29 noviembre 2009

DISCOS

THE DODOS. Time to Die.

A la caza del animal.

Que The Dodos fueron una de las sensaciones de año pasado, está claro. Que son como los primos hermanos de Animal Collective, también es cierto. Que este “Time to Die” (2009) no supera a su antecesor, el aclamado “Visiter” (2008), es otra verdad como un piano. Vayamos por partes. Los discos de este dúo, ahora transformado en trío, son frescos y penetrantes, pero su verdadero carné de identidad es un directo vertiginoso y epatante, como demostraron en el pasado Primavera Club. Mucho tienen que ver con el colectivo de moda de Baltimore, en el concepto y las formas: melodías inmaculadas, ritmos imposibles, virajes inesperados y un punto de locura juvenil. Aunque The Dodos suenan mucho más nítidos y enfocados, permitiendo el discernimiento de cada instrumento (no utilizan demasiados) con clarividencia absoluta. A veces adolecen de una semejanza exagerada, con tufillo a copieteo: pongan en el reproductor “Two Medicines”, nueve de cada diez oyentes reconocerán erróneamente a Panda Bear y compañía. Si su anterior LP mostraba un abanico interminable de posibilidades, “Time to Die” prescinde de los sugerentes retales de dos minutos de aquel, yendo al grano de la canción bien construida y quizá demasiado indagada. Tras la frenética “This Is a Business” pierde fuelle como un sprinter en alta montaña, solo recuperado en los brotes finales de “A Time to Die”. Pese a todo, se cuentan momentos disfrutables (“Small Deaths” y “Fables” son una delicia) y se presta a la práctica de un deporte de alto riesgo: el de seguir las baquetas erráticas y revolucionarias de ese asombroso portento llamado Logan Kroeber.

www.dodosmusic.net


28 noviembre 2009

DISCOS

THE FLAMING LIPS. Embryonic.

Orfebrería progresiva.

Se dice, se comenta, se rumorea que el próximo proyecto de The Flaming Lips será una revisión completa de “Dark Side of the Moon” de Pink Floyd. Pues mira por donde, todo encaja. Porque los de Oklahoma, resurgiendo de sus presuntas cenizas, se han sacado de la manga toda una sinfonía progresiva, su gran ópera rock. Sorprendiendo a propios y extraños y superando los síntomas de agotamiento, “Embryonic” (2009) los despierta del letargo, erupcionando en los oídos como un volcán, borrando de un plumazo la fantasía y el dibujo animado. Empieza muy Silver Apples, virando después al universo Pink Floyd para acabar sabiendo a Led Zeppelin. Y sin ser un disco (o mejor dicho, doble disco) de canciones, abre y cierra con dos de sus temas más sublimes, rotundos y pegadizos en años: “Convinced of the Hex” y “Watching the Planets”. No, no es un disco de canciones: es un todo, una sucesión de movimientos estudiados y ensamblados donde no sobra casi nada, solo el incómodo punto y coma de “Virgo Self-Esteem Broadcast”. Capas y capas de sonido donde todo tiene su espacio: bajos saturados, pedales wah-wah, arpas, samplers, orquestas enlatadas y artillería electrónica para dar y tomar. Pura obra de orfebrería. Dicen las crónicas que Wayne Coyne, Steven Drozd y Michael Ivins han firmado su mejor disco desde el mítico “The Soft Bullletin” (99). Opinión irrefutable y suscrita desde ya.

www.flaminglips.com


22 noviembre 2009

DISCOS

DOMINIQUE A. La Musique/La Matière.

Gigante infinito.

Aquí está. Otra vez. El bueno de Dominique ha vuelto. Nunca se marchó del todo. Estuvo en la cabeza, rondando con su calva presencia, con sus emotivas franco-historias, en la boca cada vez que se trataba de hablar de la música favorita. Se ha dicho en cientos de ocasiones: el galo es el perfecto sucesor de mitos como Brel o Gainsbourg. Es su mensajero en nuestra era. Pero tiene una personalidad propia, un saber estar, un saber componer, un poder de adaptación que ni los añejos mantuvieron del todo ni los noveles pueden igualar. Dominique es único. Y lo vuelve a demostrar.

