28 junio 2025

CONCIERTOS

AZKENA ROCK 2025. Vitoria. Sábado 21 de junio. 

Esta vez sí. Este año hubo Azkena Rock, aunque fuera solo un día. Un festival con solera, auténtico, con una delicada selección para los amantes del rock, un ambiente genuino y las comodidades y bellezas de una ciudad como Vitoria. La experiencia no defraudó. Es más, supo a poco. Nos quedamos con ganas de The Damned, el “Without a Sound” de Dinosaur Jr, John Fogerty o el homenaje a Little Richard de Diamond Dogs. Pero la jornada del sábado nos deparó de todo un poco: alegría de nuevos descubrimientos (Ezezez), inmersiones nostálgicas (The Chesterfield Kings y The Lemon Twigs), examen de excelencias cacareadas (Derby Motoreta´s Burrito Cachimba, Margo Price) y el placer de rozar (casi literalmente) a dos de nuestras bandas más queridas de todos los tiempos (The Flaming Lips y Manic Street Preachers). Y lluvia, bastante lluvia. Un inconveniente in situ que ahora se percibe como el éxito del aguante. 

Nos encontrábamos nada más llegar con los bilbaínos EZEZEZ en el escenario La Salve, cuya decoración, dicho sea de paso, no pudo ser más acertada (una miscelánea de logos rockeros que han hecho historia). Y encontrábamos a una excelente banda que deambula entre el punk, el garage y el rock gótico, haciendo honor a la creatividad y valentía que siempre se le presumió al rock vasco. Pese a no tener acceso a un mensaje que debe de ser febril (Unai Madariaga canta mayormente en euskera), fueron una sorpresa positiva en mayúsculas. A continuación era turno para RICHARD HAWLEY en un estado personal de incógnita; su discografía da para muchos tipos de concierto: uno intimista, uno a lo Scott Walker, un clásico rockero, algo típicamente americano (interpretado por un inglés). El inicio con “She Brings The Sunlite”, “Prims in Jeans” y “Open Up Your Door” no despejaba mucho las dudas, y de repente nos entró ganas de otra cosa. Dejamos al bueno de Richard allí, bien arropado por una banda excelsa y un puñado de fans fieles, y nos vamos a ver a un grupo al cual no se puede saborear todos los días: THE CHESTERFIELD KINGS. Pioneros secundarios del sonido garagero en los 60, funcionan ya sin Greg Prevost (vocalista original), pero funcionan. Y no solo funcionan en vivo con sus hits legendarios, también siguen publicando discos nuevos, como el reciente “We´re Still All The Same” (2024). Y es curioso que, puestas en directo, recientes composiciones como la canción titular, “Electrified” o “Fly The Astral Plane” se acoplen al repertorio clásico (esas irresistibles “She Told Me Lies”, “Sunrise (Turn On)”, “I Don´t Understand” o “Baby Doll”, entre otras) como una mano en su propio guante. Unión de seis décadas en un bloque sólido e imbatible. Con la precisión que aportan tantos años en el negocio, regalaron un set impecable, dando todo lo que sus abultados DNIs les permiten, e incluso más. Eternos mods, rockeros de vieja cuna, adictos pop o psicodélicos recalcitrantes, todos gozaron en una cátedra de recital al que estuvieron invitados también algunos colegas como Moving Sidewalks o los Yardbirds. 

El siguiente plan tenía que ver con otro baño de nostalgia, pero la aparición de la lluvia (y la excesiva confianza o el despiste o la falta de prevención, qué se yo) obligó a prescindir de buena parte de THE LEMON TWIGS para ir en busca del chubasquero olvidado. Así que la experiencia quedó en unos ecos lejanos finales, que nos hicieron cosquillitas en la nuca y alegraron el corazón (como la preciosa versión de los Byrds “Have You Seen Her Face”), preparándonos para la prometida fiesta inolvidable made in THE FLAMING LIPS. Esta vez había que realizar una inmersión completa, es decir, buscar los cañones y dejarse regar por el colorín (aparte de la lluvia). Digamos que el inigualable Wayne Coyne (Michael desertó y Steven está tomándose un respiro) pasea sin miedo por el mundo su “Yoshimi Battles The Pink Robots” (2002). Y lo hace sin escatimar, encabezando un espectáculo diseñado con la misma pompa, originalidad y gusto por lo naif de siempre. En sus shows se pone en valor un oficio nunca valorado en el mundo del rock: el de atrezzista. Porque de veras que esos valientes especialistas curraron de lo lindo esta vez, inflando, dando vida y desinflando los ciclópeos pink robots, trayendo y llevando ítems diversos o convirtiéndose en bailarinas de can-can con cabeza de globo ocular. Y siempre se habla mucho del aspecto visual festivo y casi caricaturesco de esta banda, pero no obviemos la forma en que esos músicos (los ahora reclutados, los mejores) reproducen unas canciones llenas de puntillas y recovecos. El disco homenajeado sonó brillante y absoluto, y la opción karaoke fue todo un acierto para poder cantar sin error cada estrofa y estribillo de esas maravillosas “One More Robot/Sympathy 3000-21”, “Yoshimi Battles The Pink Robots PT.2”, “In The Morning of Magicians”, “Are You a Hypnotist?”, “It´s Summertime”, “Do You Realize?” o “All We Have Is Now”. Por supuesto, Wayne es el que dirige la orquesta, y cuando digo orquesta no me refiero a los duchos instrumentistas; me refiero a nosotros, a la audiencia, que canta, tararea, jalea y grita siguiendo la instrucción vocal y gestual de un tipo transformado en entrañable sargento, animador cultural y telepredicador. Tras repasar el disco estrella de principio a fin, hubo tres adendas imprescindibles y celebradísimas: “Pompeii Am Götemdämmerung” (con su contundencia legendaria y el candil giratorio), “The Yeah Yeah Yeah Song” (máxima conexión Wayne-público) y la por siempre amada “Race for The Prize”. Y si, hubo riego de confetti, y ni el más mínimo detalle es banal: eran papelitos de color rosa con forma de robot. Siempre increíbles. 

