12 julio 2009

RETROSPECTIVAS

MAGAZINE. Real Life.

THE PSYCHEDELIC FURS. The Psychedelic Furs.

Extraños en el FIB.

Quedan escasos días para una nueva edición del FIB, ese festival otrora majestuoso, convertido con los años en territorio comanche fanático-mediático. Ahora las bandas potencialmente interesantes y con crédito artístico son convidados de piedra frente a cabezas de cartel cuestionables, condenadas al ostracismo de escenarios y horarios menores. La edición 2009 no está exenta de cosas apetecibles, pero una vez más el interés sucumbe a la pereza. Magazine y The Psychedelic Furs son dos ejemplos de “extraños en el FIB”. En el pasado hubieran sido reclamos innegables. Ahora pertenecen al grupo de nombres escritos en tipografía pequeña. Y menos mal que alguien ha tenido a bien programar a los segundos en el Verde, convirtiéndolos junto a Paul Weller en lo más decente que pisará el mastodóntico escenario. La actualidad lleva a desempolvar el debú de ambas bandas. Diferentes pero unidas por una época, nacidas ambas al rebufo del punk y reaparecidas en el presente bajo la sospecha que acecha a toda reunión ocasional sin nuevos materiales: la sospecha del oportunismo. Sin embargo, oportunistas o no, está claro que podrían darle una buena patada en el culo a Oasis, Franz Ferdinand y The Killers.

Howard Devoto venía de los Buzzcocks, luego Magazine venían sin duda del punk. Algo de poso quedaba en sus venas, pero “Real Life” (78) tenía otros planteamientos, más abyectos y sosegados. Su ópera prima refleja a la perfección los comienzos de la evolución británica hacia elementos electrónicos (viva el sintetizador), impregnada de un sutil matiz glam de parentesco con David Bowie o Bryan Ferry. “Burst” es ejemplificadora, tan deudora de Bowie que confundiría fuera de contexto. La burbujeante magia sintetizada se pone de manifiesto en temas como “Definitive Gaze” o “My Tulpa” y el poso añejo protopunk en “Recoil”. Disco éste que ofreció dos singles de impresión: “Shot by Both Sides” y “The Light Pours Out of Me”, canciones sempiternas llamadas a ser dos clásicos indiscutibles de la recién inaugurada new wave. Aunque los términos post-punk y new wave en el caso de Magazine se quedan ciertamente cortos: “The Great Beautician in the Sky” y “Parade” apuntaban a una paleta de estilos e influencias mucho más amplia, desde herencias vodevilescas a primeros pasitos del nuevo romanticismo. Pese a su corta vida y discreta relevancia (banda de culto en el más claro sentido de la expresión), firmaron un magnífico primer disco, tratando de tú a tú a coetáneos en boga (The Clash) y allanando el camino a inminentes con ideas similares (Bauhaus).

Por su parte y con la new wave ya calentita, “The Psychedelic Furs” (80) ponía en el mapa de la nueva savia británica a la banda de los hermanos Butler, en un estreno exuberante y absolutamente digno. Faltaba el perfeccionamiento, la imposición de manos, pero sus primeras canciones dejaban ya trazos de su exquisitez en una nueva canalización del rock hacia lo sofisticado, con las impagables notas de saxofón salpicando los nudos de guitarras. Trallazos como “Fall”, “We Love You” y “Pulse” eran el botón de muestra del nuevo viraje adoptado por el punk-rock, que lejos de perder su esencia seminal se pintaba la cara de otra manera. Con canciones de bandera como “Sister Europe” y “Wedding Song”, The Psychedelic Furs empezaban su postulación a banda de credenciales únicas (la hierática y rasgada voz de Richard Butler es una de ellas), personalísima e imprescindible. Casi treinta años después siguen sonando igual de frescos y actuales, para nada pasados de moda.