Más difícil todavía. Si “L´horizon” (2006) ponía el listón en el Olimpo, aquí la jugada se desdobla, en dos volúmenes relacionados pero independientes. “La Musique” es el disco, “La Matière” es el extra. Pero inspeccionando meticulosamente, la materia gana por la mano a la música, aunque ambos deben comprenderse como el todo de un genio ilimitado. En este doble trabajo el genio muestra todas sus bazas, sus atrevimientos, sus mil y un recursos. Y todo en un solo movimiento, en un grandioso compendio que recoge las travesuras infantiles de “La Fossete” (92), la encarnizada batalla de “Remué” (99) o la poesía intrínseca de “Auguri” (2001). Se adivinan cajas de ritmos, efectos ProTools, cacharros de juguete, sonidos cocinados en 32 pistas de soledad, empleados para iluminar poses elegantes (“Le Sens”, “Les Garçons Perdus”, “Valparaiso”, “Il Ne Dansera Qu´avec Elle”), burbujas asfixiantes (“Qui-est tu?”, “Bel Animal”), latigazos de hardcore al estilo del paisano Michel Cloup (“Je Suis Parti Avec Toi”, “Hotel Congress”, “La Verité”), exquisitos montajes de indietrónica (“L´entretemps”, “Rendez-vous Avec La Matiére”) o piezas de synth-pop rescatadas del olvido ochentero (“La Musique”, “Seul le Chien”). Y eso no es todo: el gigante Dominique también puede sacar de su productiva chistera un tango (“La Fin d´un Monde”), una nana country (“Fatigué”), una cinematográfica balada folk (“Barbara de Kalvalid”) o un poco de folclore gitano con saludo en castellano (“Hasta Que el Cuerpo Aguante”). “La Musique/La Matière” (2009) anuncian en titulares la infinita calidad de un maestro y la inagotable capacidad de un músico conspicuo y mágico. También la tremenda generosidad de un hombre que, en tiempos de escasez, es capaz de dar dos tazas en lugar de solo una.

www.commentcertainsvivent.com

21 noviembre 2009

REPORTAJES


ROCKDELUX. 25 cumpleaños.

Ni contigo ni sin ti.

La revista Rockdelux, santo grial del indie universal, biblia de melómanos alternativos y vademécum de intelectuales varios, cumple este mes 25 años. Y en conmemoración de tal evento su número 278 recoge un resumen de la primera década del nuevo siglo, plagada de esas listas que tanto gustan a Santi Carrillo y compañía. La Rockdelux ya forma parte de nuestra vida cultural y musical. Y pese a abordar al quiosquero con ilusión cada primera semana de mes, y eso un mes tras otro, es imposible concluir quién o qué mueve los hilos. A veces la adoro, a veces la odio. A veces la leo de modo ávido y recalcitrante, a veces paso de ella como si fuera el panfleto de ofertas del Carrefour. A veces aplaudo, a veces discrepo. A menudo le sobran páginas y le falta humildad. A menudo se excede en tecnicismos y en el uso obsesivo de la palabra o etiqueta de moda. A veces las crónicas esperadas llegan demasiado tarde. Últimamente hay demasiadas entrevistas, largas parrafadas llenas de divagaciones pero vacías de contenido. Pero lo que está claro es que, hoy por hoy, es lo que hay. La oferta de buenas publicaciones musicales en nuestro país (tangibles, en papel, en carne) es tan pírrica que la información selecta funciona así, casi en régimen de monopolio. Y muchos, ansiosos de esa información que se puede tocar, que se puede oler, somos esclavos de la marca. Mea culpa por incluir cada mes en mi cesta de la compra los 5,10 euros, que dicho sea de paso, resisten estoicamente los efectos IPC. Así pues, hagamos un pequeño homenaje (también crítica, cómo no) a esta publicación, icono de la resistencia musical nacional escrita, abordando ese ora apasionante, ora desconcertante tomo plateado 278.

Antaño la portada era el reclamo máximo de la RDL cada mes. Si la portada te decía algo la comprabas, si no pasabas. Ahora es bien distinto. Al final el síndrome melomaniaco te arrastra a tragar en primera plana a personajes ciertamente irritantes: Peter Doherty, Carla Bruni, J de Los Planetas, Scarlett Johanson… En sus bodas de plata la RDL hace un repaso a todas las portadas de la década. Y echándoles un vistazo (recuerdo perfectamente las que tengo y las que no) puede uno hacerse una idea de los devaneos de las tendencias en los últimos diez años. Sin embargo, hay dos rotundos vencedores: Tom Waits y Radiohead. Tres portadas, tres. También puede presumir de haber chupado portada Nacho Vegas, con dos propias y una compartida (con la Rosenvinge, of course). Les seguirían Belle & Sebastian, The Magnetic Fields, Primal Scream, The Strokes, Jarvis Cocker, Ira Kaplan y Jack White, con dos cada uno. Y luego están esas portadas para enmarcar, esas a las que dan ganas de besar, por lo oportuno y/o entrañable, las colocadas en el montón de las favoritas: Yo la Tengo (nº 171), PJ Harvey (nº 179), Nick Cave (nº 184), Dominique A (nº 190), Jeff Buckley (nº 201), Smog (nº 210), Joy Division & New Order (nº 229), Lambchop+Yo la Tengo (nº 243), Elvis Perkins (nº 253) o Neil Young (nº 273).

