RADIOHEAD.
Madrid. Movistar Arena. 05/11/2025.

No fue fácil conseguir entrada para la nueva gira de
Radiohead. Fue una odisea de locas operaciones internáuticas. Fue lo más
parecido a echar a la lotería, porque el factor azar resultó determinante. Nada
ni nadie te aseguraba que tuvieras premio. Ni proximidad ni celeridad, eso no
valía, porque muchos madrileños (y de alrededores) se quedaron a dos velas y
había gente de mil nacionalidades en el nuevo Arena. Por eso el miércoles nos
sentimos apresados por una fortuna y gratitud inconmensurables, con enormes
ganas de aprovechar el privilegio. Quizá esta haya sido la venta de entradas
más extraña del siglo, y duele que muchos amigos se vieran excluidos de estas
cuatro noches en la capital. Queda la satisfacción de pensar que, al menos, la
mayor cantidad de gente ha tenido o va a tener la posibilidad de gozar de esta
experiencia, aunque muchos no lo merezcan. Porque da igual que quien toca sea
una banda ilustre como Radiohead o que las entradas valgan un riñón; los
infaustos que se gastan la pasta solo para estar en la movida y colgar al día
siguiente videos en Instagram son como una plaga de chinches. No nos los vamos
a poder quitar de encima hasta que las modas den un vuelco monstruoso o haya
otra crisis bíblica. Y a lo mejor ni por esas.
Aun así, lo uno por lo otro, hay motivos también
para la esperanza. Como ver a todas esas nuevas mocedades entonar emocionadas
los clásicos de una banda con más de treinta años de carrera, que luce arrugas
(aunque todos se conservan estupendos), que no viste a la moda ni canta himnos
de estribillo fácil. Anoche había muchos, muchísimos jóvenes en el ex Wizink, y
algunos se portaron con más decoro que sus vecinos cuarentones. Mi sobrina
adolescente me cuenta que, gracias a las redes, Radiohead se han convertido en
una nueva ola de conocimiento y consuelo para la juventud perdida, que a los
chiquillos les ha dado ahora por escucharlos y seguirlos porque son y dicen
algo diferente en voz bien alta. Lo mismo que nos pasó a nosotros en los 90.
Verdaderamente curioso, a la par que emotivo. Varias generaciones unidas en
sentimiento por una banda, por la cultura, por la música. Solo por eso Thom
Yorke y compañía ya se merecen un premio magno de las Artes o la Concordia. Y
por cierto, no hay ninguna ley que diga que los artistas tienen que
significarse políticamente y deben en todo momento airear lo que piensan,
sienten, comen o cagan. Se han vertido cosas muy injustas sobre esta gente en
los últimos tiempos. A veces callar no es otorgar, sino ignorar el
sinsentido.
Tras la crónica sociológica, vayamos con la crónica
puramente artística y musical. Por la sesión del martes ya íbamos sobre aviso
de lo que nos encontraríamos, el repaso a toda su carrera (excepto “Pablo Honey”, el gran ausente en los tres
primeros asaltos), la curiosa anomalía escénica de 360 grados y esa suerte de
jaula-chistera mágica. Lo del escenario circular permitió incrementar el aforo
en el recinto, y muchos nos preguntamos cómo de arriesgado para la banda debe
de ser ese formato, cuando la mayor parte del tiempo estás dando o viendo la
espalda del resto de músicos. Ellos parecieron sentirse en ese descuadre como
en su casa. Solo los percusionistas (Phil Selway y Chris Vatalaro) y Ed O´Brien
mantuvieron su posición casi inmutable durante todo el show. Los hermanos
Greenwood corrigieron sus coordenadas según el tema, y Thom Yorke cumplió los
cinco mil pasos del día viajando por todo el circuito. Decía antes que los
cinco se conservan en forma, y es verdad, clavando la estampa de lo que vimos
por primera vez en 2002 y por última en 2016. Los bailes de San Vito de Thom,
el flequillo y las contorsiones de Jonny, la calva de Phil, la sonrisa bonachona
de Ed y los cabeceos rítmicos de Colin. Siguen siendo ellos mismos, no cabe la
menor duda, y en un mundo en el que lo que antaño vieron nuestros ojos se va
desmoronando sin remedio, es hermoso tener una imagen contemporánea de algo que
no cambia.