La noche nos llevaba entonces a alternar dos propuestas que no pueden ser más opuestas. Por un lado, los ya consolidados DERBY MOTORETA´S BURRITO CACHIMBA, el grupo con el nombre más gracioso y despistante del panorama patrio. Su versión folclórica del universo zeppeliniano tiene su aquel. Son grandes intérpretes y creen en lo que hacen, pero a ratos adolecen de un exceso de pose que no les favorece. Por otro lado, MARGO PRICE, la nueva joya del country. No es que seamos nosotros mucho de country, y menos bajo un aguacero desolador. Pero hay que reconocer que esta chica tiene voz, talento y actitud, y que viaja rodeada de músicos excelentes. A la espera de nuestro momento, y ese momento llegó. MANIC STREET PREACHERS están de vuelta con nuevo disco (el pasable “Critical Thinking”), pero eso da igual. Porque los Manic son las canciones de todos los tiempos, himnos que han dibujado la silueta de nuestras vidas durante más de tres décadas. Y ellos lo saben. Por eso no se dejan arrastrar por la defensa necesaria de su nuevo material, sino que prefieren mirar hacia atrás y recopilar una muestra que nos haga felices. Y felices salimos. “Decline & Fall”, “Hiding in Plain Sight” (cantada por Nick Wire e introducida con el estribillo de “Bring On The Dancing Horses” de los Bunnymen) y “People Painting Ruins” fueron las únicas concesiones a lo nuevo, y sin duda son las tres mejores. Arrancar con “Motorcycle Emptiness” ya es un clásico en España, y a partir de ahí todo es cuesta arriba, aunque la jodida lluvia pugne por fastidiar el momento y James Dean Bradfield se cabree en la toma falsa de “You Stole The Sun From My Heart” (que tuvo que ser aparcada para después). Especial resultó acordarse del 32 cumpleaños de “Gold Against The Soul” (93) y honrarlo con “La Tristesse Durera” y “From Despair to Where”. Especial fue también encadenar esos dos emotivos himnos que son “Autumnsong” y “A Design for Life”. Especial fue el momento acústico de James, ese “Raindrops Keep Fallin´On My Head” que conjuró el fin definitivo de la lluvia, seguido de “Ocean Spray” y “The Everlasting”. Y especial fue disparar de nuevo ese obús llamado “You Love Us” y reconstruir luego los pedazos con “If You Tolerate This”. Especiales y eficaces son ellos y siempre lo serán. Ojalá se prodigaran más por nuestro país. 

 

05 junio 2025

CONCIERTOS

TOMAVISTAS 2025. Madrid. Caja Mágica. 30-31 mayo. 

El día que anunciaron que Mogwai venían al Tomavistas, imaginad qué. Pues que una se compró el abono sin pensar, cegada por la pasión. Luego salió el cartel completo y hay que aceptar la realidad: los festivales ya no se hacen para nosotros, o viceversa. Ahora, en la mayoría (hay excepciones, claro) solo conoces o deseas dos o tres nombres a lo sumo, y te aferras a ellos sabiendo que tendrás suficiente porque el cuerpo ya no da para más. Abiertos siempre a las experiencias, si luego suena alguna otra flauta, pues fenomenal. Flautas como Depresión Sonora, por ejemplo, que nos ganaron la atención el sábado con esa vena post-punk de nueva generación. Pero los objetivos claramente eran otros. 