Pasemos a hablar de discos. A la lista de los 100 internacionales de la década se le puede sacar tanto jugo como cuestionarla. Que “Merriweather Post Pavillion” de Animal Collective sea el number one es algo que se hubiera firmado antes de desprecintar la revista, después de tan intensos meses de mimos, alabanzas y cacareos. Los otros 99 muestran un poco de todo, confirmando dos cosas: 1º) que el hip hop y la cultura urbana han ganado páginas y puntos para los redactores en estos años, 2º) que con los clásicos eternos no hay quien pueda (Bob Dylan, Scott Walker, Robert Wyatt, Tom Waits, Lou Reed…). Hay álbumes cuya presencia no admite discusión: “LCD Soundsystem” de LCD Soundsystem, “Third” de Postishead, “Xtrmntr” de Primal Scream, “A Ghost Is Born” de Wilco, “Kid A” de Radiohead, “Funeral” de Arcade Fire, “Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus” de Nick Cave & The Bad Seeds, “Auguri” de Dominique A o Is This It” de The Strokes serían algunos ejemplos. Los hay inmediatamente borrables, aunque no daremos nombres por respeto. Y los hay que están en el lugar de otros que lo merecen más: por ejemplo, ni “Murray Street” es el mejor disco de la década de Sonic Youth, ni “And Then Nothing Turn Itself Inside-Out” el mejor de Yo la Tengo, ni “Yoshimi Battles the Pink Robots” el de The Flaming Lips ni “Rock Action” el de Mogwai; ni “Things We Lost in the Fire” es el mejor de Low, ni “Songs in A&E” el mejor de Spiritualized, ni “Desperate Youth, Blood Thristy Babes” el mejor de TV on the Radio ni “Chore of Enchantment” el mejor de Giant Sand. Pero para gustos los colores. Ya lo dice Santi Carrillo en la editorial: “Cada uno podrá aplicar su factor de corrección particular a las listas en base a sus propias exigencias”. Concedida la prerrogativa, añado a la selección los 25 siguientes:

Amore del Tropico” de The Black Heart Procession
Grinderman” de Grinderman
Woke on a Whaleheart” de Bill Callahan
Let It Come Down” de Spiritualized
Négatif” de Benjamin Biolay
“Elvis Perkins in Dearland” de Elvis Perkins in Dearland
The Shepherd´s Dog” de Iron & Wine
I Am Not Afraid of You and I Will Beat Your Ass” de Yo la Tengo
Ten Stones” de Wovenhand
Gulak Orkestar” de Beirut
Heroes to Zeros” de The Beta Band
Feast of Wire” de Calexico
Walking with Thee” de Clinic
The Coral” de The Coral
Yellow House” de Grizzly Bear
´Sno Angel Like You” de Howe Gelb
Turn on the Bright Lights” de Interpol
R.O.C.K.Y.” de The Married Monk
Friend and Foe” de Menomena
Seventeen Stars” de The Montgolfier Brothers
Close to Paradise” de Patrick Watson
Whip It On” de The Raveonettes
Behind the Music” de The Soundtrack of Our Lives
Return to Cookie Mountain” de TV on the Radio
Fires in Distant Buildings” de Gravenhurst

En cuanto a los 60 discos nacionales, están todos los que son: desde Los Planetas a Atom Rhumba, pasando por Chucho, Nacho Vegas, Manta Ray, Nosoträsh, Sr. Chinarro, Josele Santiago, Refree, Astrud, Migala o Mishima. Toda una década de nombres patrios, tanta cal como arena. Menos mal que no faltan Cuchillo y Nisei.