Magazine tocarán el viernes 17, a las 21:30 en el escenario Fiberfib.com. The Psychedelic Furs lo harán el domingo 19, a las 23:00 en el escenario Verde. El que se los pierda, allá él.

www.myspace.com/magazineofficial


07 julio 2009

REPORTAJES

DANIEL JOHNSTON: ARTE Y DEMONIOS.

La vida más triste jamás contada.

Fin de semana aburrido. No hay nada que hacer. Salvo echar mano del histórico de música-video y vegetar encima del sofá. A veces solo es un pasatiempo más; a veces el documento elegido te parten en dos. La oportunidad trae de nuevo al presente a Daniel Johnston, a través del documental que en 2005 retrató su zozobrante existencia, su impronosticada influencia y la pulsión de una lucha colectiva en pos de su integridad artística y mental: “The Devil and Daniel Johnston”. No es un largometraje musical sin más; es un drama en imágenes, algunas reales y otras muchas recreadas, el drama de un hombre condenado a la enfermedad. Pero también es el retrato de un artista genial y compulsivo, y en definitiva, una romántica visión sobre el desequilibrio y la creatividad, el sufrimiento y el autocastigo.

La película, dirigida por Jeff Feuerzeig, aborda la vida de Johnston desde el principio, desde la génesis misma de sus diferencias con el mundo políticamente correcto y superfluo que lo rodeaba. Usando como material narrativo sus canciones, las declaraciones de sus allegados y el contenido de sus centenares de cassettes grabadas, cuenta su aislamiento tempranero en el sótano de su casa y cómo las cintas, los cómics y una Super 8 llegaron a ser sus únicos y mejores amigos. Narra sus ansias creativas imparables desde la adolescencia, y sus diferencias con un entorno familiar que, en última instancia, ha sido su auténtico salvavidas. Describe el comienzo del deterioro, sus constantes entradas y salidas de hospitales psiquiátricos, y el voluntarioso aguante de muchos (sus entrañables progenitores, Kathy McCarthy, Steve Shelley, Jad Fair o su manager repudiado Jeff Tartakov) para cuidarlo y reconducirlo. Porque Daniel Johnston ha sido el ejemplo del artista que, tras crearse a sí mismo con delirante tozudez e imaginación, se ve abocado a una autodestrucción clínica e insostenible. Y ahí es donde empieza el trabajo de los demás, de sus amigos, su manager, su familia, de sus fans y de las legiones de músicos que han embellecido su obra a base de tomarla prestada y exponerla con tacto y con cariño.

El éxito de Daniel Johnston es el enésimo misterio del éxito. Anti-académico, lo-fi, bizarro y extremo, su conexión con la audiencia procedía de dentro, del pozo del corazón humano. Su forma primitiva de tocar y su grotesca forma de cantar eran el salvoconducto de unos textos tan geniales y profundos como los de los mejores poetas musicales del siglo XX, llámense Cohen o Dylan. Un artista que, en su bipolaridad lamentable e irreversible, ha expulsado toda la verdad que lleva dentro, dando luz a una leyenda que hace que escuchar una de sus canciones no sea un ejercicio común, sino una experiencia trágica y dolorosa. A partir de ahora “Story of an Artist”, “Casper The Friendly Ghost”, “Funeral Home”, “Running Water”, “Speeding Motorcycle” o “True Love Will Find You in the End” ya no provocarán exasperación o risas, sino reflexión y lágrimas.

www.hihowareyou.com

05 julio 2009

DISCOS

GRIZZLY BEAR. Veckatimest.

Pisando fuerte.