A Maika Makovski le teníamos muchísimas ganas. Por diversas razones nunca habíamos coincidido con ella, pero sabíamos de sus gestas por testimonios de otros. Hemos adorado su música, su voz y su valentía desde su disco de debut. Era el momento de saldar cuentas, y qué mejor ocasión que esta, con un álbum (“Bunker Rococo”) tan delicioso y un espectáculo tan sui generis. Esta mujer es un tesoro. No es de justicia relegarla a media tarde en escenario pequeño. Su show habría llenado y alumbrado el mayor de todos los escenarios de un festival cualquiera. Pero como ella misma nos confesaba, honesta y educadamente, propuestas así no tienen mucho éxito dentro de la escena actual en nuestro país. Una pena, la verdad. Acompañada por una cuadrilla de músicos fabulosos (batería, guitarra, bajo, violín, viola, trompa y trombón, además de sus guitarra, sintetizador y piano rococó), fue la dueña y señora de la Caja Mágica durante hora y pico, exprimiendo su espectacular voz y deslumbrante personalidad. Hubo muchas canciones de su variopinto reciente trabajo (tremendas “Muscle Cars”, “B Series”, “My Head Is a Vampire” y “Hunch of the Century”), pero también se abrieron huecos para clásicos de todos los colores, como las vehementes “Only Innocence Is Capable of Pure Evil”, “Reaching Out to You” y “Lava Love”, o las celestiales “When The Dust Clears” y “Love You Till I Die”. Y todo ello en el más cálido de los ambientes (no solo por el calor), con un enorme derroche de ganas y una eterna sonrisa en la boca. 

A Doves los vimos por única vez allá por el 2000, hace un cuarto de siglo. Ha llovido, vaya que sí. “Lost Souls” fue un disco que nos robó el corazón. Después vinieron otros trabajos, fuimos perdiendo interés, ellos iban y venían. Esta ha sido una oportunidad de revisar toda su discografía, reencontrarnos con el pop psicodélico, reconocer que sus últimos discos siguen teniendo magia y preguntarse por qué Coldplay arrasaron y ellos no. Se echó de menos a Jimi Goodwin, pero Jez William suplió su papel vocal con decencia. Al igual que hace veinticinco años, Andy William sigue acaparando intereses; un baterista poco común por su extraña técnica, su don de director de orquesta y su aportación coral (y porque no envejece nunca). Se les agradece que se pusieran en plan nostálgico y eligieran un repertorio casi basado en sus legados, con “Snowden”, “Words”, “Pounding”, “Caught By The River” y “There Goes The Fear” como melodías más coreadas, y con el adorno de sus videos oficiales proyectados en la pantalla. Yo me quedo con el precioso country-western de “Kingdom of Rust”, momento de gloria cantora de Andy. Aunque el sonido dejó que desear, los viajes al pasado siempre son emocionantes. 

Y luego están Mogwai. Otro nivel. Decir aquí que fueron lo mejor del festival no vale, porque no lo vimos todo y somos muy parciales. Pero hay gente que sí lo dice. Personas que no los conocían mucho o solo de refilón, y que acabaron con la boca abierta y a sus pies. Porque los chicos de Glasgow, Scotland hicieron lo de siempre: clavar otro set sensacional, mezclando lo onírico y lo bestia, sin abusar de lo nuevo y arrojando una ancha red a buena parte de su historia. Las normas sobre tope de decibelios en la capital mesuraron el volumen mefistofélico de esta gira, y es de agradecer. Que no es necesario empeñarse en sonar a 120, que con 100 ya les cunde de lujo. Que su apasionante música es para oírla con el oído desnudo, sin tener que usar esos malditos tapones. Las inmensas “God Gets You Back” y “Hi Chaos” iban a abrir la tarde sí o sí. Luego aparecieron “I´m Jim Morrison, I´m Dead”, “How To Be a Werewolf”, “Rano Pano” y “Hunted by a Freak” una detrás de otra, y aquello fue mostrar en verso toda su clase y profundidad. Después llegaron las cantadas, “Ritchie Sacramento” y “Fanzine Made of Flesh”, para sugerir que ellos pueden ponerse también de lo más indie si les da la real gana. “Remurdered”, como siempre, dio cancha a los amantes del trance y a los que adoramos ver al bueno de Dominic fuera de su zona de confort. “We´re No Here” y “Lion Rumpus” lanzaron el gancho de K.O. en el último asalto con su contundencia escandalosa. Y sin haberse ido del todo, volvieron a empuñar sus artefactos para rematar con una “Mogwai Fear Satan” ineludible, con la que lograron una gesta absolutamente homérica: hacer silencio sepulcral en un festival ibérico durante casi dos minutos. Ahora que venga otro y lo intente.