Al apartado de singles hay que dedicarle un punto y aparte, amén de una colleja como un piano. Incomprensiblemente para una revista que intenta o pretende mostrar un conocimiento alternativo, la elección de canciones cada año supone el regalo de alguna estupidez anti-académica. Incluir en las listas de singles a Beyoncé, Britney Spears y las Ketchup podría tener su gracia en un contexto de humor e incorrección política. Pero los que defienden a la RDL como una publicación seria y centrada se ven bastante incomodados por estas frivolidades. La lista de 15 singles de la década anda en esa lamentable línea: solo se salvan “Hey Ya!” de Outkast, “Losing my Edge” de LCD Soundsystem y “Hard to Explain” de los Strokes. Y quizá, quizá, siendo generosos, “Take Me Out” de Franz Ferdinand.

En lo referente a conciertos, solo estuvimos presentes en cuatro de los que se citan (Devendra Banhart en el Primavera Sound 2004, Portishead en el Primavera Sound 2008 y Neil Young y My Bloody Valentine en el Primavera Sound 2009). En los tres primeros casos hay que corroborar una inclusión acertada. En cuanto a Kevin Shields, sería el gran vencedor en una inventada categoría de “torturas”. También vimos a Edwyn Collins con Roddy Frame y a Leonard Cohen, aunque ambos en Madrid, dos emocionantes momentos de la década sin duda. Y pensando en más conciertos memorables de todos los vividos en estos diez años me vienen a la mente algunos más: Massive Attack, Yo la Tengo, Dyonisos, The Cure, Radiohead, Tindersticks, The Swell Season, Yann Tiersen, Dominique A, Spiritualized, dEUS, Nick Cave & The Bad Seeds, Mogwai, Wilco, Iggy & The Stooges… Han sido tantas experiencias inolvidables (intensa década de directos la nuestra) que es muy difícil hacer un balance objetivo.

Las listas sobre cine y literatura (no todo es música) resultan ciertamente inopinables: los hay que en estos ámbitos no prestamos atención a las cosas del hoy, sino a las del ayer. Pero sienta muy bien encontrar entre las mejores películas joyitas como “In the Mood For Love” de Wong Kar-wai, “Last Days” de Gus Van Sant, “24 Hours Party People” de Michael Winterbottom y los documentales “No Direction Home. Bob Dylan” y “The Devil and Daniel Johnston”. Y también sienta de maravilla encontrar “Blancas Bicicletas” de Joe Boyd entre los mejores libros.

Quizá este número aniversario debería haber incluido también un resumen de los mejores momentos de la revista en sus diferentes secciones. Por ejemplo, la sección “Revisión”, ese magnífico apartado que con criterio exquisito y puntería de francotirador ha ido sacando del baúl de los recuerdos a muchos nombres sagrados en cualquier discografía (The Feelies, Led Zeppelin, Orange Juice, Joy Division, The Cramps, Magazine, Throwing Muses, A Certain Ratio, The Doors, The Sonics, Lee Hazlewood, Van der Graaf Generator, The Stranglers, The Triffids, Japan o Siouxie & The Banshees), arrojando luz sobre la oscuridad y abriendo la puerta de nuevo hacia el hermoso ayer.

Sí, como muy bien relata Pablo Gil en su escalofriante análisis sobre los efectos del “clic prodigioso”, la primera década del siglo ha sido la de la muerte de la industria musical, la de la despersonalización de la creatividad, la del consumo y almacenaje masivo de estímulos sonoros. El mp3 (ese quebradizo capullo, como dice mi amigo Elvis) nos ha atrapado y sometido, sacrificando el romanticismo a cambio del conocimiento impersonal y compulsivo. En este contexto resulta esperanzador observar cómo la RDL sobrevive plena de forma y color (y con su clásico CD mensual), como pieza tangible de un mundo (el musical) que se diluye en formatos milimétricos. ¿Sobrevivirá al auge sin freno de la literatura electrónica y la prensa digital?. Que así sea.

16 noviembre 2009

CONCIERTOS

ELLIOTT MURPHY & THE NORMANDY ALL STARS. Toledo. Círculo del Arte. 14-11-2009.

Descubriendo a un genio.