En cuanto al proyecto escénico, una simple idea
desarrollada con ingenio y buen gusto proporciona el decorado idóneo para unas
canciones que, adornadas con esas proyecciones y juegos de luces, emocionan el
triple. Cada cual tuvo su cuidado diseño, su temática y su efecto sorprendente,
con especial mención al acuario de olas refulgentes de “Pyramid Song”. Eso sí, mejor con los paneles bien altos, que no
queremos ver a nuestros chicos encerrados o confundidos con su propio reflejo,
queremos verlos de verdad, ya que tan caro está poder hacerlo regularmente. Del
repertorio, da igual qué canción toquen porque todas nos van a gustar. Pero es
de agradecer que no explotaran en exceso su vena rave más desquiciante, solo en una contundente “Ful Stop” o
en la paradigmática “Idioteque”. Más bien el set fue girando en
distintas direcciones, alcanzando los cientos de capítulos que abarca la
creación de esta banda. El repertorio queda citado más abajo y poco se puede objetar
de él. “In Rainbows” (2007) fue el vencedor con nada menos que seis
canciones, seguido de “The Bends” (95) y “OK Computer” (97) con
cuatro cada uno y “Hail to the Thief” (2003) con tres: adivinaron cuáles
eran nuestros álbumes favoritos. El sonido en las gradas altas no fue perfecto,
pero fue posible sentir cada acorde de cada instrumento sin dificultad. “Jigsaw
Falling into Place”, “Bodysnatchers” y “There There” fueron
la apoteosis. “All I Need”, “Nude”, “Airbag”, “Separator”
y “Weird Fishes/Arpeggi” fueron pura elegancia. “Pyramid Song”
fue como un cuento de hadas. “You and Whose Army?”, “(Nice Dream)”
y “Street Spirit (Fade Out)” fueron conmovedoras. “Let Down” fue
de las más coreadas por obra y gracia de TikTok. “The Daily Mail” fue la
rareza que nos pilló a contrapié.
Tras repasar en estos días la discografía completa
de la banda y asistir a este precioso e inesperado tour, cabe recordar que no
están en la perpetua cresta de la ola por capricho o casualidad. Están por su
asombrosa capacidad para componer y dibujar canciones llenas de riesgo y
originalidad, sin recordar a nada vivo sobre la Tierra. Y aunque no siempre
fuimos benévolos con ellos, aunque, como algunos han comentado en las críticas de
esta semana, también llegáramos a veces a pensar que son unos progres un poco
elitistas, esta gira resucita con justicia la admiración que se merecen. Al
César lo que es del César. Si esto es una maniobra de marketing sin más, un escarceo
oportunista para ganar billetes, solo ellos lo saben. Pero, al igual que
dijimos tras ver a Peter Hook, al fin y al cabo, es un gran regalo lo que
nos están ofreciendo. Y por eso es de bien nacidos ser agradecido.
SETLIST: “2+2=5”,
“The Bends”, “Jigsaw Falling Into Place”, “All I Need”, “Ful Stop”, “Nude”, “Reckoner”,
“Airbag”, “Separator”, “Pyramid Song”, “You and Whose Army?”, “Idioteque”,
“Bodysnatchers”, “(Nice Dream)”, “There There”, “Myxomatosis”, “Exit Music (for
a Film)”, “Street Spirit (Fade Out)”//“Let Down”, “Weird Fishes/Arpeggi”,
“Planet Telex”, “Present Tense”, “The Daily Mail”, “Paranoid Android”,
“Everything in Its Right Place”.