23 marzo 2010

RETROSPECTIVAS

THE ELECTRIC PRUNES. The Electric Prunes: I Had Too Much to Dream Last Night.

Joyas de los sesenta (6º parte).

La idea no era ésta. La idea más bien era cambiar de década con el cambio de año. Muchos discos de los setenta esperan agazapados en el recibidor de las retrospectivas, magníficos álbumes que tendrán su momento si la inspiración y la motivación (sí, el blog está de sequía) lo permiten. Pero las páginas del calendario se rebelan, resistiéndose a dejar atrás el crucial periplo de los sesenta, esa música que suena incesantemente en la cabeza, que se escurre entre los dedos, portadora de la verdad en los últimos tiempos. Como la manzana en la cabeza de Newton, así cayó este álbum en estos oídos. Necesarios y trascendentales en cualquier compilación decente que se precie sobre psicodelia de la época (junto a Arthur Brown, Moby Grape, Spirit, Grateful Dead, 13th Floor Elevators y tantos otros), The Electric Prunes se estrenaban, allá por el 67, con una excitante colección de formas y un despampanante recital de estilos. Partiendo de un claro campamento base rockista (“I Had Too Much To Dream (Last Night)”, “Get Me to the World on Time”, “Try Me on for Size”), con añadidura de jugosos Hammond en algunas fases (“Are You Lovin´Me More”). Pero eso es solo el principio, las alas se abren para atrapar un universo entero de influencias: el jazz, el Tin Pan Alley, el vodevil, el soul de las grandes voces negras de los 50. El punch final de “Train for Tomorrow” nos invita a una copa en el Blue Note, el alma de “Onie” a una de las sesiones de los Platters, “Tonnerville Trolley” a un espectáculo de varietés y “Sold to the Highest Bidder” a una merienda folclórica en los Cárpatos. Como postre, la edición en catálogo incluye su sencillo principiante, con la sublime y pegadiza “Ain´t It Hard” como estrella y la no menos rotunda “Little Olive” en la cara B. No es psicodelia todo lo que reluce. Atención, stonianos y doorsistas: apunten este grupo en la lista de clásicos favoritos.

www.electricprunes.net

15 marzo 2010

CONCIERTOS

YO LA TENGO. Madrid. La Riviera. 13-3-2010.

La banda sonora de nuestras vidas.

No hay cosa más difícil en este mundo que abordar la crítica de un grupo al que has visto tantas veces. El riesgo es alto y el repertorio de elogios ingeniosos exánime. La última fue la del Primavera Sound 2009. La penúltima en 2006 y cerrando aquella crónica sentenciábamos: “Moraleja: la próxima vez que vengan por aquí pagaremos el precio de otra entrada. Matemático”. Y las matemáticas no fallan. Los de Hoboken merecen cualquier esfuerzo (económico, físico, turístico) porque a cambio dan algo que empieza a alejarse de la mera música, aproximándose al ámbito personal, espiritual, cotidiano. Sobre el escenario está claro lo que son: un trío de currantes, un equipo coordinado y polivalente, una maquinaria perfecta. Pero fuera de él son algo más, mucho más. Es curioso cómo el tiempo consigue endiosar, enrarecer y avinagrar a algunos. Ellos no, ellos deben estar hechos de otra pasta. Porque la película se repite tres años después. Vuelven a mezclarse con su público, a repartir amabilidad, paciencia y simpatía, y ni los empleados de La Riviera (sí, imbéciles, vosotros nunca comprenderéis lo que esta gente ha hecho por nosotros) pueden impedir con su despotismo demencial que Ira nos regale una foto. Porque él quiere darnos ese gusto, y punto.

Y es que Yo la Tengo siempre dejan la misma impronta en la fibra, esa sensación de desequilibrio entre el dinero-aplauso dado y el producto recibido. Y aunque los hayas visto dos, tres, seis, millón y medio de veces, siempre son capaces de ofrecer algo nuevo. Y aunque hayas visto interpretar la misma canción en tantas ocasiones, aunque ya conozcas todos los trucos y tics (“Stockholm Syndrome y “Tom Courtenay” volvieron como un sueño recurrente), puedes disfrutarlas de nuevo, sacarles otro sabor, exprimir las últimas gotas de ese jugo interminable. Bien es cierto que siempre esperamos escuchar aquellas, las de siempre, las que nos han acompañado durante tantos años, las que conocemos de memoria porque forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Esas grandes “Autumn Sweater” (qué exhibición de Georgia y James percutiendo, otra vez), “Big Day Coming” (qué exhibición de Ira a las maracas, entre el público, otra vez) o “Sugarcube” (qué exhibición, sin más). Aunque si de exhibiciones hay que hablar, hablemos de “Blue Line Swinger”, de la magia concentrada en sus muchísimos minutos, del dolor de la tensión de una cuerda, de la poesía de un riff solitario o del vértigo de la velocidad descabellada. Qué gran canción y qué sensación de agotamiento, de liberación, de ganas de decir “basta, ya no más, ya tengo todo lo que quería”.

