrente), puedes disfrutarlas de nuevo, sacarles otro sabor, exprimir las últimas gotas de ese jugo interminable. Bien es cierto que siempre esperamos escuchar aquellas, las de siempre, las que nos han acompañado durante tantos años, las que conocemos de memoria porque forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Esas grandes “Autumn Sweater” (qué exhibición de Georgia y James percutiendo, otra vez), “Big Day Coming” (qué exhibición de Ira a las maracas, entre el público, otra vez) o “Sugarcube” (qué exhibición, sin más). Aunque si de exhibiciones hay que hablar, hablemos de “Blue Line Swinger”, de la magia concentrada en sus muchísimos minutos, del dolor de la tensión de una cuerda, de la poesía de un riff solitario o del vértigo de la velocidad descabellada. Qué gran canción y qué sensación de agotamiento, de liberación, de ganas de decir “basta, ya no más, ya tengo todo lo que quería”.
Tampoco está mal que se acuerden de alguna de aquellas, pero no de las de siempre. Esta vez hicieron una lectura diferente de “Double Dare”, acompañada de “Black Flowers” y “When It´s Dark” como parte de un precioso set acústico intermedio, seguido en la más absoluta solemnidad. Sobre las novedades: aunque “If It´s True” y “Here to Fall” sin orquestar quedan relativamente huérfanas, “More Stars Than There Are In Heaven”, “Periodically Double or Triple” y “Nothing to Hide” ganan, crecen y arrasan cada una en su estilo. Y como no podía ser de otra forma, hubo versiones: un órdago sorprendente al “Ant Music” de Adam & The Ants, con James erigido en gran capitán; o la dulce “Dive for Your Memory” de The Go-Betweens, con recordatorio para aquel memorable concierto que compartieron ambas bandas en la fenecida Aqualung en 2003. Casualidad: allí descubrimos la catarsis de Yo la Tengo en directo. Fue el principio de un amor que madura con los años, que se afianza con los reencuentros y que promete ser eterno. Inmensos.
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1 comentario:
Yo iba provisto de tapones para los oidos después de la experiencia guitarrera de su anterior concierto en La Riviera, pero esta gente siempre sorprende.
Veremos con que nos regalan en el Primavera con su alterego.
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