Elliott Murphy es ese músico que siempre ha ocupado el discreto lugar de la sombra. A la sombra de los grandes del rock, de compañeros de generación y en ocasiones amigos. A la sombra de Bob Dylan, de Bruce Springsteen, de Mark Knopfler o Neil Young. Pero el polifacético señor Murphy no debe dinero a nadie; en su multidisciplinar caminar por una existencia llena de estímulos (negativos, positivos) y como el célebre Johnny Applesed, ha ido arrojando pequeñas semillas en forma de hermosas canciones por acá y por allá. Y esas canciones merecen una escrupulosa atención. Canciones a las que puede etiquetarse de clásico popular con total legitimidad, dispuestas y organizadas para ocupar un lugar de privilegio en la historia. Canciones que en vivo suenan familiares, entrañables y cercanas como si fueran la banda sonora de los actos cotidianos de la vida. Canciones que, compartidas con los amigos visitantes, convierten una noche de sábado en toda una celebración. España en general y Toledo en particular tienen sus cosas; y mientras una marabunta acudía al mismo local una noche antes para ver a Love of Lesbian, solo unos cuantos acudimos a la irresistible llamada del otro tío Murphy. Contados privilegiados en un marco litúrgico incomparable. Si San Vicente levantara la cabeza…

De nuevo se contrasta la teoría: en música, los veteranos son un seguro de caución impepinable. Apenas dos acústicas (idénticas, por cierto), bajo y batería para hacer magia. A la destreza con las cuerdas, intensa voz y dominio de la armónica de Elliott hay que sumar el valor añadido que aportan los Normandy All Stars: Olivier Durand (guitarra), Laurent Pardo (bajo) y Alan Fatras (batería). Interés singular despertó el bueno de Olivier: su tremenda exhibición de guitar hero sureño y sus inverosímiles virguerías dieron un color diferente a cada tema y despertaron la inconfesable adoración de algunos (y de algunas). Y así, entre la satisfacción por el plan bien escogido y el efecto dominante de la música bien hecha, fueron brotando las manzanas. Apareció “Last of the Rock Stars” y dijimos “esta es la nuestra”. Llegó “On Elvis Presley´s Birthday” y nos acordamos de otros Elvis. Sonaron “Come On Louan” y “And General Robert E. Lee” y las canturreamos como si las conociéramos de siempre. Y en medio de los bises las luces se encendieron, la banda se desenchufó y se fundió con nosotros, y pudimos palpar con los dedos “Anastasia”, “Drive All Night” y “Twist and Shout”. Y con nuestras voces nos convertimos en el quinto elemento. Y con eso y “Rock Ballad” terminó la más gratificante de las experiencias y empezó otra: la de comentar la jugada entre risas y alcohol, la alegría compartida con la música aún latiendo en las entrañas y la jurada devoción a un genio descubierto tarde, pero justo a tiempo.

Crónica dedicada a Rous, Mary Jo y Roberto.

www.elliottmurphy.com

04 noviembre 2009

RETROSPECTIVAS

JOAN BAEZ. Joan Baez.

Joyas de los sesenta (5º parte).

Ay, el folk… Reducto de intimidad en medio del caos irresoluble o causa del caos en medio de la desidia creciente. El folk vale para todo: para lanzar el beso o para lanzar la piedra. He aquí la dama de hierro del folk, pieza eterna de imaginería, de culto para los “revolucionatas” del mundo. Los sesenta se estrenaron con las invectivas de una mujer con cara y voz de ángel. El gran Coppini decía que eran malos tiempos para la lírica; yo digo que son malos tiempos para la política. Dejemos a un lado las reivindicaciones, la lucha contra el subterfugio, el lado más pretencioso y politizado del folk. La experiencia nos ha demostrado que el arte no puede más que causar placer, para nada cambiar el curso de los tiempos. ¿Queda algún romántico todavía por ahí?. Si lo hay, que diga algo o calle para siempre. Hablemos de Joan Baez solo como artista. Hablemos de su arte solo como arte. Hablemos de este debú solo como regalo. El mágico regalo de la postal tradicional, del rezo milenario, de la confesión de las entrañas. Qué diantre, el mágico regalo de la música. Esa guitarra punzante. Esa voz que avasalla desde la dulzura. El impacto de la ligereza en “Silver Dagger”, “East Virginia”, “John Riley” y ese himno campestre de manual llamado “All My Trials”. El llanto único del blues en “House of the Rising Sun”. El escozor polvoriento del country en “Wildwood Flower” y “Rake and Rambling Boy”. Y la cruda y calcinante historia que en “El Preso Número Nueve” muestra a la dama al otro lado de la frontera. Quedémonos con la belleza de la dicción, de las notas y los sonidos, con su extraordinario poder catalizador. Busquemos el equilibrio en nosotros mismos, dejemos de luchar contra los demás. Y vivamos de una vez en paz.

www.joanbaez.com