No diga extraño, diga Grizzly Bear. “Yellow House” (2006) fue una conmoción conceptual, un deleite para los sentidos. “Veckatimest” (2009) confirma su nudo de posibilidades, si bien no es como aquel, tan preñado de misticismo y ruiditos raros. Digamos que éste es el álbum de una banda adulta, que ha dejado de juguetear y se plantea hacer de su vida una vida de provecho. Más doctoral, más liviano, aunque lleno también de sugerentes curvas para recorrer en cada escucha. Sobre su imaginativo charco de ideas planea la sombra de The Incredible String Band, Brian Eno y Tears for Fears. En “Dory” y “Hold Still” asoman los movimientos campestres erráticos de Heron y Williamson, mientras “Two Weeks” y “Cheerleader” parecen recreaciones de Orzabal y Smith, y de paso muestran un lado más radioformulista y cómodo. Pero Grizzly Bear se han colgado el cartel de empollones del nuevo folk por méritos propios, y nuevamente se entregan al suspense y al paisajismo, sumergiéndose en la complejidad y la inquietud estructural, elaborando enormes piezas globalizadoras de una sutileza gigantesca y un talento innato. “Southern Point”, “Fine for Now”, “Ready, Able” o “I Live With You” responden a ese concepto de anti-canción, de composición fácil de seguir pero imposible de aprender, con diversas fases serpenteantes que las hacen realmente grandiosas. Aunque si quieren ceñirse a un parámetro fijo tampoco les sale mal, como ocurre en las selectas y concisas “About Face” y “Foreground”. Sin duda alguna, el oso sigue pisando fuerte.

www.grizzly-bear.net

04 julio 2009

DISCOS

SONIC YOUTH. The Eternal.

Electricidad en vena.

Intocables e inagotables. Cada nuevo disco que sacan es otra vomitona de elogios y la enésima comprobación de la teoría. “The Eternal” (2009) no es menos. Otro trabajo megalítico, hecho desde las entrañas y (al menos es lo que parece) casi sin esfuerzo. ¿Hay algún mal disco de Sonic Youth?. Hagamos memoria, hmmmm: no. Puede haberlos más o menos densos, más o menos duros, pero malo, lo que se dice malo… Ésa es una palabra que borraron hace años del diccionario. Y sin necesidad de hacer nada extravagante o novedoso vuelven a ponerse la corona. Y a dejar en ridículo a los demás. Asombroso derroche de abundancia. Muchas voces se empeñan en decir que ahora son más accesibles, más directos, más pop. Mentira, todo mentira. Declarar a Sonic Youth de interés general es un sacrilegio. Ellos siempre han sido el reverso de la moneda del rock, y ya es tarde para dar la vuelta a la tortilla. Sí es verdad que este álbum, como los anteriores “Sonic Nurse” (2004) y “Rather Ripped” (2006), ahorra retorcimientos innecesarios, pero las orgías de ruido y los riffs fugitivos siguen siendo la base de una estructura indemne y sin fisuras. ¿Y esa presunta nueva afición a las melodías?. Carajo, siempre las hubo. ¿O es que teníais los oídos llenos de cerumen?.

The Eternal” son 54 intensos minutos de electricidad intravenosa y los comienzos vaporosos de “Malibu Gas Station” y “Massage the History” son solo espejismos de una calma chicha inexistente. Aquí hay bofetadas y fuego a discreción, bolas de energía lanzadas cuesta abajo, arpegios suicidas y en general, un banquete guitarril tela de goloso, con el protagonismo vocal compartido y rotatorio, como de costumbre. Kim 7, Thurston 6, Lee 2. La proporción se mantiene. Para no variar Lee se queda la mejor, la setentera “Walkin Blue”, que se pone a la cabeza en el ranking de canción del año junto a “Black Hearted Love” de Harvey & Parish. La perfección supera a la perfección, luego la perfección en su caso no existe. “Antenna”, “Poison Arrow”, “Malibu Gas Station”, “No Way” y “Massage the History” también alcanzan niveles estratosféricos, construidas sin artificios, echando mano de archivo en una superposición de viejos efectos y sonidos natos. Así, “The Eternal” es el presente de los neoyorquinos, pero encaja en su pasado como el pie en un zapato de su talla. ¿Y el futuro?. Uff, aventurar su futuro produce mareos.

www.sonicyouth.com