Tampoco está mal que se acuerden de alguna de aquellas, pero no de las de siempre. Esta vez hicieron una lectura diferente de “Double Dare”, acompañada de “Black Flowers” y “When It´s Dark” como parte de un precioso set acústico intermedio, seguido en la más absoluta solemnidad. Sobre las novedades: aunque “If It´s True” y “Here to Fall” sin orquestar quedan relativamente huérfanas, “More Stars Than There Are In Heaven”, “Periodically Double or Triple” y “Nothing to Hide” ganan, crecen y arrasan cada una en su estilo. Y como no podía ser de otra forma, hubo versiones: un órdago sorprendente al “Ant Music” de Adam & The Ants, con James erigido en gran capitán; o la dulce “Dive for Your Memory” de The Go-Betweens, con recordatorio para aquel memorable concierto que compartieron ambas bandas en la fenecida Aqualung en 2003. Casualidad: allí descubrimos la catarsis de Yo la Tengo en directo. Fue el principio de un amor que madura con los años, que se afianza con los reencuentros y que promete ser eterno. Inmensos.

www.yolatengo.com

02 marzo 2010

CONCIERTOS

THE SWELL SEASON + JOSH RITTER. Madrid. Heineken. 28-2-2010.

El ciclón Hansard.

Se dice, se comenta, se rumorea que una tormenta perfecta pasó por la Península este fin de semana. Desconozco sus efectos colaterales; es lo que tiene vivir en un mundo paralelo, desinformado pero feliz. Aunque dudo mucho que esa tormenta alcanzara la fuerza de este fenómeno ciclópeo y devastador llamado Glen Hansard, espíritu impulsor y animador de una cosa que empezó siendo una peli independiente, pasó a ser varias cancioncillas agradables (una de ellas con Oscar), se convirtió en un disco, luego en una banda y ahora en un monstruo. Sí, vaya, un monstruo capaz de aglutinar fervores hasta la fecha desconocidos, de llenar hasta la bandera la sala Heineken y ponerla patas arriba. Y es que The Swell Season pueden gustar a cualquiera: al folky amante de las guitarras acústicas, al romanticón que lagrimea con las baladas más naif, al popero que se empapa de melodías edulcoradas o al rockero que pide decibelios para el body. A fin de cuentas lo que importa es la actitud. Y la actitud de Hansard, bestia de escenario donde las haya, todo naturalidad y entusiasmo, cautiva hasta al más escéptico, motivando un unánime perdón final por la inconveniencia de tanto speech innecesario. Él solito podría comerse todo el pastel, pero sería injusto no mentar al resto: a la linda y simpática Markéta Irglová, que cumplía años y se llevó “happy birthdays” en diversos idiomas, regalos divinos y una tarta sorpresa; a la plana mayor de The Frames y el solo de violín del increíble Colum, agraciado con momento de protagonismo y gloria; a Josh Ritter, que más que un telonero fue otro eslabón de la cadena; al grandioso Javier Más (recordando a Cohen) preñando de duende “Feeling the Pull” o “Back Broke”; y a esa invitada improvisada que, emergiendo de la audiencia y castañuelas en mano, provocó las ovaciones más divertidas y entrañables de la velada.

Con una dinámica escénica que se agradece sobremanera (rotaciones, apariciones y desapariciones, bromas, invitados y arengas a la participación), el repertorio fluctuó en todas las direcciones posibles, entre la banda sonora de “Once”, sus dos estimables LPs y préstamos ajenos. Cuando Markéta coge las riendas y la guitarra (se explayó en “If You Want Me”, “Fantasy Man” y “I Have Loved You Wrong”) el músculo se relaja y surge un aura mágica, pero nada es comparable a lo de su partenaire. Lo de Glen Hansard (insisto) roza lo épico, como épicas sonaron “The Moon”, “The Rain”, “When Your Minds Made Up” o “High Horses”, con sus crescendos y desenlaces emotivos y electrizantes. Intensidad que Hansard también sabe alcanzar a pelo, solo ante el peligro, como demostró (otra vez, igual que hace dos años en Barcelona) en su espeluznante interpretación de “Leave”. Y en una actitud circense de más difícil todavía, tanto vale meterse en la piel de Van Morrison hincando el diente a “Astral Weeks”, refrescar ideas con el reggae de “The Banana Man” o finiquitar el show con un latigazo de ruido al más puro estilo Spiritualized. Con esa voz tremenda, potencialmente desgarradora, que desafía todas las leyes de la buena lírica. Con esa guitarra ajada de tanto tocar, a la que se le rompen las cuerdas después de casi dos horas y media de darlo todo, absolutamente todo. Normalmente la verdad está en poder de las minorías, pero en esta ocasión la mayoría acertó.

Crónica dedicada a Mary Jo, fan nº 1 de la banda.

www.theswellseason.com