MANTA RAY. Toledo. Paseo de Recaredo. 23-9-2006.
Todo el mundo contra la pared.
¿Por qué siempre que veo tocar a Manta Ray lo hacen en familia?. Es como una maldición. Allá donde estén ellos y al mismo tiempo esté yo, un desierto alrededor, un aplauso débil que sabe a poco. Injusticias del destino. Pero la máquina engrasa, trabaja y aplasta ante cualquier adversidad. No hay margen de error. Apuesta segura. Su nivel hace tiempo que superó la media, ahora roza la matrícula de honor. La gente por ahí fuera ya se ha enterado. Pero aquí se ve que todavía no…
Y en sus conciertos siempre hay alguna sorpresa. El detalle esta vez fue colocar a Xabel Vegas y su batería en la vanguardia, al borde del escenario, como parte de una línea de cuatro imbatible. Estrategia logística y al ataque. La electricidad, el humo denso y la luz (ahora aparecen, ahora se esconden) crean un panorama de texturas infalibles que transforman cada canción en una oda al enigma. “Por Qué Evadirse a Otros Mundos Aún Más Pequeños” ya se ha convertido en su himno de bienvenida, aunque el “todo el mundo contra la pared” sonara algo chusco por culpa de los micrófonos malditos. Y mientras alguien (el propio Vegas y ¿quién más?) intentaba resolver los conflictos técnicos, Nacho Álvarez informaba de forma poco inteligible (y con sorna, supongo) sobre el congreso de juventudes “peperas” en la capital imperial.
Pequeño caos inicial que se diluía como aspirina efervescente en el furor de “Todo Puede Cambiar” y “Qué Niño Soy”, el ritmo crepuscular de “El Despertar” y “Take a Look” y la siniestra coral a cuatro voces de “Don´t Push Me”. Y cuando todo está rodando llega la hora de ambientar: “Rosa Parks” recuperaba el espectro de calma, siempre tensa, de una banda que, en vivo, construye sus piezas ladrillo a ladrillo. Virtuosismo de vena jazz. De quitar el hipo.
La parte final volvía al motín ruidoso con “O.F. King” (un clásico siempre presente y cada vez más apabullante), “No Tropieces” y “Mi Dios Mentira”, antecedidas por una “No Avant-Garde (Elektroniks)” que había estallado en bomba de la noche, con Vegas probando su equilibrio sobre los bombos y Álvarez cediendo su bajo a los entregados en primera fila. También hicieron un bis; y esta vez no fue “I Fought the Law”, sino la evocadora “La Vida Continua (Zu Gabe)”, que desempolvaron, vistieron y maquillaron suave e interminablemente para la ocasión. Una ocasión que, claro, no pasará a la historia, pero que ya forma parte del álbum de emociones y conmociones de unos cuantos. Grandes entre los grandes (de aquí, de allá y de todas partes).
Todo el mundo contra la pared.
¿Por qué siempre que veo tocar a Manta Ray lo hacen en familia?. Es como una maldición. Allá donde estén ellos y al mismo tiempo esté yo, un desierto alrededor, un aplauso débil que sabe a poco. Injusticias del destino. Pero la máquina engrasa, trabaja y aplasta ante cualquier adversidad. No hay margen de error. Apuesta segura. Su nivel hace tiempo que superó la media, ahora roza la matrícula de honor. La gente por ahí fuera ya se ha enterado. Pero aquí se ve que todavía no…
Y en sus conciertos siempre hay alguna sorpresa. El detalle esta vez fue colocar a Xabel Vegas y su batería en la vanguardia, al borde del escenario, como parte de una línea de cuatro imbatible. Estrategia logística y al ataque. La electricidad, el humo denso y la luz (ahora aparecen, ahora se esconden) crean un panorama de texturas infalibles que transforman cada canción en una oda al enigma. “Por Qué Evadirse a Otros Mundos Aún Más Pequeños” ya se ha convertido en su himno de bienvenida, aunque el “todo el mundo contra la pared” sonara algo chusco por culpa de los micrófonos malditos. Y mientras alguien (el propio Vegas y ¿quién más?) intentaba resolver los conflictos técnicos, Nacho Álvarez informaba de forma poco inteligible (y con sorna, supongo) sobre el congreso de juventudes “peperas” en la capital imperial.
Pequeño caos inicial que se diluía como aspirina efervescente en el furor de “Todo Puede Cambiar” y “Qué Niño Soy”, el ritmo crepuscular de “El Despertar” y “Take a Look” y la siniestra coral a cuatro voces de “Don´t Push Me”. Y cuando todo está rodando llega la hora de ambientar: “Rosa Parks” recuperaba el espectro de calma, siempre tensa, de una banda que, en vivo, construye sus piezas ladrillo a ladrillo. Virtuosismo de vena jazz. De quitar el hipo.
La parte final volvía al motín ruidoso con “O.F. King” (un clásico siempre presente y cada vez más apabullante), “No Tropieces” y “Mi Dios Mentira”, antecedidas por una “No Avant-Garde (Elektroniks)” que había estallado en bomba de la noche, con Vegas probando su equilibrio sobre los bombos y Álvarez cediendo su bajo a los entregados en primera fila. También hicieron un bis; y esta vez no fue “I Fought the Law”, sino la evocadora “La Vida Continua (Zu Gabe)”, que desempolvaron, vistieron y maquillaron suave e interminablemente para la ocasión. Una ocasión que, claro, no pasará a la historia, pero que ya forma parte del álbum de emociones y conmociones de unos cuantos. Grandes entre los grandes (de aquí, de allá y de todas partes).
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